Las Hermanas Mirabal y el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Tres mariposas que desafiaron a Trujillo y dieron sus vidas por la libertad

Germán Marte
para El Día (República Dominicana) 
publicado el 25 de noviembre de 2013

Santo Domingo.-Cuando se supo la noticia del vil asesinato de las hermanas Mirabal, aquel viernes 25 de noviembre de 1960, la sociedad dominicana quedó estremecida. Un sentimiento de rabia e impotencia se apoderó de gran parte de la población. La dictadura había llegado demasiado lejos.
Minerva, Patria y Maria Teresa, las hermanas Mirabal

Una banda de sicarios, por encargo expreso de Trujillo, se ocupó de asesinar a las tres mariposas -como les decían sus compañeros de lucha a las Mirabal- y a su chofer, Rufino de la Cruz.
Para sus asesinos fue un trabajo “fácil”. Pero se trataba de unos muertos demasiado pesados para un régimen moribundo. Y si la expedición guerrillera del 14 de junio de 1959, aún siendo un fracaso militar, sirvió para demostrar que la dictadura trujillista era vulnerable, la muerte de las muchachas de Salcedo fue la copa que rebozó la copa. A partir de su asesinato y de otros desmanes, muchos jóvenes de clase media, incluso gente del entorno del dictador, sintieron la necesidad de luchar contra la tiranía y por la instauración de la democracia en el país, comenzaba a disiparse el miedo. Su muerte tuvo el efecto contrario al que pretendía la dictadura. Seis meses después, Trujillo fue ajusticiado por antiguos colaboradores.

Antecedentes

El 10 de enero de 1960, jóvenes de clase media, seminaristas, obreros, campesinos, profesionales y estudiantes celebraron una Asamblea Nacional en una finca propiedad de Charlie Bogaert, en Mao, donde dejan constituido el denominado Movimiento Revolucionario 14 de Junio, inspirado en el ejemplo y en el programa de los guerrilleros de 1959. Bajo el liderazgo del abogado montecristeño Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo), el esposo de Minerva Mirabal, los catorcistas se plantean como objetivo derrocar la tiranía mediante la lucha armada.
Pero muy pronto fueron detectados por los calieses al servicio de la tiranía, como muy bien explica Rafael Chaljub Mejía en su libro “La Guerrilla del Decoro”, cuando señala que el movimiento ni siquiera pudo poner a prueba su capacidad operativa.

“…diez días después de la asamblea de Mao, comenzaron las detenciones en masa, con su trágica e inevitable secuela de torturas, asesinatos y desapariciones a que usualmente recurría el régimen ante hechos como ese”, dice el autor.

Las cárceles se llenaron de presos políticos de diversas partes del país.
Sin embargo, “el descubrimiento del complot sirvió para demostrar cuán extendido era el sentimiento antitrujillista”, dice Chaljub Mejía.
Entre los primeros apresados figuran, además de Manolo y Minerva, los esposos de María Teresa y Patria, el ingeniero Leandro Guzmán y el hacendado Pedro González.
También fue apresada María Teresa, a quien oficiales desnudaron delante de todos, como una forma de humillarla. Un veterano de aquella época, Rafael -Fafa- Taveras relata cómo la más joven de las “mariposas” se mantuvo incólume pese a los insultos y la tortura física, “las descargas eléctricas sobre los senos de aquella virgen hacían mover su cuerpo, pero sus labios no se abrieron con una queja”.


Semanas después de aquella orgía de sangre y dolor, las mujeres fueron liberadas, pero sus esposos fueron condenados a 30 años de cárcel.
De La 40, Manolo, Leandro y Pedro fueron trasladados a La Victoria, luego a la cárcel de Salcedo y de allí a Puerto Plata. Se le permitía una visita a la semana. Los viernes.
Pese a la advertencia de varias amigos de que se cuidaran, Patria, Minerva y María Teresa hacían el viaje a Puerto Plata todas las semanas a ver a sus esposos y a los otros compañeros de lucha allí prisioneros. El peligro era evidente, pero ellas preferían desafiarlo antes que dejarse doblegar por el miedo.

El día del crimen

La orden de matar a las hermanas Mirabal fue dada expresamente por Trujillo desde el 4 de noviembre, pero no fue sino el 25 cuando se dieron las condiciones para su ejecución. Además de las razones políticas, Trujillo sentía un odio visceral hacia las hermanas, especialmente contra Minerva por el desplante que esta le hizo once años atrás en una fiesta que se celebraba en San Cristóbal y a la cual fueron invitadas las jóvenes junto a sus padres.
Ese 25 de noviembre, poco después de las cuatro de la tarde, las Mirabal y Rufino de la Cruz regresaban de Puerto Plata de ver a sus esposo en la cárcel San Felipe de Puerto Plata.
“A menos de dos kilómetros de la ciudad (de Puerto Plata) había un carro detenido con aparentes pasajeros afuera, mientras otra persona simula que revisaba el motor…..Rufino de la Cruz se detuvo cuando vio que el carro casi estaba en medio de la vía, al llegar paralelo al vehículo, el jeep fue asaltado; las mujeres lanzadas hacia afuera violentamente e introducidas al vehículo de los calieses.
Patria logró salir huyendo en dirección a un camión del Seguro Social que venía por allí, pero fue alcanzada y arrastrada por los cabellos e introducida al carro junto a sus hermanas, pero antes alcanzó a gritarles a los del camión: “Díganle a la familia Mirabal, de Salcedo, que los caliés van a matarnos”.
Cuenta Fafa Taveras que el carro marchó con las tres hermanas adentro y Rufino fue mantenido en el jeep acompañado de dos calieses.
Y explica que antes de llegar a la Cumbre de Puerto Plata se desviaron hacia la derecha, por un camino sin pavimento, entre un cañaveral, y se detuvieron a más de cien metros de la carretera.
Un grupo de esbirros encabezados por el teniente Alicinio Peña Rivera tuvo a su cargo la ejecución de las Mirabal. Fueron asesinadas a palos y puñaladas. Antes, los calieses habían ahorcado a Rufino.



Posteriormente, introdujeron los cuatro cuerpos en los vehículos y se marcharon hasta el lugar donde lanzarían el jeep con ellos dentro. Se detuvieron un momento al ver que una de las víctimas estaba viva y se quejaba. Era Minerva, la remataron.
Con los cuatro cuerpos dentro, los asesinos lanzaron el jeep hacia un precipicio. Al día siguiente un diario tituló: “Tres mujeres y un chofer perecen en vuelco”. Muy pocos creyeron esa información. La noticia del múltiple asesinato corrió como pólvora, provocando la indignación amplios sectores de la sociedad dominicana.

Luego de asesinar a las hermanas Mirabal, Trujillo ordenó la confiscación de todos sus bienes y los de sus esposos.

La sangrienta mano de hierro del tirano aplastó a las tres mariposas, pero sería uno de sus últimos crímenes.

El 30 de mayo del año siguiente caería abatido cuando se dirigía hacia su natal San Cristóbal. Murió como vivió: a sangre y fuego.

Fuente

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25 de noviembre de 1960, los cuerpos de las tres hermanas Mirabal se encontraron en un acantilado

 Por Israel Viana
para ABC(España)
publicado el 23 de diciembre de 2009

El 25 de noviembre de 1960, los cuerpos de las tres hermanas Mirabal se encontraron en el fondo de un acantilado en la costa de la República Dominicana. Aquel acontecimiento, que fue vendido a la prensa como un trágico accidente por Trujillo, el dictador dominicano que dio la orden de acabar con ellas, contribuyó a despertar la conciencia entre la población, que culminó, seis meses después, con el asesinato del caudillo.
En honor a estas tres valientes hermanas asesinadas a garrotazos, que se habían convertido en auténticas heroínas de la lucha clandestina antitrujillista, se conmemora cada año en esta fecha el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1999, a propuesta de la República Dominicana con el apoyo de 60 países.
Patria, Minerva y María Teresa, así se llamaban las hermanas, nacieron y crecieron en el seno de una familia rural acomodada en el paraje de Ojo de Agua, en Salcedo, el municipio más importante de la provincia que se rebautizó más tarde, y en honor a ellas, con el nombre de Hermanas Mirabal.
Estas mujeres, que habían mostrado un interés muy temprano por los estudios, dedicaron gran parte de su corta vida a luchar por la libertad política de su país, oponiéndose firmemente a una de las tiranías más opresoras y duras que tenía Latinoamérica: la de Rafael Leónidas Trujillo, conocido también como «El Jefe», «El Generalísimo», «El Chivo» o «El Chapita», por su afición desmedida por las condecoraciones.
El mismo hombre, protagonista de uno de los más acusados cultos a la personalidad del siglo XX, que arrebató casi toda la fortuna a su familia cuando llegó al poder. Convencidas «Las Mariposas» –así era conocidas entre sus compañeros de lucha– de que Trujillo llevaría al país a un auténtico caos, decidieron formar el grupo de oposición «Agrupación Política 14 de Junio».
A causa de su persistente actividad rebelde, fueron encarceladas y torturadas en no pocas ocasiones, a pesar de los cual decidieron continuar luchando con el único objetivo de acabar con la dictadura.
El asesinato de las hermanas Mirabal
Leónidas Trujillo saludando a Franco durante su visita a España en 1954
Cuando «El Chivo» comprobó que la cárcel no era suficiente para detener aquella actividad clandestina, a la que cada día se iban uniendo más adeptos, decidió acabar con ellas. Eran los últimos años de la década de los 50, en los que se estaba despertando una fuerte inquietud social en toda América Latina, con la caída de varios dictadores y el triunfo de Fidel Castro.
Las hermanas Mirabal habían comentado a sus maridos, en una visita a la cárcel donde se encontraban recluidos, los rumores que circulaban en Salcedo sobre la posibilidad que sufrieran un «accidente», como se denominaba entonces a la manera que utilizaba el régimen de ordenar la desaparición de un opositor importante, con la supuesta intención de ocultar el crimen.
Uno de los esposos, Manolo, sugirió que debían acabar con los viajes y marcharse a Puerto Plata para evitar el paso por las carreteras, pero ya era tarde: la orden de asesinar a las hermanas ya había sido dada.
Cinco miembros del Servicio de Inteligencia Militar detuvieron el jeep en el que regresaban de la prisión, las introdujeron a empujones en un coche y las llevaron a un lugar previamente escogido, cerca de La Cumbre.
Eran aproximadamente las 19:30. Allí las mataron a golpes y colocaron sus cadáveres en el jeep, antes de arrojarlo por el precipicio.
Ciriaco de la Rosa, uno de los asesinos, lo contaría más tarde: «Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta (Minerva), yo elegí a la más bajita y gordita (Patria) y Malleta, al chofer, Rufino de La Cruz. Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas […] Traté de evitar este horrendo crimen, pero no pude, porque tenía órdenes directas de Trujillo y Johnny Abbes García. De lo contrario, nos hubieran liquidado a todos».

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