Bombas y drones

José Blanco
La Jornada [x]

Si las atrocidades ocurridas en México fueran cometidas por algún régimen dictatorial de Sudán o Birmania, medios de comunicación mundiales se habrían indignado, y EU, junto con sus aliados de la OTAN, se habrían reunido en el Consejo de Seguridad de la ONU con una propuesta para bombardear [el país] inmediatamente y derrocar a estos caníbales, escribió el politólogo Maxím Samorúkov (véase el portal ruso Slon.ru).

La lectura de la situación mexicana vista desde fuera de la órbita de dominación de Occidente puede dar lugar a hipótesis que nos parezcan un exceso a quienes siempre hemos vivido subsumidos en la órbita referida. Pero por supuesto que una intervención así es posible, aun cuando no por motivos como los que Samorúkov pone sobre la mesa.

El artículo que escribe el politólogo ruso se titula ¿Por qué la democracia mexicana es más sangrienta que una dictadura?, y en él se vierten algunas observaciones en general sobre esta asolada República, pero en particular apunta a Ayotiznapa y la desaparición criminal de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos.

En 1829 Simón Bolívar hizo una proclama: Estados Unidos parece destinado por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad. Bolívar anticipaba así la política expansionista de los padres de la patria gringa.

La doctrina del Destino Manifiesto fue pensada desde el origen por tales padres de ese país que nunca tuvo nombre (Estados Unidos): Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, John Adams, Andrew Jackson y James Monroe. El presidente Andrew Jackson escribió en 1837, repitiendo a Bolívar: La Providencia ha escogido al pueblo norteamericano como guardián de la libertad, para que la preserve en beneficio del género humano. Todos los presidentes, demócratas o republicanos, han creído a pie juntillas esa cuchufleta, que siempre estuvo acompañada de un poder militar creciente. Todos: Obama la ha repetido numerosas veces.

México fue una de las primeras víctimas de la agresión estadunidense, cuando a partir de 1845, y mediante una guerra de intervención, acabó Estados Unidos apropiándose de 55 por ciento del territorio mexicano. Eso ahí quedó para siempre: nunca debiéramos olvidarlo, por más que los gringos volteen para otra parte cuando se les recuerda.

Son innumerables las intervenciones imperiales de los gringos en América Latina, directa o indirectamente a través de sus esbirros locales. Pero a veces es incomprensible el grado en que los mayores poderes del planeta pueden hacer una inmunda boñiga hecha de estupidez, cinismo y soberbia, como el exaprupto de John Kerry, secretario del Departamento de Estado de Washington, frente al Comité del Asuntos Exteriores del Capitolio, en abril de 2013, donde dijo: “América Latina es nuestro patio trasero…; tenemos que acercarnos [nuevamente] de manera vigorosa…; trataremos de hacer lo posible para tratar [gramática de Kerry] de cambiar la actitud de un número de naciones, donde obviamente hemos tenido una especie de ruptura en los últimos años”, enfatizó.

Obama parece haber pasado a la acción invocada por Kerry, como debe estar fresco en la memoria del mundo: el pasado 9 de marzo calificó la situación en Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior estadunidense.

Aunque las cosas han cambiado. Un total de 132 institutos políticos de 40 países que participan en el seminario internacional Los partidos y una nueva sociedad –organizado por el Partido del Trabajo (PT)– consideraron una declaración de guerra la postura del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sobre Venezuela y aseguraron que viola la soberanía no sólo de aquel país, sino de toda América Latina y el Caribe ( La Jornada, 15/3/15). Está claro que políticos, partidos políticos y gobernantes de esos 40 países en número desconocido, no aprueban la gestión de Maduro. Pero también está claro que el asunto no es Maduro, sino la defensa propia.

Hoy, la mayoría de los gobiernos de América del Sur son contrarios, con posiciones muy distintas, al gobierno del imperio estadunidense. Y no sólo ellos. Al caer la URSS, Rusia comenzó a ser aislada y rodeada por Estados Unidos y sus socios de la OTAN. En 1999 se incorporaron a esta Organización, la República Checa, Hungría y Polonia; en 2004, Rumania, Bulgaria, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia y Lituania. Se entiende que Rusia haya adoptado una posición ultranacionalista y que incluso haga alarde de independencia respecto a Estados Unidos y Europa, entre otras cosas mostrando sus poderosos fierros de guerra.

China y Rusia son ejemplos para América Latina en materia de soberanía e independencia.

El gobierno mexicano está atado al imperio decadente de la peor de las maneras: ideológicamente. Las élites políticas y económicas mexicanas seguirán con su consciente misantropía y su despiadada discriminación para con el pueblo. Se comportan correctamente a los ojos del amo, pueden continuar con políticas que provocan aludes de sangre, y todo ello no hace previsible ningún avispero de drones gringos sobre este territorio sometido. Samorúkov yerra; la democracia mexicana puede ser más sangrienta que una dictadura, pero no será Sudán ni Birmania nunca, seguiremos muy bien portaditos y, por ese motivo, el Consejo de Seguridad de la ONU, azuzado por EU, no mandará bombardearnos.