Esa particular idea de democracia del imperio

Jorge Muracciole
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Se avecinan tiempos difíciles cuando el gobierno de los EE UU intenta dar recetas más allá del río Bravo. Venezuela, último eslabón de una larga cadena.
La historia del intervencionismo de los EE UU como gendarme del mundo es trágicamente conocida. Pero en el llamado "patio trasero" del imperio, al sur del río Bravo, es larga la lista de intervenciones del paladín de la democracia. Si tan sólo se hiciera una apretada síntesis desde la mitad de la segunda década del siglo XX, se entendería en parte esa particular concepción demócrática del gendarme imperial.
En 1925, tropas del Ejército estadounidense ocupan la Ciudad de Panamá para acabar con una huelga y mantener el orden. En 1926, Estados Unidos decide crear en Nicaragua la Guardia Nacional; en el mismo país, en 1927, un capitán de los marines yanquis conmina a Sandino para que se rinda. Mueren 300 nicaragüenses por las bombas y ametralladoras yanquis. Ocupados en el devenir de la Segunda Guerra Mundial retorna en su accionar intervencionista en 1954, cuando la CIA orquesta el derrocamiento del gobierno democráticamente electo de Jacobo Árbenz en Guatemala.
En 1930, en República Dominicana, comienza la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, un militar surgido de la Guardia Nacional, fomentada y entrenada por Estados Unidos. En 1933, EE UU abandona Nicaragua y deja el control del país a Anastasio Somoza y su Guardia Nacional. En 1934, es asesinado en Nicaragua César Augusto Sandino, quien había depuesto las armas. El asesinato fue ordenado por Somoza, con la complicidad del embajador norteamericano Arthur Bliss Lane. En 1941, en Panamá, es depuesto el presidente Arias por un golpe militar liderado por Ricardo Adolfo de la Guardia, quien primero consultó su plan con el embajador de los Estados Unidos. En 1946, Estados Unidos abre en Panamá la tristemente célebre Escuela de las Américas, para la formación de los militares del hemisferio. Allí se formaron los principales protagonistas de las dictaduras militares de Brasil, la Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia y otros países. En 1947, Estados Unidos comienza a imponer paulatinamente el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
En 1952, en Cuba, con la anuencia y agrado del gobierno de los Estados Unidos, el general Fulgencio Batista produce el derrocamiento de Carlos Prío Socarrás e inaugura una sangrienta tiranía. Nueve años después, en 1961, fuerzas mercenarias reclutadas, organizadas, financiadas y dirigidas por los EE UU invaden Cuba por Bahía de Cochinos (Playa Girón). En el mismo año la CIA apoya un golpe de Estado contra el presidente electo de Ecuador J. M. Velazco Ibarra, quien se había demostrado demasiado amistoso con Cuba.
En 1964, el presidente de Brasil Joao Goulart, quien se proponía llevar a cabo una reforma agraria y nacionalizar el petróleo, es víctima de un golpe de Estado apoyado y promovido por los Estados Unidos. Un año más tarde, en 1965, Estados Unidos envía miles de efectivos a República Dominicana para reprimir un movimiento que intentaba restaurar en el poder al anteriormente derrocado presidente electo Juan Bosch.
En 1973, los militares toman el poder en Uruguay, apoyados por Estados Unidos. La subsiguiente represión alcanzaría elevadísimas cifras de población encarcelada por razones políticas. En el mismo año, un golpe de Estado instigado y organizado por los Estados Unidos derroca al gobierno electo del presidente Salvador Allende en Chile, y se instala en el poder el general Augusto Pinochet, quien encabeza una cruenta y larga tiranía.
En 1976 asume la dictadura cívico-militar en la Argentina y se implementa el terrorismo de Estado. Años después, se desclasificaron en Estados Unidos casi 5000 documentos secretos que revelaron la estrecha colaboración y el apoyo otorgado desde los más altos niveles del poder en Washington a los militares argentinos, responsables de la muerte de al menos 30 mil compatriotas.
En 1980, Estados Unidos incrementa la asistencia masiva a los militares de El Salvador que se enfrentan a las guerrillas del FMLN. Los escuadrones de la muerte proliferan; el arzobispo Romero es asesinado por terroristas de derecha; 35 mil civiles son muertos entre 1978 y 1981. En 1981, la administración Reagan inicia la guerra de los "contra" para destruir el gobierno sandinista en Nicaragua. Dos años después, en 1983, se produce la invasión de 5000 infantes de marina de Estados Unidos a la pequeña isla caribeña de Granada. Las tropas yanquis entraron poco después de que una conspiración había sacado del poder a Maurice Bishop, un líder antiimperialista. En 1989, EE UU invade Panamá para arrestar a quien fuera su protegido, Manuel Noriega. La operación dejó no menos de 3000 bajas civiles.
En el 2000, Estados Unidos lanza el Plan Colombia, un programa de ayuda masiva civil y militar a un país que quizás tenga el peor récord de Derechos Humanos en el hemisferio. El financiamiento de los Estados Unidos para este plan es de 1300 millones de dólares, de los cuales el 83% está destinado al gasto militar. En 2002, EE UU apoyó y financió a los elementos que organizaron el fallido golpe de Estado del 11 de abril en Venezuela.
Pese a este frondoso prontuario de intervencionismo imperial, el presidente de los EE UU declara, muy suelto de cuerpo, su preocupación por la violencia en Venezuela. Paradójicamente, el gobierno que ha invertido 5 millones de dólares en apoyo a la oposición política tan sólo en el último año (según la investigación periodística de un periódico británico), intenta dar cátedra de democracia a los gobiernos de la región. Con sus aliados internos que haciendo caso omiso del triunfo electoral del chavismo hace tan sólo 75 días en las elecciones municipales, han decidido ganar la calle. La oposición al chavismo, que ha sido derrotada en más de una docena de procesos electorales, ha decidido victimizarse en una escalada de violencia callejera que derivó, hasta hoy, en cinco muertos, estrategia que es utilizada por la prensa hegemónica a escala planetaria para crear las condiciones para presiones externas de mayor magnitud.
Razones geopolíticas no le faltan al gendarme mundial para intervenir directa o indirectamente al genuino proceso de la Revolución Bolivariana, casualmente en el país que posee los mayores yacimientos de petróleo del planeta, y que se ha constituido en un ejemplo para el resto de la región. Para lograr sus objetivos desestabilizadores, EE UU no ahorrará en estratagemas de todo tipo para destruir el proceso de unidad del subcontinente latinoamericano. Se avecinan tiempos difíciles cuando el gobierno de los EE UU intenta dar recetas "democráticas" más allá del río Bravo.