A Gabriel Boric sobre Venezuela. Una respuesta necesaria

Carla Amtmann  e Iván Vitta [x]

El día 12 de febrero del presente mes, la oposición de derecha en Venezuela desplegó sus fuerzas para avanzar con el objetivo asumido desde el momento mismo en que Hugo Chávez Frías llega al poder en 1999: derrocar al gobierno bolivariano sea cual sea la forma que haya que utilizar para ello.

Lo acontecido es transmitido por la prensa internacional hegemónica de manera distorsionada –ninguna novedad si recordamos la complicidad de los medios en el golpe de estado del año 2002– y, sobretodo, poniendo el énfasis en las acciones de violencia, que efectivamente se desataron en los centros más importantes del país,  haciendo eco a los llamados de rebelión que los líderes de la oposición como Leopoldo López, Maria Corina Machado y Antonio Ledezma han impulsado.

Tras el golpe del año 2002, que se logró revertir gracias el gran esfuerzo de las fuerzas populares y despliegue de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, el imperialismo y la derecha venezolana han buscado diversas estrategias apostando en este último periodo a la vía electoral –pese a que en un momento previo habían negado incluso reconocer la Constitución y participar en elecciones parlamentarias-.

Este año, después de tener unos resultados estrechos en las elecciones presidenciales –aunque menos estrechos que las diferencias de votos obtenidas incluso en algunas elecciones aquí en Chile como entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín- la oposición ha desplegado un guion permanente de hostigamiento y boicot económico desconociendo el triunfo de Nicolás Maduro. Si bien hay diferencias en el plan a seguir –derrocamiento, triunfo en referéndum o próximas elecciones- lo claro es que la derecha ha de velar por la generación de caos y descontrol  ya que restar respaldo popular al gobierno es un requisito previo para cualquiera  sea la táctica. 

Las respuestas de los distintos países del mundo ante esta nueva intentona sediciosa y desestabilizadora no se hicieron esperar. Ecuador, Bolivia, Cuba, Argentina y Uruguay encabezaron los apoyos al gobierno bolivariano, enfatizando en la responsabilidad de la oposición en las acciones de violencia y hostigamiento hacia el gobierno democrático.

En Chile, las fuerzas se han manifestado en base a sus diversos principios ideológicos y políticos. La UDI y la DC se han alineado, como era de esperar en coherencia a su común pasado golpista, con la oposición venezolana. Las fuerzas pro-bolivarianas han solidarizado con el gobierno electo democráticamente. Así ninguna de estas posturas nos sorprendió; en cambio sí lo hizo, cuando apareció, la declaración del diputado electo Gabriel Boric.

Gabriel, ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, es quien hoy se levanta como uno de los pocos que desde el parlamento defenderá las verdaderas demandas del movimiento estudiantil.

Militante de Izquierda Autónoma, agrupación que define al marxismo como parte de su matriz teórica analítica, y entre sus textos predilectos dicen encontrar a Lenin y Gramsci; frente a la actual coyuntura, ha realizado una serie de desafortunados e imprecisos comentarios, que revelan en el futuro diputado y en su colectividad en general, no solo confusiones y vacíos sino que abiertas contradicciones.

Creemos que estas declaraciones de Boric no pueden dejarse pasar sin más, y que a su vez debemos contribuir a sacarlas del debate chico que las redes sociales imponen, que solo hace que se caigan en generalizaciones que en nada ayudan a la construcción de la izquierda chilena.

Y es cierto que ante la inmensa ola de solidaridad y férreo compromiso que la izquierda latinoamericana ha mostrado en estos últimos días – la que Boric ha calificado de “obsecuente”– sus palabras son verdaderamente insignificantes. Sin embargo sus dichos, reflejo de un posicionamiento ambiguo, nos interesan pues se articulan hoy en el contexto del necesario debate que como izquierda debemos impulsar en Chile, para enfrentar la necesaria e histórica tarea de construir un nuevo proyecto y fuerza político social de izquierda para conquistar el Chile del mañana.

Precisamente es en momentos como estos donde se puede ver con mayor claridad la izquierda que queremos construir y el proyecto que buscamos levantar para nuestro país. En momentos de crisis se aclaran las aguas y se despejan las verdaderas posiciones, abriéndose debates necesarios que debemos enfrentar de manera crítica, fraterna y con mirada de futuro.

Por tanto, ésta respuesta no está solo dirigida a Gabriel ni impulsado por sus dichos parcelados, sino que viene a responder a los principios ideológicos y políticos que sustentan sus dichos y que consideramos en nada beneficiosos a la hora de plantearnos la construcción de un verdadero proyecto anticapitalista para América Latina.


Para las generaciones que estamos llamados a proyectar en el futuro los cambios en Chile y América Latina,  la revolución bolivariana es el primer proceso que vivimos conscientemente desde su gestación y hemos seguido hasta el día de hoy. Marca nuestra historia latinoamericana, nos enseña diversas lecciones de lo que hay que hacer como también de lo que hay que evitar realizar,  y por tanto también lo que sea que queramos o no pensar para Chile. Es importante y vale la pena entonces detenerse en ello.

Vamos por parte.

Gabriel ha señalado tres comentarios sobre la coyuntura política especial que se vive hoy en Venezuela.

Lo primero que plantea es que “La izquierda latinoamericana no puede permanecer impávida, obsecuente, y acusando de fascista o traidor a todo quien critique al gobierno de Maduro. Es un hecho que en Venezuela hay problemas (de distintas índoles y por diversas causas), y la irreflexividad solo atonta e impide aprender para avanzar”.

Ya partimos confundidos. ¿A qué críticas se refiere? Siendo una declaración al día siguiente del inicio de las protestas, se puede suponer que se refiere a las críticas que enarbolan los venezolanos que salieron a protestar contra el gobierno bolivariano. De ser así no podemos permitir ninguna concesión al respecto.

Que en Venezuela hay problemas no cabe ninguna duda, que hay deficiencias, corrupción y que se atraviesa por una crisis económica es algo que se debe analizar y poner siempre sobre la mesa. En la propia izquierda venezolana y continental hay un permanente debate sobre esta situación, buscando aportar y poder destrabar aquellos nudos que impiden seguir profundizando y avanzado el proceso abierto con el triunfo del Comandante Hugo Chávez.

Pero de ahí a suponer que las manifestaciones callejeras, recién vistas, son el correlato en la calle de las críticas ante esos problemas es un grave error, una inaceptable tergiversación o una falta de información inaceptable en un futuro diputado de izquierda. No cabe duda que las movilizaciones de estos últimos días en Venezuela las ha orquestado la oposición de derecha.

Y todos sabemos que el verdadero objetivo de la oposición venezolana con las protestas de esta semana no es corregir los errores de la Revolución Bolivariana, sino desestabilizarla y, finalmente, derrotarla. Ante ello, la ambigüedad de Boric en este apartado solo tiene como resultado un blindaje gratuito y pernicioso a una oposición que no critica los problemas y deficiencias del modelo, sino que, al contrario, critica los logros que han resultado de él: la pérdida de poder de la burguesía y el imperialismo, y el empoderamiento de los sectores populares. A las críticas de la derecha no se le puede hacer ni una sola concesión y como ellas son hoy las protagonistas del escenario que se desarrolla en Venezuela, debemos cerrar filas junto a todas las fuerzas venezolanas y continentales, -muchas de ellas profundamente críticas ante los errores y deficiencias del proceso-, que hoy apoyan al gobierno bolivariano.

Si a críticas desde la vereda del socialismo, antiimperialismo y latinoamericanismo se refiere, entonces abierto está ese profundo debate de crítica y autocrítica que debe atravesar la izquierda y del cual muchas de las fuerzas bolivarianas son parte, siempre que son posturas que apuntan a un fortalecimiento y profundización del proceso y no a una retira ante las fuerzas opositoras.

Luego de este inicio ambiguo Gabriel Boric señala como segundo punto “Lamento y condeno los asesinatos de estudiantes y un civil, sea quien sea quien haya apretado el gatillo. Sin matices”.

Aquí se pone aún más inconsistente nuestro “marxista”, al colocar en un mismo plano moralla violencia que en todo proceso revolucionario los sectores dominantes oponen al avance de las fuerzas sociales populares, con las medidas y medios necesarios que dichas fuerzas populares oponen a esa violencia reaccionaria.

Aun compartiendo la preocupación sobre la agudización de la violencia política desatada, y lamentando la muerte de jóvenes que muchas veces son convidados a defender intereses ajenos, lo justo sería esperar las investigaciones y clarificación de los hechos, antes de lanzar los dardos. No olvidemos que a los días siguientes del triunfo de Maduro murieron en manos de la oposición 11 chavistas, y que dentro de los asesinatos de estos días había por lo menos un militante del PSUV. La violencia desatada durante todos estos años de gobierno ha venido la mayoría de las veces por parte de los grupos de derecha. ¿Son entonces estas tres muertes lo que debe ponerse en el centro para tomar postura y para matizar nuestro apoyo al gobierno bolivariano?  Creemos que no.

Pero lo más importante tal vez sobre este punto, como segundo aspecto,  es la inferencia como postura generalizada, moral e ideológica que manifiesta sobre la violencia cuando plantea un análisis “sin matices”. Aquí nos saldremos del contexto y nos iremos a las diferencias de fondo que tenemos con las posiciones detrás de las expresiones de Boric.

En una revolución, las fuerzas revolucionarias no tienen sólo el derecho, sino el deber de defender el proceso. La experiencia histórica, incluyendo el golpe militar de 1973 que Boric menciona más adelante en su declaración, muestra que la reacción burguesa e imperialista no tendrá ninguna compasión con las fuerzas populares si estas se dejan derrotar. Organizar la fuerza necesaria para romper la resistencia de la reacción es, por una parte, una necesidad política que permite destrabar el avance del proceso; pero es también una obligación moral para con los cientos de miles de trabajadores y trabajadoras, con las amplias masas populares que deciden apoyarlo.

Toda revolución produce su propia legitimidad y legitima a su vez los medios necesarios para su avance, en la medida que es la expresión de la voluntad de amplias masas trabajadoras y populares. Entre esos medios está el uso de la fuerza, incluso de la violencia armada, en forma proporcional a la resistencia del enemigo.

Si en 1973 la Unidad Popular hubiera tenido la capacidad real de detener el golpe militar y hubiera derrotado esa intentona, ahorrando al país miles de asesinados y desaparecidos, decenas de miles de torturados y exiliados y generaciones completas arrasadas por el capitalismo neoliberal, ¿cabría lamentarse acaso de que hubieran caído algunos sediciosos que combatían por los privilegios de clase de la burguesía y del imperialismo? ¿Podrían ponerse en un mismo plano que aquéllos que hubieran rendido su vida en defensa de los intereses de los trabajadores y del pueblo? La respuesta política y moral es un rotundo no.

El tercer punto de Boric es una crítica a la derecha en Chile: “la derecha chilena es muy doble estándar. Defienden el derecho a protestar, en otro país. Critican la represión del gobierno, en otro país. Se escandalizan por falta de pluralismo en los medios, en otros países”…

Y es cierto,  efectivamente eso es lo que hace la derecha, y además miente. Porque si de concesiones se trata, si de libertad de expresión se trata, en Venezuela hay muchos más mecanismos pese a tener a fuerzas sediciosas activas y hostiles a la institucionalidad dentro. Pero eso no es “doble estándar” compañero, son intereses de clase.

La derecha, al estar en el sitial hegemónico en Chile, no tiene pudor en así asumirlo. Nos empuja a nosotros al debate moral, a los principismos, cuando ellos sin tapujo se pasean desde la democracia a la dictadura, de la violencia al pacificismo sin ningún problema. Porque ellos sí que han entendido los principios de Marx al parecer mejor que muchos de los que se dicen de izquierda.

Finalmente viene su remate Por último, yo condeno y lamento la violencia sin matices, pero no por eso me sumo al golpismo de Leopoldo Pérez, Machado y Ledezma. Esa historia ya la escribieron aquí y terminó muy mal. Ojalá el pueblo venezolano logre, con autodeterminación y en forma pacífica, salir adelante de esta crisis, fortaleciendo su democracia y recuperando la convivencia entre hermanos

¡Qué bien que condene los intentos golpistas! No se esperaba menos. Pero como espera usted que se haga frente a dicho plan violento y nefasto que se articula desde la embajada norteamericana. ¿Una convivencia pacífica  con Leopoldo Pérez quien firmó el año 2002 el Acta de Carmona?

El problema no lo resuelve la violencia, eso es claro, por ello es fundamental que se guíen los esfuerzos en base a un plan que debe estar marcado por un importante proceso de mejorías del modelo, haciendo frente a la corrupción y a la crisis económica; apostando por mantener todo el apoyo popular que este proceso a logrado desplegar y avanzando en el paso de las clientelas políticas –que mucho sirven para ganar elecciones pero poco para profundizar y defender procesos- a la militancia político social, y en ello consolidar lo hasta ahora avanzado. Sin embargo, es perentorio poner freno definitivo a la sedición, y a los planes golpistas. En eso, al contrario de lo que usted señala, y como todo marxista en Chile ya debiera haber aprendido, no sirven los pactos de hermandad ni las buenas voluntades.

¿Si acaso la sedición continúa y se desata una guerra civil –lo cual claramente esperamos que no suceda- debemos suponer que en base a los  principismos y buenas voluntades enarboladas por Gabriel habría que tomar palco? Tal como ha  señalado el futuro diputado, hay que preguntarse por qué pasa esto en Venezuela. Si considera que la respuesta está por sobre todo en las gestiones y errores del proceso –y gobierno-, es también entonces de suponer que cree que hay un camino para la izquierda anticapitalista en América Latina que puede evitar los enfrentamientos con las fuerzas más sediciosas de nuestro continente. ¡Que peligrosa sentencia en alguien que busca contribuir en la construcción de un nuevo proyecto revolucionario en Chile!

En momentos históricos como los que se viven en Venezuela, donde se están destrabando los principales nudos de la Historia, donde la victoria de unos es la derrota de otros, es cuando no se permiten en política posiciones ambiguas, o imposturas. Cuando se agudizan las contradicciones o se toma partido con quienes buscan sabotear el proceso y retrotraer la Historia, aun a costa de generar derramamiento de sangre del propio pueblo, o se está con quienes valientemente, con fuerza y con coraje, se oponen a dichos intentos golpistas.

En la historia no se aplican las reglas del Barón de Coubertin. Al menos para la izquierda, hay solo una postura posible.