Las nuevas tendencias del mercado mundial

Aldo Ferrer
Diario BAE


Durante la primera Revolución Industrial, en el siglo XIX, el poblamiento de los nuevos espacios abiertos, como la Argentina, provocó, por una parte, el aumento de la oferta de alimentos y materias primas de los países periféricos y, por la otra, al incremento de su demanda de manufacturas y capitales provenientes de las economías avanzadas. Esto contribuyó al deterioro de los términos de intercambio de la producción primaria respecto de la industrial. Como explicó Raúl Prebisch, ese era el proceso, a través del cual, el “centro” (los países industriales) se apropiaba de los incrementos del ingreso de la periferia provocado por el progreso técnico en la producción primaria. Contribuía, en el mismo sentido, la explotación de recursos naturales del Sur por empresas del Norte y, en el caso, de las colonias, además, la subordinación política.

Hasta la crisis mundial de la década del ’30, los productos primarios representaban 2/3 del comercio mundial. En este contexto, la relación centro-periferia entre países avanzados oferentes de manufacturas y subdesarrollados, exportadores de alimentos y materias primas, era el segmento principal del comercio mundial.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la baja elasticidad ingreso de la demanda de alimentos y la reducción del insumo de materias primas por unidad de producción provocada por el progreso técnico, transformaron la composición del comercio mundial. Las manufacturas pasaron a representar 2/3 de las exportaciones mundiales y los productos primarios, 1/3. En la posguerra, el intercambio de manufacturas y las inversiones privadas directas, entre las economías industriales, se convirtió en el segmento dinámico y dominante del mercado mundial
Esta situación ha cambiado radicalmente a partir de fines del siglo XX. La transferencia, de cerca de 2.000 millones de personas, desde la marginalidad a la participación, como productores y consumidores, en la economía mundial, es acompañada por el aumento de la población urbana, que ascendería al 60% de la población mundial en 2030. El aumento de la población mundial y la elevación del poder adquisitivo de amplios sectores sociales, amplían la demanda de alimentos y transforman su composición, con una participación creciente de las carnes, productos lácteos y aceites vegetales, de los cuales, la Argentina, es uno de los principales proveedores mundiales. .
En la globalización contemporánea, el crecimiento de China y otros países emergentes, por una parte, aumenta la oferta internacional de manufacturas originadas en países de bajos salarios y, por la otra, incrementa la demanda de alimentos, materias primas y energía, de las nuevas economías industriales. Esto contribuye a explicar la reciente mejora de los términos de intercambio de la producción primaria respecto de las manufacturas.
Los antiguos países industriales dejaron de beneficiarse de los productos primarios baratos de la periferia y soportan, en el mercado mundial y en sus propios mercados internos, la competencia de las manufacturas de China y otras naciones emergentes. En el mismo sentido, contribuyen la independencia de la antiguas colonias y la nacionalización de la explotación de algunos recursos naturales del Sur, notoriamente, el petróleo. Estos factores contribuyen a la redistribución de la producción y el ingreso en la economía global y al peso creciente de las economías emergentes.
Las nuevas tendencias ponen fin a la hegemonía tecnológica e industrial que, las primeras potencias industriales, ejercieron durante cinco siglos. Desde fines del siglo XV hasta hace poco tiempo, las sociedades avanzadas de Europa, con la incorporación posterior de los Estados Unidos, ejercieron una posición dominante en la generación del conocimiento científico, la tecnología y el desarrollo industrial. Sobre estas bases, se gestó la posición dominante del Norte sobre el Sur. El surgimiento de Japón, como primera potencia industrial no occidental, no modificó sustancialmente el predominio de las economías avanzadas del Atlántico Norte.
Estos hechos han trastocado la geografía de la economía mundial. Según las estimaciones de la OECD, las economías emergentes y en desarrollo, frecuentemente denominadas el “Sur”, generan una proporción creciente de la actividad económica global. En el 2000 representaban el 40% del PBI mundial; un 49% en el 2010 y, previsiblemente, cerca del 60% en el 2030. Actualmente, el crecimiento del Sur representa 2/3 del crecimiento de la economía mundial. Ha surgido, así, un orden multipolar con varios centros dinámicos impulsores del crecimiento y la transformación.
Los vínculos intra Norte, entre las economías avanzadas que, en el pasado, eran el segmento dominante de las relaciones económicas internacionales, han cedido protagonismo internacional al Sur. Entre 1990 y 2008, las exportaciones de este origen a todo destino, aumentaron su participación en el comercio mundial, del 23 al 37 por ciento. A su vez, el comercio intra Sur aumentó del 8 al 20 por ciento. Es también apreciable el incremento de las inversiones privadas directas intra Sur.
En las relaciones Sur-Sur, se registran también cambios importantes. Simultáneamente con su crecimiento, antes señalado, se verifica una división del trabajo sobre dos carriles principales. Uno, entre las economías emergentes de Asia, donde la expansión del comercio se concentra en las manufacturas sobre la base de la especialización intraindustrial. Otro, fundamentalmente en las relaciones de China con América, latina y África, donde prevalece el intercambio de manufacturas y capitales chinos por productos primarios de los otros dos espacios. Es decir, una nueva versión del antiguo modelo centro-periferia.