Elecciones en Venezuela. Dossier
Maduro, Calderòn y Bush
Pedro Miguel
La Jornada
Uno de los errores más garrafales de Nicolás Maduro –más que la presunta parábola de Chávez convertido en pajarito– fue comparar la situación venezolana del momento, en el discurso que pronunció tras el anuncio de su apretada victoria en las elecciones presidenciales del domingo pasado, con las que se configuraron en los comicios presidenciales de 2000 en Estados Unidos y de 2006 en México.
En los primeros el triunfo fue adjudicado, después de un jaloneo memorable, al republicano George W. Bush, a pesar de los indicios de que su mayoría en el colegio electoral fue conseguida mediante manipulaciones fraudulentas en Florida, entonces gobernada por Jeb Bush, hermano del favorecido. En cuanto a la elección presidencial de 2006 en México, el
triunfode Felipe Calderón fue fabricado, entre otros medios, con un descarado trasvase de votos emitidos a favor del priísta Roberto Madrazo y que fueron a parar al caudal electoral del aspirante oficialista, a fin de darle una ventaja de 1 por ciento –que a la postre se redujo al célebre 0.56– por encima del vencedor real de los comicios, que fue Andrés Manuel López Obrador. De acuerdo con los exhaustivos análisis estadísticos realizados por varios autores y recopilados por Héctor Díaz-Polanco en La cocina del Diablo, los verdaderos resultados de esos comicios pudieron ser algo así como 34 por ciento para AMLO, 30 por ciento para FCH y 27 por ciento para RMP.
Los paralelismos resultan tanto más desafortunados si se considera que, de acuerdo con la información disponible, en cambio, las presidenciales del domingo pasado en Venezuela pudieron estar marcadas por la inequidad de los organismos institucionales a favor de Maduro y por las campañas sucias antichavistas organizadas por los sectores oligárquicos y sus respaldos del exterior, pero no por una manipulación de los resultados electorales, como pudo ocurrir en Estados Unidos en 2000 y como ocurrió en México en 2006. Qué necesidad de enumerarse entre defraudadores de derecha que resultaron ser, para colmo, gobernantes ineptos y sangrientos. Por si fuera poco, en su alocución del triunfo el candidato chavista confundió las cosas y afirmó que ante el fraude foxista-calderonista,
la izquierda respetó los resultados, algo que resultaba impensable porque quienes fabricaron tales resultados no respetaron el veredicto ciudadano.
Dejando de lado el caso estadunidense, la diferencia sustancial entre México 2006 y Venezuela 2013 es que hace siete años el bando que fue formalmente declarado triunfante rechazó de tajo cualquier posibilidad de recuento de los votos y que Maduro, en cambio, se adelantó a pedir una auditoría de los resultados electorales del domingo. Su rival a la derecha, Henrique Capriles, ha ido más allá y ha pedido un recuento total de los sufragios en papel, algo semejante a la exigencia enarbolada por la izquierda electoral mexicana en 2006:
voto por voto, casilla por casilla. Ahora es claro que en Venezuela ambos procedimientos son inevitables en la obtención de la legitimidad.
Más allá de las insinuaciones de fraude por parte de Capriles –que probablemente sean meramente propagandísticas– y de la nefasta manera en la que Maduro se equiparó con personajes fraudulentos, el problema de fondo, exhibido por estos comicios, es que el chavismo sin Chávez pesa 600 mil votos menos que con Chávez, según indica el cotejo de los resultados de esta elección con los de los comicios de octubre del año pasado. Si el 1.7 por ciento de la ventaja de Maduro es un dato confiable, entonces también es cierto que la sociedad venezolana se ha dividido prácticamente en mitades con respecto al proyecto bolivariano.
Antes que enumerar las dificultades que habrá de afrontar el mandato de Maduro –y si se da por hecho que las revisiones del resultado ratifican su victoria–, hay que pensar en los flancos que se le abren al proyecto con su apretado triunfo. Además de la presión de movilizaciones internas –que sólo puede neutralizarse mediante el recuento total de los votos–, empiezan a aparecer en el exterior agentes
de buena voluntad, como la Casa Blanca –replicada de inmediato por el encargado de la OEA, José Miguel Insulza– que piden el recuento de los sufragios.
Al parecer, el procedimiento no tiene fundamento en la legalidad de Venezuela, pero políticamente es casi inevitable, no para contentar a Washington y a su organismo satélite, sino porque casi la mitad de los electores venezolanos deben ser convencidos de la legitimidad de Maduro.
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Horacio González
Pagina12
Nunca es fácil describir la desazón o la pérdida de una expectativa. En estos momentos, el PSUV –el partido de Chávez en Venezuela– se halla sumido en una ardua discusión. ¿Qué pasó con los miles de votos antes chavistas que movieron su aguja hacia los caudales de Capriles? ¿Las razones son una súbita percepción ocurrida en numerosos sectores populares de que Chávez era irremplazable? ¿Maduro no representó acabadamente el “legado”? ¿O, al contrario, lo sobrerrepresentó? ¿Hay motivos económicos que corroyeron silenciosamente la vida doméstica popular como efecto de las devaluaciones, algo que apenas fue mencionado (ciertamente, mucho más por Capriles)? Hoy, pensar respuestas adecuadas para lo que no fue una derrota material, pero sí un severo desacople con la realidad que se esperaba, corresponde a un ejercicio de la imaginación política que recorre –debe recorrer– todos los procesos populares de la región.
Maduro se presenta como Hijo de Chávez, y éste es el “supremo eterno”, esto es, el Padre, que se situó en la publicidad del gobierno como un oráculo que se plasmaba en venerables imágenes de episodios del pasado. Sobre todo del golpe que en el mismo mes de abril de hace varios años habían intentado muchos de los ahora felices poseedores de casi la mitad del padrón electoral venezolano, entre ellos, Capriles. Al regresar Chávez de su prisión en un célebre helicóptero, los locutores de la televisión pública, que por cierto no están desposeídos de entusiastas chispas discursivas, rebautizaron este hecho como “la resurrección del comandante”. No ya el reintegro ni el rescate. Agréguese a esto que Maduro se refirió a aquella antigua gesta como un modo de comportamiento popular (miles y miles de personas actuaron en pos de un objeto, sin ninguna clase de coordinación), posible de definirse en términos de un “misterio popular”. “El pueblo es misterioso”, dijo. Más allá del interés intrínseco que tienen estas frases para una historia de la discursividad litúrgica en los movimientos sociales, se configuraba un triángulo de pensamiento místico basado en las figuras del Padre, del Hijo y del Misterio Popular (o Espíritu Santo), que establecía ciertas diferencias con las religiosidades populares del más diverso tipo, para estacionar la apelación política en una estructura que semejaba inconscientemente al cuerpo de Cristo, donde la sociedad entera se reflejaba.
La televisión pública ayudó a la creación de estas aureolas mítico–políticas ancladas en iconos ya fijados de un estrato de tiempo anterior, de características, en verdad, casi sacras. El efecto reiterativo de ciertos arquetipos icónicos de la televisión ayuda mucho a asimilar el presente complejo a un exorcismo o a un rezo. No es que estas teologías políticas sean desdeñables, pues son la sal y el cimiento palabreril de los movimientos sociales de todas las épocas. Aun más en esta Venezuela cuyo subsuelo cristiano tiene ensambles de todo tipo, tanto evangélicos como credos de remotos sustratos africanos u orientales, reciclados en la era de los medios de comunicación, que aportan sus propios fetichismos. Maduro se movió en esas dimensiones auráticas suponiendo, con razón, que siendo el heredero no podía dejar de superponer estrictamente su palabra a la Palabra, su voz a la Voz. No hacerlo era un riesgo para la enorme añoranza que no cesa respecto de una ausencia crucial, pero el ausente sin embargo está expuesto en la iconografía de sus ciudades como un demiurgo omnipresente. En las múltiples fachadas de las viviendas sociales construidas en todos los rincones de Caracas, sus ojos siguen contemplando la ciudad presente como una mirada paternal, suavizando las palabras de orden con la fantástica imagen postrera de su cuerpo bailando bajo la lluvia. La ausencia del hombre que marca con su nombre a los demás, se rebela frente a la muerte y no quiere saber de su impotencia. Por eso siempre se postula que esa falla, origina frente a lo ineluctable la frase más comprensible de todas. “Chávez está vivo”, “Está en nosotros”, “Somos Chávez”. Sólo quien no supiera emocionarse con estas manifestaciones de la angustia frente a la desaparición de las grandes figuras históricas –aun cuando sea el Estado el que organiza el culto–, podría arriesgarse a críticas insustanciales.
Aquí queremos decir otra cosa. El sincretismo chavista había agregado la noción de socialismo del siglo XXI y otros elementos de la teoría política contemporánea, como democracia participativa y autogestión comunitaria, dándoles muchas veces alcances que remitían no tanto a la crucifixión sino a una bibliografía que al propio Chávez le gustaba exhibir en actos públicos. No sólo mostrar el libro de la Constitución, acto con cierta reminiscencia maoísta, pero para recordar el Popol Vuh de la cultura maya, sino también exhibir en público la gran novela de Uslar Petri, Lanzas coloradas, para ejemplificar con las dificultades de los espíritus más aventurados lanzados al azar de la batalla.
Maduro se vio conminado a ejercer una efectiva mímesis. Algunas inflexiones de su discurso son las de Chávez, y además se compromete por medio de juramentos reiterados ante el jefe muerto, lo que produce un efecto de plegaria y ritual sollozante, que no lo desmerece –estremece verlo–, pero que es necesario revisar en este momento profundamente delicado de la nación venezolana. Escúchense los discursos posteriores al comicio de Capriles y de Maduro. El primero es terminante, amenazador, da la impresión de un teniente primero dando órdenes en alguna escena castrense clase B. En cambio Maduro, que sí visita cuarteles –sobre todo el de la Montaña, que tiene valor de sagrario mayor, pues allí está el cuerpo de Chávez–, y que participa de reuniones de la milicia popular donde escucha las inflexiones de la cultura disciplinaria militar, es un hombre que parece abrumado y frágil. Su responsabilidad será mucho mayor a partir de ahora. Quizá deba cambiar algunas citas (los libros de Coelho que exhibió hasta este momento tal vez reclamen un cambio por otras visiones menos trivializadas del amor individual y colectivo) y, por encima de todo, promover una nueva izquierda social que debe ser nuevamente activada, en materia de concepciones sociales que tengan gran heterogeneidad, aunque con un eje dominante democrático permanentemente autocrítico. Deberá asimismo escapar de los binarismos políticos fáciles y darle un alcance mayor a la consigna más relevante del período chavista: una nación es una gran paideia, un gran aparato pedagógico y de lenguaje. Allí descansan también sus fuerzas productivas materiales.
Uno puede apreciarlo cuando camina por la Caracas profunda un día de elección. En cada centro de votación hay ciudadanos informados, con un cierto toque de sabiduría jacobina, y los que remugan por el “poder chavista”, incluso, se saben definir bien como ciudadanos de derecha, balancean como peritos las posibilidades del golpe, la elección y la conspiración. Un recorrido le exige al visitante tomar el nuevo funicular. Los carros colgantes tienen nombre. Nos toca viajar en uno que dice “Patria socialista”. Desde el aire se ven las viviendas que aun esperan dar su salto a una mejor calidad habitacional, humana y social. Toda ciudad es un gran montículo de inscripciones. Caracas las tiene de todas sus edades históricas y son escrituras de esperanza. El petróleo mismo es pensado políticamente como una forma inmediata de renta social comunitaria. Es necesario afinar estos pensamientos.
Maduro, en su discurso de la noche, cuando los cómputos esperados habían fracasado, insinuó revisar cuestiones, buscar caminos alternativos, pensar con mayores destrezas las coyunturas enormemente difíciles que se verán de ahora en adelante. Deberá salir de su estado de gobierno acosado, aunque portador de una gran herencia, para pensar esa herencia, y pensarse él mismo de un modo que, sin abandonar lo que presupone la dificultad de ser guardador designado y electo del carisma de otro, sepa explorar lo que da la excepcionalidad de la historia, tan importante como la economía del petróleo, pero con un sentido de emancipación. Explorar también lo que da la posesión del Estado, pero para apartar las rutinas más oscuras que todo Estado defiende como si fueran su secreto más precioso; lo que da dirigir un poderoso movimiento social latinoamericano, pero recreando su excepcional mediación de un legado. Ante una derecha que habla desde un reñidero repleto de votos, deberá hallar las necesarias enunciaciones novedosas que exige la ya develada carga democrática de las urnas. El destino de las sociedades bipolarizadas exige una nueva discusión por parte de los que somos la parte de la dicotomía que se proclama más cercana a la felicidad pública, al reparto equitativo del producto social y a una eticidad política subjetivamente emancipada. Tenemos que demostrarlo con renovadas reflexiones sobre las espesuras, el espíritu popular, los grandes legados humanistas y la constante predisposición crítica.
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Maduro: una victoria necesaria
Atilio A. Boron
Era fundamental que ganase Nicolás Maduro, y ganó. Pero ganó a duras penas, lo cual exige desentrañar las causas del bajón sufrido por el chavismo y el notable aumento experimentado por la derecha. Fue una victoria que puso en evidencia la endeblez metodológica de las encuestas que de uno y otro lado pronosticaban una holgada victoria del candidato chavista. Sobre el veredicto de las urnas lo primero que hay que decir es que su desconocimiento por parte de Henrique Capriles no es en modo alguno sorprendente. Es lo que señala para casos como este el manual de procedimientos de la CIA y el Departamento de Estado cuando se trata de deslegitimar a un proceso electoral en un país cuyo gobierno no se somete a los dictados del imperio. Si bien la distancia entre uno y otro fue muy pequeña, no tuvo nada de excepcional a la luz de la historia venezolana: en las elecciones presidenciales de 1978 Luis Herrera Campins, candidato del COPEI obtuvo el 46.6 por ciento de los votos contra el 43.4 de su rival de Acción Democrática. Diferencia: 3.3 por ciento, y el segundo reconoció de inmediato el triunfo de su contendor. Antes, en 1968, otro candidato del COPEI, Rafael Caldera, accedió a la presidencia con el 29.1 por ciento de los sufragios, imponiéndose sobre el candidato de AD, Gonzalo Barrios, quien obtuvo el 28.2 por ciento de los votos. Diferencia: 0.9 por ciento y asunto concluido. Más próximo en el tiempo, contrasta con el autoritario empecinamiento de Capriles la actitud del por entonces presidente Hugo Chávez que, en el referendo constitucional del 2007, admitió sin más trámite su derrota cuando la opción por el No obtuvo el 50.6 por ciento de los votos contra el 49.3 por ciento del Si a la reforma que él favorecía. A pesar de que la diferencia fue de poco más del 1 por ciento Chávez reconoció de inmediato el veredicto de las urnas. Toda una lección para el ofuscado perdedor.
Resultados electorales muy ajustados son más frecuentes de lo que se piensa. En Estados Unidos, sin ir más lejos, en la elección presidencial del 7 de Noviembre del 2000 el candidato demócrata Al Gore se impuso en la votación popular con el 48.4 por ciento de los votos, contra el republicano George W. Bush, quien obtuvo el 47.9 de los sufragios. Como se recordará, una fraudulenta maniobra efectuada en el colegio electoral del estado de Florida -cuyo gobernador era casualmente Jeb Bush, hermano de George W.- obró el milagro de “corregir los errores” en que había caído un sector del electorado de la Florida posibilitando el ascenso de Bush a la Casa Blanca. En suma, el que perdió ganó, y viceversa: todo un ejemplo de soberanía popular de la democracia estadounidense. En las elecciones presidenciales de 1960 John F. Kennedy, con el 49.7 por ciento de los sufragios, se impuso a Richard Nixon que cosechó el 49.6. La diferencia fue de apenas el 0.1 por ciento, poco más de 100.000 votos sobre un total de unos 69 millones, y el resultado fue aceptado sin chistar. Pero en Venezuela las cosas son diferentes y la derecha grita “fraude” y exige un recuento de cada uno de los votos, cuando ya Maduro accedió a efectuar una auditoría. Llama la atención, no obstante, la intolerable injerencia del inefable Barack Obama que no dijo ni una palabra cuando le robaron la elección a Al Gore pero encontró tiempo ayer por la tarde para decir, por boca de su vocero, que era "necesario" y "prudente" un recuento de los votos dado el resultado "extremadamente reñido" de las elecciones venezolanas. ¿Admitiría que un gobernante de otro país le dijera lo que tiene que hacer ante las poco transparentes elecciones estadounidenses?
Dicho lo anterior, ¿cómo explicar la fuga de votos experimentada por el chavismo? Por supuesto, no hay una sola causa. Venezuela transitó desde la aparición de la enfermedad de Chávez (8 de Junio de 2011) por un período en donde las energías gubernamentales estuvieron en gran medida dirigidas a enfrentar los inéditos desafíos que tal situación planteaba para un experimento político signado por el desbordante activismo del líder bolivariano y por el hiper presidencialismo del régimen político construido desde 1998. Esa caracterización en un primer momento molestó a Chávez, pero luego hidalgamente terminó por reconocer que era correcta. Premonitoriamente Fidel le había advertido, ya en el 2001, que debía evitar convertirse “en el alcalde de cada pueblo.” En todo caso, el desconcierto que emanaba de la forzada inactividad de Chávez impactó fuertemente en la gestión de la cosa pública, con el consecuente agravamiento de problemas ya existentes, tales como la inflación, la estampida del dólar, la paralizante burocratización y la inseguridad ciudadana, para no mencionar sino algunos. Problemas, no está demás recordarlo, a los que se había referido más de una vez el propio Chávez y para enfrentar los cuales había planteado la necesidad del “golpe de timón” anunciado en el primer Consejo de Ministros del nuevo ciclo iniciado luego de la victoria del 7 de Octubre del 2012, durante el cual el líder bolivariano hizo un fuerte llamado a la crítica y la autocrítica, exigiendo a sus colaboradores mejorar radicalmente la eficiencia de ministerios y agencias, fortalecer el poder comunal y desarrollar un sistema nacional de medios públicos como ineludibles prerrequisitos de la construcción del socialismo. Señalaba en su intervención que “a veces podemos caer en la ilusión de que por llamar a todo “socialista” … uno puede pensar que con eso, el que lo hace cree que ya, listo, ya cumplí, ya le puse socialista, listo; le cambié el nombre, ya está listo.” De ahí su fuerte exhortación a fortalecer los consejos comunales, la socialización de la economía, la cultura y el poder. Decía, con razón, que “no debemos seguir inaugurando fábricas que sean como una isla, rodeadas del mar del capitalismo, porque se las traga el mar.” Pero junto a estos problemas de la gestión estatal hubo otros factores que también contribuyeron a la creación de un malestar social y un malhumor público: la derecha y el imperialismo trabajaron activamente, como lo hicieran en el Chile de Salvador Allende, para sabotear el funcionamiento de la economía y exasperar el ánimo de la población mediante el metódico desabastecimiento de productos esenciales, los cortes de energía eléctrica, la sospechosa actividad de grupos de paramilitares sembrando el terror en los barrios populares y la persistente campaña de denuncias y agravios en contra de Maduro vehiculizadas y agigantadas por su enorme gravitación en el manejo de los medios de comunicación de masas, facilitando así la deserción de un numeroso contingente de votantes.
La Revolución Bolivariana enfrenta una situación delicada pero que está lejos de ser desesperante o provocar la caída en un angustioso pesimismo. El desfachatado entrometimiento de Washington refleja su urgencia para acabar con la pesadilla chavista “ahora o nunca”, consciente de que se trata de una situación pasajera. Ante esto Maduro como presidente tiene que responder con serena firmeza, evitando caer en las previsibles provocaciones que le tiendan sus enemigos. Es innegable que tiene ante sí una sociedad partida al medio, donde la derecha por primera vez demuestra tener la capacidad para encuadrar y movilizar, al menos en el día de las elecciones, al 50 por ciento del electorado. Recuperar el predominio en ese terreno no es imposible, pero dependerá menos de la radicalidad de los discursos del oficialismo que de la profundidad y eficiencia de las políticas concretas que adopte Miraflores; dependerá, en suma, de la calidad de la gestión gubernamental para enfrentar los principales problemas que agobian a la población, tema sobre el cual Maduro insistió sensatamente en su discurso de anteanoche. No habría que subestimar, en este cuadro, el hecho de que hasta el 2016 la Asamblea Nacional tendrá una holgada mayoría chavista (95 sobre 165) y que el nuevo presidente contará con el apoyo de 20 de los 23 gobernadores de la República Bolivariana. La correlación de fuerzas, por lo tanto, sigue mostrando un claro predominio del chavismo, y la respuesta de numerosos gobiernos de la región y de fuera de ella -como China y Rusia, entre otros- agrega un importante reaseguro para la necesaria gobernabilidad y para avanzar en el impostergable cumplimiento del testamente político de Chávez, el ya aludido “golpe de timón.” Estamos seguros que el bravo pueblo venezolano estará a la altura de las circunstancias y de los retos que plantea la actual coyuntura.
Maduro y una victoria pirrica
¡Ganó Maduro!, que era absolutamente fundamental. Pero ganó a duras penas, lo cual convierte en algo esencial, urgente e importante desentrañar las causas del bajón sufrido por el chavismo y el impresionante aumento de la derecha en los últimos dos o tres años. Se vienen tiempos muy difíciles, y si no hacemos una autocrítica radical y no se aplican los necesarios correctivos en la gestión gubernamental creo que podríamos terminar entrando en un ciclo descendente muy difícil de revertir. El proyecto revolucionario está en riesgo. Ojalá me equivoque pero los síntomas puestos en evidencia el día de ayer hablan de la gravedad de ciertos problemas que requieren inmediato tratamiento. Por supuesto, la derecha contribuyó decisivamente a crear un malestar social y un malhumor público con sus continuos sabotajes económicos, el desabastecimiento de productos esenciales, la fuga de divisas, los cortes de energía eléctrica, etcétera. Pero ya sabíamos que iba a actuar de esta manera. Espero reunir algunos antecedentes para escribir algo sobre el tema hoy a última hora.
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Por qué ganamos de vaina, o por qué de vaina perdimos…..
Juan Gómez Muñoz
Aporrea
Ganamos sí, pero creo que ha sido la primera victoria con un desagradable y auténtico sabor a derrota. Creo que muchos esperábamos que algunos votos se perdieran en virtud del impacto de un liderazgo fuerte encarnado por el Comandante Chávez al que estábamos acostumbrados y un novedoso carisma que apenas se abre paso en la escena nacional como el de Nicolás Maduro.
Sin embargo, creo que realmente no esperábamos que la candidatura de la derecha podría aumentar su patrimonio electoral en cerca de un millón de votos (poco más de 800 mil, en realidad), cifra sorprendente si se toma en cuenta la calidad del personaje y las características de la campaña que se hizo en estas últimas tres semanas.
Sin embargo, qué nos pasó?
Hace un par de meses, y a raíz de los resultados de las elecciones del 7 de Octubre compartí algunas reflexiones sobre aquel resultado (http://www.aporrea.org/ideologia/a151772.html), sus causas y sus consecuencias; básicamente la esencia de aquella coyuntura sigue vigente y es hora de encender las alarmas y sobretodo de actuar al respecto porque:
1.- No podemos seguir construyendo la Revolución ni mucho menos el Socialismo con un montón de burócratas que se están llenando la jeta profesando la edificación de una nueva Venezuela, mientras están haciendo negocios a costillas de las actividades del estado y de todos nosotros; esto ha generado que el desempeño de esas instituciones se vea afectado, ya que el interés no es “servir al pueblo”, sino “servir a mi bolsillo”; en esta campaña escuché montón de veces cuando nuestro candidato habla de crear un frente anticorrupción, de la Misión “Eficiencia o Nada” y uno recordaba cada vez que va a instituciones como el Banco Industrial de Venezuela, a alguna dependencia del Ministerio del Poder Popular para la Salud, a cancelar en alguna sucursal en Caracas de los Abastos Bicentenario y tienes que lidiar con una pésima atención, mal trato o negligencia del funcionariado que allí labora o que estén laborando solo dos de las 14 cajas que como promedio tienen cada sucursal respectivamente, entonces uno se pregunta: eficiencia en qué?
2.- En este mismo orden de ideas, creo que no me equivoco si la base del chavismo está esperando ansioso que dentro de nuestras filas se castigue a quienes están destruyendo el proceso desde dentro, aquí los únicos “chavistas” castigados son los que brincan la talanquera, si no fuese así, Henry Falcón y el “Gato” Briceño serían hoy unos inmaculados gobernadores, ejemplo de socialistas y revolucionarios y el General Baduel un aguerrido baluarte de la defensa del proceso y probablemente encamburado en algún alto cargo, ah!!! pero cometieron el error de ponerse a hablar pendejadas y saltar definitivamente la talanquera y resulta que ahora sí son malos.
Ya basta también de andar reciclando funcionarios, de sacarlos porque “esta femito” (enfermito) y después de algún tiempo vuelven bien gordos y “rosao´s” a ocupar otro alto cargo (o el mismo que tenían) para demostrar nuevamente cuan inepto, indolente y hasta ladrón se puede ser, compañeros, si el funcionario (a) lo hizo mal o transgredió la ley en su actuación, pues que asuma sus responsabilidades, pero dejemos esa mariquera de que: “el compañero “X” está enfermito de tanto trabajar y tuvimos que sustituirlo, gracias por sus revolucionarios servicios”. Es que en este país no hay más profesionales comprometidos con esta vaina que puedan hacerse cargo de la dirección de algunas instancias del estado? Es que todos los capaces son los que tienen 14 años rotándose los cargos?, pues fueron tan capaces que ayer perdimos casi un millón de votos y GANAMOS DE VAINA.
Otro problema que padecemos es el solapamiento de funciones en el partido de gobierno, cómo van a ejercer los miembros del PSUV contraloría sobre la gestión de gobierno si sus vicepresidentes y cuadros altos a nivel regional son los mismos ministros y gobernadores? Quien se va a echar paja a sí mismo? Esto es simplemente una burla.
3.- Y al respecto del PSUV, requerimos con urgencia, pero ya! un partido que realmente cumpla las funciones de guía de una Revolución Popular, esta agrupación política es una maquinaria electorera que ha sabido copiar muy eficientemente el nausebundo comportamiento de sus pares adecos y copeyanos, pero que no ha hecho absolutamente nada para formar conciencia en el pueblo, en sus masas de trabajadores, de campesinos, claro cómo puede hacerse esto si buena parte de su directiva anda ahora montada en una “ola farandulérica” captando actores, actrices y cantantes, pero dejando de lado a las masas obreras y campesinas que son los que DECIDEN LAS ELECCIONES.
La formación de cuadros es otra tarea urgente, ya vimos cómo nos afectó en estas elecciones, se habrán preguntado en el seno del PSUV, si el discurso ese de los “enchufados” del candidato de la derecha tuvo algún asidero dentro de las filas de la organización?, dentro del seno del chavismo? Mucha gente me decía “vas a votar por lo mismo”, “vas a votar por los apagones”, “por las colas para comprar papel tualé” y yo pensaba: no! no voy a votar por eso, todo lo contrario, voy a votar por la preservación de la Revolución Bolivariana, porque con Nicolás puede existir el riesgo de que fracasemos, pero con la otra opción estoy seguro de que esto se va acabar, y preservar la revolución implica la posibilidad no solo de que esta continúe, sino de que se acaben las colas, los apagones, se acabe “lo mismo”, pero para eso creo que se requiere tener un poco de “claridad ideológica” en mi caso puedo apreciar que poseo algo de eso, no gracias al PSUV, sino a la discusión con personas cercanas (incluyendo opositores con los que se puede discutir), la lectura y la búsqueda de información, pero en absoluto por el “partido de la revolución”. Recuerdo la anécdota de un familiar, quien con la esperanza de adquirir una vivienda, fue disciplinadamente a censarse en la Gran Misión Vivienda Venezuela, llevó a sus dos pequeños hijos porque así se lo pidieron, hizo cola todo casi el día, alimentando mal a los carajitos y cuando finalmente la atendieron lo que le dijeron fue más o menos lo siguiente: “usted debe tener el carnet del partido para inscribirse”, coño! Todo el día en una mugrosa cola, aguantando junto a sus hijos hambre y sed, para que venga un mugroso e inepto funcionario a decirle que necesito de un mugroso carnet, de un mugroso partido, para ser incluida en un plan que el presidente había dicho que era para todos!!!?? Ya podrán ustedes imaginar por quién votó este compatriota……
4.- Otro tema que está en el tapete es el de la “reconciliación” y ciertamente, es hora de reconciliarnos, primero porque YA NO SOMOS MAYORÍA, pero a lo que me quiero referir es a la reconciliación con buena parte de los más de 7 millones de venezolanos que votaron por Capriles, esos compatriotas, ni son oligarcas (no la inmensa mayoría de ellos), ni son apátridas; no solo hemos sido incapaces de promover y entusiasmarlos a ellos con nuestro proyecto, es que hemos espantado de nuestra propias filas a varios que antes nos acompañaban! Pero, ojo! La reconciliación es con la inmensa mayoría de ellos, no con los que pretenden ser sus interlocutores, porque desafortunadamente, nuestra dirigencia a la hora de “convenir” lo hace con quienes se disfrazan de dirigentes de esta masa de venezolanos, quienes no les importa en lo más mínimo sus propios simpatizantes. Ya basta de descalificar a gente que también son nuestros primos, esposa, hermanos, amigos.
5.- A pesar de la incertidumbre que pesa sobre el futuro de la revolución en ausencia del Comandante, Nicolás tiene una oportunidad excepcional hacer algo que el Líder Supremo no pudo o no quiso hacer: construir un liderazgo colectivo, admitir a otros sectores incluyendo opositores pero que estén realmente comprometidos y sean leales al país, utilizar eficientemente las instancias de consulta y gobierno, como el Consejo Federal de Gobierno, el Consejo de Estado, los Gobernadores, etc, la Revolución debe ser construida por todos y con la opinión de todos.
6.- Resulta también urgente, el control del aparato económico, no obstante, para ello requerimos de algo que mencionaba implícitamente en los puntos 1 y 3: probidad, eficiencia, compromiso, experticia y honestidad, de nada nos sirve controlar la mitad del sistema bancario nacional (que no lo hacemos), abrir fábricas de procesamiento de alimentos y otros, para que compitan con monopolios como el de la Polar, controlar las cadenas de distribución de bienes y servicios y sus fuentes, si colocamos en la dirección de éstas a individuos cuya mayor preocupación es compararse la camionetota, un tremendo “penjaus” en la lagunita, la camisita o el pantalón “faconable” o “columbia” (pero la original, o sea…), pa la pinta, abrir la cuenta en dólares en Miami, Suiza o Panamá (con los dineros mal habidos que logró amansar) y traerse a la carajita que está bien buena para ponerla de secretaria o gerente y echarle su cogidita cuando ande libidinoso, y aparte de eso amedrente a los empleados que medianamente motorizan la institución con su trabajo, obligándolos a ir a marchas porque “Chavez te lo juro, mi voto es pa Maduro”, o si no te boto. Son tan torpes, ignorantes e incapaces que no pueden ni siquiera hilvanar una razón que justifique y valide el por qué hay que manifestar el apoyo a la causa revolucionaria, habiendo tantas. Así jamás vamos a lograr nada y eso es precisamente lo que se repite en toda la administración pública y demás esferas del Estado.
Para que la economía camine deben existir los controles, pero que funcionen, pero mientras exista un sistema de asignación de divisas que no funciona y burócratas que están haciendo grandes negocios con el dólar negro; mientras existan presidentes de bancos, empresas, o fábricas, que se ocupan de colocar el dinero de las nóminas, y el patrimonio de la institución en colocaciones bursátiles especulativas –y riesgosas-, mientras tengamos ministros, viceministros, directores generales, miembros de juntas directivas, cuya mayor preocupación es gestionar un crédito para montar un negocio propio, compararse la camionetota, reservar el hotel para el fin de semana en “niuyor”; pues entonces jamás impediremos que el dólar negro tenga un baja o nula incidencia en nuestra economía, que los bancos cumplan con las gavetas crediticias obligatorias, o nuestras empresas produzcan, distribuyan y vendan sus productos en el mercado interno.
Estas son –de acuerdo a mi humilde criterio- algunas de las razones bajo las cuales obtuvimos esta victoria tan “rara”, el candidato de la derecha desconoció los resultados y eso era previsible, pero lo que no esperábamos era que estos resultados tan cerrados nos dejan frente a un virtual escenario de ingobernabilidad, vienen días duros, y quiero mantener la fe de que nuestro presidente electo va a honrar las palabras pronunciadas luego de haber conocido su triunfo, sobretodo en relación a que “debe existir un proceso de renovación de la revolución bolivariana” esto es necesario, sino definitivamente esto no se va a mantener y no hasta las próximas elecciones dentro de 6 años, sino hasta lograr sacar a Maduro, probablemente en el próximo año y pareciera que la vanguardia de la Revolución no entiende o no quiere entender que a la gente no se le puede convencer de los logros de 14 años, si con sus acciones destruye esta vaina en solo 1 (o menos de seis meses, desde el 7 de octubre….).
Espero que jamás tenga que volver a escribir cosas sobre las que tengo la impresión de haber escrito una vez…..ya basta de que una minoría de infiltrados pongan en riesgo un proyecto tan bonito, necesario e insoslayable como la Revolución Bolivariana.