Mascre en Gaza: Se veía venir


Santiago O’Donnell
Pagina12
Se veía venir, sólo era cuestión de tiempo. Esta historia de odios y venganzas lleva décadas, siglos, pero pongamos que empezó en el 2006. Desde entonces el gobierno israelí mantiene bloqueados y sancionados a un millón y medio de palestinos en el pequeño enclave de Gaza porque, en ese año, los palestinos de Gaza eligieron el liderazgo de la organización islamista Hamas en elecciones abiertas y democráticas. Hamas no reconoce el derecho a existir del Estado israelí y aboga por su destrucción. Para Israel, Estados Unidos y Europa, Hamas es una organización terrorista.
Desde entonces el ejército israelí y los milicianos de Hamas mantienen una guerrilla de baja intensidad en la que Israel impone su abrumadora superioridad militar para cazar milicianos con misiles lanzados desde aviones y helicópteros y Hamas apela a acciones terroristas contra la población civil del sur de Israel, lanzando cohetes que ocasionalmente lastiman y excepcionalmente matan a los colonos que viven en las frontera, pero más que nada aterrorizan, obligan a suspender clases y alteran las rutinas de los vecinos, obligándolos a convivir con el terror.

Esa guerrilla de baja intensidad explotó dos veces en conflicto armado, primero en el 2006, cuando un grupo comando palestino secuestró al soldado israelí Galid Shalit. Tropas israelíes entraron a la Franja a sangre y fuego en un intento por rescatarlo. El episodio disparó una guerra con Hezbolá e Israel terminó invadiendo el sur del Líbano. En 2008 Israel volvió a invadir la Franja para acallar los cohetes en lo que sus generales bautizaron Operación Plomo Fundido. El paseo terminó en 680 palestinos muertos y más de 3000 heridos. Ahora parece que se viene la tercera vuelta. Los generales israelíes la están llamando Operación Columna de Humo u Operación Pilar Defensivo, según distintas traducciones del hebreo.
Digo que se veía venir porque la secuencia de noticias fue muy parecida a la que precedió a Plomo Fundido. Antes y ahora faltaban semanas para las elecciones de primer ministro en Israel y el oficialismo era azuzado a ejercer mano dura. En aquel entonces, fuerzas israelíes mataron a seis militantes de Hamas que estaban cavando un túnel. Hamas respondió con una andanada de cohetes mucho más grande que la habitual y con cohetes un poco más pesados. Israel contestó con Plomo Fundido. Esta vez pasó más o menos lo mismo. Hace uno meses empezaron las noticias de milicianos palestinos atacados y muertos mientras cavaban túneles en la frontera con Egipto. Ya sea para entrar suministros para el pueblo, como dice Hamas, ya sea para entrar un arsenal de armas, como dice el ejército israelí, los palestinos de Gaza cavaban túneles. La muerte de los milicianos en los túneles fue saludada con una salva de cohetes. Israel respondió con bombardeos y más milicianos muertos, lo cual provocó una escalada de cohetes y dos israelíes heridos en Kiryat Gat.
Así llegamos a Columna de Humo. Uno espera que no termine en otro Plomo Fundido con su saldo de cientos de muertos y miles de heridos y desplazados. Pero podría ser aún peor, por el contexto y por lo que se juega en las próximas dos semanas.
Columna de Humo arrancó el miércoles pasado con el asesinato del jefe militar de Hamas Ahmed Yabari, que viajaba en su auto junto a su hijo, cuando un misil cayó sobre ellos. Murieron Yabari, el hijo y el chofer y hubo decenas de heridos, ya que la calle estaba llena de gente. Tras un funeral masivo y popular, Hamas respondió con misiles de mediano y largo alcance que llegaron hasta Tel Aviv y Jerusalén, y mataron a tres personas en la ciudad de Kiryat Malachi, una de las decenas de ciudades israelíes atacadas. Israel contestó llamando a los reservistas y ahora solo resta esperar la invasión.
Si el asesinato del líder de Hamas fue el disparador de la escalada bélica, el contexto lo dio el cambio de posición de Estados Unidos con respecto a los llamados asesinatos selectivos. Israel oficializó los asesinatos selectivos de líderes de Hamas en el 2001. Eran tiempos de segunda Intifada y los palestinos también recurrían a tácticas terroristas más extremas, como los ataques suicidas en medios de transporte, que luego dejaron de lado. En julio del 2001, dos meses antes del atentado a las Torres Gemelas, el entonces embajador estadounidense en Israel, Martin Indyk, declaró ante las cámaras de televisión de ese país, “el gobierno de Estados Unidos ha dicho muy claramente que se opone a los asesinatos selectivos... equivalen a una ejecución extrajudicial y nosotros no apoyamos eso”. Durante el gobierno de Bush hijo Estados Unidos mantuvo esta política, basada en un decreto de 1976 firmado por el entonces presidente Gerald Ford que prohibía a las fuerzas armadas y agencias del gobierno realizar asesinatos. Durante la presidencia de Bush hijo empezó el uso de aviones no tripulados (drones) para matar enemigos, pero su uso fue esporádico y se limitó a los escenarios de conflictos bélicos, o sea donde Estados Unidos estaba en guerra, o sea Irak y Afganistán. Obama multiplicó el uso de drones y ya lleva casi dos mil muertes, muchas de ellas en países que no están en guerra con Estados Unidos: Pakistán, Somalia y Yemen. Obama también inauguró la modalidad de las llamadas “ejecuciones firmadas”, por la cual una persona puede ser asesinada si su conducta se asemeja a la de un terrorista, por más que no tenga prontuario de terrorista.
Israel no había asesinado a líderes de Hamas desde la Operación Plomo Fundido en el 2008, el último año de Bush en el poder. Ahora retoma los asesinatos selectivos en momentos en que Estados Unidos ya no sólo no se opone a la práctica, sino que la imita en silencio. El comunicado de la Casa Blanca del jueves pasado condenó a Hamas por sus “actos de terrorismo” y felicitó a Israel por ejercer “su derecho a defenderse”. Nada dijo de la reanudación de asesinatos selectivos de líderes palestinos, despejando el camino para que haya más.
Además de la inminencia de las elecciones en Israel y del cambio de posición de Washington sobre los asesinatos selectivos, un tercer elemento que enrarece el aire de Medio Oriente es la inminencia de la presentación en la Asamblea de Naciones Unidas de un pedido palestino de ser reconocido como Estado soberano. Pese a la férrea oposición israelí con apoyo estadounidense, se descuenta que el voto será favorable a Palestina (los países de Mercosur ya adelantaron que votarán a favor del reclamo). Según el gobierno israelí, Palestina no puede ser reconocida como Estado sin antes negociar un tratado de paz duradera con Israel. La negación de la condición de Estado es el incentivo que Palestina necesita para negociar, argumentan los israelíes. Esta semana el halcón israelí a cargo de la Cancillería, Avigdor Lieberman, filtró un documento a sus embajadores diciendo que Israel podría disolver la Autoridad Palestina y reocupar Cisjordania si la delegación palestina presenta su pedido en la Asamblea de la ONU. También anunció que Israel daría por terminadas las conversaciones para un tratado de paz que excluye a Hamas y que se negocia sin mucho éxito con la Autoridad Palestina en Oslo. El mismo halcón dijo en las últimas horas que si Israel decide invadir Gaza una vez más, y todo parece indicar que así será, entonces “hay que ir a fondo”, abonando el terreno para otra gran matanza.
Se veía venir y ya llegó. Ahora sólo queda esperar las fotos con el horror de los muertos y el desconsuelo de los sobrevivientes. Después vendrán las denuncias de la Cruz Roja por el desastre humanitario que implica una invasión militar. Después, los discursos grandilocuentes de los políticos israelíes en campaña y los mensaje épicos de los líderes de Hamas en la resistencia. Después, los desesperados ruegos por un alto el fuego de la llamada comunidad internacional. Después, el arreglo por debajo de la mesa entre dos enemigos que supuestamente no se hablan y no se arreglan. Después todo volverá a empezar por culpa de un túnel, de un cohete, o de un chispazo cualquiera. Los caminos del bloqueo represivo israelí y del terrorismo palestino confluyen en la negación del otro y en la negación del derecho a la vida. O sea, en lo inmediato, más muertes, más terror y más destrucción.