El corvo

Lo compró usado. Era de segunda mano. Lo adquirió en Londres, cuando tuvo que hacer escala en su viaje de retorno al país que lo había visto nacer, a principios de 1812.


Es un "Shamshir", arma de origen persa. Según estudios metalográficos, por la composición de sus minerales, sitúan el origen de su fabricación en la zona del Asia Menor. Tal vez Damasco. Es un acero damasquinado.

El resto del conjunto es unos cien años más nuevo que el metal. El gavilán es de metal amarillo, al igual que el resto de los herrajes. No es de oro, en lo absoluto. La vaina, de madera, está recubierta de un cuero animal, que no se tiene la certeza de cual es, pero se estima que es de jabalí.

En el extremo inferior de la vaina, hay una pequeña rueda, llamada "rodela". Sirve para que cuando se lo lleva colgado del cinto, el roce de la punta de la vaina contra el piso, no la desgaste.

Tiene unos relieves en la puntera, con motivos naturales. Tiene también un trébol en el gavilán, uno de cuyos brazos se halla torcido. Algunos aducen esa torcedura a su caída en San Lorenzo, algo difícil de comprobar, ya que hay indicios que éste sable no fue utilizado en dicho combate.

La empuñadura es de madera de ébano, sujeta a la espiga, a través de un buje de metal amarillo. Por ese buje pasa la dragona.

Su acero está marcado en varios lugares. Está mellado, como si hubiera chocado contra otro acero. San Martín lo utilizó como instrumento de enseñanza de esgrima para sus Oficiales, es decir que son lógicas las marcas.

La embocadura de la vaina tiene una ranura de unos quince centímetros, que sirve para poder guardar el sable, ya que su pronunciada curvatura lo haría imposible.

Fue un arma muy común entre los Ejércitos Europeos de finales del 1700 y principios de 1800.


En la mano del más grande de todos los argentinos, señaló con valor, heroísmo, coraje, humildad y verdadera vocación de servicio el futuro de Libertad e Independencia de nuestra América toda.


Fue el mayor instrumento libertario de su época. Allí donde su rodela holló el suelo, allí los pueblos fueron libres.

Nunca salió de su vaina por opiniones políticas, ni tampoco derramó sangre de compatriotas.


Que el brillo de su inmaculada hoja ilumine por siempre el destino de la Nación Argentina.

Fuente: El Facebook "Granaderos Bicentenario"