Mitre, la corrupción y el fraude

 Por Jorge Oscar Sulé
 [Extraído de "Los heterodoxos del 80"]

Después de Caseros, Urquiza se instaló en la casa de Rosas en Palermo. Como Lavalle, para asegurarse el apoyo político repartió dineros públicos entre un numeroso grupo de oficiales y allegados. El reparto fue mayor que en 1829; también lo era el tesoro en 1852. Las órdenes de pago más modestas eran por veinte mil pesos. Don Vicente López y Planes cobró 200 mil pesos y aceptó asumir como gobernador de Buenos Aires.

He aquí una pequeña parte de la lista de los que recibieron los "incentivos de Urquiza", claro que con dineros públicos: Tte. Cnel. Hilario Ascasubi, 10 mil / Cnel. Manuel Escalada, 100 mil / Gral. Gregorio Aráoz de La Madrid, 50 mil / …./Cnel. Bartolomé Mitre, 16 mil. Con el correr del tiempo y el fraude sería gobernador de Buenos Aires, "Encargado del Ejecutivo Nacional", y más tarde Presidente. Adolfo Alsina le reprochará luego haber sido "presidente de hecho con facultades completamente dictatoriales".

"Consta de la administración del Gral. Mitre que nunca propuso, ni sus partidarios apoyaron, ningún proyecto de ley que tendiese a evitar, corregir y castigar los fraudes ni las violencias en las elecciones. Consta igualmente que durante esta administración fueron destituidos empleados superiores por no participar de la opinión del gobierno en una elección popular." (D. F. Sarmiento, "La Tribuna", 9 de octubre de 1874. "Después de la caída de Rosas, Buenos Aires fue educada en la practicas de la libertad por demagogos. El fraude, la falsificación de las urnas electorales vienen de 1852 por los comicios organizados por Mitre. Después de veinte años de este sistema Mitre se ha quedado solo en la República con sus paniaguados. En Buenos aires hay tal libertad de sufragios que ni a palos harán que el pueblo concurra a elecciones". (Sarmiento, siendo Presidente, año 1872).

"Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror que, empleados hábilmente han dado este resultado admirable e inesperado. Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición." (Sarmiento, carta a Domingo de Oro, 17 de junio de 1857, en Peña, Milcíades: "La era de Mitre", Bs. As., Fichas, 1973).

"Como encargado del Ejecutivo Nacional", en 1862 regresa a Buenos Aires al frente de la guardia nacional, declarando "¡Pueblo de Buenos Aires! ¡Os devuelvo por segunda vez intactas las legiones que me confiasteis en el momento de peligro!". (por ser "guardia nacional" no había participado ni de una refriega), y le escribe a Gelly y Obes "La guardia nacional ha sido magníficamente recibida. Buenos Aires no recuerdan triunfo igual (¿?). Menos fastuosos que los de la antigua República Romana, tal vez".

Como presidente adopta una política liberalista de entrega al capital inglés. Entrega también los ferrocarriles, incluidos los ya construidos con capital nacional, como el "Oeste", y al inaugurar la estación del "Sud" (1862) dirá en su discurso "¿Quien impulsa este progreso? Señores: es el capital ingles".

"… (Argentina) hace veinticinco años que sigue rodando en la pendiente y en vez de contenerse, cada día aumenta la rapidez de su caída (…) Así, cada crisis es dominada aumentando las causas que la produjeron: el empréstito; la concesión de grandes negocios a capitales extranjeros; la hipoteca de todas las tierra públicas y de las particulares; la venta en Europa de las tierras nacionales y el aumento de los gastos de la Nación". (Carlos D´Damico, ex gobernador de Buenos Aires, 1890).

Siendo ministro de Avellaneda, hablando de candidaturas, Roca le escribía a Juárez Célman, en julio de 1978: "Resumiendo: tenemos a Sarmiento, que no es una solución de paz para la República y que ya está bastante viejo. A Rocha, Irigoyen y a mí, que no podemos ser candidatos con probabilidades de triunfo y que seríamos muy combatidos. Yo también soy del mismo parecer: Mitre sería la ruina para el país. Su partido es una especie de casta o de secta que cree tener derechos divinos para gobernar la República. Tejedor, si no es jefe de partido y tiene el mal sentido de elegir palabras (...), es hombre recto, honrado, y no tan terco ni indócil como lo condenan las exterioridades. Sobre todo creo que es la única carta que podríamos jugar con éxito (...)" Poco tiempo después, Roca cambia de opinión y en mayo de 1980, le dice a Juárez Célman: "El Congreso, avasallado como está por las Turbas a sueldo de Tejedor, no tenemos seguramente mayoría (….) Para vengarme de todo esto, no se me ocurre otra cosa que Sarmiento; y también, como asegurar las situaciones y fortunas políticas de nuestros amigos. El Loco se nos entregará de cuerpo y alma y nos dará todo lo que pidamos, (...) porque está poseído de la ambición más desenfrenada. Creo que con él, no evitaremos una guerra civil, pero no la haremos en mi nombre y así sería más seguro que los elementos militares de la Nación cayeran en nuestras manos; quitando así la sombra de complicidad conmigo (...) Aunque lo de Sarmiento no sea una resolución, conviene ir preparando hábilmente el terreno. Cuando nos veamos arrinconados, le clavaremos este agudo arpón en el medio del lomo a los señores mitristas, autores de todo esto, y seguiremos preparándonos en silencio y con disimulo para pasar el Rubicón en mejor oportunidad" ("Juárez Célman", Agustín Rivera Astengo)

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La gratitud de los hombres industriosos
por Teodoro Boot
para Diario Registrado
publicado el 18 de febrero de 2014


Ante el escribano José Victoriano Cabral, el 23 de enero de 1869 se formalizaba la donación de una casa al prócer porteño Bartolomé Mitre, general, historiador y periodista, que tres meses antes había finalizado su período presidencial. En representación de los donantes actuaron Ángel María Méndez, Mauricio Pennano y Juan José Méndez, justificando el “homenaje” en que la actuación de Mitre en el gobierno había permitido “a los hombres industriosos dar impulso a sus trabajos y vuelo a sus operaciones”.

La “actuación” a que los industriosos Menez y Pennano se referían era a la guerra contra Paraguay, a la que el gobierno de Mitre se había sumado en 1865, poniéndose él mismo al frente del ejército aliado.

Ya en 1866 Natalicio Talavera publicaba en “Crónica de la guerra”, fechada en Campamento de Paso Pacú, que “Lanús, socio del presidente Mitre, es proveedor general del ejército”.

Se refería a Lanús Hnos, regenteada por Anacarsis Lanús, uno de los contratistas que levantaron fortunas inmensas durante la guerra del Paraguay. Las transacciones habían sido tan provechosas que los militares brasileros acusaron a los argentinos por la prolongación de la guerra con el oculto fin de  proseguir con sus “negocios”. La acusación se fundaba en la muy deficiente conducción del ejército aliado mientras fue ejercida por Mitre, pero, en favor de la verdad, debe puntualizarse que su impericia era involuntaria: en toda su carrera militar, Bartomomé Mitre no triunfó ni en una sola batalla. Era, a su manera, a su extraña manera, un general invicto.

Sin embargo, las sospechas brasileras no eran descaminadas.

El 17 de marzo de 1869, a un año casi exacto de que fuera a terminar la guerra contra el Paraguay, Domingo Faustino Sarmiento, sucesor de Mitre al frente del Poder Ejecutivo, escribía a Mariano Sarratea: “...su casa [de Mitre] fue negociada por agentes y obtenida la suscripción de los proveedores que mediante despilfarro de la rentas han ganado millones, como Lezica, Lanús, Galván, que al fin costearon casi en su totalidad...” (El Mercurio, Valparaíso, edición especial del 12 de septiembre de 1927).

Dos décadas después, en 1890, Carlos Alfredo D´Amico, gobernador de Buenos Aires entre 1884 y 1887, publicó con el pseudónimo “Carlos Martínez” el best seller de época Buenos Aires, sus hombres su política, en el que daba algunas pistas sobre las razones de la gratitud de los hombres industriosos al sostener que durante la administración de Mitre “sus empleados han llevado el abuso hasta la más escandalosa exageración (…) se robaban hasta las cajas de cirugía del ejército”, pero admitiendo que el invicto general “no participaba en manera alguna, al menos en forma directa, de aquella arrebatiña”. Sin embargo, para D´Amico, “la moral del ejército empezó a bajar cuando los proveedores, cuyas fortunas insolentes se habían hecho a la sombra de Mitre, le regalaron a éste la casa en que hoy está la opulenta imprenta del diario La Nación”.

Al tiempo que los porteños se conmovían por la revelación de turbios negociados de guerra, una sociedad anónima integrada por los señores Bartolomé Mitre, Rufino de Elizalde y los industriosos proveedores de guerra Anacarsis Lanús, Cándido Galván y Ambrosio Lezica, se hacía cargo del periódico La Nación Argentina, fundado por José María Gutiérrrez, que de ahí en más y bajo la dirección de Bartolomé Mitre, pasaría a llamarse simplemente La Nación, una verdadera tribuna de doctrina.