Dian Fossey, la mujer de los gorilas

Sus verdaderos amigos eran los gorilas de montaña; la compañía humana le interesaba poco. Sus allegados la describen como impulsiva y egocéntrica. Hace treinta años fue asesinada la resoluta investigadora Dian Fossey.


Hasta el día de hoy, nadie sabe quién asesinó a la investigadora estadounidense Dian Fossey la noche del 26 al 27 de diciembre de 1985. En cualquier caso, el homicida parecía estar presa de la furia: con un machete, golpeó la cabeza y el rostro de la zoóloga experta en gorilas. Fossey fue hallada muerta en su refugio, en las montañas de Virunga, Ruanda. El motivo más probable: la venganza personal.

Dian Fossey se había hecho de pocos amigos entre los lugareños. Con dureza, la científica luchaba contra los cazadores que invadían el territorio de los gorilas. En los años setenta había apenas 250 de ellos en Virunga, una región fronteriza entre Ruanda, Uganda y la República Democrática del Congo, entonces llamada Zaire.

Gorilas de montaña en Uganda.
Los cazadores furtivos rara vez dirigían sus ataques contra los gorilas, pero estos quedaban atrapados en trampas puestas capturar antílopes y búfalos. Fossey creía que los gorilas desaparecerían en el siglo XXI si nadie se ocupaba de protegerlos. Sólo medidas drásticas podrían salvarlos, alegó, y puso manos a la obra.

Una científica poco diplomática

La Fundación Internacional Dian Fossey para los Gorilas habla en su sitio web de “métodos poco ortodoxos” para referirse a las acciones de la zoóloga. Ella misma las describía como formas de “protección activa”. Creyéndolos supersticiosos por naturaleza –un prejuicio occidental generalizado–, Fossey intentaba asustar a los cazadores furtivos con máscaras. También quemaba trampas y rociaba al ganado con pintura para evitar que los lugareños lo llevaran a pastar al parque nacional.

En la actualidad, muchas organizaciones ecologistas argumentan que la protección de las especies sólo es sostenible si las poblaciones locales están de su lado. Si los lugareños apoyan el cuidado de la naturaleza y comprenden las ventajas de ello, los proyectos de conservación tienen futuro. La perspectiva de Fossey era muy diferente.

Su objetivo era, ante todo, proteger a los gorilas de los pobladores. Especialmente violenta fue la situación en 1977, cuando un gorila por el que Fossey había desarrollado un gran afecto –Digit, de 5 años– fue asesinado por proteger a su grupo. Los cazadores furtivos lo apuñalaron y Fossey encontró sus restos sin cabeza ni manos; éstas fueron cortadas y vendidas como trofeos por los criminales.

Fue entonces cuando la investigadora californiana le declaró la guerra a los cazadores. Los enfrentó directamente, sin temor aparente a las represalias. Todo lo que les hicieran a “sus” gorilas se lo tomaba como algo personal. Su reputación se vio seriamente afectada: muchos la describían como una mujer amargada, que adoptaba un talante condescendiente y agresivo al relacionarse con los africanos, y se llevaba mal hasta con sus colegas.

Una vida para los gorilas

Otros, sin embargo, la alaban como la salvadora de una especie en riesgo de extinción. Francois Bigirimana, un guía del Parque Nacional de los Volcanes en Ruanda, quien luchó al lado de Fossey, admira su compromiso personal. “Ella era muy valiente e hizo cosas que ni los guardaparques ni las autoridades locales hicieron”, destaca.

Dian Fossey nació en 1932 en San Francisco. En 1963 viajó a África y se encontró por primera vez con un gorila de montaña. En su biografía Gorilas en la niebla, publicada en 1983, escribió que “fue su individualidad combinada con su timidez lo que me fascinó en ese primer encuentro con el más grande de todos los simios”. En 1966 volvió a África y dedicó su vida a la protección e investigación de estos impresionantes animales. Un año más tarde fundó en Ruanda el Centro de Investigación Karisoke, entre los volcanes Karisimbi y Visoke, donde vivió hasta su muerte.

Una vida con los gorilas

En la parte ruandesa de las montañas Virunga, los lugareños llamaban a Fossey “Nyiramacibili”, la mujer que vive sola en los bosques. Para investigar a los simios, debía acercarse tanto como fuera posible a ellos y eso sólo era posible si se ganaba su confianza. Para ello imitó su comportamiento, rascándose cuando mascaba apio, haciendo los mismos ruidos que ellos o desplazándose entre los árboles avanzando sobre sus nudillos.
Sigourney Weaver fue la protagonista del filme "Gorilas en la niebla".

Y tuvo éxito. Estuvo tan cerca de los primates como nunca nadie antes, investigó la estructura social dentro de los grupos de gorilas, las estrategias reproductivas de los animales e incluso sus personalidades. Pero en su biografía, Fossey dejó muy claro que los seres humanos no tienen nada que hacer en el mundo de los gorilas. “Cualquier observador es un intruso y debe entenderse que los derechos de los animales son más importantes que los intereses humanos”, apuntó.

Misión cumplida

Los gorilas de montaña fueron como una familia para ella. Tras su violenta muerte en 1985, su cuerpo fue enterrado en el cementerio de gorilas que tenía detrás de su refugio en Karisoke, justo al lado de su amado Digit. Tres años después, su biografía fue llevada al cine con Sigourney Weaver en el papel principal, logrando que la situación de los imponentes simios llamara la atención a nivel mundial. “Fossey logró que la protección de estos simios sea hoy algo evidente”, asegura Erika Archibald, de la Fundación Dian Fossey.

Poco ortodoxa, activa, llevada de sus ideas… como quiera que sea descrita, Fossey tuvo éxito. Actualmente viven en las montañas de Virunga unos 480 gorilas; 880 en todo el mundo. Los gorilas son los únicos grandes simios cuyo número está aumentando, a pesar de que hasta ahora la especie sigue clasificada en peligro crítico de extinción.


Fuente: dw.com/es