Ilan Pappé y la mentira por detrás de la solución de los dos Estados

Por Elsa Sertório

Resistiéndose a separar la actividad académica del activismo político, Ilan Pappé se convirtió en el más valiente de los intelectuales israelitas, lo que lo llevó en 2006 a tener que dejar la universidad de Haifa en donde daba clases y el país en donde vivía, después de haber adherido a la campaña del boicot académico contra Israel. Imposibilitado de seguir trabajando en Israel y amenazado de muerte por ser considerado un traidor, Pappé se mudó con la familia hacia el Reino Unido, donde enseña en la Universidad de Exeter y dirige el Centro Europeo de Estudios Palestinos.

Ilan Pappé es el más importante investigado de la historia de Israel y de la limpieza étnica de Palestina. De su extensa obra, destacamos The Ethnic Cleansing of Palestine (2006), The Modern Middle East (2005), A History of Modern Palestine: One Land, Two Peoples (2003), Britain and the Arab-Israeli Conflict (1988), Progressive Genocide in Palestine and the BDS (2017).

Sin temor a llamar a las cosas por su nombre, Pappé se refiere a la creación del Estado de Israel en 1948 como “un crimen contra la humanidad”. Estamos aquí bien lejos de la posición dominante, políticamente correcta, que encontramos inclusive en medio del activismo pro-palestino, según la cual las fronteras establecidas por la ONU en 1948 son intocables, por ser aceptadas por el derecho internacional. Se trata de una posición legalista que defiende un antes y un después de la ofensiva de 1967 –la llamada Guerra de los Seis Días- que permitió a Israel ocupar, “ilegalmente” desde entonces, mas territorios palestinos.

En verdad, la solución de los dos Estados, defendida tanto por la mayoría de los gobiernos a nivel mundial como por un sector importante de la izquierda, esa solución que aparece hoy como una evidencia histórica y humanista, sólo se implantó en los años 1990, después de los acuerdos de Oslo. 

Dos Estados vs. un Estado como solución para la paz

Los Acuerdos de Oslo de 1993, al permitir un Estado palestino independiente en el plazo de cinco años, no hicieron más que permitir el avance de la colonización israelita sobre lo que restaba de territorio para la constitución de ese Estado prometido. Nos basta con mirar el mapa actual de Palestina para comprender la dimensión del efecto de la teoría de los dos Estados y de las eternas “negociaciones de paz” que la acompañan: la expansión de los colonos diseña hoy una mancha que cubre prácticamente todo el territorio de la Palestina histórica. He aquí un caso para decir que una imagen vale más que mil palabras y que todos los discursos sobre el derecho de los palestinos a un Estado propio.

Según Pappé, defender esta posición o defender la del establecimiento de un Estado único democrático sirve, antes que nada y sobre todo, para entender la cuestión palestina. La solución de los dos Estados, en su opinión, presupone la existencia de un conflicto entre dos partes, convirtiendo la partición del territorio disputado por ellas en una solución justa y equitativa que traería la paz entre dos pueblos que no logran vivir juntos. Esta es una “teoría que solamente sirve para justificar la ocupación de Palestina”[1] y que va a la par con la práctica de un determinado vocabulario vehiculizado por políticos y la prensa, que se introduce en nuestras casas y en nuestras mentes como constituyendo el vocabulario evidente y políticamente correcto en la cuestión del llamado “conflicto” israelí-palestino. Ahora, para Pappé, la comprensión –o no- de la situación en Palestina tiene mucho que ver con las palabras que escogemos para referirnos a ella.

La expresión ocupación, por ejemplo, induce la idea de una situación de presencia militar temporaria y esconde la verdadera situación de colonialismo, por más anacrónica que nos parezca hoy esta palabra. Dice el historiador: “Pienso que los términos de ‘proceso de paz’ y de ‘ocupación’, cuando están juntos, dan la falsa impresión de que lo que es necesario es que el ejército israelí salga de Cisjordania y de la franja de Gaza y que una paz se instale entre Israel y la futura Palestina”[2]. Así, deberíamos llamar colonización a la presencia israelí en Palestina, en vez de ocupación.

Independientemente de creer que no hay condiciones objetivas para la creación de un Estado palestino en Cisjordania, ocupada ya por medio millón de colonos judíos, Pappé defiende que no se puede llamar solución a una propuesta que deja por fuera a los árabes residentes en Israel, así como a los cinco millones de refugiados palestinos dispersos por el mundo.

Defender la solución de un Estado, en contrapartida, es asumir la existencia de un proyecto colonial. Reivindicar un Estado democrático en la totalidad del territorio de Palestina es reconocer que la “divergencia” o el “conflicto” entre palestinos e israelitas no es otra cosa que la lucha de un pueblo colonizado contra el poder colonizador. La instauración de un Estado único y democrático significa descolonizar Palestina.

Si, 25 años después de los Acuerdos de Oslo, parece obvio que es imposible el establecimiento de un Estado palestino en Cisjordania y en la franja de Gaza, la visión de un único Estado democrático sigue sin convencer a muchos que apoyan la causa palestina. A aquellos que dudan que ello sea realizable, responde Ilan Pappé que no es ese el debate que le preocupa en este momento. Un único Estado, dice él, es lo que ya existe de hecho en el territorio histórico de Palestina: un Estado racista y militarizado que impone su régimen de apartheid a la población árabe nativa.

Exactamente lo que era el Estado sudafricano en los tiempos del apartheid, donde hasta la política de los bantustanes puede ser comparada a las aldeas cercadas de Cisjordania y la franja de Gaza. Aquello que hoy parece tan obvio a los ojos de tantos formadores de opinión cuando se habla de Palestina pierde su fatalidad cuando lo miramos a la luz de la historia colonial reciente, como bien muestra uno de los ejemplos utilizados por Pappé: no sería del espíritu de nadie apoyar la división de Argelia entre los colonos franceses y los nativos argelinos. E, incluso donde los colonizadores no tendrían para donde ir, como en África del Sur, no sería tomada en serio por nadie la sugestión de partir África del Sur entre la población blanca y la población africana.

A la cuestión de saber si los israelíes aceptarían la idea de un Estado único, Pappé responde: “Ningún avance en el sentido de una tal reconciliación se puede producir sin el fin inmediato, total e incondicional de la ocupación israelí, tanto de Cisjordania como de la Franja de Gaza”[3].

En la conferencia que realizó en mayo en Lisboa, titulada “En la era de Trump: Peligros y oportunidades para Palestina”, Ilan Pappé destacó que la llegada de Trump al poder volvió la cuestión más clara. Aquellos que hasta aquí creían en la solución de los dos Estados también creían que la mediación de los Estados Unidos era imprescindible para que se llegue a un acuerdo de paz. Ahora, la sinceridad con que Trump anunció que los Estados Unidos apoyarán incondicionalmente a Israel contrasta con la hipocresía con que sus predecesores en la Casa Blanca declaraban el empeño en el llamado proceso de paz y el apoyo imparcial a los dos lados del “conflicto”. Podemos, pues, agradecer a Trump su servicio involuntario a la causa palestina al mostrar al mundo la mentira, despojada de cualquier duda, de la solución de los dos Estados.

La reciente aprobación en el parlamento israelita de la ley de Estado-nación, lo que significa un Estado exclusivamente judío donde todos los no judíos serán segregados, viene a confirmar las ideas de Pappé: en Palestina sólo podrá haber un Estado de apartheid o un Estado democrático y laico. 

BDS como arma contra la colonización israelí

Los esfuerzos empeñados por el gobierno israelí para combatir la campaña internacional en 2005 de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) demuestran, por sí misma, la importancia que puede adquirir esta iniciativa y el impacto del golpe que ella provoca en la política israelí.

Pappé considera la campaña BDS como un movimiento bien sucedido e imparable. Un movimiento que “no liberará por sí sólo a Palestina, pero será un factor muy importante”[4]. Cuando todavía enseñaba en la universidad de Haifa, Pappé fue de los primeros intelectuales israelitas en adherir al movimiento BDS, defendiendo el boicot académico. Esta postura lo llevó al exilio, como ya vimos. Una vez fuera de Israel, considera esta forma de resistencia no violenta la única arma a su –a nuestro- alcance para apoyar la liberación de Palestina. La razón por la que Israel ataca tan obstinadamente el movimiento de boicot es justamente por tratarse de una resistencia no violenta: “Ellos no pueden bombardear el BDS. No pueden mandar un tanque contra el BDS”[5].

Y motivos no faltan para boicotear a las universidades israelíes, ya que ellas están “estrechamente asociadas, casi integralmente, con el ejército israelí, el sistema político y la industria. En vez de ser una instancia crítica frente a esos pilares de la sociedad, la universidad hace parte de ellos y es directamente culpable de que se mantenga la ocupación, en particular ofreciendo explicaciones morales y sabias ‘autorizadas’ para la opresión en los territorios ocupados. Ese sistema universitario es además casi totalmente dependiente de las universidades occidentales para su supervivencia financiera y en los que respecta a los contenidos de la enseñanza”[6].

No obstante, si el “B” y el “D” de la campaña se ha desarrollado, con innumerables ejemplos de personalidades, artistas, académicos, iglesias y sindicatos, entre otros, esparcidos por el mundo, que adhirieron y consiguieron victorias importantes, desgraciadamente, estamos muy lejos de aplicar el “S” de sanciones. Israel ha expandido las ocupaciones consideradas ilegales por la mayoría de los gobiernos del planeta, ha bombardeado regularmente a la población civil palestina y masacrados manifestantes pacíficos, siempre gozando de la impunidad a nivel internacional, al mismo tiempo que mantiene sus relaciones diplomáticas y acuerdos económicos con sus congéneres mundiales defensores de la “solución” de los dos Estados. Pappé intenta encontrar una explicación a la tolerancia a las atrocidades de Israel por parte de los otros Estados en la “cristiandad, en el Holocausto, en la islamofobia”[7]. Pero también apunta, por otro lado, a los intereses económicos que están por detrás de esa tolerancia, en particular a los ligados al comercio militar y a la industria de la seguridad, y que arrastran a países tradicionalmente críticos de Israel, como India y China, a aproximarse a Israel.

A nosotros, que no toleramos los crímenes de Israel, que queremos contribuir a la liberación del pueblo palestino, nos queda la oportunidad de integrar la campaña BDS. Una campaña que, en opinión de Ilan Pappé, no puede ser vista como un principio ni como una estrategia de conjunto, si no solamente como una táctica, cuyo “principal objetivo es el de servir como una especia de autopista sobre la cual podemos optimizar nuestros esfuerzos contra la ocupación israelí y la opresión”[8]

 * Elsa Sertório es  licenciada en Sociología. Autora de los libros Mulheres Imigrantes (junto con Filipa Sousa Pereira, Ed. Ela por Ela, 2004) y el Livro Negro do Racismo em Portugal (Ed. Dinossauro, 2001). Traductora de varias obras del alemán y del castellano. Co-autora con Ansgar Schäfer del documento A Outra Guerra (2010).

Traducción del portugués: Raúl Perea

Notas: