España y la reforma protestante en el siglo XVI

Por Carlos Martínez García
para La Jornada (México)

Parte I 
publicada el 13 de septiembre de 2017


Alemania y otras naciones europeas fueron convulsionadas por el movimiento de Marín Lutero. ¿Y España? Es común, incluso hoy, la idea de que el país ibérico quedó intocado por quienes llamaban a la rebeldía del monje agustino una pestífera herejía. ¿Acaso fue así?

Desde el siglo XVI fue exaltada la premisa que sustentaba la incontaminación española con las ideas de Lutero. Para Bartolomé de las Casas, Alemania e Inglaterra sucumbieron a las mentiras de Lutero, al dejar la fe católica. Esas naciones, de acuerdo con el primer obispo de Chiapas, fueron cristianas y quedaron salpicadas de herejías pestíferas y perniciosos errores y sola España [y sus posesiones en el Nuevo Mundo] está sin mácula. Por otra parte, en 1535 el mismo fray Bartolomé solicitó al emperador Carlos V que no permitiera la llegada de alemanes al Nuevo Mundo, ya que sólo destruyen y roban y matan. Para él eran herejes paridos por aquella fiera bestia de Lutero (citas tomadas de Alicia Mayer, en Lutero en el paraíso. La Nueva España en el espejo del reformador alemán, Fondo de Cultura Económica-UNAM, México, 2008, p. 114; Lutero y Alemania en la conciencia novohispana, p. 206).

La corona española, y sus enviados al Nuevo Mundo, vieron en el sometimiento de las culturas indígenas un acto providencial. Conceptualizaron la conquista como una restitución divina por las pérdidas ocasionadas a la cristiandad por la herética pravedad luterana en Europa. De ahí procede la imagen de los 12 apóstoles franciscanos que a partir de 1524, y encabezados por Martín de Valencia, se dan a la tarea de evangelizar a los naturales como el antídoto perfecto contra el hereje que removía los cimientos del catolicismo europeo. Una frase lo sintetizaba todo: La capa de Cristo que un Martín [Lutero] hereje rasgaba, otro Martín [de Valencia], católico y santo remendaba.

En las últimas dós décadas se ha consolidado en la historiografía española una vertiente de investigación que ha resultado muy fructífera, la de reconstruir las disidencias religiosas de perfil protestante que tuvieron lugar en territorio hispano en el siglo XVI, y con ello han reconfigurado el panorama religioso español de la mencionada centuria.

Hay antecedentes reformadores en España hacia el último tercio del siglo XV, con los llamados herejes de Durango, en particular con Pedro de Osma, catedrático de teología en la Universidad de Salamanca. A Osma lo consideró Marcelino Menéndez y Pelayo el primer protestante español [y] una voz perdida de los wiclefitas y hussitas [movimientos del siglo XIV y XV, respectivamente]. José Moreno agrega que sus tesis protoprotestantes fueron condenadas en 1479. (José Moreno Berrocal, La primera Reforma en España, en La Reforma ayer y hoy, Publicaciones Andamio, Barcelona, 2012, p. 16.) Las ideas de Osma tendrían resonancia en el movimiento de los alumbrados de comienzos del siglo XVI. Entre ellos sobresale el grupo de los conocidos como dejados, antecesores de la Reforma española.

Pedro Ruiz de Alcaraz, uno de los alumbrados en los comienzos del siglo XVI, tuvo entre sus discípulos a Juan de Valdés, con quien inició contactos en 1523. Tres años más tarde Valdés se asienta en Alcalá, donde recibe apoyo del círculo erasmista de la Universidad Complutense, menciona Moreno Berrocal. En 1529 publica Diálogo de doctrina cristiana, en el cual incluye la traducción del Sermón del Monte. Realiza ésta del griego y no de la Vulgata latina (traducción de la Biblia al latín realizada por san Jerónimo a finales del siglo IV). La base textual utilizada para su labor de traductor fue el Novum Instrumentum (Nuevo Testamento) en la edición de 1527, volumen que editó Erasmo de Roterdam por primera vez en 1516. De tal manera que, cita José Moreno, Juan de Valdés fue el primer español en aprovecharse del avivamiento del griego.

Juan de Valdés publicó Diálogo de doctrina cristiana en 1529. Al ser publicada la obra contó con el visto bueno de los censores. Fue más tarde, en 1531, cuando su autor fue sospechoso de herejía y decidió salir de España hacia Italia. La cercanía del Diálogo con postulados de Lutero pareciera que descansa en el conocimiento que tenía de Valdés de algunos escritos del reformador español.

En una cuidadosa investigación (Juan de Valdés traductor de los escritos de Lutero en el Diálogo de doctrina cristiana) Carlos Gilly documenta que las ideas de Lutero están en el Diálogo como palimpsesto, es decir las propuestas del teólogo germano están detrás y no son evidentes a lectores poco avezados. Gilly observa que el editor español no podía sospechar que en realidad había impreso una traducción de los escritos de Lutero. La presencia pronunciada de Erasmo [en el libro] simplemente había sido un pretexto del autor para desviar a las autoridades de la censura de las fuentes verdaderas del libro. Tal vez más que una traducción, lo que hizo Juan de Valdés fue una adaptación más o menos libre de varios escritos del teólogo germano. Gilly estima que también echó mano de Ecolampadio y Felipe Melanchthon, el primero fue reformador protestante en Basilea y el segundo el más cercano colaborador de Martín Lutero en Wittenberg. Una obra central para conocer al personaje es la de José C. Nieto, Juan de Valdés y los orígenes de la Reforma en España e Italia, Fondo de Cultura Económica, México, 1979.

En la clandestinidad surgieron núcleos protestantes en distintas partes del territorio español, los más destacados en Valladolid y Sevilla. Fueron descubiertos y perseguidos con saña por la Inquisición. En otra oportunidad referiré pormenores de la represión.

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Parte II 
publicada el 11 de octubre de 2017

En el siglo XVI hubo protestantes en España. No pudieron consolidar un movimiento de reforma en su tierra por la persecución de que fueron víctimas. Además de los clérigos y teólogos españoles que buscaban renovar el catolicismo español por distintas motivaciones y vías, contribuyó a fermentar el ánimo reformador Erasmo de Roterdam, quien se mantuvo en la Iglesia católica romana, pero adelantó propuestas que después serían radicalizadas por Martín Lutero y otros. Por lo mismo se hizo famoso un dicho que describe en cierta manera lo acontecido: Erasmo puso el huevo y Lutero lo empolló. El aforismo habría sido acuñado por franciscanos de Colonia, a quienes, con ingenio, respondió Erasmo: Sí, pero yo esperaba un pollo de otra clase.

En España existieron núcleos protestantes en varios lugares. Fue en Valladolid y Sevilla donde fructificaron más. Tras una experiencia de conversión, Rodrigo de Valer fue muy activo en la propagación de la fe, tanto que por su testimonio tuvieron inicio congregaciones secretas en Sevilla y conocieron la propuesta evangélica el doctor Egidio, como parece también que Constantino Ponce de la Fuente, así como Casiodoro de Reina, Antonio del Corro y Cipriano de Valera (José Moreno Berrocal, La Reforma ayer y hoy, Publicaciones Andamio, Barcelona, 2012, p. 21). Acerca de la valía precursora de Valer en Andalucía, Cipriano de Valera consignó que “por medio de este Valer, muchos que le oyeron y trataron tuvieron el conocimiento de la verdadera religión: y principalmente el cándido y buen doctor Egidio… este Valer parece haber sido el primero que abiertamente y con gran constancia descubrió las tinieblas en nuestros tiempos en Sevilla” (citado por Manuel de León de la Vega, Los protestantes y la espiritualidad evangélica en la España del siglo XVI, s/e, Langreo, Asturias, 2011, p. 50). Cipriano de Valera conoció los entretelones de lo sucedido en el monasterio de San Isidoro del Campo, ya que ahí fue monje, junto con otros conversos al protestantismo, entre ellos, Casiodoro de Reina y Antonio del Corro.

En 1540 la Inquisición confiscó bienes a Valer. Dada su reincidencia en proseguir con creencias prohibidas fue condenado a llevar sambenito perpetuo y encarcelado y posteriormente confinado en el monasterio de Nuestra Señora de Barrameda, en Sanlúcar, donde murió, según Cipriano de Valera, siendo de cincuenta años y más.

Continuaron los trabajos de Valer, entre otros, Francisco de Vargas, Juan Gil y Constantino Ponce de la Fuente. Constantino fue un gran predicador, capellán de Carlos V y acompañó al hijo y sucesor de éste, Felipe II (fiero antiprotestante), en varios viajes por Europa. De regreso a Sevilla continuó predicando en la catedral, por el contenido de sus sermones lo arrestó la Inquisición y fue encarcelado el 16 de agosto de 1558. Las condiciones de su encarcelamiento le provocaron disentería, de la que murió a principios de 1560.

El catecismo del primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, de 1546 es en mucho un compendio de ideas erasmistas y apropiación de lo escrito por Constantino Ponce de la Fuente en Suma de doctrina cristiana. Constantino a su vez tomó varios planteamientos que Juan de Valdés hizo en Diálogo de doctrina cristiana. Fue así que subrepticiamente, y sin proponérselo Zumárraga, se filtraron en la Nueva España principios doctrinales protestantes.

Los esfuerzos internos se vieron reforzados por contribuciones exógenas, como las de españoles que conocieron del protestantismo, y se identificaron con él, durante sus viajes al exterior. Francisco de San Román, comerciante, asistió a una iglesia evangélica en Bremen, Alemania, poco después de su conversión mostró un increíble celo por la nueva fe, la cual difundió en varios lugares. Fuerzas inquisitoriales lo arrestaron en 1541, padeció cárcel y torturas. Pereció quemado por su fe en Valladolid, en 1544 (José Moreno Berrocal, op. cit., p. 28).

Otra manera de tener contacto con las ideas de Lutero y algunos teólogos reformadores fue mediante libros que llegaron de contrabando a España. Quienes se atrevieron a desafiar la prohibición debieron enfrentar grandes obstáculos para lograr entregar la literatura condenada por la Inquisición. Ignacio J. García Pinilla demuestra lo anterior para el caso de la célula protestante conformada por monjes jerónimos en San Isidoro del Campo (Lectores y lectura clandestina en el grupo protestante sevillano del siglo XVI, en María José Vega e Iveta Nakládalová, Lectura y culpa en el siglo XVI, Universidad Autónoma de Barcelona, Bellatera, 2012, pp. 45-59).

Un esfuerzo por imprimir en castellano las ideas protestantes y su posterior distribución encubierta en España se debió a uno de los monjes isidoros, Juan Pérez de Pineda, quien huyó al parecer en 1549 y se refugió en París. Después se trasladó a Ginebra y “en esa ciudad hizo imprimir seis obras: en concreto, dos traducciones bíblicas de cosecha propia (los Salmos y el Nuevo Testamento), dos traducciones de comentarios bíblicos de Juan de Valdés (de la Epístola a los Romanos y de la Primera Epístola a los Corintios), un catecismo (Sumario breve de la doctrina christiana hecho por vía de preguntas y respuestas) –el único publicado con su nombre– y una obra polémica, quizá la invectiva más virulenta de la época contra la Iglesia católica: la traducción castellana de la Imagen del Antechristo, del protestante italiano Bernardino Ochino” (Ignacio J. García Pinilla, op. cit., p. 46).

Muchos identificados con el protestantismo salieron de España. Quienes decidieron quedarse, o no pudieron huir, y cayeron en manos de la Inquisición enfrentaron juicios y penas que buscaban desterrar de territorio hispano las ideas de Martín Lutero.

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Parte III 
publicada el 25 de octubre de 2017


En el monasterio de San Isidoro del Campo, Sevilla, los monjes habían estado leyendo la Biblia y obras de autores protestantes. Casiodoro de Reina, Antonio del Corro y Cipriano de Valera, entre otros, se identificaron plenamente con los postulados evangélicos y se distanciaron de las enseñanzas de la Iglesia católica romana. Ante el peligro de ser capturados por la Inquisición, Reina, sus padres y otros 11 condiscípulos del monasterio decidieron salir de España hacia finales del verano de 1557.

Los prófugos acordaron tomar caminos distintos y encontrarse en Ginebra, ciudad en la que Juan Calvino encabezaba la reforma religiosa (Raymond S. Rosales, Casiodoro de Reina, patriarca del protestantismo hispano, Concordia Seminary, Saint Louis, Missouri, 2002, p. 83; Enrique Fernández Fernández, Las biblias castellanas del exilio, Editorial Caribe, Miami, Florida, 1976, p. 110). Reina llegó a Ginebra a finales de 1557. Inicialmente entusiasmado con la reforma teológica y eclesiástica ginebrina, se unió a la iglesia de feligresía mayoritariamente italiana que pastoreaba Juan Pérez de Pineda, quien había salido de Sevilla en 1551, temeroso de ser apresado por el Tribunal del Santo Oficio (Jorge Ruiz Ortiz, La confesión de fe de Casiodoro de Reina, ¿una confesión reformada?, Aletheia, núm. 2, 2003). Pérez de Pineda clandestinamente enviaba libros de autores protestantes a los monjes de San Isidoro del Campo. Se refugia en Ginebra, donde en 1556 publicaría su traducción del Nuevo Testamento al castellano, tarea en la que le fue de gran ayuda la traducción que del mismo libro realizó en 1543 Francisco de Enzinas.

Poco a poco Reina va marcando distancias con Calvino y sus discípulos. No permaneció mucho tiempo en Ginebra, porque no estaba de acuerdo con Pérez de Pineda, quien “seguía las directrices oficiales de la Iglesia de Ginebra en lo que respecta a los anabautistas. Reina rechaza el rigor contra otros protestantes y seguramente por ello persuadirá entonces a algunos miembros de la congregación española –entre otros, sus padres, sus hermanos y el prior del monasterio de Sevilla, Francisco Farías– a irse con él a Londres. A causa de este episodio, el pastor Juan Pérez llamará a Reina, tal vez con cierta ironía, el Moisés de los españoles” (Jorge Ruiz Ortiz, p. 3). Y es que en Casiodoro reinaba una conciencia autónoma como en Servet. Reina llegó a ejercer en Ginebra cierta influencia perturbadora entre el grupo de refugiados españoles, diciendo que Ginebra era la segunda Roma, provocando aun al mismo Pérez a disputar con él (José C. Nieto, El renacimiento y la otra España. Visión sociespiritual, Librairie Droz, Ginebra, 1997, p. 469).

Mientras estuvo en Ginebra, Casiodoro de Reina conoció de la cruenta pena de muerte que sufrió Miguel Servet el 27 de octubre 1553, y aunque no estaba de acuerdo con, por ejemplo, la doctrina unitaria de Servet, consideró errada la acción de haberle llevado a la hoguera acusado de herejía (por antitrinitario y contrario el bautismo de infantes). Reina lloraba cada vez que pasaba cerca de la colina de Champel porque le traía a la memoria la muerte y la intolerancia sufrida por el teólogo y médico español (Raymond S. Rosales, op. cit., p. 90).

Pocos meses después de la ejecución que tanto conmovió a Casiodoro de Reina fue publicado un opúsculo de autor anónimo, bajo el título Historia de la muerte de Servet. Después se sabría el nombre del escritor: Sebastián Castellio. Él consideró cómplice del escándalo de escándalos a Juan Calvino. Para refutar el señalamiento, Calvino redactó Defensa de la fe ortodoxa, que salió de la imprenta en febrero de 1554, donde el reformador de Ginebra justificó el asesinato de herejes como Servet (Perez Zagorin, How the Idea of Religious Toleration Came to the West, Princeton University Press, New Jersey, 2004, p. 97).

En la estancia ginebrina de más o menos un año, Casiodoro de Reina se documentó sobre la tragedia de Servet y el papel jugado por Calvino. Conoció las críticas de Castellio y estuvo de acuerdo con ellas. Además quedó gratamente impresionado por la traducción de la Biblia al latín clásico realizada por Castellio. Incluso le escribió una carta para darle a conocer su admiración por el trabajo literario. Llegó a la conclusión de que era pertinente salir de Ginebra, lo que hizo a finales de 1558, con rumbo a Inglaterra, previa escala en Fráncfort. Abandonó el territorio ginebrino convencido de que se había convertido en una nueva Roma (http://www.servetus.org/noticias-y-/noticias/158-serveto-en-la-vida-de-casiodoro-de-reyna.html Enrique Fernández, op. cit., p. 113).

Casiodoro de Reina salió de Ginebra hacia Londres, con la esperanza de tener mejores condiciones para su ministerio. Llegó a la capital inglesa a finales de 1558. Isabel I había ascendido al trono el 17 de noviembre, y coronada como reina el 15 de enero de 1558. El cambio político en la corona inglesa atrajo al país refugiados protestantes de muchas partes de Europa, Casiodoro, entre ellos.

Es probable que Reina haya iniciado la traducción de la Biblia al español antes de huir de la nación ibérica o ya refugiado en Ginebra. La tarea le llevó 12 años y debió sortear múltiples obstáculos para evadir a sus perseguidores. Finalmente, la conocida como Biblia del Oso (por llevar en la portada dicho animal tratando de alcanzar un panal) fue publicada en Basilea el 24 de junio de 1569. La traducción de Reina contravenía las disposiciones del Catálogo de libros prohibidos de Valladolid de 1559, y las disposiciones del Concilio de Trento dadas en 1563 sobre la prohibición de traducir la Biblia a lenguas vulgares, es decir, a las habladas por el vulgo.

Fuentes: 
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