Testigo presencial de la traición de EE.UU. a Sudáfrica La Comisión Gore-Mbeki

Marsha Coleman Adebayo*
Znet/Green Shadow Cabinet
Parte I 

En los albores del gobierno de Nelson Mandela, tuve el extraordinario privilegio de sentarme a la mesa con la nueva dirigencia del Congreso Nacional Africano (ANC por su nombre en inglés) como enlace de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos/Casa Blanca con el gobierno de Mandela. Mi tarea era trabajar con la nueva dirigencia del ANC para diseñar y suministrar experticia técnica ecológica estadounidense para ayudar a la recuperación de la mayoría de la población del desastre ecológico y de salud pública impuesto por el sistema del apartheid. Este proceso tuvo lugar bajo la bandera del vehículo de política exterior, la Comisión Binacional Estadounidense/Sudafricana llamada comúnmente Comisión Gore-Mbeki o BNC. Todas las actividades bilaterales de política exterior entre EE.UU. y Sudáfrica tuvieron lugar a través de esa Comisión. Un informe detallado sobre esos eventos aparece en mi libro: No FEAR: A Whistleblower’s Triumph over Corruption and Retaliation at the EPA.

Como estudiante de posgrado y profesora, había sido activista contra el apartheid y marché con mis colegas del Proyecto de Apoyo al Sur de África (SASP) y TransÁfrica frente a la embajada sudafricana para “Liberad Mandela” y expresar nuestra solidaridad con la revolución sudafricana. Cuando me ofrecieron la posición de Secretaria Ejecutiva de la BNC en 1995, dejé en claro a la EPA –citando la política exterior racista estadounidense en otros países africanos– que no participaría en ningún ardid diabólico contra el pueblo sudafricano. Era partidaria de la Carta de Libertad Sudafricana y estaba excitada por la posibilidad de ayudar al gobierno de Mandela a implementar políticas medioambientales que pudieran revertir décadas de políticas dañinas y a veces letales hacia la mayoría negra. Poco después de asumir mi puesto me di cuenta de que algo había ido horrorosamente mal. En una carta de 1996 a mi mentor, profesor Noam Chomsky, escribí: “La Carta de Libertad no está en discusión. Me rompe el corazón informar que a pesar del sacrificio de sangre de tantos activistas, Sudáfrica entra en una fase neocolonial.”

El vicepresidente Al Gore dijo sobre la BNC: “Afirmo que el pueblo de EE.UU. está comprometido con la cooperación más fuerte posible con los ciudadanos de Sudáfrica”. Su contraparte, Thabo Mbeki, entonces vicepresidente de Sudáfrica, proclamó que apreciaba “esta relación de apoyo y compromiso para crear una vida mejor para la gente de este país”.

La descripción de CNN en aquel entonces de un aspecto de la misión de la BNC estaba más cerca de la verdad: otro objetivo de la BNC era realizar conversaciones comerciales regulares y cooperar en la lucha contra el terrorismo internacional.

Había una marcada diferencia entre los objetivos declarados de la BNC y la estrategia política de EE.UU. Se hizo evidente que el objetivo funcional del comité medioambiental de la Comisión Binacional era suministrar cobertura para las mismas corporaciones multinacionales estadounidenses que habían participado en la represión de Sudáfrica durante el apartheid. Bajo una bandera verde, trataban de continuar la relación previa con dirigentes afrikáner que habían tenido mientras Nelson Mandela languidecía en la prisión durante tres décadas.

Yo era la funcionaria estadounidense a quien los dirigentes sindicales sudafricanos y posteriormente la nueva dirigencia medioambiental en el gobierno de Nelson Mandela entregaron los primeros informes sobre enfermedades y muertes relacionadas con la minería del vanadio. EE.UU. ignoró esos informes, prefiriendo proteger a corporaciones multinacionales de propiedad estadounidense que operaban en Sudáfrica.

Los informes incluían sintomatología de mineros cuyas lenguas se volvían verdes, tenían bronquitis asma, sangrado de orificios corporales, impotencia entre trabajadores jóvenes y sanos, cánceres y finalmente muerte.

A pesar de que la BNC aceptó enviar un equipo de expertos de EEUU. a fin de investigar esos horribles informes – no tuvo lugar ninguna investigación seria. Cualquier intento de reunir un equipo independiente de médicos fue frustrado por la administración de la EPA. En su lugar EPA envió a un solo veterinario para atender a sus nuevos socios africanos negros, mientras EE.UU. dedicaba sus esfuerzos y recursos serios a desarrollar proyectos en el sector privado.
EE.UU. había sido un aliado fiel de régimen racista del apartheid. Ronald Reagan y Margaret Thatcher consideraban ambos que el ANC era una organización terrorista y llamaban terrorista a Nelson Mandela. Sin embargo, la cobertura mediática saturada de la muerte de Nelson Mandela ha dejado de lado otra importante relación entre EE.UU. y el señor Mandela, el hecho de que según el New York Times, existía un “informe de un vínculo de la CIA en el arresto de Mandela”:
“La Agencia Central de Inteligencia jugó un papel importante en el arresto en 1962 de Nelson Mandela, el líder del Congreso Nacional Africano quien estuvo encarcelado durante casi 28 años antes de su liberación hace cuatro meses… El servicio de inteligencia, utilizando un agente dentro del Congreso Nacional Africano, suministró a funcionarios de seguridad sudafricanos información precisa sobre las actividades del señor Mandela que posibilitaron su arresto por la policía, dijo el informe del Cox News Service.”
El informe citó a un funcionario en retiro no identificado quien declaró que un alto oficial de la CIA le dijo poco después del arresto del señor Mandela: “Hemos entregado a Mandela al servicio de seguridad sudafricano. Les dimos todos los detalles, cómo se vestiría, la hora del día, exactamente dónde estaría.”

En 1996, la política estadounidense no había cambiado desde el gobierno de Reagan –pero la información y las declaraciones públicas sí cambiaron– como reacción a las crecientes protestas públicas en EE.UU. por parte del movimiento contra el apartheid y de los grupos internacionales por los derechos humanos. No obstante, entre bastidores y en agencias como la EPA, el papel de EE.UU. era fingir que todo seguía igual.

Mientras flores adornan el frente de la estatua de Mandela en la embajada sudafricana vale la pena señalar que la estatua fue pagada por las mismas empresas corporativas que apoyaron el encarcelamiento de Mandela, incluyendo Anglo American Corp, The South African Mining Group, South Africa’s Synthetic Fuels, el gigante químico Sasol, South African Gold Coin Exchange y Standard Bank. Esos co-conspiradores corporativos piensan que nos pueden engañar con placas, devocionales y lágrimas de cocodrilo.

***

Parte II 

Como Secretaria Ejecutiva del Comité Medioambiental de la Comisión Gore-Mbeki, estuve presente en la mesa de negociaciones mientras el recién elegido gobierno de Nelson Mandela formulaba sus políticas ecológicas. Esta posición aseguró un punto de observación especial para una mujer africano-estadounidense que había marchado frente a la embajada sudafricana contra el apartheid. Tuve conocimiento de los diálogos estadounidenses y sudafricanos. Observé que los jefes de la EPA se sentían solidarios con funcionarios blancos afrikáner y sentían sospechas hacia la nueva dirigencia del Congreso Nacional Africano (ANC). De conversaciones con colegas de otros departamentos, supe que la solidaridad EPA/Afrikáner era generalizada. EE.UU. rendía homenaje verbal al gobierno de Mandela mientras canalizaba apoyo a afrikáners de la vieja guardia defensores de la línea dura.


Desde esa perspectiva en 1998, era difícil ver cómo la horrible situación económica en Sudáfrica podía ser diferente si EE.UU. y la comunidad global luchaban por mantener el status quo. Hoy en día, en gran parte debido al éxito en el refuerzo del status quo, hay un 50% de desempleo de la juventud africana, familias blancas poseen cinco veces el ingreso de familias negras, continúa el control corporativo multinacional de la economía y del sector mineral, se reducen los derechos económicos de los africanos –y lo más notable– se abandona la Carta de la Libertad.

Observé cómo el ex viceministro sudafricano de asuntos medioambientales, el general Bantu Holomisa, y su predecesor el difunto viceministro Peter Mokaba resistían valientemente la determinación estadounidense de redefinir los objetivos de la Comisión Gore-Mbeki de la asistencia humanitaria al frenesí de alimentar el sector privado. En reuniones públicas, EE.UU./EPA eran extremadamente acomodaticios pero a puertas cerradas mantenían una estrategia diferente. Aunque yo era Secretaria Ejecutiva del comité medioambiental, la EPA –sin mi conocimiento– envió a un funcionario blanco de la EPA a Sudáfrica para consultar con antiguos dirigentes del apartheid y obtener su ayuda en la apertura de los mercados al sector privado estadounidense. El funcionario de la EPA, en un memorando no clasificado enumera los problemas planteados por los funcionarios del Departamento de Medio Ambiente y Turismo Sudafricano negro (DEAT) respecto a la propuesta privada de la EPA:

“Como sabéis, funcionarios de DEAT (ANC) se han resistido a los acuerdos cooperativos que hemos firmado con el Instituto de Entrenamiento Medioambiental de EE.UU.… Han planteado inquietudes de que la participación del sector privado estadounidense en esos programas amenaza el desarrollo de la incipiente industria medioambiental de Sudáfrica y ayudarían a aumentar las exportaciones estadounidenses que para lograr objetivos medioambientales y económicos sudafricanos.”

El memorando indica que la EPA ha contactado mediante canales extraoficiales a afrikáners que siguen operando dentro del Departamento Medioambiental (gracias a un acuerdo negociado) y ha solicitado orientación sobre cómo proceder. El memorando también informó a la EPA que blancos dentro del Departamento han sido identificados, que trabajarían con funcionarios estadounidenses para defender intereses económicos de EE.UU. La relación paternal entre EE.UU. y la minoría blanca en Sudáfrica sigue siendo operacional aunque ha sido forzada a funcionar oculta en la secuela inmediata de la independencia de Sudáfrica. Un funcionario de la EPA fue enviado a Sudáfrica para actuar en connivencia con afrikáners y desarrollar una estrategia para presionar al nuevo gobierno de Mandela para que abra su economía a las industrias medioambientales de EE.UU. La información fue confirmada ante el tribunal durante mi proceso en el año 2000 en el cual me impuse. (Carol Browner v. Marsha Coleman-Adebayo 2000)

Un colega solidario que observó los fuegos artificiales entre mi persona y la agencia sobre sus oscuros manejos con antiguos funcionarios del apartheid deslizó anónimamente un documento bajo la puerta de mi oficina. Yo no había recibido una copia oficial. El memorando señalaba que un colega y yo no apoyaban los manejos extraoficiales de la EPA con residuos de la era del apartheid – señalando claramente que no se nos podía confiar información confidencial y que nos opondríamos a esfuerzos del gobierno de EE.UU. por presionar a Sudáfrica para que aceptara programas desfavorables del sector privado. Hay que recordar que Gore-Mbeki supuestamente debía suministrar ayuda humanitaria:

“Kathy Washington y Marsha Coleman-Adebayo han expresado preocupaciones de que progresar con esos programas fuera del marco de Gore-Mbeki podría menoscabar otros trabajos que están planificando con DEAT bajo Gore-Mbeki”.

A pesar de preocupaciones expresadas por el ANC en las cuales se oponían a iniciativas del sector privado de EE.UU., la EPA envió funcionarios a Sudáfrica para elaborar estrategias con miembros de la vieja guardia afrikáner que todavía operaban dentro del gobierno de Mandela y elaboraron un plan para imponer puntos de presión dentro del gobierno sudafricano y desde el exterior en EE.UU.

La EPA no operaba en aislamiento de EE.UU. y de la comunidad global. El objetivo era fortalecer los aliados a largo plazo del gobierno de EE.UU., es decir los restos blancos del régimen del apartheid y buscar aliados “amistosos” dentro del nuevo gobierno del ANC que podrían ser asequibles al interés económico de EE.UU. (y en última instancia al suyo personal).

El ANC afrontaba un desafío trágico mientras intentaba implementar la Carta de la Libertad inmediatamente después de la independencia:

“¿Queréis redistribuir la tierra? Imposible – en el último minuto, los negociadores acordaron agregar una cláusula a la nueva constitución que protege toda la propiedad privada, haciendo que la reforma agraria sea virtualmente imposible. ¿Queréis crear puestos de trabajo para millones de trabajadores desempleados? No se puede – cientos de fábricas estaban realmente a punto de cerrar porque el ANC se había adherido al GATT, precursor de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que ilegalizó los subsidios a las plantas automotoras y a las fábricas textiles. ¿Queréis entregar medicamentos gratuitos contra el SIDA a los ayuntamientos? Eso viola un compromiso con los derechos de propiedad intelectual bajo la OMC, el que suscribió el ANC sin debate público como continuación del GATT.” - Naomi Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism

El ANC había sido atrapado entre sus compromisos con las organizaciones monetarias internacionales cuyos objetivos estaban en total oposición a la Carta de la Libertad. La Carta Sudafricana de la Libertad –escrita por miles de sudafricanos bajo la cruel opresión de la supremacía blanca– expresaba los objetivos y visiones más profundos de la nueva Sudáfrica. Adoptada el 26 de julio de 1955, en el Congreso del Pueblo, la Carta de la Libertad comienza con la declaración: “¡El pueblo gobernará!” La declaración exige que:

“El pueblo compartirá la riqueza del país. La riqueza nacional de nuestro país, el patrimonio de los sudafricanos, será restaurada al pueblo, la riqueza mineral bajo el suelo, los bancos y la industria monopolística serán transferidos a la propiedad del pueblo en su conjunto; Toda la industria y el comercio restantes serán controlados para contribuir al bienestar del pueblo. ¡La tierra será compartida entre los que la trabajan! Se terminará con las restricciones y la propiedad de la tierra sobre una base racial, y la tierra será redistribuida entre los que la trabajan para eliminar el hambre y la avidez de tierra.”

Mandela tiene que haber comprendido la diferencia entre librar una lucha por la liberación nacional y la lucha contra las fuerzas del capital global. Si hubiera intentado implementar la Carta de la Libertad, su espalda se hubiera convertido en objetivo y su nombre hubiera sido mantenido en la lista de terroristas de EE.UU. Mandela y sus colegas eran conscientes de que el intento de proceder a implementar la Carta sería considerado como un acto de agresión contra el capital global. Decidieron adoptar políticas económicas neoliberales que han detonado las desigualdades dentro de Sudáfrica. De hecho, el vicepresidente Thabo Mbeki, señalando una rendición total a las demandas del capital global se refirió a sí mismo como “Thatcherista” – identificándose con las políticas económicas conservadoras de la antigua primer ministro del Reino Unido, Margaret Thatcher, quien fue una crítica de Mandela y del ANC.

Se espera que ante la muerte de Mandela, una nueva generación de sudafricanos negros volverán a comprometerse al espíritu e implementación de la declaración de la Carta de la Libertad: “El pueblo gobernará”. Sin una redistribución de la riqueza y la nacionalización de los sectores de los bancos y la minería, la pobreza entre los negros seguirá disparándose fuera de control y otra generación de sudafricanos negros seguirá sufriendo explotación como mano de obra barata. Por mi parte, yo denuncié que la EPA hacía caso omiso mientras una corporación multinacional estadounidense sometía a trabajadores de la mina de vanadio sudafricana a condiciones de trabajo letales. Cualquier cosa menos hubiera sido una traición al sacrificio de sangre de innumerable gente de a pie que ofrendó su vida por la libertad en Sudáfrica.


*La Dra. Marsha Coleman-Adebayo es  Directora de Transparencia y Responsabilización en la División Democracia de Green Shadow Cabinet. Trabajó en la EPA durante 18 años y denunció a una corporación multinacional estadounidense que puso en peligro a trabajadores en minas de vanadio en Sudáfrica. La exitosa demandad judicial de Marsha llevó a la introducción y aprobación de la primera ley de derechos civiles e informantes del Siglo XXI: la Notification of Federal Employees Anti-discrimination and Retaliation Act de 2002 (La ley No FEAR).

©2013 Green Shadow Cabinet

Traducción: Germán Leyens (Rebelión)  Parte I Parte II