¿Syriza derrotada?

José Blanco
La Jornada [x]

Como ocurre en los debates políticos entre aspirantes rivales a un puesto público, ambos declaran la indudable derrota de su adversario. En el caso, las declaraciones son enormemente desiguales. Un tumulto de declaraciones en medios europeos en los siguientes minutos y horas del primer encuentro entre Tsipras y Varoufakis vs. Merkel, fueron de este talante: “…en el primer asalto a Alemania le ha bastado la combinación de un crochet seguido de un uppercut directo a la mandíbula para mandar a Syriza directo a la lona... Esta semana puede que se hayan dado cuenta que una cosa es teorizar como profesores universitarios y otra muy distinta es meterse los guantes, los pantalones cortos y ponerse a intercambiar golpes contra el campeón de los pesos pesados. Recordemos que se enfrentan a un púgil que tumbó al PASOK de Papandreu en el primer intercambio de golpes y a un imprevisible peso pesado como Berlusconi en un abrir y cerrar de ojos” (http://www.gurusblog.com/archives/


Sí, Alemania dio un categórico no a las propuestas griegas, mientras los capitales huían de los bancos griegos; frente a esa rotunda negativa, los griegos no aceptaron el ultimátum, se levantaron y volvieron a Atenas. Puede usted jurar que Merkel se quedó temblando. La troika declaró una guerra despiadada contra Grecia, mientras los dirigentes helenos piden un sinceramiento: el evidentísimo fracaso de los planes austeristas, y están decididos a emprender programas sociales de ayuda a los pobres, los desempleados y las pequeñas empresas en lugar de apoyar a los bancos y los oligarcas de Europa, como exige la troika.

Europa (léase Alemania) se ha negado sistemáticamente a satisfacer las demandas de Tsipras, por el pavor de que Irlanda, Portugal, España e Italia se sumen a las demandas de Grecia.

Inverosímil: Tsipras y Varoufakis ¡son los únicos dirigentes que se han atrevido a decir la verdad!: la deuda es impagable y Grecia está en quiebra. Los señores titulares del Ejecutivo en los demás países europeos que están en situación de quiebra han decidido, con una hipocresía sin límites, negar que están en una situación absolutamente sin salida, pero les resulta políticamente inconveniente asumir la bancarrota y sin la menor sensibilidad humana han dejado que el costo lo pague un brutal desempleo, el empobrecimiento sin fin y el estancamiento económico.

Grecia, parece, tiene la sartén por el mango: de acuerdo con las estimaciones del destacado economista español Marco Antonio Moreno, “si Grecia es empujada a abandonar la zona euro y volver al dracma, la nueva moneda griega tendría –con suerte– un valor de 50 por ciento del euro. Esto significa que las pérdidas superarían los 200 mil millones de euros que los gobiernos, los bancos y las corporaciones del resto de Europa deberán absorber. Sólo Alemania podría sufrir una pérdida de 75 mil millones de euros”. De modo que los desplantes de Merkel y sus súbditos en la troika, no parecen ser mucho más que agua de borrajas.

Grecia pedía seis meses para precisar su programa económico, durante el cual no pagaría ni intereses ni capital, y propondría un plan de crecimiento realista para enfrentar entre otras cosas el endeudamiento (con quitas). Merkel aguantó apenas un día y por la vía del Eurogrupo (la reunión informal de los ministros de Economía y Finanzas de los países de la UE) concedió a Grecia cuatro de los seis meses que Tsipras demandaba. Aunque, para que nadie olvide quién manda, exigió que ayer lunes presentara su plan de reformas. Lo que ocurrió ayer ya no pudo ser considerado en esta nota. Pero nadie está obligado a lo imposible. En Atenas, Varoufakis se ha mostrado satisfecho tras el acuerdo alcanzado el pasado viernes con el resto de socios del Eurogrupo, y ha resaltado que el acuerdo alcanzado no tiene ninguna diferencia sustancial respecto a su propuesta del jueves (inmediatamente rechazada por Alemania), y mencionó hasta cuatro veces la importancia de ser, a partir del lunes, los coautores de su destino.

Examinaremos lo que ayer ocurrió con el cómico plazo que el Eurogrupo creyó imponer a Grecia; pero entre tanto, los millones de europeos afectados –que son de colores varios– han empezado a empujar su propio crecimiento, con Podemos, de España, a la cabeza.

Los países europeos, en una vergonzosa imitación de los gringos, acabaron volviéndos bipartidistas. Pero en todos los países esos partidos rivales tienen en común, como política de corto plazo (y con ausencia de polítia de largo plazo) lo peor de la globalización neoliberal en crisis: todos son austeristas. Así, lo que no podía dejar de ocurrir, ocurrió: los partidos del bipartidismo fueron perdiendo bases sociales a una velocidad cada vez mayor. Y la consecuencia no podía ser otra sino la que estamos viendo: el surgimiento de Syriza en Grecia, de Podemos en España, en Francia toma fuerza el Frente Nacional; en el Reino Unido, el UKIP (United Kingdom Independence Party); los llamados neopopulistas, en Noruega, Suecia y Dinamarca; el Movimiento Cívico Cinco Estrellas, en Italia. Por ahora.

Como vemos, contra el austerismo ascienden en la escena política izquierdas y derechas. El espacio político tiende a convertirse en el desencuentro no de izquierdas y derechas, sino de austeristas y antiausteristas. En tanto, han comenzado a fortalecerse los sentimientos nacionalistas en todas las víctimas del austerismo. No es nada difícil que el neoliberalismo termine con el proyecto, que tantas expectativas creara, de la Unión Europea.