Las piruetas de Le Pen

 Eric Dupin*
Le Monde Diplomatique
Abril de 2012
La candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, adoptó como piedra angular de su campaña la lucha contra la mundialización, al tiempo que mantuvo sus férreas posiciones de derecha en temas como inseguridad o inmigración. Le Pen intenta así ampliar el electorado sin traicionar las raíces del partido de su padre.
Para la teología liberal, el Espíritu Santo es la mano invisible que, a partir de una masa de comportamientos individuales egoístas, construirá una felicidad colectiva conforme a la Ciencia y mejor aún, al Orden Natural.” Esta frase blasfematoria, tanto para la Santísima Trinidad como para la derecha tradicionalista, está sacada del último libro de Marine Le Pen (1). Publicada en plena campaña presidencial, la obra de la candidata del Frente Nacional (FN) sorprende por su fraseología. Le Pen insiste en que “el ultraliberalismo no es más que la ideología de una clase dominante internacional globalizada”, esa “nueva aristocracia” de la que convendría deshacerse lo antes posible. Derecha e izquierda institucionales compartirían “una nueva ideología mundialista emanada del capitalismo ultraliberal, al servicio de los intereses de una oligarquía”.

Para fundamentar sus opiniones, Le Pen apela sin temor a autores de los que difícilmente podría decirse que tienen algo en común con la extrema derecha. Philippe Askenazy es citado en dos ocasiones por su Manifiesto de economistas aterrados (2). Utiliza a su vez dos obras de Serge Halimi, una para señalar la invasión mental del mercado y la otra para denunciar a la “aristocracia periodística”. “La mundialización es una alianza entre el consumismo y el materialismo para sacar al Hombre de la Historia y precipitarlo hacia eso que Gilles Lipovetski denomina la ‘era del vacío’”, escribe la presidenta del FN. De Emmanuel Todd a Franklin Roosevelt, de Karl Marx a Maurice Allais, Le Pen hace todo lo posible para redoblar su ataque a la “mundialización”.

Pero es el filósofo Jean-Claude Michéa quien parece haberla impresionado aún más, luego “de conversaciones, debates apasionados que me confrontaron con algunos de mis amigos en relación a temas tan importantes como el laicismo, la República, el libre comercio o el fin del euro”, especifica la candidata. En varias oportunidades se apoya en este autor, al punto de pedirle “que tenga a bien perdonar[le] que lo nacionalice”. La lectura de L’Impasse Adam Smith (3) le permitió, al parecer, comprender por qué la izquierda traicionó sus ideales, abandonando “el campo de la defensa de las clases populares, de los obreros, para evaporarse en la defensa del excluido o del indocumentado”.

La izquierda, fuente de inspiración

La dirigente de extrema derecha aprovecha para rendir un inverosímil y retroactivo homenaje al bando contrario: “Desde su nacimiento, la izquierda siempre llevó adelante enormes luchas de liberación. Inició su historia política en nombre de la Razón, contra las verdades reveladas: los filósofos y enciclopedistas atacaron a la Iglesia, la Infame, puesto que consideraban que oprimía las conciencias”. Lo apreciarán los diarios de extrema derecha Rivarol, Minute y Présent, que ya no querían a la señora Le Pen.

Hasta en su denuncia a la inmigración –elemento esencial de su crítica a la mundialización–, Le Pen se esfuerza por argumentar desde una perspectiva social. Hace énfasis en la “situación de competencia con todos los trabajadores de otros países” como causa del infortunio de los asalariados franceses, menciona ciertas “deslocalizaciones a domicilio” y agita la “horrenda máscara de la esclavitud moderna”. Una vez más, la dirigente de extrema derecha adopta alegremente declaraciones del bando contrario. Exhuma una cita de Pierre Mendès France, que data del 19 de enero de 1957, en la que el ex presidente del Consejo considera que su país debe conservar el derecho “a limitar la inmigración en Francia, sobre todo cuando la coyuntura económica lo torne necesario, y aplicar protecciones contra el riesgo de desempleo y una caída del nivel de vida importados de afuera”.

La candidata frentista también extrae argumentos de la carta enviada por Georges Marchais, el 6 de enero de 1981, al rector de la Gran Mezquita de París, en la que el secretario general del Partido Comunista francés (PCF) explica por qué “hay que detener la inmigración, bajo pena de lanzar más trabajadores al desempleo”, y se refiere a “tensiones” y fenómenos de “guetos”. Pero, como señala Alexis Corbière –dirigente del partido de izquierda–, Le Pen olvida convenientemente citar otra frase de Marchais, donde afirma que “lo que nos guía es la comunidad de intereses, la solidaridad de los trabajadores inmigrantes. Todo lo contrario del odio y la ruptura” (4).

La lucha contra la mundialización sigue siendo la piedra angular del FN, que le permite unificar la crítica de la economía de libre comercio y la de la inmigración. Le Pen convoca a una “política de reindustrialización y relocalización de las actividades”, la única que “permitirá una ecología auténtica”, defiende el proteccionismo y propone la salida del euro. La estrategia consistente en hacer suya una temática con connotación social para desarrollar su proyecto político, es demasiado sistemática como para no haber sido largamente madurada.

“Lo digo sin reparos: la división entre la izquierda y la derecha ya no existe”, se lee en su libro. Las posiciones de la candidata FN sobre los temas de la inseguridad y la inmigración no dejan por ello de estar firmemente ancladas en la derecha más dura, aun cuando algunas mitigaciones separan su programa del que llevó adelante su padre cinco años atrás. 

Con respecto a la inmigración, su orientación sigue siendo radical, especialmente por la “reducción de la inmigración legal de doscientas mil a diez mil ingresos por año en cinco años” o también la “supresión del derecho al suelo”. La “preferencia nacional”, tan cara a Le Pen padre, dio paso a la “prioridad nacional”. En 2007, el candidato del FN propuso “reservar las diversas ayudas sociales y las asignaciones familiares únicamente a los franceses. Hoy su hija considera que las empresas deben “a iguales competencias, dar preferencia a personas que tengan la nacionalidad francesa”, y aplica la misma lógica a la vivienda social. En cuanto a las asignaciones familiares, se reservarían “a las familias en las que al menos uno de los padres sea francés o europeo”. 

La herencia familiar

La evolución del padre a la hija es más clara en materia económica. El jefe histórico del FN no ocultaba su admiración por el presidente estadounidense Ronald Reagan (1981-1989). Ex diputado poujadista, Le Pen se posicionaba como defensor de la libre empresa, denunciando incansablemente el “estatismo” y el “fiscalismo”. En 2012, su hija preconiza un “Estado fuerte que controle la actividad financiera y la especulación”, y que no tema encarar la “nacionalización, así sea parcial y temporaria, de los bancos de depósito en dificultades”. Su padre proponía llevar al 20% la tasa impositiva de la franja de ingresos más alta, en tanto ella quiere llevarla al 46%. 

Allí donde Le Pen era partidario de “volver a una edad legal jubilatoria de 65 años”, su hija promete que “se llevará progresivamente a los 60 años”, e incluso que “debe fijarse como objetivo el retorno lo antes posible al principio de cuarenta anualidades de aportes para acceder al pleno goce de la jubilación”.

Al ser interrogados sobre estos deslizamientos programáticos, los dirigentes del FN los justifican por la transformación del mundo en sí. Algunas declaraciones de Le Pen hija traslucen cierta nostalgia por la Francia de los “Treinta Gloriosos”: “Francia, con su economía mixta, su Estado influyente que limita el libre juego de los poderes económicos, su legislación social protectora y su salario mínimo, sus servicios públicos ‘costosos’, su enseñanza y función pública ‘no rentables’, su sistema de salud generoso, sus grandes monopolios de gas, electricidad, transporte, correo, estaba muy lejos del ideal soñado por los ultraliberales”. La candidata frentista afirma que quiere resucitar la “planificación estratégica”, y alude a la “ardiente obligación”, tan cara al general De Gaulle.

Nada de esto condice con las raíces de una extrema derecha francesa de sensibilidades múltiples, que Le Pen padre logró representar en los años 70. Yvan Blot, ex dirigente del FN y fundador del Club de l’Horloge, destila indignación cuando escribe: la señora Le Pen “es la última marxista de Occidente. Sus electores, preocupados por la inmigración y la seguridad ¡quedarán pasmados por el desajuste entre sus preocupaciones y las de Marine La Roja!” (5). 

¿Cuánto puede confiarse en los escritos de una candidata en campaña? Florian Philippot, director estratégico de la campaña de Le Pen, asegura que “ella sostuvo la pluma de la A a la Z”. Este egresado de la Escuela Nacional de Administración (ENA), que pasó por el Movimiento Republicano y Ciudadano de Jean-Pierre Chevènement, admite sin embargo que el libro es fruto de un “trabajo colectivo de dos años”.

¿Responden estos escritos a una táctica de diversificación de los apoyos? Efectivamente, el FN está actualmente en situación monopólica en la extrema derecha. Es decir que puede contar con un público tradicional cautivo, y buscar nuevos electores. Por ejemplo los docentes, a quienes Marine Le Pen interpeló durante un coloquio sobre la educación organizado por el think tank frentista Idées Nation, el 29 de septiembre de 2011, en estos términos: “Durante mucho tiempo hubo un malentendido entre nosotros. Durante mucho tiempo dimos la impresión de mirarlos como enemigos. Durante mucho tiempo no supimos hablar, encontrar las palabras (...). Durante mucho tiempo, cometimos el error de pensar que ustedes eran cómplices o permanecían pasivos frente a la destrucción de la educación. Con respecto a la inmensa mayoría de ustedes, eso fue un error y esa época quedó atrás”.

Asimismo, la crítica de las injusticias e incoherencias de un sistema económico desequilibrado puede –en un contexto de crisis– constituir una estrategia realista para conquistar a los sectores populares. 

Denunciar la impostura es una tentación. Muchas de las posiciones aparentemente sociales del Frente marinista no resisten un análisis profundo. La señora Le Pen promete un “Estado fuerte” y reexaminar la Revisión General de las Políticas Públicas (RGPP), en cuyo nombre se suprimen masivamente puestos de funcionarios, pero ordena a las colectividades territoriales que presenten “un plan imperativo de reducción o estabilización de sus efectivos”. Otro ejemplo: su programa incluye el tentador aumento neto de 200 euros de los salarios de hasta 1,4 veces el SMIC (salario mínimo interprofesional de crecimiento), financiado por una “contribución social a las importaciones”; pero en realidad se trata de reducir los aportes sociales salariales en igual monto, lo cual no implicaría reequilibramiento alguno de la distribución de la riqueza, problemática totalmente ajena a este partido.

Por otro lado, la candidata del FN a duras penas concilia los dos aspectos de su propaganda, potencialmente dirigidos a dos públicos distintos. La cuestión del aborto es sintomática de su dificultad de conformar a la vez a un electorado tradicional, muy hostil a toda interrupción del embarazo, y a algunos nuevos apoyos cosechados en el ámbito de los derechos de las mujeres. Dentro de su programa, Le Pen se mantuvo en una ambigua “libertad de las mujeres de no abortar”, para luego especificar que el reembolso de las interrupciones del embarazo no sería “prioritario”, o incluso se suprimiría, en caso de existir déficit en la Seguridad Social.

La ofensiva del candidato Nicolas Sarkozy sobre las temáticas originales del FN, parcialmente coronada por el éxito según los sondeos, obligó a la candidata del partido de extrema derecha a endurecer otra vez, en campaña, su discurso sobre la inmigración y el islam. No obstante, realiza esfuerzos por no abandonar la cuestión del descontento económico, con el que cuenta para ampliar su influencia entre las clases populares y medias. Esta rivalidad entre la Unión para un Movimiento Popular (UMP) y el FN limita, con todo, las audacias innovadoras de la nueva dirigente frentista, que no puede arriesgarse a desprenderse totalmente de las raíces históricas de su partido. 

Notas: 
1. Marine Le Pen, Pour que vive la France, Jacques Grancher, París, 2012.
2. Philippe Askenazy, Thomas Coutrot, André Orléan y Henri Sterdyniak, Manifeste d’économistes atterrés. Crise et dettes en Europe: 10 fausses évidences, 22 mesures en débat pour sortir de l’impasse, Les Liens qui libèrent, París, 2010.
3. El título exacto es Impasse Adam Smith. Brèves remarques sur l’impossibilité de dépasser le capitalisme sur sa gauche, Flammarion, París, 2006.
4. Alexis Corbière, “Marine Le Pen, un livre absurde et dangereux pour la France”, www.placeaupeuple2012.fr, 3-2-12.
5. Yvan Blot, “Un livre néomarxiste? Quand Marine le Pen devient Marine la rouge...”, www.atlantico.fr, 4-3-12.

* Periodista. Autor, entre otras obras, de Voyages en France, Seuil, París, 2011.

Traducción: Patricia Minarrieta