China y Japón: darse la mano

Jorge Eduardo Navarrete
La Jornada [x]

Una tensión constante y creciente, punteada por episodios exacerbados que han llegado al borde del enfrentamiento bélico directo, ha sido la muy preocupante característica de una de las relaciones bilaterales de mayor importancia en el actual panorama internacional: la sino-japonesa. Por lo menos los últimos 24 meses –que casi coinciden con el arranque de los nuevos liderazgos de Shinzo Abe, quien asumió por segunda ocasión en diciembre de 2012 la jefatura del gobierno en Tokio, y de Xi Jinping, que un mes antes había sido ungido como secretario general del Partido Comunista en Pekín– han estado marcados por este prolongado y complejo desencuentro de dos grandes vecinos. Por encima de una historia jalonada por las agresiones japonesas, el entendimiento entre ambos es ahora esencial para, por una parte, aliviar tensiones y enfrentamientos directos que pueden salirse de control con facilidad y, por otra, dotar de viabilidad a cualquier esquema de cooperación subregional en el Asia nororiental y, más ampliamente, en el amplio semicírculo del Pacífico asiático.


De manera un tanto inesperada en el caso particular de que se trata, pero hecho frecuente en la experiencia de organismos multilaterales, uno de éstos puede brindar un escenario que facilite una reunión no programada de dos líderes políticos que no se han encontrado tête-à-tête. Como se sabe, en 2014 ha correspondido a China actuar como coordinador de los trabajos de APEC, el ente de cooperación económica de las economías de la cuenca del Pacífico, cuya reunión anual de líderes económicos, es decir, de jefes de Estado o de gobierno, se celebrará en la capital china en dos o tres semanas más, el 10 y 11 de noviembre. Los comentarios recientes han destacado que esta inminente cumbre de la APEC puede ser la ocasión en que Xi y Abe, por fin, tras dos años en sus respectivos mandatos, se estrechen la mano.

La prensa en los dos países ha registrado en los últimos meses una serie de movimientos y tentativas que podrían conducir a la primera conversación de ambos líderes, tras las bambalinas de la cumbre de APEC. Se sabe que recientemente estuvo en Tokio la hija de un ex presidente de China, quien fue recibida por el primer ministro Abe. Éste asistió, en compañía de la visitante, a la presentación de un grupo chino de danza folclórica. En un terreno más formal, se han reanudado los encuentros no gubernamentales de promoción comercial, como la reunión en Pekín de la Asociación Económica Sino-Japonesa, la cámara de comercio bilateral, que fue inaugurada por el viceprimer ministro Wang Yang, quien expresó que China otorga gran prioridad a la expansión de los vínculos comerciales y económicos con Japón. Ambas partes ven con preocupación el giro negativo del comercio bilateral y de las relaciones financieras. En el primer semestre de 2014 las inversiones directas de Japón en China fueron inferiores a la mitad de las realizadas en el mismo periodo del año precedente.

También en las últimas semanas se han registrado diversas actividades intergubernamentales, que habían estado suspendidas o se habían diferido. A fines de septiembre se reunió en Qingdao, China, el Grupo de Consulta de Alto Nivel sobre Asuntos Marítimos y, tras un intercambio de puntos de vista sobre la situación prevaleciente en el Mar Oriental de China, las partes convinieron en principio –según declaró la vocera del Ministerio de Asuntos Externos de China– en reactivar el mecanismo de enlace establecido entre los respectivos ministerios de Defensa. Esta información reviste gran importancia pues alude a la reanudación del diálogo político bilateral sobre el más complejo y potencialmente peligroso diferendo entre los dos países: la disputa limítrofe en el Mar Oriental de China alrededor del archipiélago Diaoyu/ Senkaku. Responde directamente a la necesidad de evitar el peligro de que las frecuentes escaramuzas entre buques guardacostas de uno y otro país provoquen enfrentamientos armados de consideración. En el último año se ha fortalecido la presencia marítima tanto china como japonesa en los alrededores de los islotes y se han multiplicado los incidentes. En el espacio aéreo sobre el archipiélago –sobre el que China estableció en forma unilateral una zona de exclusión de vuelos no autorizados, ignorada tanto por Japón como por EU– se han vuelto también más frecuentes los incidentes y los riesgos de conflicto directo.

Un artículo reciente de The New York Times se cita al director del Programa de Estudios Internacionales y de Seguridad de Tokio, Narushige Michishita, quien considera aún inconcebible que el gobierno de Tokio acepte una negociación directa con Pekín respecto de la soberanía sobre los islotes y la zona marítima alrededor de los mismos, que se piensa que cubre importantes recursos petroleros. Por su parte, China ha elevado a rango de asunto estratégico la situación en el Mar Oriental de China. Así enfrentados, estima Michishita, ambos gobiernos pueden inclinarse –dada la importancia de impedir que este diferendo continúe afectando el conjunto de una relación potencialmente beneficiosa para ambos– por prolongar indefinidamente el actual statu-quo. Es decir, reconocer que el diferendo continuará existiendo, que ambos países continuarán enviando sus buques al área como muestra de su voluntad de mantener el control y adoptar las medidas necesarias para evitar cualquier escalamiento de las tensiones o cualquier incidente grave. Se trata, concluyó Michishita, de que, “en la búsqueda de un nuevo equilibrio, Japón y China prolonguen el actual impasse, a un menor nivel, encontrando la forma de reducir las confrontaciones” (NYT, 18 de octubre).

Con la esperanza, quizá, de que se reconociera como un gesto conciliatorio, Abe evitó acudir personalmente a la celebración del festival de otoño en el santuario Yasukuni, limitándose al envío de una ofrenda floral. El gesto fue censurado tanto en Pekín como en Seúl y volvió a reforzarse la impresión de que el primer ministro Abe no está dispuesto a malquistarse con los segmentos chovinistas de la opinión pública japonesa, a pesar del costo que su actitud supone para las relaciones con Corea y China.

También del lado del pasivo de la relación sino-japonesa hay que registrar la reforma de los lineamientos de la cooperación militar entre Japón y Estados Unidos, dada a conocer a mediados de octubre. China denunció algunos de los acuerdos como potencialmente riesgosos para su soberanía (China Daily, 21 de octubre).

Como se advierte, dista de estar despejado el camino para que Shinzo Abe y Xi Jinping se estrechen las manos bajo el paraguas de la APEC. Si el encuentro se produjera, sería sin duda el gran acontecimiento de la cumbre de Pekín.