Esta es la dolorosa realidad que supone ser un trabajador pobre en América
Nick Wing y Carly Schwartz *
Sin Permiso [x]
En una nación que ha funcionado desde siempre bajo el
principio de que el “Sueño Americano” está al alcance de cualquier persona dispuesta a
esforzarse lo suficiente, el término “trabajadores pobres” podría parecer tener un
lado positivo. Obvio, estas personas luchan financieramente, pero tienen trabajos – y
por lo tanto, lo principal y lo
más esencial para dar el paso hacia el levantamiento de uno
mismo para salir de la pobreza. Es eso, ¿no?
Si todo fuera así de simple...
En acorde con los Datos del Censo del 2012, más de un 7% de
los trabajadores americanos estaban por debajo de la línea federal
establecida de pobreza, ganando menos de 11,70$ para una persona soltera y 15,130$ para una
pareja. Según algunas estimaciones, uno de cada cuatro empleadores del sector
privado en los EE.UU. paga menos de 10$ por hora a sus trabajadores. El mes pasado, los
Senadores Republicanos bloquearon un proyecto de ley que habría
aumentado el salario mínimo federal de 7,25$ a 10.10$ por hora, a pesar del abrumador
apoyo público que tenía la medida.
Y estas cifras dejan fuera a la gran mayoría de los
americanos que gana un suelo que está muy por debajo de la línea oficial de la pobreza y que
apenas pueden mantenerse a flote. En la serie “All Work, No Pay” (Todo el trabajo,
Ninguna Paga) del HuffPost, los trabajadores pobres contaron sus propias historias, pintando
un retrato devastador de las luchas que tienen en su día a día.
Se trata de una amplia gama de personas: familias
monoparentales, parejas con o sin hijos, mujeres jóvenes con títulos universitarios,
empresarios, personas mayores, y todos los demás. Su situación financiera, sin embargo,
muestra muchas similitudes. Sus empleos les proporcionan en general, los medios justos
para llegar a algunas necesidades, sobreviviendo a base de un que otro cheque de
pago, ganando apenas lo suficiente para no irse abajo del todo, tragándose el
orgullo al aceptar estampillas de comida o al visitar los bancos de alimentos. Otros, viven
totalmente al margen de cualquier trabajo, buscando incansablemente algún empleo y
confiando en otros medios para sobrevivir.
A través de sus palabras, vemos lo que es realmente ser un
“trabajador pobre” en los EE.UU. – y hasta qué punto esto supone haber tocado fondo,
mucho más de lo que todos imaginamos.
Ser pobre significa matarse a trabajar para casi nada.
A principios de este año, Glenn Johnson, de 55 años de edad,
estaba ganando alrededor de 14.000 $ al año – o lo que es lo mismo, 7,93$
por hora- en una área de Burger King en Miami. Había estado dentro y fuera de la
industria de la comida rápida por más de 30 años. Recientemente vio como su jefe tuvo un
incremento del 37% de sus ganancias trimestrales, sin dejar de resistirse al
aumento del salario mínimo por el que trabajadores como Johnson luchan.
Johnson describió su día a día como ‘un verdadero infiero’:
es un infinito esfuerzo para
mantener la tienda limpia y los clientes y los gerentes – la
mayoría de los cuales tienen
la mitad de su edad – felices. “A veces –cuenta-, llego a
casa y estoy tan cansado...
como la cena, me tomo una ducha, me tumbo a ver la
televisión y voy a dormir”. “La
mañana siguiente llega. Sigo cansado, pero lucho para
intentar hacerlo”.
Y sin embargo, el deseo es el de poder trabajar más.
Mientras Johnson estaba lejos de ser entusiasta acerca de su
trabajo en el Burger King, sin ordenador y con pocas perspectivas inmediatas de
otro trabajo, él todavía deseaba que el reloj tuviera más horas. Decía que trabajaba
cerca de 35 horas a la semana, pero que quería llegar a unas 40 o 50, puesto que
eso haría más fácil poder pagar su alquiler de 765u$s al mes, el gas y cualquiera de
las cosas que no puede permitirse actualmente. Desde que Johnson nos contó su
historia, Burger King le hizo un contrato a tiempo completo y le dio un aumento de sueldo.
Deangelo Belk, un empleado de 21 años de edad de Wendy que
gana $ 7.50 por hora, también conoce el dolor de no obtener suficientes horas para
pagar por las cosas que
quiere o que le ayudara a ahorrar lo suficiente para salir
de la casa de su madre. Él trabaja alrededor de 10 horas a la semana y dice que ha sigo
ignorado repetidas veces ante las demandas de trabajar más tiempo.
Porqué tener un trabajo es ser afortunado, da igual lo
horrible que sea.
Vanessa Powell de 29 años de edad trabaja a tiempo completo
en un almacén de ‘Goodwill’ en Seattle por 9,25 $ la hora. Tiene un título de
licenciada en inglés y un master en administración de empresas. Pero con su novio sin
trabajo, ella se siente agradecida de poder tener su trabajo, a pesar de que de vez
en cuando siente que está “por debajo” de lo que se merece. Incluso con el
trabajo, sin embargo, les es difícil tener el suficiente dinero para comer.
“Quero decir, sí, es un trabajo sucio y a veces resulta
humillante, pero al menos es un
trabajo”, cuenta. “A pesar de que - mi novio – sólo
trabajaba a tiempo parcial, eso también suponía algo. Hago lo suficiente para poder cubrir
el alquiler y la electricidad, pero compartimos el teléfono mobil y eso nos dificulta el
poder buscar otros puestos de trabajo”.
Pero la búsqueda de empleo también puede poder en riesgo la
ayuda crucial que te ayuda a seguir adelante.
Helen Bechtol, de 23 años, es madre de dos hijos y estudia
en el colegio comunitario con el sueño de poder graduarse en la Universidad de
Carolina del Nort, Wilmington.
Para ayudar a pagar por el cuidado de los niños, empezó a
trabajar en un segundo empleo, que supuso dejar de cuidarlo.
Ashley Schmidtbauer dijo que su familia “no es indigente,
pero algunos meses deberíamos serlo”. Ella se queda en casa para poder criar a
sus hijos y no encuentra ninguna alternativa fácil. Los ingresos de su marido no son
suficientes para el cuidado y la asistencia del día a día familiar. “Para ser honesta,
ganamos unos 35.000 $ al año. De alguna manera, tenemos que gastar 10.000 $ más de lo
que podemos permitirnos”, cuenta. “Somos un término medio. No ganamos lo
suficiente para vivir cómodamente, pero no somos lo suficientemente pobres para
recibir ayudad sociales o cualquier asistencia. No esperamos limosna. Sólo queremos
lo mejor para nuestra familia.”
Ser pobre significa trabajar sabiendo que sólo mantener el
trabajo ya de por sí es costoso.
Joanne Van Vranken, de 50 años, fue despedida en el 2011.
Después de casi dos años de desempleo, consiguió un puesto de asistente
administrativa temporal, lo que requiere una persona que se desplace 60 millas para ir y 60 millas para volver
todos los días. El coche de Van Vranken está en desesperada
necesidad de reparación, pero no ha tenido en suficiente dinero para arreglarlo en
años. Está preocupada porqué cree que su coche va a morir, lo que la pondría en un
verdadero aprieto financiero. “Y yo no tengo el dinero para comprar uno
nuevo”, cuenta. “Pero tengo que hacerlo, porque tengo que pagar las cuentas”.
Janet Weatherly, de 43 años, casi ha completado su
doctorado, pero no puede encontrar un empleo en su campo. En vez de eso, gana 11$ la
hora como asociada de ventas para un importante minorista. Su trabajo se encuentra
a 45 minutos en coche de su casa, y una parte significativa de su sueldo va hacia
el dinero de la gasolina. A ella le gustaría terminar su tesis, pero en la actualidad no
puede permitirse el lujo de tener sus documentos de una unidad a medias por todo el
país, y mucho menos invertir más tiempo en educación.
Bajar las expectativas de empleo... y seguir si empleo
Craig Gieseke está en el paro. En casi 60 años, ha pasado 32
años trabajando de periodista, pero la mayor parte de la década pasada fue por
cuenta propia, por lo que no tiene derecho a paro. Gieseke no quiere ayuda. Él quiere
un trabajo, cogería cualquier cosa llegado a este punto. Uno de los posibles
empleadores le dice que está “sobre calificado” – un término que él llama un eufemismo de
“demasiado viejo” – o que él estaría aburrido haciendo el trabajo requerido.
“Aburrido es estar en tu casa todo el día porqué no tienes dinero para hacer otra cosa”,
dice.
También significa tomar decisiones miopes porque los planes
a largo plazo parecen
condenados.
Linda Tirado sabe lo que se siente al ser desesperadamente
pobre. Ella entiende de primera mano la mentalidad que lleva a muchas personas en
situaciones similares a gastar dinero en cosas como los cigarrillos o la comida
rápida.
“No vale la pena para mí el vivir una vida sombría, carente
de los pequeños placeres, para que algún día pueda hacer una sola compra grande. Nunca
tendré grandes placeres a los que aferrarme”, dijoTirado. “Hay una cierta
atracción a vivir los trozos de vida que puedas mientras que haya dinero en el bolsillo,
porque no importa cuán responsable seas, puesto que estarás en quiebra en tres días
de todos modos.
Cuando nunca tiene suficiente dinero, todo deja de tener
sentido”.
Y vivir en constante temor de perder lo poco que tienes en
un instante.
Cuando Alicia payton, una madre de 31 años de edad, con dos
niños, recibió una promoción en su trabajo, immediatamente pensó que el aumento
de la remuneración supondría casi 100 millas de ida y de vuelta. Pero la
esperanza se convirtió rápidamente en pánico cuando tuvo un accidente de coche,
haciendo un daño de 4.000 $ a su coche. Incapaz de pagar las reparaciones
inmediatas o un alquiler, Payton no podría ir a trabajar, lo que pensaba que supondría
su despido. “He trabajado muy duro para llegar donde estoy, y una cosa
simple puede hacer que lo pierda todo”, dijo. Payton, más tarde se enteró de que no
había sido despedida y de que tenía más tiempo para encontrar otro camino para llegar
al trabajo.
Karen Wall, de 38 años, trabaja como maestra, entrenadora de
Cheerleaders y camarera los fines de semana. Sin embargo, el dinero le es
escaso y todo lo que gana va para mantener su familia a flote y pagar sus deudas de
préstamos estudiantiles.
Sus dos hijos tienen necesidades especiales, por lo que
incluso con las múltiples fuentes de ingresos, Wall sabe que es un desastre que todo
recaiga en ella. “Si me metiera en un accidente de coche, estaría sin hogar”, dice.
Si me despiden de alguno de mis trabajos , mis hijos van a terminar yendo con
hambre”.
Incluso cuando las cosas parecen estar bajo control, en un
instante todo podría entrar en colapso.
No hace mucho tiempo, Kathleen Ann tenía una casa, tiempo
para disfrutar de las vacaciones, para gastar dinero y para todo lo que entra en
los planes de una persona con un trabajo en una empresa con un sueldo muy alto. Pero
fue despedida a una realidad donde sólo era posible encontrar empleos
ocasionales a tiempo parcial. Ann ahora gana menos de 20.000 $ al año, vive en un apartamento
y se ha visto forzada a aceptar que es pobre, que es una “antes solía...”, como ella
lo describió. “Mi condición de “antes solía” me permite saber perfectamente lo que las
corporaciones estadounidenses, los lobbys y los políticos me han
arrebatado”, cuenta.
Ser un trabajador pobre significa aprender que invertir en
tu futuro, puede hacerte las cosas más duras.
Weatherly, que tiene una licenciatura en inglés y una
maestría en salud pública, todavía está pagando la deuda del préstamo de seis dígitos
que necesitó para sus estudios. “Las cosas están tan mal, que ni siquiera puedo
darme el lujo de declararme en quiebra”, dijo. He solicitado cientos de puestos de
trabajo en los últimos seis años.”
DJ Cook, de 36 años, es un profesor con un máster que vive
en un garaje reconvertido, y se describió a sí mismo como “asfixiado por
las deudas de los estudios”. “He hecho todo lo que me dijeron que tenía que
hacer para llegar al éxito”, cuenta, “y estor en un curso de la vida lleno de deudas
donde no encuentro un lugar para ninguna respuesta previsible”.
Carla Shutak pensó en comprar una casa con su marido, quien
trabajó como ingeniero civil, viendo la compra como una sabia inversión. Cuando su marido
fue despedido en 2009, no podían mantenerse al día con los pagos de la
hipoteca y la casa fue embargada. “Mi sueño americano murió”, dijo. A pesar de
hacer lo que nos enseñaron que era correcto, poniendo el 20% menos y pidiendo una
hipoteca a 30 años fijos, ahora estamos en nuestros 40 años y a punto de quedarnos de
nuevo sin nada”.
Puedes ponerte en desventaja hasta en los inicios de la edad
adulta.
Monica Simon, de 24 años, trabaja a tiempo completo en una
empresa de publicidad en línea, ganando unos 23.000 $ al año sin contar con los
impuestos. Todavía está pagando sus préstamos de estudiante y, a menudo, basa su día
a día en las tarjetas de crédito para cubrir sus gastos esenciales. "A veces
me pagan y luego, tal vez , $ 150 de sobra para las próximas semanas", dijo. Siento
que estoy muy por detrás de lo que me tocaría para mi edad. "Siento que estoy
empezando mi vida y ya estoy muchas millas y millas atrás antes de empezar. "
Todo lo que habías pensado guardar para tu jubilación, puede
necesitarlo mucho antes de llegar ahí.
Van Vranken pasó 16 meses en paro antes de aterrizar en su
actual trabajo. Durante ese tiempo, usó los ahorros para la jubilación para ir
cubriendo sus gastos. “He diezmado mi 401 (k)”, cuenta. “Sin un trabajo fijo, no sé si
seré capaz de reconstruirlo. Me preocupa convertirme en una de esas personas que tiene
como única comida al día algo en Meals on Wheels”.
Ser pobre significa enfrentarse a la dura realidad de que,
aunque el dinero no puede comprar la felicidad, es difícil ser feliz sin dinero.
A Bechtol le consume una constante ansiedad por tener
suficiente dinero para mantener a sus dos hijos pequeños. “Voy a la escuela y sólo
estoy pagando a mis padres 250 $ al mes para vivir en su casa y casi que no
puedo llegar a eso”, cuenta. “Me siento tan abrumado a veces que creo que esto afecta a
mi crianza, y eso es lo que más odio. No necesito dinero para ser feliz, pero sí que
necesito dinero para pagar los recursos que necesito para ser feliz”.
Darse cuenta de que sin dinero es difícil satisfacer las
necesidades humanas
fundamentales.
Jason Derr, de 37 años de edad, gana 10.75 $ por hora y
mantiene a su esposa y su bebé, deseando que él y su esposa se puedan sociabilizar con
los pocos amigos que tienen. Pero la falta de dinero se lo impide. “No podemos
darnos el lujo de hacer nada”, dice. “Siento que no somos capaces de participar en
la humanidad, que el ser vivo se basa en unos gastos”.
Del mismo modo, Simon pasa fines de semana completos en casa
sin tener ninguna
interacción social. “Hay fines de semana que me quedo en
casa porque si hay una prioridad entre la comida y salir, la comida siempre acabará
ganando”. Powell agregó que ella no ve a sus amigos “en seis meses porque no puedo
darme en lujo de salir con ellos, y todos ellos quieren salir”.
Para los trabajadores
pobres, la atención médica básica es un lujo que muchas veces se sacrifica.
Carol Sarao, de 57 años de edad, es una música antiguamente
exitosa que ahora gana unos 240 $ semanales haciendo contenidos web. Ahorra
dinero evitando la atención médica rutinaria con la esperanza de que su salud
se mantenga relativamente estable. Cuando se enferma, trata de
solucionar el problema ella misma.
“Trato de investigar en Internet o trato de encontrar algún
amigo que tenga antibióticos o algo parecido”, dice. “No he tenido ningún tipo de examen
en el año. No sé cuánto tiempo más puedo continuar”.
Sarao describió que una vez sufrió una reacción alérgica y
que necesitaba desesperadamente una visita al hospital, pero que al final
decidió que la carga financiera no le valía la pena. “Me acuerdo de estar fuera
de la sala de espera de urgencias y pensar: “Si no puedo respirar, entro y aguanto
el gasto. Pero si puedo respirar, no entraré y me guardo el dinero”, recuerda. “He
tenido diferentes cortes con infecciones que he solucionado a base de compresas
calientes”.
Las necesidad llevan a tomar riesgos peligrosos.
Bernadette Feazell, de 65 años, gana 8 $ por hora en una
casa de empeño en Texas, y tiene que realizar un viaje en autobús de cuatro hora a
una zona peligrosa de México cada vez que tiene necesidades médicas. Ella sostiene que
los viajes la salvan de miles de dólares. Necesito un empaste”, dijo. “Mi último
empaste cayó hará dos años. Fui a Nuevo Laredo, es un lugar muy violento”.
Feazell también compra antidepresivos a través de la
frontera. “Yo compro mi Prozac en la frontera”, cuenta. “Hablo español”, dice”. “Sin los
antidepresivos, no podría seguir”.
No tener el dinero para recibir tratamiento médico no
significa no necesitar un tratamiento médico.
Beverly Hill, de 60 años, fue despedido de su trabajo a
tiempo completo hace más de seis años y ha estado buscando activamente empleo desde
entonces. Evita los chequeos de rutina porque no puede pagarlos. Pero la última
vez que visitó al médico, por lo que describe como dolor abdominal insoportable, se
encontró con algo más preocupante.
“Él dejó de estar preocupado por mis entrañas cuando se dio
cuenta de un latido irregular en mi corazón”, cuenta. Estuve hospitalizada. Dos
días y medio en el hospital me costaron más de 40.000 $. Después de abogar por la
pobreza y que se considerara mi caso como de caridad. El hospital cedió y
bajó mi factura a 12.000 $. Todavía no he podido pagar esto e intento sobrevivir poco a
poco”.
Ser un trabajador pobre significa encontrar soluciones
creativas para poder comer.
Larry Silvera, de 60 años gana 9.25 $ por hora en su trabajo
de venta al público a tiempo parcial; se crió en una granja y se enteró de cómo
crecen las verduras a edad temprana. Ahora usa las mismas estrategias para maximizar el
suministro limitado de alimento de su familia. “Hay que comprar ciertos vegetales
cuando están en temporada, cuando son baratos”, dijo. “Si los pones en el
congelador los podrá tener en invierno, cuando se vuelven caros”, dice. “Si encuentras
una pechuga de pollo por 99 centavos, vale la pena gastarse 3 $ y ponerlo todo en el
congelador”.
Derr y su esposa mantienen una “caja de seguridad de los
alimentos” en la despensa.
Cada vez que vamos al supermercado, compramos un artículo de
1$ - pasta, verduras
enlatadas, etc -”, explicó. “A finales de octubre, tuvimos
que vivir de esa caja durante
dos semanas”.
Y hay que aceptar que
a veces pasarás hambre.
Cory Brooks, estudiante de último año en la Universidad George
Washington, trabaja más que a tiempo completo; además de sus estudios y el
trabajo apenas tiene suficiente para comer. “Mis amigos siempre me preguntan cómo
me quedo en tan buena forma, cómo nunca gané el Freshman 15” , dice. Sonríe y se encoge
de hombros... “ Lo que realmente quiero decirles es que ser
demasiado pobre para comprar alimentos es ideal para mantener el peso”.
A veces hay que sacrificar las propias necesidades para que
puedan cubrirse las de tus hijos.
Trisha Lovetrove, una esposa y madre de dos hijos, dijo que
apesar del trabajo a tiempo completo de su marido, algunas semanas no pueden
permitirse el lujo de comprar suficiente alimento para toda la familia - por lo
que ella es la que sufre. “Doy de comer a mis hijos y mi esposo, y encuentro una excusa
para no tener hambre, porque no hay nada más”, dice. “Esas semanas chupan mis
ganas de vivir”.
Kelly Lingo, de 22 años, es una mamá que se queda en casa
cuidando de su pequeño hijo con su novio, que trabaja a tiempo completo por 10 $ la
hora, y nos describió una lucha similar. “Si tenemos dinero extra, por lo general va
todo a pañales y leche”, cuenta ella. “Alimentar a mi hijo es mi mayor preocupación.
Por mucho que no me guste saltarme las comidas, debo hacerlo - me puedo quedar
sin comer si eso significa alimentar a mi hijo”.
También tienes que lidiar con el hecho de que nunca podrás
permitirte ser padre.
A los 36 años, al cocinero le gustaría poder tener hijos
algún día. Pero su situación financiera hace que parezca imposible. “Poco a poco he
empezado a darme cuenta de que lo más probable es que nunca vaya a tener hijos, ya que
nunca llevaría intencionadamente a otro niño al mundo para que sufra la
pobreza”, dice. “Una casa y una familia es una asunto surrealista en este momento”.
Para el jugador de 29 años de edad Powell y su prometida, la
pobreza ha afectado también en las discusiones sobre tener hijos. “Mi novio y yo
hemos pateado la idea de tener hijos durante casi el mismo tiempo que llevamos
juntos, pero las ganas no son suficientes frente a la cordura. No podemos tener un niño
bajo nuestro cuidado”, dijo. “Hace unos ocho meses decidimos parar de pensar en ello de
manera definitiva”.
Y si tienes hijos y eres un trabajador pobre, te pasarás la
vida preocupándote por si sus vidas son todavía peores que las tuyas.
Jennifer Blankenship, una madre de 39 años con cuatro hijos
que sobreviven gracias al trabajo de 11 $ por hora de su marido. Gracias a eso ha
sido capaz de enviar a una de sus hijas a la Universidad con una ayuda financiera. Sin
embargo, junto con un número cada vez mayor de la gente de la clase media y de la
población pobre general estadounidense, la visión que tiene del futuro de sus hijos
es totalmente sombría.
“Creo que nuestros hijos van a vivir unos tiempos mucho más
complicados de los que
nosotros hemos sufrido”, afirma. “Y eso es aterrador, porque
hemos pasado por momentos muy duros”.
*Nick Wing y Carly Schwartz escriben habitualmente para Huffingtonpost