Axel Kicillof: Es el fin de la tormenta anunciada”

Raúl Dellatorre
Pagina 12 [x]
El ministro de Economía advierte “muchas señales positivas” que indican que habrá una recuperación de la demanda y el reinicio del ciclo de crecimiento. Desaceleración de precios, mejora de los ingresos por impacto de las paritarias, políticas redistributivas del Estado “que siguen haciendo su aporte”. Kicillof asegura que no se repetirá un episodio de desestabilización como el de enero. “Las intenciones existen, pero no hay terreno fértil para intentarlo.”
Tras haber cerrado el acuerdo con el Club de París, en la economía argentina parecería haberse retomado cierto clima de confianza y tranquilidad. Sin embargo, para Axel Kicillof, ministro de Economía, las condiciones para que mejoraran las expectativas de una recuperación de la actividad económica, la demanda y la producción estaban dadas por otros factores. “Veo muchas señales positivas, que hacen pensar en un segundo semestre, pero también en un 2015, muy favorables”, sostuvo en la entrevista de Página/12. Factores que tienen que ver con la desaceleración de precios, la recuperación de los ingresos de los trabajadores por vía de paritarias, y de los sectores más humildes a través de las transferencias que reciben por políticas activas del Estado, asegura, empiezan a proyectarse hacia una mejora sustancial en la demanda. Además, la recuperación de la estabilidad cambiaria y financiera jugará a favor de las expectativas y decisiones de compras e inversión de empresas y familias. Las negociaciones en el Club de París, señaló, en definitiva reflejaron la voluntad del Gobierno de defender esas políticas de crecimiento con inclusión sin aceptar condicionamientos. Eso es lo que convirtió a este acuerdo, afirma Kicillof, en una negociación “novedosa y ampliamente beneficiosa para el país”.
Axel Kicillof también señaló lo que está en juego en las próximas elecciones: la profundización de una política que se consolidó a lo largo de diez años o volver a un esquema de dólar alto, reprimarización de la economía y apertura indiscriminada con pérdida de empleos. “La Argentina está en esa encrucijada, aunque los sectores que expresan esa política de vuelta atrás lo hagan de forma fragmentaria o de manera vergonzante”, señala, y reclama un debate profundo sobre el país que queremos. “No somos no-sotros los que nos encariñamos hablando siempre del pasado, pero criticar todo o negar lo hecho es una forma que tiene la oposición para evitar el debate y ser funcional a los que nos quieren llevar de vuelta a los ’90”. Kicillof explica en estas páginas, también, por qué el acuerdo firmado con el Club de París es novedoso y ampliamente favorable para la Argentina, pero también satisface a los acreedores. “La última vez que Argentina negoció con el FMI –recordó– los que fueron volvieron con un recorte a los sueldos del sector público y a los jubilados del 13 por ciento”, durante el gobierno de la Alianza.
–Logrado el Acuerdo con el Club de París, ¿esperan un relanzamiento de la economía tras el freno por la crisis de fines de 2013 y principios de este año?
–Yo veo muchas señales optimistas con respecto al segundo semestre e incluso el año que viene. Hay muchos factores que están apuntando en esa dirección. En primer lugar, lo que tiene que ver con el movimiento de los ingresos de la población. Es cierto que los acontecimientos de enero fueron básicamente de origen financiero, pero cada vez que en Argentina se dan esas corridas e intentos de desestabilizar las variables macroeconómicas, generan consecuencias reales. Si uno prende la televisión y todos los canales dicen que va a haber una megadevaluación, un Rodrigazo, una inflación del 40 por ciento, paritarias del 60 por ciento y se van a descontrolar las variables económicas, tanto el empresario privado como el consumidor individual desensillan hasta que aclare. Y eso en la historia argentina siempre tuvo resultado trágicos, desde el punto de vista económico. Este primer trimestre fue muy intenso en operaciones mediáticas y movimientos financieros, pero al final todos los pronósticos catastróficos, que decían que en marzo detonaba una bomba, ya están superados. Y ahora estamos cerrando las ultimas paritarias en un marco de razonabilidad. Estabilizado el mercado cambiario y monetario, con unos precios que han mostrado una tendencia a una desaceleración muy fuerte con respecto a ese 3,7 con que empezamos el año, ahora empieza a notarse el impacto del aumento de los ingresos reales, el resultado de las paritarias. En ese sentido, éste fue un año atípico, porque a medida que se desaceleran los precios, se van acelerando los salarios. Y a la vez, esta situación de fin de la tormenta anunciada sin que nada ocurriera, me parece que renueva las expectativas de la gente. En la medida en que no vuelvan a embestir con estas intenciones, que las presentan como pronósticos, pero son intenciones. Por otra parte, creo que ese discurso se va gastando. También hay problemas reales, como es el caso del sector automotor, con el que el Gobierno está trabajando para reencauzar los planes productivos. Trabajando tanto para apuntalar a las empresas con dificultades como para reavivar la demanda.
–¿Considera que está reencauzada la economía en un sendero de crecimiento?
–No es solamente la economía lo que nos preocupa. Estos procesos en Argentina le arruinan la vida a la gente, porque cortan sus planes, terminan con sus sueños, sus perspectivas de crecimiento personal, familiar. Esos buenos augurios para lo que sigue del año están reforzados por políticas activas del Estado. Al mismo tiempo de estos intentos de promover un descalabro, anunciamos un aumento en las AUH, un plan de crédito para la compra de motos siempre y cuando volvieran atrás algunos precios, trabajamos también intensamente con el programa Precios Cuidados para generar estabilidad y previsibilidad; el plan Progresar, que ya cubre a 400 mil pibes que cobran y va a llegar a más de 600 mil muy pronto; el plan Procrear, que ya a esta altura es el mayor programa de viviendas de la historia, con más de 90 mil viviendas en curso, y ahora este plan de inclusión jubilatoria para 500 mil nuevos jubilados. Es decir, el Estado está poniendo su cuota para que se mantenga la actividad alta y que la rueda de la economía siga girando. Creo que las condiciones están dadas.
–Pero Argentina no está ajena al impacto de las secuelas de la crisis mundial sobre su intercambio comercial...
–Por supuesto que hay factores externos y no controlables por la política económica. Como acaba de ocurrir con la venta de autos a Brasil, que se sintió muy fuerte. Qué es lo que va a ocurrir con el precio de la soja, con la economía mundial en su conjunto, son interrogantes. Pero no nuestros. Acabo de venir de Washington. En la reunión del G-20 de ministros, en el FMI también, lo que se nota es preocupación por una recuperación menos vigorosa de lo esperada en EE.UU.; por la economía europea, que no terminan de arrancar; por China, que aminoró su tasa de crecimiento. Es un mundo complicado, que aquí tratan de invisibilizarlo, pero la verdad es que desde el punto de vista de la política económica es un desafío importante. Si el comercio mundial no repunta vamos a tenerla un poco más difícil. Pero desde 2003 el Estado recuperó instrumentos, recuperó poder de fuego para poder hacer políticas activas en los casos en que la economía flaquea.
–Volviendo al plano interno, ¿por qué no habría de haber nuevas embestidas? ¿Y a quién identifica cuando habla de intencionalidad en esas maniobras especulativas?
–Hablar en Argentina de corridas cambiarias es referirse a una constante histórica. Nosotros identificamos ocho episodios de corridas en estos años, que lo medimos en función de la demanda especulativa de divisas, lo que se conoce también como fuga de capitales. Cada uno de esos episodios fue atacado con distintos instrumentos. Pero los patrones de comportamiento son bastante similares: empieza cuando una parte de presuntos especialistas, comunicadores asociados a determinados intereses, empiezan a agitar que hay retraso cambiario, que no hay suficientes reservas, que el Gobierno planea una devaluación. En 2011 hubo un pico bastante intenso de estas actitudes, cuando empezaron a hablar de que el Gobierno planeaba confiscar los dólares, abrir las cajas de seguridad, revisar a la gente por la calle para sacarle los dólares, etc. Empiezan a generar un clima de incertidumbre o de miedo. Y eso determina conductas, muchas veces, del grueso de los argentinos, de los que vendrían a ser “perejiles” de la corrida cambiaria, que paradójicamente producen ese efecto. Es lo que se denomina profecía autocumplida, pero que consiste en que cuando dicen “se viene una tormenta”, la gente sale a comprar paraguas. Hay que desconfiar cuando el que lo dice es el que vende el paraguas, y encima está con una manguera. Y hay sectores en Argentina que apuestan a la devaluación, al desarreglo financiero, porque a río revuelto ganancia de pescadores. Pueden ser sectores vinculados a las finanzas que tienen una cartera de activos, de inversiones, capital en dólares. No todos los argentinos están en esa situación. Se va armando un clima enrarecido y se van gestando esas situaciones. Esta vez entre las medidas que se tomaron fue modificar la posibilidad de los bancos de tener una cartera en dólares muy grande, lo cual le baja el interés por el movimiento cambiario. De todas maneras, cuando se produce lo de enero, nosotros identificamos ese intento de una megadevaluación que venía gestándose. Hubo una intervención muy fuerte en el mercado de divisas para estabilizar el tipo de cambio. Se logró una estabilidad muy definida, y a pesar de todos los analistas que aseguraban que iba a ser insostenible, pero nada de eso pasó. ¿Por que? El año pasado habíamos tenido una mala cosecha, además una mala liquidación de la cosecha vinculada con el proceso de inestabilidad financiera. Este año la cosecha viene bien, las liquidaciones también, las ventas al exterior –con la salvedad del sector automotor– vienen bastante bien. Nosotros vemos que la cuestión cambiaria y monetaria está con un horizonte estable. No hay un terreno fértil para intentos desestabilizadores.
–¿Qué riesgos ve de que haya sectores empresarios se sientan atraídos a un proyecto que vaya en sentido contrario, que represente una vuelta a un esquema de relación entre Estado y corporaciones más próximo al del modelo neoliberal? Hago la consulta, obviamente, en la perspectiva de unas elecciones presidenciales para el año próximo.
–Yo entiendo que Argentina está en una encrucijada. Hay quienes plantean que esto se resuelve muy fácil, consiguiendo 40 mil millones de dólares de los mercados, reingresando al Fondo Monetario, contrayendo compromisos externos, generando de nuevo una bomba de tiempo como fue el sobreendeudamiento argentino. Voy a dar un dato preciso: nosotros terminamos 2002 con una relación de la deuda de una vez y media la producción de un año de la Argentina. Hoy esa relación no supera el 50 por ciento, si tomamos toda la deuda del Estado. Pero si tomamos la deuda en dólares con privados, es decir sin considerar la deuda con otros organismos del Estado, no llega al 10 por ciento. Es decir, que Argentina está en condiciones de decidir entre dos caminos: afianzar esta independencia económica y seguir apostando a un proceso de reindustrialización y de inclusión social, o con todo este esfuerzo hecho durante estos diez años –no me refiero sólo al Gobierno sino de todos los argentinos–, aprovechar esa situación para reendeudar al país masivamente, para volver a una política de desindustrialización y apreciación cambiaria (dólar alto), reprimarización del país (centralizada en la producción de materias primas). Bueno, se puede. Eso es una propuesta política que aparece, aunque a veces disfrazada o dicha de manera fragmentaria o vergonzante, por quienes encarnan algunos proyectos políticos alternativos. Parece estar en pugna. Y algo que yo también escuché: el desendeudamiento, al final, lo que hace es sanearles las cuentas a quienes puedan venir para reendeudarse. Sí, es posible. Por eso, yo creo que ahora hay un momento para un debate, no tanto o no exclusivamente sobre qué pasó en estos diez años, sino sobre qué queremos hacer en Argentina, cuál es el país que queremos. Nosotros, la Presidenta, quienes acompañamos este proyecto político, seguimos creyendo que hay una oportunidad enorme de seguir creciendo en base a mejor distribución de la riqueza, mejoras en la competitividad en la industria argentina, mayor apertura exportadora en base a productos industriales genuinos, más crecimiento del campo en base a condiciones que permitan el desarrollo de todos los sectores. Eso es un proyecto viable pero, por supuesto, enfrenta un montón de desafíos. Reindustrializar el país no es una tarea sencilla. Pero es algo que en este ciclo ya no se presenta como una quimera, como una ilusión: se presenta como una posibilidad concreta, que avanzó muchos casilleros pero que le falta mucho por hacer. Y hay otra línea de pensamiento que es esa línea neoliberal, que apuesta a un modelo de endeudamiento, de la apertura indiscriminada que básicamente es un eufemismo para decir el cierre de fuentes de trabajo en Argentina. Y creo que, efectivamente, se presenta esa disyuntiva. Y frente a ella, hay que hacer un trabajo muy fuerte de esclarecimiento, de debate franco. No discutir siempre cuestiones laterales. Me parece que ese juego de la oposición de criticar absolutamente todo es estrictamente funcional a que no se puedan discutir cuestiones del futuro. No somos nosotros los que estamos encariñados con el pasado, los que nos pasamos hablando de nuestros logros. Por supuesto que cuando intentan negar todo lo que se hizo en estos diez años, no por el Gobierno sino lo hecho por el país, es necesario volver a poner sobre la mesa todo lo que los argentinos alcanzamos. Todo lo que se hizo en materia de desempleo, el crecimiento acumulado, mejorar la distribución de la riqueza, todos esos logros hay que valorarlos simplemente para que ésa sea la plataforma sobre la cual sigamos creciendo y avanzando. No se puede destruir la confianza en que se ha hecho mucho, y no se puede decir que esto es igual a los ’90, porque justamente eso es funcional a los intereses de aquellos que nos quieren hacer volver a los ’90. Y eso está presente en el debate actual.