El relato neoliberal odia la equidad social y ama el ajuste. Por ello exagera.

Alberto Daneri
09/02/2014

El bolsillo de cualquier argentino conoce la gran tarea progresista del kirchnerismo en la última década.

No hace falta reiterarla.

Diez años y ni una tapa de medios neoliberales lo acepta.

El PBI de 2013 superó el 5 %. Silencio mediático.

Por eso, la Presidenta tiene la espalda como el Vaticano: repleta de cardenales.

La azotan las falacias corporativas.


Algunos eligen denostarla mientras corren a comprar dólares. Incluso la mayoría de los dirigentes opositores “democráticos” callan cuando se tejen complots para desestabilizar políticamente, con la excusa de una corrupción no probada.

Olvidan su frustración al integrar la Junta Consultiva de1956 o al aplaudir golpes (1962) y la dictadura de 1976.

Los poderes financieros y económicos más concentrados y los medios hegemónicos manipulan psicológicamente a lectores y teleadictos con críticas dolarizadas a un Gobierno ultralegítimo, que aun perdiendo en centros urbanos ganó la última elección, pues aumentó la distribución.

Aunque falta mucho, se avanza con inclusión social (Plan Progresar) y crecen tensiones con el establishment.

La apuntalan groseros voceros y operadores económicos ávidos de prensa que desmienten impunes a dos Premios Nobel, Stiglitz (2001) y Krugman (2008), defensores del proyecto en medios reaccionarios.

Tras la devaluación de enero (23%) el ex ministro Lavagna predijo un “rodrigazo en cuotas”.

Un engaño: el Rodrigazo de1975 devaluó 714 % y en 1989 la híper y Alfonsín-Menem 2028 %.

El que miente se une a la codicia agroexportadora que desea toda la renta agraria y desde 2003 cuadriplicó el valor de sus campos.

Manipular tiene un motivo: deslegitimar.

A la mandataria la demonizan al decir que está enferma o sana, habla mucho o poco.

Círculo vicioso, no virtuoso.

El relato neoliberal odia la equidad social y ama el ajuste. Por ello exagera.

Además, teme. ¿A qué? 

A la verdad.

Según fuentes inobjetables, este modelo suma índices únicos.

Hoy temen que cese el baile de las corridas bancarias, siete desde 2007, por 84 mil millones de dólares.

Sin la fuga ese dinero habría integrado nuestras reservas.

Temen que se malogre la técnica del “golpe blando”, que aprendieron de sus amigos de Norte y dio resultados en Honduras y Paraguay.

La emplearon la clase alta y la Sociedad Rural el 12 de octubre de 1945, cuando pararon la ciudad y pidieron “dar el poder a la Corte”.

Fracasó debido al inolvidable 17 de octubre.

Temen que el Gobierno estatice otras empresas estratégicas, como YPF, Aerolíneas y Aguas.

Incluso temen al nuevo tren a Rosario que desde 2015 llevará mercaderías al puerto de Buenos Aires y bajará los inflacionarios fletes de camiones.

Hace dos años analizamos en una columna, “Una historia de avaricia”, cómo se apropiaron de campos y rentas hace siglo y medio, sumiendo al país en la pobreza.

¿Debido a qué?

A la falta de regulación estatal.

Con Perón, hubo.

Pero cuando quiso gravar con impuestos la Renta Potencial de la tierra, cayó en 1955.

Después nadie se atrevió.

Ni Raúl Alfonsín tras tolerar insultos en la Rural.

Parece mentira: el derechista Gral. MacArthur implantó en 1946 la Reforma Agraria al ocupar Japón y no fue tildado de comunista.

Aquí lo habrían linchado.

La idea cuasi obsesiva de quienes dicen ser “La Patria” es nítida: acá mandan ellos.

Recordemos: el dictador Onganía, para tratar temas de política, iba en helicóptero a la estancia de los Born.

Un símbolo de sumisión.

Luego, un empleado de Born fue ministro de economía de Menem.

Siempre los agroexportadores utilizan un método similar.

Dado que para pagar importaciones industriales el país necesita los dólares provenientes de exportar granos, si el valor del dólar no les gusta los guardan meses o los subfacturan.

El Estado estaba obligado a pagar las importaciones industriales con las reservas, que caían.

Esto buscan hoy, controlando siete puertos en el interior.

Semifundido, el país pedía créditos al FMI, que exigía un alto interés, devaluación, bajar salarios, jubilaciones y el déficit fiscal reduciendo el consumo.

En cambio, regular no endeuda.

Cuando en las redes sociales pidieron a los ciudadanos no comprar un viernes en los supermercados para invalidar la insolidaria maniobra de especuladores y remarcadores seriales, muchos afirmaron que ese día comprarían más.

Es gente necia que nunca ha sufrido una guerra.

No obstante, ésta es una guerra por la continuidad de un modelo distinto: no a favor de grandes acreedores ni de los fondos buitres, como los previos, sino de las grandes mayorías.

En los medios monopólicos es visible que la derecha y cierta izquierda unen su mala fe manipuladora a la del senador Marco Rubio, un digno miembro del discriminador Tea Party.

Sus críticas a nuestro país carecen de valor al advertir que para ser senador hay que reunir 5 millones de dólares, que dan lobbystas para luego pedir el retorno de favores.

La financiación de elecciones en EE.UU., según Common Cause, es corrupta.

Pero aquí el Gobierno da gratis igual tiempo en tevé a los candidatos.

Lo opuesto al elitismo.

Este senador impresentable (así los tildaba el escritor Norman Mailer) atacó al país en su Cámara y lo comparó con la comunista Corea del Norte.

¿Y los periodistas “independientes”?

Callaron.

¿También creen que Cristina es “roja”?

El senador googleó a fuentes locales y esgrimió una risible “falta de libertad de prensa”.

Difícil de probar en Argentina, el país donde más se vitupera al presidente.

Sin chance de juicios, por una ley que evita perseguir las calumnias periodísticas presentada por la presidenta.

Una verídica democracia, senador.

Aquí los extranjeros no son excluidos, como proclama su Tea Party.

Históricamente, han sido bienvenidos.

Peruanos, bolivianos, paraguayos, los hispanos que su partido pretende expulsar.

Euclides, aquel sabio matemático de la antigüedad, afirmó que “dos cosas iguales son iguales a una tercera”.

Dijo que es “autoevidente”.

Aunque le inquiete, senador, dos blancos son iguales a un morocho: y los tres, sólo seres humanos.

También un país, creemos, es igual a otro.

No en poder militar o reservas, sino en un derecho (al elegir Gobierno) para algunos intolerable: la soberanía.


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* Escritor y periodista

Fuente: Nac & Pop