Qué hará ahora Argentina con la derecha española

>Por Eduardo Anguita

La victoria del PP y la crisis económica son un impulso para el gobierno argentino para recuperar las empresas saqueadas por capital español en la década de los 90.

Coinciden, hoy, el recuerdo de la Batalla de Obligado –que dio lugar al Día de la Soberanía Nacional– con el seguro triunfo del Partido Popular en España. ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? El primero fue un episodio bélico heroico que cada vez se lo recuerda más por su dimensión política: allí terminó la incursión de barcos comerciales y de guerra británicos y franceses en el río Paraná. La decisión de Juan Manuel de Rosas de impedir la penetración comercial en los ríos de la Confederación queda como un hito de la historia de una Nación colonizada culturalmente cuyo modelo de crecimiento posterior estuvo jalonado por sucesivas entregas al capital foráneo –británico, norteamericano y español fundamentalmente– de empresarios y políticos argentinos. El segundo hecho debe ser entendido en la perspectiva histórica de la dominación colonial española pero también sobre el rol de España en el desguace neoliberal de los noventa. No se trata de demonizar al Partido Popular porque el sistema bipartidista español se basa en un acuerdo, bastante público, que se originó en la privatización de las empresas españolas cuyos directorios hacen un equilibrio entre socialistas y populares controlados por el ojo atento del rey Juan Carlos de Borbón. En todo caso, lo preocupante de la derecha que tendrá por presidente a Mariano Rajoy es que no asume para administrar la bonanza, como lo hizo por dos períodos José María Aznar, sino para ser el brazo ejecutor de las políticas neoliberales. ¿Y por qué es tan importante para la Argentina? Sencillamente porque en los noventa los bancos españoles (Mapfre, Bbva, Santander) entraron junto a Repsol, Telefónica, Gas Natural, Endesa y otra cantidad de compañías y se quedaron con importantísimos activos del Estado argentino. La operación fue siempre más conocida por la presión que ejerció el FMI que por el análisis de quiénes eran y en función de qué acuerdos llegaron de nuevo los españoles a estas tierras. Y aquí cabe recordar que la primera puntada de esta operación llegó del socialista Felipe González, quien todavía gozaba del aura del antifranquismo y no era visto como el hombre que puso a España primero en Europa y luego con el capital transnacionalizado.
España, aislada después del franquismo, consiguió acceder a la Comunidad Económica Europea a partir del 1º de enero de 1986. El viejo anhelo de integración en Europa se convertía en realidad pero, como contrapartida, Felipe González cambiaba radicalmente su discurso sobre la Otan. Primero férreo opositor a la alianza militar europeo-norteamericana, se convertía en el defensor de esa integración. El líder socialista llamó a referéndum no bien España fue socio comunitario y lo ganó. A partir de allí empezaba el fin del aislamiento ibérico. El aggiornamiento español venía con todos los chiches: la liberalización significaba preeminencia del capital privado. Los españoles ya habían vivido, en plena vida de Francisco Franco, una primera apertura al mundo. La retrató Luis García Berlanga en 1953, a través del film Bienvenido Mister Marshall, que mostraba el aperturismo que el dictador tenía hacia Estados Unidos cuando el fascismo y el nazismo ya habían sido enterrados y, en consecuencia, su versión española ya no tenía sentido.
El prestigio de Felipe González en el mundo se debió, entre otras cosas, a que dio el debate descarnado de cara a la sociedad sobre lo bueno y lo malo de integrarse a la Otan. Quizás los españoles no sabían que cinco años después sus militares iban a participar en la llamada Guerra del Golfo, que en 1991 tuvo al amigo americano como principal promotor. En efecto, Felipe González apoyó a George Bush padre en la invasión de Irak a Kuwait. Curiosamente, Sadam Hussein, quien había sido el socio de Bush, era en esos años el mismo al que su hijo terminaría invadiendo y matando, con la participación también de soldados españoles en esa guerra, esa vez de la mano de José María Aznar.
Pero hay un costado más complejo de esa España que cobraba peso en las relaciones de poder mundial. En la transnacionalización del capital, la inyección de dinero externo a la Península no fue todo. También hubo capitales europeos y norteamericanos que encontraron en las empresas españolas otras dos ventajas comparativas: primero, eran un buen vehículo para entrar al llamado mercado hispano de Estados Unidos y, segundo, una mejor carta de presentación que las empresas norteamericanas tan asociadas al imperialismo y los golpes de Estado en países latinoamericanos. La llegada de las empresas españolas a México, Brasil, Argentina y Chile fue con una inyección de capitales completamente transnacionalizados, de fuerte participación estadounidense y con el visto bueno del Pentágono y la Casa Blanca.
El dominio español
En tiempos del dominio colonial, el saqueo consistía en hacer trabajar a los pueblos originarios en las minas de metales preciosos, meter el oro y la plata en los barcos, atravesar el Atlántico, meterse en el Mediterráneo y subir por el Guadalquivir hasta desembarcarlo y engordar las arcas del Imperio. Tras gestas heroicas, los levantamientos populares coincidieron con la invasión francesa a España que potenció la pelea entre liberales y monárquicos en la península. Ese fue un factor importante en el desarrollo de las luchas revolucionarias que terminaron con la independencia de las colonias del reino de España pero en el predominio inmediato del colonialismo de nuevo tipo. Muchos siglos después, en medio de una crisis que pondrá a España de rodillas ante los organismos financieros internacionales, la derecha llega al gobierno. Pero hay indignados, desocupados, inmigrantes mal tratados y gentes biempensantes que no son parte del negocio de unas pocas empresas transnacionales que, en este escenario, succionan ganancias extraterritoriales con ganancias exorbitantes. Por caso, el Banco Santander tiene presencia en otros 21 países además de la fuerte presencia en España. Cuatro de cada cinco euros que figuran como ganancias de ese banco provienen de fuera de España. (ver “Rajoy y Latinoamérica”, por R. Montoya).
En la Argentina, Enrique Cristofani, presidente del Santander Río, es el vicepresidente 1º de la Asociación de Bancos de la Argentina, que tiene como miembros a las entidades financieras de origen externo (Citi, Hsbc, Deutsche, JP Morgan y Standard entre otros). Cabe preguntarse qué tienen para decir los directivos de estos bancos respecto de este tipo de sincericidios. Es decir, a los accionistas españoles les podrá resultar una tranquilidad que sus banqueros lleven las ganancias desde fuera; en cambio, para los argentinos no es una buena noticia. Sobre todo, teniendo en cuenta que el diseño de la normativa en materia financiera es casi el mismo que impuso a sangre y fuego la última dictadura cívico-militar y que sufrió alguna adaptación con la ley de convertibilidad a principios de los noventa.
Pero lo mismo puede extenderse al papel de Repsol, o de Telefónica, que goza además del canal de aire de mayor audiencia (Telefé) gracias a dislates jurídicos colonizadores como son Acuerdos Bilaterales de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones (Appris). Estos convenios eran para garantizar la "seguridad jurídica" de los beneficiarios del desguace del Estado y constituyen un encadenamiento a los intereses externos. En primer lugar porque someten cualquier conflicto o laudo al tribunal arbitral al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi), un brazo del Banco Mundial. Los Appris están calcados en todos los países donde las transnacionales quieren defenderse de cualquier vuelco nacionalista. Establecen "el derecho a libre transferencia de rentas" y una cláusula llamada de "nación más favorecida" que es ni más ni menos que la prerrogativa de igualar los derechos de las empresas de ese país (en este caso España) a las inversiones de otras naciones que tengan un tratamiento más favorable.
Telefónica se quedó con Telefé y también con Canal 9 y una cantidad de estaciones de televisión de aire en distintas provincias. Excedieron por mucho lo autorizado por la ley de Radiodifusión (la de la dictadura). Además, España no tenía un convenio de reciprocidad en el tema medios como sí lo tenía (gracias al menemismo) los Estados Unidos. Esto está en la Justicia desde hace años y Telefónica se ampara en la cláusula de "la Nación más favorecida" (Estados Unidos) establecida en los Appris.
Hay que destacar algo: estas empresas extranjeras contratan los bufetes más caros del país donde se radican para defender sus intereses con abogados locales. Estudios que son agentes de lobby con los poderes públicos. Para tomar dimensión de la sumisión de los noventa, vale la pena pensar que paralelamente a estos tratados se igualaban los códigos mineros de todos los países andinos y el de la Argentina a la medida de las grandes empresas mineras –mayoritariamente canadienses–. Era el año del Nafta (North America Free Trade Agreement), donde Canadá se sumaba al libre comercio con Estados Unidos y México. Fue el año en que se reformó la Constitución argentina, en la cual las provincias adquirieron más autonomía para establecer pactos con las empresas mineras.
Ahora bien, estas empresas extranjeras, las españolas o las francesas o las canadienses, llegaban a la Argentina con "inversiones", atadas a este andamiaje legal. Se trataba de casi nada de plata fresca y muchos créditos de la banca pública (FMI y Banco Mundial) y muy pocos de la banca privada. Quedó en evidencia el mecanismo expoliatorio cuando el país explotó hace 10 años. No sólo la Argentina aprendió y logró hacer su propio camino. Sino que, también, se invirtieron los términos y hoy España está en el banquillo, sujeta a los planes del FMI, que tendrá como interlocutor a un presidente de la derecha dura española.
Hace tres semanas se produjo una situación que revela la debilidad política de España en sus viejas colonias. La Cumbre de mandatarios llevada a cabo en Asunción tuvo ausencias notables, como Cristina Kirchner, Dilma Rousseff, Hugo Chávez y Evo Morales. Este último dijo que Latinoamérica no debería rendirle cuentas todos los años al rey Juan Carlos. En el caso de Rafael Correa, presidente de Ecuador, si bien asistió, se retiró cuando la representante del Banco Mundial, Pamela Cox, iba a tomar la palabra.
¿Cinco siglos igual? En tiempos de bonanza de España y de necesidades de la Argentina, estos temas podían resultar inconvenientes. Las empresas de ese país, pese a los privilegios, podían ser vistas por algunos como aliados convenientes. Pero los tiempos cambiaron: la Argentina está bien y producto de esa mejoría las grandes empresas transnacionales obtienen ganancias impresionantes que van al exterior. El reciente triunfo de Cristina Fernández de Kirchner abre nuevos horizontes. Cuenta con autoridad política para lograr poner un cepo a la evasión de las grandes empresas. También puede sentar a las grandes empresas para terminar con posiciones de extremo privilegio en mercados competitivos como las telecomunicaciones. Puede cambiar las reglas de juego en el sector financiero. Puede ordenar la situación irregular de Telefé, dado que Telefónica tiene la licencia hasta fines de 2014. Esto permitiría mejoras de caja y también de redistribución de recursos para sectores que los necesitan, sea el transporte público, la vivienda social, el financiamiento de pymes o programas de inclusión social.
Hoy la soberanía pasa por limitar la voracidad del capital transnacional. Si la crisis española ayudó a que la derecha llegara al poder, hay que pensar que el Partido Popular tiene lazos con Mauricio Macri y otros referentes de la derecha vernácula. No hay que esperar del gobierno de Mariano Rajoy un planteo frontal contra la Presidenta pero tampoco hay que esperar de ellos un cambio de intereses. No se trata de un enojo con España. Se trata de soberanía nacional y de una valoración seria de las relaciones de fuerzas. Ellos, los empresarios y políticos españoles deberían ser los primeros en darse cuenta que ya no son los socios de Estados Unidos en esta región como lo fueron hace 20 años y con grandes beneficios para ellos.
El poder de las cerealeras
Quizá, más acuciante sea lo que están viendo algunos de los productores agropecuarios que están alineados con el Proyecto Nacional y ven cómo se están comportando las grandes comercializadoras de granos y oleaginosas. Un productor cordobés dijo a quien escribe estas líneas: "Soy de los pocos que apoyamos la 125. Nos bancamos todo tipo de amenazas y estuvimos solos por estos pagos del sur cordobés. Hoy siento el mismo tufillo destituyente, pero con otros actores que juegan las Ligas Mayores. Los exportadores no compran maíz y ‘hacen decir’ que no comprarán trigo. Crean así un clima de incertidumbre para las empresas del sector. Mandan a decir que la culpa es de Guillermo Moreno y de Cristina. Angustiados por los pagos que debemos hacer, se va creando un coro de reclamos, todavía en voz baja. Pero esto, unido al tema del dólar, los cortes del Momo (Jerónimo Venegas, de Uatre) y la prensa canalla, pone los condimentos para intentar que el 54% se olvide rápido. Intentan hacer sentir quiénes son ‘el Poder’: Cargill, Bunge, Dreyfus, AGD, Vicentín y demás exportadores. A diferencia de los ‘piqueteros Cardón’, éstos son invisibles. A los otros los podías putear y hasta agarrarte a trompadas, a estos tipos no los ves."
Ellos defienden lo suyo, el gran capital transnacional. Un día en el que se recuerda La vuelta de Obligado, los argentinos estamos obligados a ver la política como gestión de intereses y como relaciones de fuerzas. En esas fuerzas, están también las de la historia de las gestas patrióticas.
Las grandes cerealeras eluden y evaden sus obligaciones impositivas. Ya no es sólo el problema de la remisión de utilidades o del achicamiento del superávit comercial. Fugan capitales cuyo origen son ganancias ilegales. También hacen operaciones de mercado para intentar influir en la designación de funcionarios. Quieren condicionar políticas. No es algo nuevo. Eso se da especialmente por el aún elevado nivel de extranjerización de la economía. Y, como afirmó la Presidenta el viernes en San Pedro, al conmemorar La vuelta de Obligado, se debe a la lucha por la soberanía intelectual. La descolonización cultural será, por muchos años, una tarea diaria.