A ciencuenta años de la muerte de Franco ¿Por que Franco gano la guerra?

 ¿Por qué aquel militar mediocre ganó la guerra que rompió España? David Jorge, historiador español. explica un calvario que empezó en 1936.



Por Juan Cruz - El revés y el derecho.

David Jorge (Lugo, España, 1987) es un historiador español que enseña en el Colegio de México y en la UNAM, la universidad mexicana. En la tradición de los estudiosos que España le ha dado a su propia historia y a la que en México ha explicado el siglo XX español, este profesor (autor de La Sociedad de Naciones, la guerra de España y el fin de la paz mundial, Tirant Lo Blanch, War in Spain, New York, Routledge, y de De la Revolución al antifascismo. Catarata) analiza para Clarín un hecho que ahora cumple medio siglo, la muerte del dictador Franco y las consecuencias de su dictadura. ¿Por qué aquel militar mediocre ganó la guerra que rompió España? David Jorge explica un calvario que empezó en 1936.

--¿Por qué ganó Franco la guerra?

--La Guerra de España fue parte intrínseca de la crisis de los años '30. Fue también una guerra internacional. La no intervención, variable específica para el caso español de la política británica de apaciguamiento, condenó a la República. La intervención de la Italia fascista y la Alemania nazi hizo el resto. En el ámbito interno, los sublevados se disciplinaron rápidamente bajo la unidad de mando. El objetivo último difería, pero a corto plazo la voluntad unificadora estaba clara: la derrota de la República. Las divisiones en el campo republicano fueron tan notables como perjudiciales. Al calor de las sucesivas derrotas, las diferencias, las susceptibilidades y los reproches se acentuaban. Ello afectó tanto organizativamente como en cuanto al mantenimiento de una moral de resistencia.

Pese a que el escenario internacional hubiese abocado igualmente a la República a la derrota, dichas divisiones también tuvieron consecuencias posteriormente, cuando era fundamental una voz única de cara a agotar las posibilidades de derrocar al franquismo. Ello tuvo lugar en un contexto sensible, rumbo a un segundo abandono internacional: el tránsito de la no intervención a la no liberación.

--¿Qué ha tenido que pasar para que haya ahora gente joven dando vivas a aquel dictador?

--España ha tenido una historia contemporánea excepcional, a contrapié de las dinámicas generales del mundo y de los tiempos. A partir de ese marco anómalo, derivado de la guerra y del no derrocamiento del franquismo, la relación de los españoles con el pasado ha estado lejos de ser la más sana. La integración de ese pasado ha sido errática, y ello ha tenido lugar desde diferentes perspectivas político-ideológicas y sociales. Sirve no como herramienta hacia una mejor comprensión del ayer y una construcción comprensiva del presente y del futuro; sino como arma arrojadiza en clave presentista, para los intereses del hoy y una configuración interesada y favorable del mañana.

No hay que olvidar una cuestión fundamental: Franco ganó la guerra. Y Franco ganó también la posguerra, consolidándose en el poder a partir de la derrota del nazi-fascismo. Los nuevos tiempos de Guerra Fría marcaron el sostén al franquismo por parte de Londres y, posteriormente, de Washington. Desaparecidos Hitler y Mussolini, Franco no era un peligro sino para los españoles.

Va medio siglo sin Franco. Más de lo que duró el régimen. Pretender pasar página sin haber comprendido previamente difícilmente lleva a algo constructivo. El pasado no se ha afrontado debidamente. Y esto aplica transversalmente en términos político-ideológicos. Ello contribuye a explicar tensiones permanentes y evocaciones distorsionadas. Se proyectan así preconcepciones y simplificaciones del pasado para reforzar argumentos políticos, ideológicos e identitarios del presente. Y se hace además obviando que las problemáticas, desafíos, sociabilidades y escalas de valores son ya otras muy diferentes.

--¿Por qué no fue posible la paz?

--La paz sí era posible. Pero la guerra fue impuesta por concepciones excluyentes de interés e identidad. En la historia humana no hay inevitabilidades.. La inevitabilidad es una construcción ahistórica, con objetivos de justificación o dilución de responsabilidades.

--¿Cuál sería ahora la relación de los españoles del exilio, o sus herederos, con la vida mexicana?

--México fue el país que mejor acogió al exilio y la gratitud se transmitió de forma intergeneracional. Hoy, exiliados stricto sensu no quedan, por razones biológicas evidentes. Sus descendientes son mexicanos, con un ojo mirando a España y con un timbre de honorabilidad concebido en un entorno familiar y social esencialmente endogámico; pero como parte de la diversidad identitaria mexicana. El exilio no fue homogéneo, ni en términos de composición social ni a nivel político-ideológico. Tampoco fue estático. Cometió reformulaciones.. El contexto geográfico, geopolítico, social y cultural mandaba. Al igual que el exilio se tuvo que reformular vitalmente, también se tuvo que reinterpretar, porque las categorías a través de las que conformamos una visión del pasado no son permanentes, sino dinámicas.

--¿Qué huella dejó en la educación mexicana ese encuentro de saberes o culturas?

--El exilio se nutre de una dinámica nacional en curso. México estaba en un período de efervescencia sociocultural y artística, de generación de ideas, de propuestas creativas y de innovación educativa. Se dio, así, un fértil mestizaje entre dicha renovación mexicana y el legado español heredero de las tradiciones educativas, científicas y culturales de la Institución Libre de Enseñanza y de su democratización social en tiempos republicanos. La huella concreta en el campo educativo está presente a través de la enseñanza impartida, pues se elevaron distintos campos del conocimiento; y en las instituciones creadas, caso del Colegio de México, pero también en aquellas reforzadas.

--¿Qué supone para ti el país en el que vives desde hace ya más de una década?

--Sin entrar en particularidades, pienso que para un español México es fuente de sensaciones especiales, difíciles de verbalizar. Se difumina la frontera entre lo propio y lo extraño. Es la contradicción o tensión constante entre incomprensión y atracción, complejidad y curiosidad, lo familiar y lo ajeno. “Lo español” es una de las partes de un mosaico enormemente complejo y barroco, a la par que fascinante, que es México. En lo individual, puede fácilmente convertirse en un camino sin retorno. En cierto sentido, México es una trampa. Te atrae, te invita a sumergirte, te atrapa, y aunque después saques la cabeza a flote, siempre queda una parte sustancial sumergida. Aun yéndose uno de México, México se resiste a irse de uno. Como historiador dedicado desde aquí a la España contemporánea, lo veo como una atalaya. Lejos y cerca a la vez, proporciona una distancia sana y una perspectiva clarificadora, sin dejar de tener un necesario pie sobre el terreno.

--¿Qué es ese México hoy con respecto al país que tiene al lado?

--La inevitabilidad de la geografía. Determina una asimetría estructural entre ambos países. Las vidas nacionales de los Estados Unidos y de México no se pueden explicar ni comprender mínimamente con la exclusión u omisión del otro. Y una parte esencial de los desafíos a afrontar por México tiene su origen al otro lado de la frontera, de un río cuya denominación parece tener implicaciones semánticas muy significativas: Bravo para los mexicanos y Grande para los estadounidenses. México es un país de dinamismo, creatividad, improvisación y resistencia. A lo largo de la Historia, esos factores han sido proyectados a la esfera particular de los equilibrios imprescindibles ante la vecindad estadounidense. Y aunque la Historia no puede predecir el futuro, los patrones ahí están.