Introducción del libro: "El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje", deArturo Jauretche.

 Claves para comprender nuestro presente. Arturo Jauretche, uno de los enormes sociólogos populares, negado en nuestras universidades, no casualmente, por su firme claridad contra el enemigo de la patria: el imperialismo. 

Su mirada de la generación del 80, el roquismo (que pone luz sobre los debates actuales), y los paralelos entre el "retorno a la granja" impulsado por Raúl Prebisch -como rector de las políticas económicas del golpe militar de 1955- y el presente argentino. 

Como no era posible encontrar este texto en internet, transcribimos y ponemos a disposición de ustedes, la Introducción del libro: "El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje", del notable Arturo Jauretche.

Luis Moro

"Este trabajo ha sido escrito a las luces vacilantes del vivac. Casi de pie, entre los que venían a traerme su angustia por los familiares y amigos presos o desaparecidos mientras se corrían consignas contra la masa partidaria, se preparaba un periódico: "El 45", en la incertidumbre de su impresión y su circulación -y sin la propia seguridad personal- expuestos como estábamos todos a la prisión y a la infamación pública.

El doctor Prebisch ha contado con su propio equipo asesor su larga experiencia y todo el engranaje del gobierno. Es cierto que su tiempo ha sido retaceado por la preocupación por la economía chilena, uruguaya, y la de los organismos internacionales que ocupan en primer término su atención, y que no le permiten abusar del mismo en servicio de su país de origen. Sin embargo creemos dejar demostrada la falacia sustancial de su informe (sobre el estado de la economía nacional hacia 1955), y esto es lo  importante del asunto.

Porque si el país no se encuentra en la situación catastrófica que él anuncia; sino por el contrario, como lo demostramos, acaba de superar ampliamente una situación mucho más grave -la de 1951-1952- por sus propios recursos, todo el intento constructivo que parte del supuesto dramático carece de base y es sólo un artilugio de prestidigitador.

Sostenemos precisamente eso. Que estamos en presencia de una operación de desembarco, en la que la revolución política -sepanlo o no sus actores- solo tiene por objeto encubrir una contrarrevolución económica y social para replantear al país sobre su vieja base colonial cuya economía no admite 18 millones de argentinos prósperos y felices.

La vuelta al campo que se propone y mayormente tecnificando lo con la aplicación de todos los recursos del país a esa empresa significa el desastre de la industria, la desocupación, y la miseria de los argentinos cuya mayoría va a estar de más en una economía que no les dará cabida en sus cuadros.

Que no se ilusionen tampoco los hombres del campo, del sector empresario, pues las ventajas eventuales que consigan las perderán ampliamente una vez que haya desaparecido el poderoso mercado interno, y éste unificado el comprador internacional. Esto no es más que lo que se hace en el juego de "peca": dar una primera ganancia a la víctima, para después expoliarla de manera definitiva.

Al mismo tiempo insistimos especialmente en que el mismo Prebisch se ha ocupado de demostrar que de ninguna manera la progresiva relación inversa de los precios entre materia elaborada y materia prima puede ser compensada por un aumento de la producción. De la lectura de su documento resulta de toda evidencia que su solución de las divisas consiste en el viejo secreto de la oligarquía: aumento de los saldos exportables por disminución del consumo nacional, de donde los saldos son los faltantes de la mesa argentina. En el fondo, su habilidad en el manejo de los números no alcanzó en cubrir el viejo conflicto de nuestra historia.

Inglaterra nos ayudó a emanciparnos de España, y le estamos agradecidos. Simplemente sabemos que no lo hizo -como pretende la historia oficial y nuestros llamados intelectuales- porque se había impuesto la misión de liberar un mundo. Eso no hubiera sido serio. Ni mucho menos inglés. Lo hizo por razones que hacían a su política mundial  al dominio de los mares, a la necesidad de desplazar Europa de posiciones estratégicas y por sobre todo, en ese momento, para abrir mercados a su producción industrial cuando coincidentemente con la aplicación del vapor a la producción que multiplicaba su poder de venta, ocurría el bloqueo continental que le cerraba los mercados habituales. Entonces también hubo problemas de divisas  porque destruida con la importación a bajo precio la industria doméstica y las artesanías de la colonia,  todo el oro se fugó para cubrir los saldos desfavorables.

El país cayó entonces en el régimen del papel moneda inconvertible, pero fue con todo tan poderoso que terminó la guerra de la independencia, ganó la contienda con Brasil  y salvó su unidad con lamentables disgregaciones a pesar de las guerras civiles, que ayer como hoy dividieron sangrientamente al país entre bandos que ignoraban el triste papel de marionetas que cumplían la moral, la civilización, la libertad, el unitarismo o el federalismo, fueron los pretextos apasionantes de esas luchas, y entonces como hoy todo encubría la mano siniestra que movía los hilos.

Se cumplió así en gran parte la finalidad inglesa de impedir la formación de una gran potencia en el Atlántico Sur. Vino después la política tendiente a cumplir la profecía de Canning: "Inglaterra será el taller del mundo y América del Sur, su granja", y tocó a las generaciones posteriores a Caseros la realización de esa etapa.

Los historiales revisionistas, tomando posesión de partido no han tenido la ecuanimidad necesaria para analizar este segundo momento de la historia Argentina. Aquella generación de hombres generosamente inspirados tuvo la pasión del progreso, a la que sacrificó constantemente lo nacional, pero históricamente esa etapa era inevitable, y debía cumplirse.

Como había promovido nuestra independencia, y luego la balcanización del Río de la Plata, Inglaterra promovió nuestro progreso técnico, y fue creando las condiciones de "la granja", y se facilitó la importación de mano de obra más apta que la criolla para esa tarea, y sobre todo más dócil, y así se promovió la inmigración contra la que nosotros no nos volvemos, pues a ella le debemos el haber nacido argentinos  y esta felicidad y este dolor de serlo apasionadamente. Así también la importación de toros de pedigree y el alambrado, la organización del transporte ferroviario -Scalabrini Ortiz lo ha historiado demostrando en qué medida jugó más la astucia, que las libras- la política portuaria y desde luego la formación de una conciencia capaz de entregar sus bienes, a cambio de abalarios intelectuales.

Con todo, Inglaterra significa en esta etapa de la historia Argentina el progresismo, pero cuando ese progresismo creó las condiciones óptimas de producción y de mercado que la política imperial reclamaba, Inglaterra invirtió el signo de su influencia.

Entonces fue necesario impedir que la población creciera, que mejorara su condición de vida y que sus consumos formaran un poderoso mercado interno. Desde ese momento Inglaterra representa el antiprogreso, porque el país debe seguir siendo granja y esto se obtiene constituyendo una clase feudal propietaria de la tierra, con una clase intermedia de gerentes, mayordomos, asesores  y educadores, y un pueblo "de pata al suelo" que asegurarse la producción barata.

Estamos ya en este siglo XX, y su historia es la lucha del pueblo contra la oligarquía como expresión nativa de la política colonial. Yrigoyen es el instrumento del pueblo para esa política, y cae en el preciso momento en que va a entrar en profundidad. Cae con una revolución hecha en nombre de la moral, por desaciertos y peculados en que los vendepatria encuentran las banderas para justificar esa caída.

El radicalismo de Yrigoyen es después copado por los personajes del antipersonalismo, que el pueblo había dejado atrás a medida que profundizaba su definición social y antiimperialista, quienes terminan de ponerlo al servicio del sistema gobernante convirtiendo el problema del país en una simple cuestión de garantías electorales, que el pueblo comprendió era la disputa entre los distintos grupos de capataces. El levantamiento de la abstención radical fue el triunfo de esa política y el radicalismo, legitimando los gobiernos creados por la operación Uriburu- Justo, contribuyó a crear el estatuto legal del coloniaje con que los poderes del Estado pusieron el cúmplase a lo convenido en el tratado Roca-Runciman. Fue cuando fundamos F.O.R.J.A. para tratar de recuperar el radicalismo para su función histórica en el campo de las ideas, y una nueva conciencia alumbró el seno de las masas, pero políticamente fracasamos.

Esa conciencia, en condiciones históricas más evolucionadas, trajo la crisis institucional de 1943 y apareció entonces el conductor que necesitaba el momento histórico. La bandera de las clases medias que el radicalismo no había sabido sostener, pasó a manos de los trabajadores, que la llevaron a la victoria.

Lo que sucedió después es historia reciente. No insistiremos en los aciertos o en los errores que se hayan cometido, pero es fácil encontrar la analogía de este septiembre de 1955 con el otro septiembre el de 1930: los mismos maestros de la juventud, la misma incapacidad de los estudiantes para ubicarse históricamente, las mismas figuras consulares, los mismos las mismas invocaciones de la moral y de las luces y los mismos técnicos...

Debo agradecer por último a quienes han colaborado en este trabajo y a los que se debe el poco mérito que haya en él. Su silencio es la mejor prueba de la generosidad con que trabajan los buenos argentinos, que no necesitan consagraciones internacionales".

Texto recopilado por Luis Moro