La historia de la entrega de YPF a Repsol

Por María Eugenia Estenssoro

para La Nación 

publicado el 12 de Mayo de 1999

La empresa Repsol ha hecho una oferta muy audaz y riesgosa para comprar el 100% de YPF. Digo esto porque Repsol está empeñando más de lo que tiene para quedarse con la petrolera argentina. Repsol es una empresa con un patrimonio de US$ 7500 millones, con ventas por 22.200 millones al año, pero con una rentabilidad baja, de sólo 1000 millones: ¿cómo hará para repagar el préstamo de US$ 15.000 millones (dos veces su patrimonio) que tomó para comprar YPF?

YPF es una compañía modelo, con ventas por US$ 5500 millones al año, y una ganancia neta de 580 millones. Tiene yacimientos en Bolivia, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Indonesia y Rusia. Exporta el 30% de su producción. Sus costos de extracción y refinación de crudo son inferiores a los de las principales petroleras del mundo. Si YPF es absorbida por Repsol, es probable que el país pierda una empresa que genera US$ 3200 millones al año en pago de impuestos, dividendos y regalías, y una tremenda fortaleza geopolítica como proveedor principal de hidrocarburos en América del Sur.

Justamente, la semana última, el martes 4, se cumplieron cuatro años de la muerte de mi padre, Pepe Estenssoro, quien como presidente de YPF llevó a cabo su transformación, y quien dio la vida, literalmente, en su afán por convertirla en una gran empresa. No sé si él hubiera podido frenar la embestida del Gobierno para que Repsol se quede con YPF, pero estoy segura de que mi padre hubiera librado una pelea dura, ruidosa y pública con el presidente Menem y su ministro Roque Fernández, en defensa de los intereses de YPF y de todos los argentinos. Por eso quiero dar a conocer lo que hay detrás de esta venta.

Aquí lo único que parece importar es que la oferta de US$ 45 por acción que hizo Repsol cuando las acciones estaban a 33, es un bocado irresistible para la mayoría de los accionistas. Muchos dirán, ésa es la ley del mercado. Pero quiero aclarar que éste no es un hostile take-over o toma hostil de mercado, al estilo Wall Street, como se denomina a las operaciones en las que una empresa es asediada y finalmente "tomada" por otra. Esta es una "entrega política", en la que no operó ni el mercado, ni la libre competencia, ni fue una lucha de titanes en la que venció el mejor postor, sino que fue un arreglo o, como decimos en la Argentina, un negocio cocinado por dos personajes políticos del más alto nivel: nada menos que el rey Juan Carlos de España y el presidente Menem.

Primero, el rey de España le comunicó a Menem que Repsol estaba interesada en comprar las acciones de YPF. Los españoles estaban dispuestos a pagar un precio superior al de mercado. Entonces, Menem le aconsejó a Repsol que contratara como abogado a su fiel y hábil amigo Roberto Dromi. Este fue el ministro de Obras y Servicios Públicos que diseñó la venta de Aerolíneas a Iberia, en la que los españoles pretendían hipotecar los aviones de la línea argentina para financiar su compra. ¿Recuerdan a Dromi? Como ocurre hoy con YPF, a esa oferta tampoco se presentó ningún otro comprador. ¿Por qué? Porque se sabía que para el Gobierno había un solo destinatario posible, Iberia. ¿Y qué empresa va a querer tener de enemigo al Gobierno de un país?

Una entrega anunciada

En el caso YPF, Dromi recibió un mandato claro: presionar al directorio para que cambiara el estatuto de la firma. YPF es la única empresa argentina que cotiza el 100% de sus acciones en la Bolsa y que no tiene un dueño controlante. Para evitar tomas hostiles y que algún grupo manipulara la petrolera, el estatuto diseñado por mi padre estableció que cualquiera que quisiera comprar más del 15% de sus acciones debía hacer una oferta por el total. Dromi, con la colaboración activa del Gobierno, hizo todo lo posible para que YPF accediera a modificar el estatuto. Repsol quería comprar el paquete en manos del Estado (20%) y como accionista principal manejar la empresa. Pero el directorio se opuso. En febrero de este año Repsol no tuvo más remedio que comprar sólo el 14,99% de las acciones y esperar.

La oferta que hizo Repsol hace diez días por el total de la compañía se ajusta a los reglamentos. Y por eso seguramente se llevará a cabo. Pero no deja de enfurecerme que el gobierno argentino, en lugar de actuar como el custodio de YPF, como lo establece el estatuto, se convirtiera en su entregador. La privatización de YPF dejó en manos del Estado una acción dorada ( golden share) , que le da un poder de veto especial para evitar tomas hostiles o copamientos contrarios a los intereses del país. Pero el Gobierno en lugar de guardián resultó ser el "zorro del gallinero".

En las frías reuniones que mantuvieron los directores de YPF con el ministro Fernández, éste siempre explicó que no podía rechazar la oferta de Repsol "por razones de caja". En febrero, cuando el Gobierno vendió su 14,99%, Fernández recibió US$ 500 millones más de lo que habría recaudado si hubiera ofrecido las acciones en el mercado. Yo le pregunto al ministro Fernández, ¿valía la pena dilapidar la tarea realizada por el management de YPF por esa cifra? ¿No se dio cuenta, ni él ni la CNV, que al quedar todas las acciones en manos de un solo dueño se dejará de transar la principal acción del mercado, cuya capitalización representa el 25% del mercado argentino? Me preocupa muchísimo que ni Fernando de la Rúa, ni Chacho Alvarez, ni Eduardo Duhalde hayan tratado de impedir la venta.

En la privatización y transformación de YPF que llevaron adelante mi padre, Nels León y todo el personal de la empresa hubo un ideal de grandeza: demostrar que la Argentina podía tener una petrolera de primera línea, que pagara sus impuestos, y que siguiera las normas internacionales de transparencia y respeto por los accionistas. En esta venta forzada y agresiva de YPF que promueve el gobierno de Menem sólo hay motivaciones mezquinas, de corto plazo, y como muchos me dicen, de "bolsillo". Hace cuatro años enterré a mi padre, al ser que amaba. Hoy siento que lo entierro por segunda vez. Y tal vez ahora sea aún más doloroso, porque entierro algo que es trascendente para la existencia humana: un ideal, el de una Argentina grande.