Análisis histórico de un programa financiero que consolidó la expansión imperial de Estados Unidos

publicado el 12 de julio de 2020

La reconstrucción europea luego de la Segunda Guerra Mundial fue financiado por Estados Unidos con los propósitos de debilitar a Gran Bretaña, hundir económicamente a la Unión Soviética y defender el predominio de Alemania en el continente. Era un programa estratégico de expansión de Estados Unidos. Quienes añoran uno para Argentina para la pospandemia tienen que cambiarle de nombre puesto que ese plan benefició en primer lugar a los mismos estadounidenses.

El Plan Marshall en 1947 para la reconstrucción de los devastados países amigos de Europa, incluida Alemania, que debían convertise en bastiones contra la penetración comunista
Algunos analistas proponen para el país un nuevo plan Marshall. Es como pensar que la doctrina Monroe se llama en verdad Scalabrini Ortiz. Además de no saber bien que país podría implementar tal cosa (China podría ser uno o el único pero existen serios problemas estratégicos para que eso sea posible, además de no saber si una solución similar es de su interés), muchos desconocen que significaba estratégicamente y piensan que los países europeos no pusieron su granito de arena. 

El plan Marshall ayudó a los países occidentales de Europa con propósitos definidos y estos pudieron reconstruirse y crear en parte los Estados de Bienestar, pero no siguieron ciegamente el modelo estadounidense.

No se entiende como una potencia donde predominaba una mentalidad liberal y empresaria permitió que Europa se expandiera, además de la ayuda, al ritmo de la planificación y la participación estatal. Se deja de lado en el análisis el ejemplo exitoso del New Deal, que mientras Franklin Delano Roosevelt vivía quería aplicarlo al mundo y vio allí la posibilidad de colocar los excedentes de posguerra. Henry Morgenthau Jr, su secretario del Tesoro, decía abiertamente que era necesario un New Deal internacional para evitar otra depresión. 

Roosevelt iba además hacia un mundo único que incluía a los soviéticos y este curso de acción podía ser protagonizado por los nuevos organismos internacionales creados en Bretton Woods, y por las Naciones Unidas. Esas instituciones económicas y políticas serían como “dos hojas de una misma tijera”, garantes de la paz y la economía internacional.
Imperialismo

Desde un ángulo donde se resucitaba el viejo imperialismo americano, Henry Luce dueño de las influyentes revistas Life y Time, publicó antes de la entrada de Estados Unidos en la guerra, a principios de 1941, un editorial titulado "The American Century", en el cual luego de criticar a los británicos, acantonados en su Commonwealth, y a los gobiernos norteamericanos pasados o en curso, republicanos, como Herbert Hoover o Calvin Coolidge, o demócratas como Roosevelt, por sus políticas aislacionistas, daba su propia opinión: 

“Considere el siglo XX. Es nuestro no solo porque tenemos la suerte de vivir en él…es también la primera centuria americana que nos encuentra como un poder dominante en el mundo…En lo económico América sola debe determinar si un sistema de libre empresa -un orden económico compatible con la libertad y el progreso-, puede o no prevalecer en la centuria. Es en este espíritu que todos nosotros somos llamados…a crear la primera gran American Century”.

Las dos perspectivas internacionalistas partían de puntos de vista opuestos y se proyectaban al mundo de manera diferente: 

* El New Deal era una experiencia de planificación nacional e intervención del Estado.

* La proclama de Luce se basaba en privilegiar la libre empresa. 

Ambos tenían, sin embargo, en cuenta que para evitar otra crisis como la del treinta los mercados del mundo tenían que abrirse a los productos norteamericanos. 

El destino jugó también su carta, la muerte de Roosevelt al fin de la guerra y su reemplazo por Harry Truman, y las propias actitudes de los rusos que a toda costa defendieron sus nuevas posesiones en Europa Oriental, originaron la política de contención del comunismo y la Guerra Fría. 

Superpotencias

El mundo único se dividía ahora entre las dos superpotencias. La recuperación de Europa Occidental se hacía indispensable para Washington, incluyendo a la vencida Alemania nazi. Pero el mundo no siguió tampoco el camino pregonado por Henry Luce.

Por un lado, la Unión Soviética que los hombres de Roosevelt veían en un principio integrando también ese mundo, salió de la guerra como “un vencedor derrotado”. Los costos habían sido para ella altísimos: perdió un 18 por ciento de sus activos humanos y la tasa destrucción de sus activos físicos llegó a más del 25 por ciento de los que poseía. 

Por otro, con Truman en el gobierno ya se afirmaba que Estados Unidos y su poder económico constituirían el “centro vital” vinculado a la definición que hacía Washington de la “estabilidad política y social”.

Por otra parte, estaba el problema mismo de Alemania. Roosevet y su gente querían mantener la alianza de posguerra y desmitalizarla. La amenaza principal del capitalismo había sido en el pasado la revolución rusa, pero la Unión Soviética había sido un aliado. Alemania, por el contrario, provocó las dos guerras mundiales y el horror del holocausto de los judíos y otras poblaciones. Se tenía muy presente que entre las causas principales que llevaron a la aparición del nazismo estaban la imposibilidad del pago de las deudas y reparaciones originadas por aquel primer conflicto bélico y alimentadas luego por empréstitos norteamericanos. Esto era un resultado del Tratado de Versalles, a quien se hacía responsable en parte de la nueva industrialización y rearmamento de la Alemania nazi. En cambio, la Unión Soviética, desangrada por la guerra podría ser un importante mercado para los productos americanos. “El Presidente creía que la paz dependía de mantener y desarrollar la unidad entre las tres grandes potencias”, dijo en su análisis de la Conferencia de Yalta el ex secretario de Estado, Edward Stettinius.

La cuestión sobre el destino de Alemania, tuvo que ver con el plan de desarme y castigo luego de la guerra que presentó el secretario Henry Morgenthau Jr, profundamente antinazi, como lo muestra en sus diarios personales: “Hay un grupo considerable de ricos de este país que harían la paz con Hitler mañana”. Esos ricos que mencionaba Morgenthau eran varios, como Prescott Bush, padre y abuelo de futuros presidentes; el padre de los Kennedy entonces embajador en Londres; Henry Ford, conocido antisemita; y varias grandes compañías norteamericanas que tenían negocios en Alemania, como General Motors. Pero el curso de los acontecimientos siguió un camino diferente.

Reconstrucción

El nuevo presidente Harry Truman, que sucedió a Roosevelt tras su fallecimiento en abril de 1945, era profundamente anticomunista y temía la presencia rusa en Europa Oriental. Inició así la política de contención del comunismo y la llamada Guerra Fría. Tendió, por el contrario, con la formulacion del Plan Marshall en 1947 a la reconstrucción de los devastados países amigos de Europa, incluida Alemania, que debían convertise en bastiones contra la penetración comunista. 

Pero los nuevos dirigentes norteamericanos se encontraron con un problema para sacar a Europa del marasmo en que el estaba: la influencia cada vez más grande de los partidos comunistas occidentales y el ejemplo de la planificación soviética que ahora parecía positivo. No podían recurrir simple y llamamente a la introducción de un esquema netamente liberal en el viejo continente.

El líder francés Jean Monnet no era adversario a la idea del desarme de Alemania, tesis similar a la de Roosevelt. La unidad europea que propugnaba era imaginada como un respuesta mejor al peligro aleman que las que proponían los americanos: una división política, la amputación o la ocupación permanente de Alemania. El general De Gaulle concordó con esta idea en un discurso en Argelia en 1944 y tuvo la esperanza de constituir una unión europea económica, en alianza con los soviéticos y los americanos. No iba a ser ese el curso de la historia.

Con Truman la política norteamericana se endureció también con respecto al otro aliado en la guerra: se cortaron los desembolsos correspondientes al acuerdo de Préstamos y Arriendos con el Reino Unido, contrariamente al compromiso asumido por Roosevelt. Esta situación puso a los norteamericanos en una posición de ventaja para negociar con los ingleses un nuevo préstamo. 

John Maynard Keynes fue el encargado de representar al gobierno de Londres, y mientras que el economista británico procuraba la obtención de un crédito sustancial a un bajo costo, los representantes estadounidenses pretendían que Gran Bretaña eliminara sus restricciones sobre el comercio, liberara los saldos bloqueados, volviera a la convertibilidad de la libra y eliminara los controles sobre las transacciones en dólares. Sin saldos bloqueados y con la posibilidad de cambiar libras por dólares, los países acreedores de Gran Bretaña podrían comprar libremente los productos norteamericanos. Por tal razón, este fue el punto más difícil en la negociación.

El préstamo fue aprobado por un monto inferior a lo solicitado por Keynes. Un parlamentario británico, criticando a los norteamericanos, que querían volver ahora a los perimidos principios del laissez-faire que tanto habían denostado, intentó levantar el orgullo nacional: “No debemos vender el Imperio Británico por un paquete de cigarrillos.” En todo caso era demasiado tarde. Las políticas tienen mucho más que ver con las realidades e intereses de cada país que con los fundamentos de las teorías económicas.

Impulsada por Washington, la vuelta a la convertibilidad de la libra por parte de Gran Bretaña el 15 de julio de 1947 tuvo consecuencias desastrosas. En pocas semanas se evaporó el remanente de los dólares que quedaban del gran préstamo norteamericano. El Reino Unido se encontraba al borde de la cesación de pagos y la amenaza de tener que utilizar sus reservas de oro. Así, el 20 de agosto de ese año debió decretar nuevamente la inconvertibilidad de la libra. Pero económicamente quedó atrapado por los Estados Unidos y el dólar. Esto perjudicó notablemente la relación de Gran Bretaña con otros países, como la Argentina, y reforzó el dominio norteamericano en el mundo. El objetivo de Washington de desmembrar el imperio británico se vió coronado por la independencia de la India y de otras colonias.

Guerra Fría

En 1948 se produjo otro episodio clave de la Guerra Fría, confirmando el dominio norteamericano, ahora respecto al ex aliado ruso. Las fuerzas armadas norteamericanas habían llevado con ellas en la ocupación de Alemania, reichsmarks impresos en los Estados Unidos. A la Unión Sociética también se les habían dado placas para imprimir esa moneda con lo que pudieron extraer, en cuestión de semanas, varios cientos de millones de dólares en bienes de las zonas de ocupación estadounidense y británica. El reichsmark soviético fue declarado inaceptable en las zonas del oeste, el pago de tropas fue descontinuado, y los cigarrillos se convirtieron en el medio de intercambio en Alemania Occidental. Se planificó entonces en Washington una reforma monetaria bajo el nombre de Operation Bird Dog, que implicó la sustitución de los antiguos reichsmarks por nuevos deutshemarks impresos en Washington.

Esta moneda sería legal en las zonas occidentales y su suministro estaría fuera del control soviético. Con el apoyo del plan Marshall, la economía de Berlín oeste era más floreciente que la del este, y ahora su moneda que valdría mucho más la hacía inaccesible para sus vecinos orientales. La Unión Soviética veía esto como parte de un plan general estadounidense para establecer un gobierno en el oeste de Alemania opuesto ideológicamente a los soviéticos. Entonces el ejército soviético bloqueó la ciudad impidiendo la entrada en ella desde el oeste. Mientras parecía que podía estallar otra guerra y la cuestión se discutía en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, presidido en ese momento por el canciller argentino Juan Atilio Bramuglia que actuó brilllantemente como mediador, el traslado a las zonas occidentales y su abastecimiento se hizo por vía aérea. Este episodio dio lugar a la creación de las dos repúblicas alemanas: la Federal y la Democrática, la primera dentro de la alianza con las potencias occidentales, la segunda como parte del bloque soviético. La frontera berlinesa que separaba las dos Alemanias inspiró la novela más famosa de John Le Carre, El espía que vino del frío.
Objetivos

El plan Marshall tenía tres propósitos, que se terminaron de concretar:

1. Debilitar a Gran Bretaña.

2. Hundir económicamente a la Unión Soviética.

3. Defender el predominio de Alemania en el continente. 

América latina sólo servía para como patrio trasero aliado seguro, pero no para levantarla económicamente. “Así paga el diablo", dijo Perón. Quienes añoran el plan Marshall y quieren aplicar uno en Argentina tienen que cambiarle de nombre y recordar siempre, no importa las formas, que benefició en primer lugar a los mismos norteamericanos y que estaba enmarcado en una estuctura estratégica propia.

* Profesor emérito de la UBA y del ISEN.