El golpe del GOU del 4 de junio de 1943

 Reportaje realizado al General Perón en el exilio en Madrid, en 1968, por el ex director del Archivo General de la Nación, Eugenio P. Rom, y publicado en su libro "Así hablaba Perón". 


El régimen comenzaba a expirar, cuando yo regresé al país, después de una temporada como Agregado en la Embajada Argentina en Chile. En Buenos Aires, tuve diversas entrevistas con varios oficiales, que me querían hablar de un movimiento de fuerza.  Los objetivos, todavía no estaban suficientemente claros.  Por lo que les dije que era mejor esperar un poco.  No había que apresurar las cosas.  De todas formas el gobierno estaba terminado, y nada se perdía con estudiar un poco mejor las cosas.  Tomar el gobierno para fracasar, era una estupidez.  Los convencí a todos de esperar y de permanecer en contacto. Así lo hicieron. Fui destinado a Italia, en plena guerra.  Me tocó presenciar los acontecimientos en el teatro directo de las operaciones.  Pero la experiencia, para mí más importante, fue poder estudiar el experimento político-social y sobre todo económico, que se desarrollaba en ese país. Además, completé un curso de Economía Política con un grupo de profesores italianos. 

 Considero maravillosa esa experiencia.  No creo que exista en el mundo, mejor escuela de economía que la italiana.  Se puede adecuar, al capitalismo, al fascismo y eventualmente al socialismo, sin perder coherencia.  Porque tienen muy claro a todos esos sistemas y sus trampas.  Resulta imposible venderles "gato por liebre" en materia de producción o comercialización. Con esta y otras varias y muy valiosas experiencias más, regresé a mi país.  Allí me puse en contacto, apenas llegué, con mis camaradas.  Tal como había previsto anteriormente, las cosas estaban peor que nunca.  Esta vez, todos me apremiaron para una "definición".  Yo pedí tranquilidad, y que primero nos organizáramos nosotros y después veríamos qué nos decían los generales. Entre nosotros, la mayoría de los oficiales eran Mayores, o Teniente Coroneles, muy pocos Coroneles y ningún general, y para hacer un "movimiento de fuerza", siempre hay que tener un general, uno por lo menos.  Así fue como nos organizamos bajo la denominación de "Grupo de Oficiales Unidos", más conocido por el GOU, y quedamos a la expectativa.  Pero para ese entonces, ya a nivel "generales", estaba caminando una conjura que tenía por cabeza al ex presidente general Justo. Así que resolvimos que lo mejor era seguir esperando y mientras tanto, organizar más aún el grupo.  De todas maneras, si los generales hacían la revolución, no podrían hacerla sin nosotros.  Todo estaba listo y montado cuando se vino a morir el general Justo. Bueno.  El asunto se puso mucho mejor para nosotros.  En los cuadros de las fuerzas armadas no había quedado, en esos momentos, ningún general con un prestigio o con un peso político definitivo.  No tendrían más remedio que conversar con nosotros y llegar a un comando de tipo "deliberativo".  Bueno, así ocurrió y al poco tiempo se produjo la revolución y la toma del poder. Como era de esperar, fuimos todos llamados a distintas funciones del gobierno.  Algunos con más responsabilidad que otros, pero en casi todos los organismos del Estado, había un oficial del GOU.  Tal como yo había pronosticado.  Ni siquiera tuvimos que pedir funciones, nos las ofrecieron. El problema principal que había en aquel entonces, era la actitud de la Argentina con respecto a la guerra europea. Sobre todo, la actitud que debía tomarse con respecto a su futuro desenlace.  Ya en el año 43, se hacía más o menos evidente que Alemania e Italia, llevarían las de perder. Pero también era evidente que eso no era motivo suficiente, ni argumento válido para declararles la guerra. El problema no era tan simple, porque por otra parte, tampoco teníamos nada que ganar con esta postura. 

Salvo un puesto en la cola de los imperialismos triunfantes...  Pese a que se desató una campaña tremenda en todo el ámbito de opinión del país y en el exterior en pro de que nos alineáramos de lado de nuestros "tradicionales aliados" no lo hicimos. Por ese entonces, yo había iniciado un desapercibido pero implacable accionar, desde el antiguo Departamento de Trabajo.  Había pedido que se le diera la categoría de Secretaría de Estado, con el nombre de Secretaría de Trabajo y Previsión. Poco a poco, los dirigentes obreros se acostumbraron a llegarse hasta allí y a ser tratados como amigos.  Unos trajeron a otros y estos a terceros.  Al poco tiempo, teníamos el respeto y la confianza, cuando no la simpatía, de casi todo el disperso cuadro del sindicalismo argentino.  Pero, cuando estábamos muy bien encaminados en estas cosas, el Presidente, general Ramírez, pretextando que eso consolidaría la revolución, no encontró mejor cosa que romper relaciones con el Eje.  Una macana grande como una casa.  Fue una medida totalmente inconsulta con respecto a los mandos militares.  Como consecuencia de eso, lo "reemplazamos" en la presidencia por el general Farrell, un hombre de nuestra confianza. Mientras estas cosas ocurrían, yo seguía avanzando en el terreno que realmente me interesaba.  La Secretaría de Trabajo y Previsión, era ya una verdadera "asamblea permanente" de trabajadores y dirigentes.  A todos se los escuchaba y a todos se les daba una solución. O por lo menos, se dejaba bien en claro que intentábamos dársela. Así nació, una corriente de confianza entre nosotros, que el tiempo se encargó de demostrar hasta qué punto era verdadera. JDP/