Evita. El fuego sagrado


Por Viviana Demaría y José Figueroa
Revista El Abasto, n° 155, mayo 2013


Tener agallas, como vos tuviste,
fanática, leal, desenfrenada
en el candor de la beneficencia
pero la única que se dio el lujo
de coronarse por los sumergidos.
Agallas para hacer de nuevo el mundo.
Tener agallas para gritar basta
aunque nos amordacen con cañones.
María Elena Walsh


La primera imagen que vieron sus ojazos fue el rostro arrugado por los fríos de todos los mayos que habían quedado escritos en el rostro de la comadre mapuche Juana Rawson de Guayquil. Elegimos creer que fue un siete de mayo. Había nacido Evita. Ese día y cada uno de los días que le siguieron fue siendo Evita, hasta el presente, aunque ella lo supiera mucho más tarde. Porque cada acontecimiento de su vida –insignificante o gigantesco– la conduciría hacia la construcción de la mujer que cambiaría la vida de los argentino para siempre.

En la serie “Germán, últimas viñetas”, Oesterheld en diálogo con su personaje Ernie Pike le pregunta: ¿Pike, usted cree en el azar o en el destino? Pike sonríe y responde ¿Y a Ud. quién le escribe las letras Germán? Los interrogantes acerca de las intervenciones del destino y el azar rondan la existencia de Eva convirtiendo su vida en un territorio de narrativas enlazadas.

“... (disposición y azar) determinan el destino de un ser humano” dice Freud y este escrito se trata de eso precisamente: descubrir que aquel 7 de mayo de 1919, no sólo nació una niña en una humilde familia de Los Toldos, con cuatro hermanos, una madre sin marido y un padre patrón de estancia. En ese instante y junto con ella nacía Eva Perón, la figura que habilitó y materializó el ingreso a la política de las mujeres argentinas y que dejó una obra material y simbólica que cambió para siempre la historia.


La mujer que se inventa a sí misma

Nacer es ineludible. Nacer desde el cuerpo y desde la subjetividad. Ese cuerpo que nace por la inevitable compulsión de la biología, le imprime un lugar en el espacio, le asigna una familia, la encuadra en un tiempo histórico, le otorga un género y una clase social. La vida se convierte entonces en saber qué hacer con eso. Descubrir a medida que va creciendo que ese fragmento de la historia del país no solamente no la ampara sino que la interroga permanentemente en su condición, hace que se inscriba en su subjetividad el impulso por la lucha de sus derechos. Los busca por todos los medios. Tanto los busca que sabiéndose sin linaje, hace de esa falta su bandera y motor para hacerse visible y por medio de esa visibilidad, acceder al reconocimiento que – de donde ella venía – era lo más parecido a la existencia civil. Además y por si fuera poco, se llama Eva. Eva, la primera mujer. Eva, el instrumento para la tentación de Adán. Eva, la curiosa que arrastró al pecado a la criatura divina. Eva, la madre de la humanidad.

   En el camino del vivir, guardará imágenes que la aferran al no olvido. Dice José Pablo Feinmann “El bastardo, al no provenir de un padre o una madre, como la sociedad burguesa ha establecido, no tiene Ser. No Es. El bastardo no tiene nada detrás. Pero habrá de luchar por Darse el Ser. “Ni durante un instante se imagina que está condenado a la pobreza y la bastardía” (Sartre). El bastardo, para superar su bastardía, debe actuar. Actuando se elegirá a sí mismo. Decidirá lo que habrá de ser. Irá en busca de su Ser. Se hará Ser. Será lo que haga de sí.” Y en Eva esa lucha por el Ser se teje ante la vista de todos, encarnada en las obras que llevó adelante durante su existencia. En ellas y desde ellas escribió para siempre la condición del recuerdo de su origen: “Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle” (Mi Mensaje).

   Sólo de ese modo puede entenderse la espontaneidad con que nombra a los sufrientes, los desposeídos, con esa empatía y comprensión que fluye entre aquellos que se saben compartiendo la misma condición. “Descamisados”, “grasitas”, se escuchan en su voz como palabras familiares, cercanas, carentes de lástima. Sólo de ese modo puede entenderse que su obra haya despertado la ira en sus enemigos y sin embargo aun permanezca intacta en la memoria del pueblo más allá de la feroz destrucción a la que fue sometida. Aunque pretendieron borrar su nombre de la historia y del corazón de los hombres y mujeres de la patria, aunque su cuerpo fue vejado y desaparecido, aunque su figura fue manipulada y su palabra tergiversada, a partir de ella, la vida de los argentinos jamás volvió a ser la misma.

De la beneficencia a los derechos

Fue a partir de 1946 cuando la enfermería comenzó el camino de la profesionalización, de la mano de la dignificación del trabajo de la enfermera que impulsaron el Dr. Ramón Carrillo – titular de la Secretaría de Salud Pública – y Eva a través de su Fundación. Por entonces la formación a la que accedían las enfermeras era por medio de la Cruz Roja Argentina y establecimientos dependientes de la Sociedad de Beneficencia de la Capital Federal (Hospital Rivadavia y la Maternidad Peralta Ramos). Las ingresantes tenían entre sus tareas más la limpieza y mantenimiento de los establecimientos que la atención de los pacientes. En 1947 el Dr. Carrillo implementó el "Plan Analítico de Salud Pública", donde se dio inicio a la formación de personal idóneo fusionando las escuelas de enfermería en una institución que dependía de la Fundación Eva Perón: se inauguraba así el 4 de septiembre de 1950 la “Escuela de Enfermeras 7 de mayo”.

   La presencia de Eva sobrevolaba cada decisión, acompañando a las estudiantes con su diálogo permanente, expresando su orgullo por ese caudal de mujeres que habían elegido el camino de convertirse en misioneras de la paz, como ella las nombraba. Inspiraba verlas desfilar, bonitas, delicadas y fuertes y orgullosas presentándolas como abanderadas del pueblo argentino y recibiendo la gratitud de todos aquellos que habían recibido su ayuda. Más de 30 países del mundo recibieron la asistencia de la Fundación Eva Perón por medio del envío de profesionales de la salud, medicamentos, ropa, alimentos, entre otros elementos de primera necesidad.

   Para llegar a esos lugares era necesario algo más que la excelencia académica. Las enfermeras recibían instrucción en manejo de jeeps y motos, en adiestramiento de perros que iban a ser compañía y transporte de botiquines con medicinas mientras preparaban las tiendas de campaña transformán-dolas en hospitales para cuando llegaran los médicos.

   Esa fue la tarea que realizaron en el Ecuador de 1949 Amanda y Lucía. Un terremoto devastador había dejado miles de heridos, muertos, destrozos, epidemias. Eva envió a un grupo de enfermeras de la Fundación hacia el país hermano para socorrer a las víctimas del terremoto. Estuvieron un tiempo acompañando con sus labores y pericias a los esforzados médicos que trabajaban rescatando y curando a los heridos de las consecuencias del golpe de la naturaleza. Así fue que, luego de tanto trabajo, el 27 de septiembre regresaban a casa en avión desde Ecuador. Pero la vida les jugaría una mala pasada. Cuando estaban por llegar a la base de Morón, la máquina empezó a incendiarse. Ante la mirada impotente de los familiares y amigos, el humo se tragó todo: los blancos uniformes, las jóvenes sonrisas y las alas de aquellos valientes ángeles. Eva Perón no tenía consuelo. Obstinada y decidida a que ningún nombre se perdiera en el olvido tomó la decisión de bautizar a la Ciudad de los Niños con el nombre de una de las enfermeras fallecidas: Amanda Allen, mientras el nombre de Lucía Komel – la otra enfermera que perdió su vida en cumplimiento de su labor solidaria – engalanó por mucho tiempo el edificio del “Hogar de Tránsito”.

   La Fundación y sus actividades vinieron a desmontar la lógica de la beneficencia para dar paso a la premisa “Donde existe una necesidad nace un derecho". En forma sincrónica, un mundo nuevo se abría para el pueblo argentino.

   La “Escuela de Enfermeras 7 de mayo” formó a 858 enfermeras y 430 especialistas hasta 1955 cuando el golpe de estado se apropió y vació la obra de inclusión que había llevado adelante la Fundación Eva Perón. Las enfermeras fueron perseguidas con saña y crueldad. Allanaron sus casas, quemaron sus uniformes, destruyeron sus libros y apuntes. Y como si fuera poco, destruyeron los legajos de los hospitales con las historias clínicas de los pacientes. A los enfermos mentales los sacaron a empujones de los hospitales, los arrastraron hasta una ruta cualquiera y los fusilaron sin piedad. Los locos molestaban, por locos y por inútiles. Por lo demás, todo lo que tuviera que ver con la Fundación fue destruido. De los hospitales, los vándalos robaron lo que pudieron y lo que no, lo rompieron: vajillas, nebulizadores, aparatos de presión. Ninguna huella debía quedar del paso de Eva y de la Fundación en la vida del pueblo argentino. A través de la prohibición de su nombre y el despojo de su obra, pretendieron arrebatar el Ser que había conquistado para sí y para los desangelados de la historia. No contaban los bárbaros con la marca indeleble que la dignidad y los derechos habían escrito en el corazón de los humildes.


De lo doméstico a lo público

Desde aquel primer padrón femenino confeccionado en 1883 en Pampa del Chañar (San Juan) hasta la sanción de la ley 13.013 de sufragio femenino en 1947, transcurrieron generaciones de varones y mujeres, amores, desencantos, pasiones, frustraciones y luchas. Los rostros de Fenia Chertkoff, Elvira Rawson de Dellepiane, Alicia Moreau de Justo, Julieta Lanteri, Cecilia Grierson, Emar Acosta, Victoria Ocampo y otros tantos más o menos anónimos, han sido urdimbre y trama de la historia de nuestro país, tejida con fricción hasta el momento de ingresar a la vida política en el registro de su más concreta materialidad.

   Eva, la mujer que ha se ha sublevado durante toda su vida contra la frase “¿con qué derecho?” –pregunta a la que no se ha resignado ni sometido, pregunta que ha considerado la base de la injusticia en su vida y en las vidas de los de su condición– sabe que desde su posición tiene a su alcance el instrumento para desarticular esa pregunta: la definitiva sanción de la ley de sufragio femenino y el acceso de las invisibles al espacio político.

   Si el camino para la conquista de derechos había sido difícil, la capacitación cívica y la preparación de las mujeres para desempeñarse en los espacios políticos y partidarios, sería arduo también. En ese momento todo estaba por hacerse.

   Para volverse eco en la voz del pueblo, su propia voz surca el aire e ingresa en los hogares. Para encontrar sus propios ojos, verse reflejada en el pueblo y mirarse a sí misma desde el pueblo, sale a la calle y busca entre los silencios de los campos y los cañaverales, entre las selvas y los montes, entre los lagos y ríos de la patria, a las miles y miles de mujeres encerradas entre las paredes de sus casas o de las casas de sus padres o de las casas de sus patrones. Eva ES en cada rostro de las censistas, en cada mujer que ha abrazado Su Causa, la única razón por la cual toda su existencia adquiere sentido: darse el ser que le había sido negado.

   Para esto era necesario saber “cuántas somos y dónde estamos”. Una a una fueron elegidas personalmente por Eva para realizar un censo nacional de mujeres peronistas. “Las delegadas son verdaderas misioneras de la doctrina peronista en la acción y en la prédica, y las mujeres que colaboren con ellas con desinterés, perseverancia y lealtad serán las futuras dirigentes del movimiento en cada distrito.”

   Las veintitrés responsables de la organización y puesta en marcha del Partido Peronista Femenino eran muchachas jóvenes, sin experiencia política previa, incansables y leales. En ellas la bondad, la amabilidad, la firmeza y perseverancia debían rendir cuenta día tras día.

   Bíblicamente dejaron atrás padre, madre, seguridad y amparo, tomaron sus pocas pertenencias y salieron al mundo a encontrar a todas las Evas ocultas en todos los rincones de la patria. Mujeres pequeñas e intrépidas ampliaron los límites de la nación internándose en la Argentina oculta, escribiendo en sus interminables papelitos las ignoradas historias de vida.

   Hormiguitas viajeras infatigables ellas se hicieron eco de la pasión y fundaron los espacios para que otras mujeres vieran el mundo con nuevos ojos. ¿De qué modo pretenderían borrar la cercanía con que Eva se había instalado? Su vida misma se había hecho creaciones imborrables en la memoria de los humildes.

Quizás por eso José María Castiñeira de Dios le regaló en sus versos la frase profética “Volveré y seré millones”. Porque esa fue el camino de la trascendencia humana que habilitó la política. Millones de Evitas comenzaron a hacerse visibles. Debajo de las piedras estaba Eva, entre los matorrales; en el medio del desierto caminaba Eva, entre los médanos; de los ranchitos llenos de vinchucas salía Eva, sobre las ruinas.

   Y mientras ella iba camino hacia la historia, su rostro sonreía desde los lugares más recónditos del alma humana y los lugares más visibles de la vida social.

El 11 de noviembre de 1951 votaron 3.816.654 mujeres.

   El Partido Peronista conquistó al 63,9% del electorado ofreciendo para la dirigencia nacional las primeras flores: 23 diputadas y 6 senadoras (si se cuentan a las legisladoras provinciales fueron electas en total 109 mujeres) que ocuparon sus bancas en 1952.




Damnatio memoriae

Hay que remontarse al imperio Romano. Al gobernante que legalizó la religión cristiana. Al emperador que la iglesia ortodoxa considera santo. Hay que hablar de Constantino “El Grande” y sus legislaciones contra el “Tyranus”. Hay que hablar del senatus consultum de Roma y sus decretos judiciales, para lograr comprender el origen de los actos de revancha oligárquica llevados a cabo por la Fusiladora contra Eva y su Fundación. Y hay que hacerlo en latín, esa lengua muerta con la que conspiró la Acción Católica Argentina y llevó a cabo su contrarrevolución.

   El castigo más nefasto que un romano podía recibir se denominaba damnatio memoriae. Esta expresión latina, en el sentido actual significa -lisa y llanamente- "destrucción del recuerdo”. En algunas oportunidades se combinaba con otra sanción conocida como abolitio nominis, que consistía en borrar el nombre del condenado de toda la historia –como si jamás hubiese existido-; y por último la llamada rescissio actorum, que consistía en abolir toda la legislación que hubiera promulgado el tyranus. Estos castigos estaban dirigidos a quienes fueran considerados enemigos del Estado –obvio – por una nueva autoridad con potestas.

   En síntesis, se procedía a arrancar las placas que recordaban su labor edilicia, se suprimían sus emblemas, se decapitaban o destruían las estatuas, se estropeaba su rostro de las pinturas, se retiraban de circulación las monedas que hubiese acuñado con su nombre y efigie, se suprimían de los registros oficiales, se anulaban sus acciones políticas y legislativas, incluso, hasta su propio nombre. Esto solía ir acompañado de la confiscación de sus bienes, el destierro de su familia y se perseguía y exterminaba física o moralmente a sus camaradas y partidarios más fieles. Así, se pretendía borrar de la memoria oficial y de la memoria colectiva el recuerdo de un determinado personaje, sus obras, sus logros y hasta su propia existencia.

   Eso fue lo que hicieron porque Eva ya había pasado a la inmortalidad. Primero fue el bombardeo aéreo sobre Plaza de Mayo. Luego, desde el barco maldito, nave insignia de la sedición, las cinco torres del “17 de Octubre”, se movieron lenta y armoniosamente. Los quince cañones principales de 152 mm apuntaron a la destilería “Eva Perón” en La Plata. El mismo movimiento hicieron los otros ocho cañones secundarios de 127 mm. Una tonelada de explosivos británicos sembró la destrucción. Su gemelo, el “9 de julio” acaba de rendir Mar del Plata. Es el 19 de septiembre de 1955.

   El Presidente Constitucional Juan D. Perón -que asumió su segundo mandato con el 60% de los votos- es obligado a renunciar. La “Revolución Libertadora” acaba de triunfar.

   El milico que ocuparía el cargo del Dr. Ramón Carrillo, saquea su casa un día antes de asumir. Es el coronel Ernesto Alfredo Rottger. A ese coronel le corresponde la tarea de reemplazar a un brillante neurocirujano, neurobiólogo y médico sanitarista. Se le ordena la misión de “desperonizar” el sistema nacional de Salud Pública. Debajo de él, la Dirección de Asistencia Integral tiene otro incomparable objetivo: intervenir, desmantelar y disolver toda la obra de la Fundación Eva Perón. Es la Asistente Social Marta Ezcurra, fundadora de la juventud de la Acción Católica en 1931.

   Marta Ezcurra ordena el día 23 de septiembre la ocupación militar de cada una de las Escuelas Hogar. Su política de shock es muy clara: retirar y destruir todos los símbolos del gobierno. Con los niños como mudos testigos, en cada uno de los patios, el fuego hace arder pilas de frazadas, sábanas, colchones, pelotas y juguetes diversos con el logo de la FEP, que los valientes soldados previamente han arrancado de sus camitas y dormitorios. Los bustos de Eva son decapitados.

Dispone la intervención inmediata de cada uno de los institutos el día 24 de septiembre. Convoca para ello, a los miembros de los “comandos civiles” (Acción Católica Argentina) quienes de inmediato comienzan a realizar la depuración de adictos a la “tiranía”. En medio de un odio demencial, ordena el desalojo inmediato de todos los niños y niñas internados en la Clínica de Recuperación Infantil Termas de Reyes, en Jujuy. La transforma en un casino para la oligarquía.

   Manda tirar al río Mendoza, toda la vajilla y cristalería (importada de Finlandia y Checoslovaquia) con la que han comido los “cabecitas negras” en las unidades turísticotermales de alta montaña de Puente del Inca y Las Cuevas. Manda destruir todos los frascos de los Bancos de Sangre de los Hospitales de la Fundación porque contenían sangre “peronista”. Manda secuestrar todos los pulmotores porque tienen placas metálicas con las palabras “Fundación Eva Perón”. Ordena el asalto militar contra la Escuela de Enfermeras, y dispone su cierre definitivo.

Determina la confiscación de todos los muebles de los hospitales, hogares para niños, hogares escuelas y hogares de tránsito por ser demasiado lujosos para los ahora sin privilegios, se los llevan a sus casas los “comandos civiles”. Los camiones del ejército llegan a los edificios y depósitos de la Fundación y parten llenos. Dispone la desactivación absoluta de todos los programas de turismo social por ser “un peligroso ejemplo de demagogia populista y antidemocrática” en las Colonias de Vacaciones de Córdoba, Mar del Plata y Buenos Aires. Decide el cierre definitivo de las casi 200 proveedurías de alimentos de primera necesidad, la clausura del Plan Agrario, el Plan de Trabajo Rural y los Talleres Rodantes. Resuelve la intervención de los Hogares de Ancianos y el cierre de los Hogares de Tránsito. A pedido del Coronel Ernesto Alfredo Rottger -su Jefe y Ministro- ordena que sean expulsados a la calle todos los estudiantes de la Ciudad Estudiantil “Presidente Juan Perón”. El Coronel la necesita como centro de detención para encerrar a todos los miembros del gobierno constitucional detenidos. Allí caen las flamantes diputadas, las primorosas enfermeras, las militantes de los cien barrios porteños...

   Cuando los interventores envían los primeros informes de las Escuelas Hogar, Marta Ezcurra descubre con escándalo que “la atención de los menores era suntuosa incluso, excesiva, y nada ajustada a las normas de sobriedad republicana que convenía para la formación austera de los niños. Aves y pescado se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto a vestuario era renovado cada seis meses”. (En San Juan un niño pobre comía 100 gramos de carne por día y 6 cucharadas de leche. En Jujuy, -por año- un niño comía 43 kilos de carne, en La Rioja 27, en Catamarca 26, y en Santiago del Estero tan sólo 19,6 Kilos), en las Escuelas Hogar Eva Perón, los niños comían carne todos los días. Marta Ezcurra cambiará el menú y el nombre de todas esas escuelas.

   “Queda prohibida en todo el territorio de la Nación: las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas artículos y obras artísticas, la utilización de la fotografía retrato o escultura, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, dichos objetos ofenden el sentimiento democrático del pueblo Argentino y constituyen para éste una afrenta que es imprescindible borrar” (Decreto-ley 4161/56).

   Ya todo es ausencia. La “violencia evangélica” ha destruido el mejor de los sueños de aquella niña que un siete de mayo se echó a andar por la vida buscando incendiar al pueblo con el fuego de su corazón.


Referencias Bibliográficas

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