Ernesto Guevara y Perón


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Los encuentros del Che con Perón

Por Pacho O`Donnell
para La Nación


"Cuando le pregunté al General sobre la foto dedicada que el Che le había entregado en nombre del "gordo" Cooke en la que se veía a éste vestido de guerrillero cubano, me comentó: "Este hombre ha dejado de ser peronista", me confió Enrique Pavón Pereyra, su secretario y su biógrafo durante los primeros años del exilio de Perón en Madrid, a quien entrevisté para mi biografía del Che.
 
John William Cooke, `el gordo`, líder de la izquierda peronista, exiliado en Cuba, había convencido al Che de que ningún proyecto revolucionario era viable en Argentina sin el apoyo del general Perón, aquel cuya caída en 1955 como consecuencia de una asonada militar había arrancado a Ernesto Guevara un insolente párrafo en una carta a su madre, visceralmente antiperonista: "La caída de Perón me amargó profundamente, no por él sino por lo que significa para toda América (…) Estarás muy contenta, podrás hablar en todos lados con la impunidad que te da el pertenecer a la clase en el poder".
 
A su regreso de una gira por países africanos, Guevara, ministro de Industria, hizo escala en Madrid. El testigo del encuentro fue Julio Gallego Soto, contador, hombre de confianza de Perón en asuntos comerciales, quien, cuando años más tarde su vida peligraba, eligió como depositario de su testamento político a su colega el contador Alberto T. López, quien declaró en la causa judicial abierta por secuestro y desaparición de Gallego Soto en 1977, a manos de la genocida dictadura. López, a su vez, lo relató a Rogelio García Lupo, quien lo reveló en un artículo periodístico.
 
A fines de abril de 1964 Gallego Soto estaba acostándose para dormir en su lujosa habitación del Hotel Plaza de Madrid, frente a la emblemática fuente de Cibeles, cuando escuchó golpes en su puerta. Al abrir encontró a un desconocido que con mucha precaución y en susurros le entregó un mensaje manuscrito de Perón. En él le pedía que acudiera de inmediato a su residencia de Puerta de Hierro. Gallego Soto descontó que se trataba de algo importante por lo avanzado de la hora.
 
Encontró a Perón rodeado por personas con uniformes verde olivo, casi todos ellos barbudos, con los que parecía pasarla muy bien pues hablaban en voz alta y reían a carcajadas. Gallego Soto los identificó como cubanos. Después Perón se puso serio y le dijo que lo había "convocado para una tarea que requiere una gran reserva y una buena administración". El general pensaba que era el hombre para la función "por lo mucho y bien que lo conozco".
 
Gallego Soto se enteró entonces de que se trataba de administrar varios millones de dólares del fondo de "Liberación", el organismo que Guevara había creado para apoyar los movimientos revolucionarios en Latinoamérica. Fue entonces cuando Perón se dirigió a alguien que había permanecido en la oscuridad "y para mi sorpresa vi aparecer a un sacerdote capuchino que había estado presenciando la escena anterior y que, al alzar la pantalla de luz, resultó ser el mismísimo Che".
 
Las consecuencias del encuentro fueron evidentes poco tiempo después. García Lupo constataría que el 26 de octubre de 1964 el encargado de negocios de la embajada cubana en Madrid, Ramón Aja Castro, otorgó una visa a Gallego Soto para llevar adelante una negociación en el ministerio de Comercio Exterior de Cuba para colocar un importante embarque de maíz argentino y el beneficio de esa operación seguramente tendría como destino financiar el acuerdo de `Puerta de Hierro`.
 
Philip Agee, el espía norteamericano que llevó un diario de su actividad en Uruguay, escribió el 21 de marzo de 1964: "La estación (de la CIA) en Montevideo ha organizado varias operaciones fructíferas contra objetivos peronistas en Uruguay a través de las cuales se ha podido descubrir el apoyo que prestan los cubanos a los peronistas. Una operación de escucha contra el departamento del periodista peronista Julio Gallego Soto nos permitió descubrir la clandestina relación existente entre éste y el antiguo jefe del servicio de inteligencia cubano en el Uruguay".
 
El otro encuentro se produjo en 1966, antes de la experiencia boliviana. El Che Guevara hizo escala en Madrid con el propósito de visitar otra vez a Juan Domingo Perón en su residencia de `Puerta de Hierro`, en esta oportunidad para pedir su colaboración debido a que Fidel Castro, en el momento de partir Guevara y sus colaboradores de La Habana, le habría expresado sus dudas acerca del prometido apoyo por parte del Partido Comunista Boliviano, defección que luego se confirmaría y que sería una de las principales causas del fracaso y muerte del Che en tierras bolivianas.
 
"Sería en septiembre u octubre porque recuerdo que no hacía mucho que habíamos regresado de nuestras vacaciones de verano", me contaría Pavón Pereyra tomando café en un bar de Buenos Aires, poco tiempo antes de su fallecimiento. "Una mañana muy temprano, serían las seis de la mañana, a través de la ventana veo a un sacerdote en la puerta de la Quinta" y le aviso a Perón. "Es el Che Guevara", me dice ante mi sorpresa, "hágalo pasar".
 
En España gobernaba Franco y la situación de asilado de Perón no era muy cómoda, así que evitaba recibir abiertamente a políticos de izquierda porque después venían las protestas y las amenazas de expulsión. Así sucedió, por ejemplo, cuando recibió al chileno Allende, entonces senador por el socialismo.
 
"El Che estaba disfrazado, con sotana, irreconocible, afeitado y casi calvo, con anteojos de marco oscuro y cristales algo ahumados. Iba de paso hacia Bolivia y pasaba por Europa porque debido al bloqueo de Cuba los viajes debían necesariamente conectar con países socialistas.
 
Luego de los saludos Guevara pasó a contarle su plan de insurgencia en el Alto Perú. Perón se mostró sorprendido y al principió no le creyó, o se hizo el que no le creía.
 
"Esto va en serio" dijo el Che. Yo creo que Perón me hizo quedar al principio de la reunión para quitarle intimidad porque comprendió que el Che venía a pedirle ayuda para una acción con la que el General no estaba de acuerdo. Pero no esgrimió argumentos políticos sino que puso énfasis en el asma de Guevara y en la inconveniencia de la humedad y el calor de las selvas bolivianas para ese mal. `Yo conozco bien la zona porque allí cursé el segundo año de la instrucción militar que hicimos en Brasil, en Bolivia y en Chile`, le dirá y luego agregará con impostado dramatismo: "Disculpe, Comandante, que sea franco con usted, pero usted en Bolivia no va a sobrevivir. Es contra natura. Suspenda ese plan. Busque otras variantes." Luego de algunos segundos de silencio agregó, grave: "No se suicide".
 
Pavón continuó: `Entonces llegaría el momento de dejarlos solos. El General me ordenó que trajera yerba, agua caliente y un mate. A los dos les gustaba matear. Cerré la puerta a mis espaldas y siguieron conversando por veinte minutos. Estoy seguro de que entonces se habló de lo que más le interesaba al Che y también estoy convencido de que Perón le dijo que no estaba en condiciones de darle una ayuda formal del Movimiento Justicialista mientras las acciones se desarrollaran en territorio boliviano, pues las circunstancias no favorecían que comprometiese en una operación internacional a un partido debilitado como el suyo que debía enfrentar la proscripción a que lo habían condenado las dictaduras cívico-militares de la Argentina. Cuando la acción del Che se trasladase a territorio argentino entonces podría contar con el peronismo. Mientras, prometió, no se opondría a quienes por voluntad propia quisieran participar del foco boliviano`.
 
Después del encuentro lo único que me comentó, como si hablara para sí mismo, fue "pobre Guevara, lo van a dejar solo". Y acertó porque él también lo dejó solo aunque por motivos justificados.

Fuente


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"El primer encuentro personal entre Perón y el Che lo relató Rogelio García Lupo. El testigo sería Julio Gallego Soto, contador, hombre de confianza de Perón en asuntos comerciales, secuestrado y desparecido en 1977."

Ernesto Guevara de la Serna nació en el seno de una familia de clase media alta, con ribetes genealógicos aristocratizantes, circunstancia que inclinaba a sus padres hacia el antiperonismo. Pero el futuro Che fue desembarazándose de esos  prejuicios a medida que en sus viajes conoció la dramática realidad de los sectores populares latinoamericanos. 
En su primer viaje continental escribió en Bolivia que para los indígenas eran "semidioses venidos nada menos que de la Argentina, el maravilloso país donde está Perón y su mujer, Evita, donde todos los pobres tienen las mismas cosas que los ricos, y no se explota al pobre indio, ni se lo trata con la dureza con que se lo hace en estas tierra". En otra oportunidad,  Ernesto Granado contó: "En el año 1949 él hizo un viaje en barco hasta el Caribe, observó todo, y como era su costumbre, lo anotó en su cuaderno, y cuando volvió hablamos de sus experiencias y de la situación en la Argentina. Yo tenía problemas económicos y le eché la culpa al peronismo. Ernesto me escuchó y me contestó con pocas palabras: 'Si conocieras el Caribe, serías menos antiperonista.'"
Años más tarde, cuando la revolución cubana desalojó a la dictadura de Fulgencio Batista, siendo el Che funcionario, el embajador cubano en Argel, "Papito" Serguera, héroe de Sierra Maestra, recibió en marzo de 1963 la visita de  dos argentinos de apellido Luco y Villalón que se presentaron como mensajeros de Perón, entonces  exiliado en España.
Entrevisté a Serguera en su casa de La Habana en  2003 para mi biografía del Che:
"Mi impresión de esos emisarios no fue buena, pues los noté con una desenvoltura histriónica y se demostraban tan de acuerdo entre sí que lo que decían y hacían parecía producto de ensayos. Los despedí con la promesa de trasladar sus propuestas al presidente Castro y al comandante Guevara y a ello subordiné la aceptación a concurrir a Madrid. 
Ya en La Habana, Guevara me escuchó con mucha atención y finalmente tomó la decisión de que yo fuese a Madrid a ver a Perón. 'Le vas a llevar algo de mi parte.' Al despedirnos me era claro que el Che estaba muy interesado en el asunto: 'Papito, sondea a Perón, trata de ver qué puedes sacar de un diálogo con él. Dile que nosotros estamos dispuestos a ayudarlo'. 
Salí de La Habana de regreso a Argel vía Madrid. A mi llegada localicé a Luco y Villalón quienes me informaron que Perón me recibiría el día siguiente a las once de la mañana.
Parado en la puerta de su quinta llamada Puerta de Hierro, en el residencial barrio madrileño del mismo nombre, me esperaba un sonriente Perón  y a su lado, también amable, Villalón. Alto, de 68 años, de pelo teñido de un negro que ocultaba todas las canas, corpulento y en buen estado físico, Perón disimulaba muy bien sus años. Preguntó con familiaridad por Fidel y por Ernesto.
Luego de un rato de conversación consideré que ya era el  momento y le entregué el maletín con los dólares subrayando que era el Che quien se lo enviaba. Lo tomó, lo puso a un lado sin abrirlo y continuó hablando sin darle importancia."
Por las fechas que daba Serguera, me fue claro que la ayuda económica pedida y otorgada era para el intento inicial de regreso de Perón, abortado en Río de Janeiro durante el gobierno de Arturo Illia. 
El primer encuentro personal entre Perón y el Che lo relató Rogelio García Lupo. El testigo del  mismo sería Julio Gallego Soto, contador, hombre de confianza de Perón en asuntos comerciales, secuestrado y desparecido en 1977. 
A fines de abril de 1964 Gallego Soto concurrió a la quinta de Puerta de Hierro y encontró a Perón rodeado por personas con uniformes verde olivo, casi todos ellos barbudos, con los que parecía pasarla muy bien pues hablaban en voz alta y reían a carcajadas. Gallego Soto los identificó como cubanos. Después Perón se puso serio y le dijo que lo había "convocado para una tarea que requiere una gran reserva y una buena administración". Gallego Soto se enteró entonces de que se trataba de administrar  varios millones de dólares del Fondo de Liberación, el organismo que Guevara había creado para apoyar los movimientos revolucionarios. Fue entonces cuando Perón se dirigió a alguien que había permanecido en la oscuridad "y para mi sorpresa vi aparecer a un sacerdote capuchino que había estado presenciando la escena anterior y que, al alzar la pantalla de luz,  resultó ser el mismísimo Che". 
Años más tarde, en su camino hacia Bolivia, donde perdería la vida, el Che Guevara hizo escala en Madrid con el propósito de visitar otra vez a Perón. 
"Yo era secretario de Perón en su exilio en Madrid", me contará Enrique Pavón Pereyra tomando café en un bar de Buenos Aires. "Una mañana muy temprano, serían las seis de la mañana, a través de la ventana veo venir a un sacerdote y le aviso a Perón. 'Es el Che Guevara', me dice ante mi sorpresa, 'hágalo pasar'. En España gobernaba Franco, y la situación de asilado del General no era muy cómoda, así que evitaba recibir a políticos de izquierda porque después venían las protestas y las amenazas de expulsión. Así sucedió, por ejemplo, cuando recibió al chileno Allende.
El Che estaba disfrazado, irreconocible, afeitado y casi calvo, con anteojos de marco oscuro y cristales algo ahumados. Yo creo que Perón me hizo quedar al principio de la reunión para quitarle intimidad porque comprendió que el Che venía a pedirle ayuda para una acción con la que el General no estaba de acuerdo. Con el pretexto del asma del Che le diría con impostado dramatismo: 'Disculpe, Comandante que sea franco con usted, pero usted en Bolivia no va a sobrevivir. Es contra natura. Suspenda ese plan. Busque otras variantes.' Luego de algunos segundos de silencio casi dramático agregó: 'No se suicide.'"
Pavón continuó: "Entonces llegaría el momento de dejarlos solos. Estoy seguro de que entonces se habló de lo que más le interesaba al Che, y también estoy convencido de que Perón le dijo que no estaba en condiciones de darle una ayuda formal del Movimiento Justicialista mientras las acciones se desarrollaran en territorio boliviano, pues las circunstancias no favorecían que comprometiese en una operación internacional a un partido debilitado y proscripto como el suyo. Mientras, prometió, que no se opondría a quienes por voluntad propia quisieran participar del  foco boliviano."

  Enterado de la muerte del Che, un conmovido Perón escribió: "Hoy ha caído en esa lucha, como un héroe, la figura joven mas extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica."

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Los dos encuentros del Che con Perón en Puerta de Hierro

Por  Pacho O´Donnell
para Pagina 12
Publicado el 12 de junio de 2017

John William Cooke, “el gordo”, líder de la izquierda peronista, exiliado en Cuba, había convencido al Che de que ningún proyecto revolucionario era viable en Argentina sin el apoyo del general Perón, quien contaba con la idolatría de los sectores populares y de la mayoría de los poderosos dirigentes gremiales de su país, además de ser la indiscutida cabeza del partido político más numeroso. Aquel cuya caída en 1955 como consecuencia de una asonada militar había arrancado a Ernesto Guevara un insolente párrafo en una carta a su madre, visceralmente antiperonista: “La caída de Perón me amargó profundamente, no por él sino por lo que significa para toda América (…) Estarás muy contenta, podrás hablar en todos lados con la impunidad que te da el pertenecer a la clase en el poder”.



A su regreso a La Habana de una gira por países africanos Guevara, ministro de Industria, hizo escala en Madrid. El testigo del  encuentro fue Julio Gallego Soto, contador, hombre de confianza de Perón en asuntos comerciales, quien, cuando años más tarde su vida peligraba, eligió como depositario de su testamento político a su colega el contador Alberto T. López, quien declaró en la causa judicial abierta por secuestro y desaparición de Gallego Soto en 1977, a manos de  la genocida  dictadura. López, a su vez, lo relató a Rogelio García Lupo, quien lo reveló en un artículo periodístico.

A fines de abril de 1964 Gallego Soto estaba acostándose para dormir en su lujosa habitación del Hotel Plaza de Madrid, frente a la emblemática fuente de Cibeles, cuando escuchó golpes en su puerta. Al abrir encontró a un desconocido que con mucha precaución y en susurros le entregó un mensaje manuscrito de Perón. En él le pedía que acudiera de inmediato a su residencia de Puerta de Hierro. Gallego Soto descontó que se trataba de algo importante por lo avanzado de la hora.

Encontró a Perón rodeado por personas con uniformes verde olivo, casi todos ellos barbudos, con los que parecía pasarla muy bien pues hablaban en voz alta y reían a carcajadas. Gallego Soto los identificó como cubanos. Después Perón se puso serio y le dijo que lo había “convocado para una tarea que requiere una gran reserva y una buena administración”. El general pensaba que era el hombre para la función “por lo mucho y bien que lo conozco”. 

Gallego Soto se enteró entonces de que se trataba de administrar  varios millones de dólares del fondo de “Liberación”, el organismo que Guevara había creado para apoyar los movimientos revolucionarios en Latinoamérica. Fue entonces cuando Perón se dirigió a alguien que había permanecido en la oscuridad “y para mi sorpresa vi aparecer a un sacerdote capuchino que había estado presenciando la escena anterior y que, al alzar la pantalla de luz, resultó ser el mismísimo Che”.

Gallego Soto aseguraría a López que rechazó la propuesta ‘a pesar de que no era fácil negarse a los pedidos del ‘viejo’ (Perón)’ pero algunos indicios demostrarían que no fue así. García Lupo constataría que el 26 de octubre de 1964 el encargado de negocios de la embajada cubana en Madrid, Ramón Aja Castro, otorgó una visa a Gallego Soto para llevar adelante una negociación en el ministerio de Comercio Exterior de Cuba para colocar un importante embarque de maíz argentino y el beneficio de esa operación seguramente tendría como destino financiar el acuerdo de ‘Puerta de Hierro’.

Philip Agee, el espía norteamericano que llevó un diario de su actividad en Uruguay, escribió el 21 de marzo de 1964: “La estación (de la CIA) en Montevideo ha organizado varias operaciones fructíferas contra objetivos peronistas en Uruguay a través de las cuales se ha podido descubrir el apoyo que prestan los cubanos a los peronistas. Una operación de escucha contra el departamento del periodista peronista Julio Gallego Soto nos permitió descubrir la clandestina relación existente entre éste y el antiguo jefe del servicio de inteligencia cubano en el Uruguay”.

Una de las consecuencias del acuerdo entre el Che y Perón, siempre ducho en los aspectos económicos de la política, sería la habilitación de Villalón para comerciar con exclusividad el tabaco cubano en varios países de Europa. 

El otro encuentro se produjo en 1966, antes de la experiencia boliviana. El Che Guevara hizo escala en Madrid con el propósito de visitar otra vez a Juan Domingo Perón en su residencia de “Puerta de Hierro”, en esta oportunidad para pedir su colaboración debido a que Fidel Castro, en el momento de partir de La Habana, le habría expresado sus dudas acerca del prometido apoyo por parte del Partido Comunista Boliviano, defección que luego se confirmaría y que sería una de las principales causas del fracaso y muerte del Che en tierras bolivianas.

“Yo era secretario de Perón en su exilio en Madrid’, me contaría Enrique Pavón Pereyra tomando café en un bar de Buenos Aires, poco tiempo antes de su fallecimiento. “Sería en septiembre u octubre porque recuerdo que no hacía mucho que habíamos regresado de nuestras vacaciones de verano. Una mañana muy temprano, serían las seis de la mañana, a través de la ventana veo venir a un hombre extraño y le aviso a Perón. ‘Es el Che Guevara’, me dice ante mi sorpresa, ‘hágalo pasar’. En España gobernaba Franco y la situación de asilado del General no era muy cómoda, así que evitaba recibir abiertamente a políticos de izquierda porque después venían las protestas y las amenazas de expulsión. Así sucedió, por ejemplo, cuando recibió al chileno Allende, entonces senador por el socialismo.

“El Che estaba disfrazado, irreconocible, afeitado y casi calvo, con anteojos de marco oscuro y cristales algo ahumados. Iba de paso hacia Bolivia y pasaba por Europa porque debido al bloqueo de Cuba los viajes debían necesariamente conectar con países socialistas. Durante la entrevista le contó a Perón su plan de insurgencia en el Alto Perú. Perón se mostró sorprendido y al principió no le creyó, o se hizo el que no le creía. ‘Esto va en serio’, dijo el Che, y dio los detalles de la operación. Yo creo que Perón me hizo quedar al principio de la reunión para quitarle intimidad porque comprendió que el Che venía a pedirle ayuda para una acción con la que el General no estaba de acuerdo. Después del encuentro lo único que me comentó, como si hablara para sí mismo, fue ‘pobre Guevara, lo van a dejar solo’. Y tuvo razón porque él también lo dejó solo”.

El líder del movimiento justicialista le negaría ayuda poniendo énfasis en el asma de Guevara y en la inconveniencia de la humedad y el calor de las selvas bolivianas para ese mal. “Yo conozco bien la zona porque allí cursé el segundo año de la instrucción militar que hicimos en Brasil, en Bolivia y en Chile”, le dirá y luego pronosticará con dramatismo: “Disculpe Comandante que sea franco con usted, pero usted en Bolivia no va a sobrevivir. Es contra natura. Suspenda ese plan. Busque otras variantes.” Luego de algunos segundos de silencio agregó, grave: “No se suicide”.

Pavón continuó: “Entonces llegaría el momento de dejarlos solos. El General me ordenó que trajera yerba, agua caliente y un mate. A los dos les gustaba matear. Cerré la puerta a mis espaldas y siguieron conversando por veinte minutos. Estoy seguro de que entonces se habló de lo que más le interesaba al Che y también estoy convencido de que Perón le dijo que no estaba en condiciones de darle una ayuda formal del Movimiento Justicialista mientras las acciones se desarrollaran en territorio boliviano, pues las circunstancias no favorecían que comprometiese en una operación internacional a un partido debilitado como el suyo que debía enfrentar la proscripción a que lo habían condenado las dictaduras militares de la Argentina. Cuando la acción del Che se trasladase a territorio argentino entonces podría contar con el peronismo. Mientras, prometió, no se opondría a quienes por voluntad propia quisieran participar del foco boliviano”.


Se despidieron muy cordialmente y el General lo acompañó hasta la calle. También me diría Pavón: “No sé si tiene que ver con esto que le conté pero tiempo después Perón me mostró una foto dedicada de Cooke vestido de guerrillero cubano, seguramente se la habría entregado el Che, y me comentó: “Este hombre ha dejado de ser peronista”.

Fuente
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El Che y Perón... Un solo corazón
Por Ernesto Jauretche

Publicado digitalmente: 14 de octubre de 2004 por la Agencia Rodolfo Walsh
¿Cómo vivimos aquellos infaustos días que rodearon al 8 de octubre de 1967 los jóvenes militantes peronistas de las todavía rudimentarias organizaciones de la JP que se preparaban para pasar de la resistencia a la ofensiva? ¿Qué relación hallábamos entre Perón y el Che? ¿Podríamos afirmar fundadamente que Perón fue guevarista y el Che peronista?
El Che era la conducción ética de la revolución: el hombre nuevo. Perón era la conducción concreta de la revolución: el líder de un Movimiento de Liberación Nacional. Ambos tenían la misma perspectiva sudamericana de la revolución y compartían el mismo enemigo: el imperialismo norteamericano.
Por eso podíamos coincidir y disentir a la vez, con ambos.
Podíamos disentir con el Che cuando planteaba las estrategias de la acción para alcanzar los objetivos revolucionarios: sobre todo con la idea de el "foco". A la juventud peronista le costaba mucho entender el concepto de vanguardia. Porque nos movíamos en una corriente de pensamiento que tenía como sujeto de la revolución a la unidad de todas las clases en la defensa de los intereses de la Nación frente al imperialismo. Y veníamos de una experiencia obrera real y no imaginaria: no sentíamos que hiciera falta el foco para despertar la conciencia de la clase; sólo había que esperar a que madurase en la lucha. Nuestros trabajadores, mayoritariamente peronistas, eran "la columna vertebral del Movimiento". Abrevábamos en una idea de la insurrección, que implicaba si no evitar al menos postergar los conflictos interclasistas. Pero coincidíamos en que la revolución iba a ser producto de un hombre nuevo, que la forma hace al contenido y que refundar la Nación, como nos proponíamos, iba a exigir el abandono de las viejas prácticas liberales, reivindicar la nobleza de la política y hacer de la militancia un ejército épico munido de los más sólidos principios éticos. Y que ese hombre nuevo debía conducir el proceso, bajo el paradigma de la clase trabajadora.
Podíamos disentir con Perón cuando, desde la realpolitik, seguía aferrado al ya anacrónico planteo de la revolución democrático burguesa, en medio de un mundo donde las luchas populares eran por el socialismo. Por eso, reivindicando el espíritu crítico que debe animar toda militancia, salimos a decirle un día que “Está lleno de gorilas el gobierno popular”. Pero cuando había que pelear por las convenciones paritarias para conseguir aumentos de salarios para o desestabilizar al "partido militar" progresando en la acumulación de poder, la estrategia válida era la de Perón y no la del Che Y como la revolución es un proceso de construcción de relaciones de fuerza, para combatir al formidable poder del régimen, en Perón encontrábamos el eje de la unidad y al rector de una estrategia de conjunto, con todas sus alas y destacamentos desplegados.
Perón y el Che deben haberse encontrado muchas veces en sus planteos revolucionarios. No es esta una presunción infundada. Incluso hay fuentes consistentes que relatan el encuentro cara a cara de los dos, en 1964. Pero concurrían al encuentro desde diferentes lugares. Para Perón, el Che podía ser parte de su estrategia de manejo de un dispositivo de conjunto. Sobre todo porque para Perón, y para los peronistas, la revolución cubana no es importante porque sea socialista sino porque es una revolución de emancipación nacional. Mientras, para el Che, las masas de trabajadores lideradas por Perón eran el sujeto real de su proyecto revolucionario para el extremo sur de la América del Sur que quería liberar.
Por otro lado, si para Perón el Che era “el más grande revolucionario de América”, para el Che, Perón era un ya legendario y bien probado latinoamericanista y anttimperialista. No puede haberle pasado imperceptible el acuerdo del ABC que Perón había firmado en 1951 con Chile y Brasil, acta fundacional y rumbo concreto de la integración y presumiblemente una de las principales causas de su derrocamiento.
Pero Perón era General, y para un militar, cuando se lleva la política al terreno de la guerra y se pierde, es que se perdió la política. Sólo la visión genial del estadista que había en Perón puede haberle dictado aquella famosa carta del 8 de octubre de 1967, donde adivina el tamaño que adquiriría la figura del Che después de su sacrificio en Bolivia: “Nos sentimos hermanados con todos aquellos que, en cualquier lugar del mundo y bajo cualquier bandera, luchan contra la injusticia, la miseria y la explotación. Nos sentimos hermanados con todos los que con valentía y decisión enfrentan la voracidad insaciable del imperialismo, que con la complicidad de las oligarquías apátridas apuntaladas por militares títeres del Pentágono mantienen a los pueblos oprimidos.


Hoy ha caído en esa lucha, como un héroe, la figura joven más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica: ha muerto el Comandante Ernesto Che Guevara.

Su muerte me desgarra el alma porque era uno de los nuestros, quizás el mejor: un ejemplo de conducta, desprendimiento, espíritu de sacrificio, renunciamiento. La profunda convicción en la justicia de la causa que abrazó, le dio la fuerza, el valor, el coraje que hoy lo eleva a la categoría de héroe y mártir...”
El punto de encuentro entre el Perón de 1967 y el Che sobresale en este párrafo de esa carta: “Su vida, su epopeya, es el ejemplo más puro en que se deben mirar nuestros jóvenes, los jóvenes de toda América Latina”. Es impresionante que Perón pudiera mirar el futuro a la distancia, porque en esos momentos Guevara era muy resistido por los sectores tradicionales del Movimiento. Sin embargo, si alguna fracción del peronismo hubiera querido hacer profesión de un antagonismo, quedaba expresamente desautorizada por el propio Perón.
El héroe colectivo que es el pueblo, se mueve cuando el objetivo es trascendente: la emancipación nacional, la soberanía popular, la justicia social, el socialismo, la Nación Latinoamericana. Perón era profundamente sanmartiniano y como el Libertador, sabía que “Sin ilusiones ni ideales los pueblos no podrían vivir”. Entendió que esa figura mítica que sería más adelante el Che, contribuiría a inflamar de coraje a todo un pueblo.
Pero Guevara también era de los que tenían la larga mirada del estratega. En carta a la madre del 20 de junio de 1955 (cuatro días después del salvaje bombardeo a la Plaza de Mayo que había dejado medio millar de muertos), Guevara se adelanta a los tiempos, califica a esos “mierdas de los aviadores que después de asesinar gente a mansalva se van a Montevideo a decir que cumplieron con su fe en Dios”, y se refiere también a los dirigentes civiles de ese intento de golpe de estado afirmando que “tirarían o tirarán -que todavía no se aclaró todo- contra el pueblo a la primera huelga seria.... matarán a cientos de “negros” por delito de defender sus conquistas sociales y La Prensa dirá muy dignamente que es ciertamente muy peligroso el que trabajadores de una sección vital del país se declaren en huelga”. Y lo fundamenta: “la Iglesia tuvo muchísimo que ver en el golpe de estado del 16, y también tuvieron que ver con eso “nuestros queridos amigos” (citando seguramente carta anterior de su madre que así califica a los norteamericanos), cuyos métodos pude apreciar muy de cerca en Guatemala”.
Una semana después de iniciado el golpe de Estado que derrocaría a Perón, Guevara vuelve sobre el tema en otra carta ("Querida vieja, 24 de setiembre de 1955): “Esta vez mis temores se han cumplido, al parecer, cayó tu odiado enemigo de tantos años; por aquí la reacción no se hizo esperar: todos los diarios del país y los despachos extranjeros anunciaban llenos de júbilo la caída del tenebroso dictador; los norteamericanos suspiraban alegrados por los 425 millones de dólares que ahora podrían sacar de la Argentina; el obispo de México se mostraba satisfecho de la caída de Perón, y toda la gente católica y de derecha que yo conocí en este país se mostraba también contenta; mis amigos y yo, no; todos seguimos con natural angustia la suerte del gobierno peronista... Aquí, la gente progresista ha definido el proceso argentino como "otro triunfo del dólar, la espada y la cruz”. Y, al final, agrega: “Te confieso con toda sinceridad que la caída de Perón me amargó profundamente, no por él, sino por lo que significa para toda América, pues mal que te pese y a pesar de la claudicación forzosa de los últimos tiempos, Argentina era el paladín de todos los que pensamos que el enemigo está en el norte...”. Y hasta se permite advertir a su madre: “Gente como vos creerá ver la aurora de un nuevo día... Tal vez en un primer momento no verás la violencia porque se ejercerá en un círculo alejado del tuyo”.
Pero si algo faltara para ratificar esa perspectiva que Guevara tenía sobre el gobierno peronista, valga citar también la carta dirigida a Ernesto Sábato, fechada ya en La Habana el 12/4/60: «Sería difícil explicarle porqué... la revolución cubana no es la “Revolución Libertadora...


No podíamos ser “libertadora” porque no éramos parte de un ejército plutocrático sino éramos un nuevo ejército popular, levantado en armas para destruir al viejo, y no podíamos ser “libertadora” porque nuestra bandera de combate no era una vaca, sino en todo caso, un alambre de cerca latifundiaria destrozado por un tractor, como es hoy la insignia de nuestro INRA. No podíamos ser “libertadora” porque nuestras sirvienticas lloraron de alegría el día en que Batista se fue y entramos en La Habana y hoy continúan dando datos de todas las manifestaciones y todas las ingenuas conspiraciones de la gente Country Club que es la misma gente Country Club que usted conociera allá y fueran, a veces, sus compañeros de odio contra el peronismo».
¿Era peronista Guevara? Tanto como Perón fue guevarista.

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El encuentro de Perón y el Che en Madrid

Por Juan Pablo Csipka 
para SOCOMPA
publicado el 13 de octubre de 2017

La historia detrás de la historia de la noche de 1964 cuando Ernesto Guevara, disfrazado de monje, visitó al General en su exilio español en busca de un acuerdo político.
El hecho no figura en las biografías de ninguno de los dos personajes en cuestión y siempre se manejó como una hipótesis. Ni Joseph Page en el caso de Perón, ni Paco Taibo II o Jon Lee Anderson en sus trabajos sobre el Che Guevara consignaron la más mínima mención a un encuentro entre ambos. Con posterioridad a esas monumentales biografías se publicó Últimas noticias de Fidel Castro y el Che, el que sería a la postre el libro final de Rogelio García Lupo. Vio la luz en 2007, cuando se cumplían cuarenta años de la muerte de Guevaraen Bolivia, y allí rastreó la historia de un encuentro en Puerta de Hierro, en 1964.

Vale la pena recordar el contexto en que según el gran periodista se dio el cara a cara entre dos mitos argentinos del siglo XX. Para ese momento, el General ya estaba instalado en Madrid y la construcción de la quinta 17 de Octubre no hacía presagiar mayores movidas políticas. Sin embargo, Perón recibió ese año con la promesa de que volvería a la Argentina, cosa que intentó en diciembre. El “Operativo Retorno” se frustró en Río de Janeiro, cuando la dictadura brasileña no le permitió seguir viaje por pedido de Arturo Illia. O sea que cuando Guevara lo visitó ya venía maquinando su vuelta.

La Cuba castrista era por entonces el mayor dolor de cabeza de los Estados Unidos en ese momento de la Guerra Fría. La instalación de misiles soviéticos en la isla casi detona la Tercera Guerra Mundial con la Unión Soviética. Un año antes, la operación de la CIA para desbancar a Fidel Castro había fracasado en Bahía de los Cochinos. Guevara era el símbolo de esa revolución, aunque ya comenzaban sus cortocircuitos con el ala más pro-soviética del gobierno cubano, encarnada por Raúl Castro, y arrastraba tras de sí el fracaso de la guerrilla impulsada por Jorge Masetti en Salta, que había sido aniquilada con poco en el norte argentino al despuntar el 64.

En medio de ambos extremos, la Cuba revolucionaria y el General exiliado, había un punto en común: John William Cooke. El primer delegado de Perón, que en sus funciones ya había caído en desgracia, impulsaba una alianza con La Habana. Incluso insistía en que Perón debía instalarse en la isla. El Bebe Cooke había generado buenos vínculos con la isla: un negocio de importación de habanos servía para sostener a Perón y su movimiento

En rigor, el General no podía coquetear abiertamente con los cubanos. Hacerlo lo arrojaba definitivamente a los brazos de la izquierda y lo convertía en un líder proletario. Exactamente lo que no quiso ser en 1955 cuando no reprimió al alzamiento que lo derrocó. Demasiados dolores de cabeza había tenido durante su exilio latinoamericano hasta que se instaló en la España franquista, que a los ojos del mundo era menos chocante que el experimento socialista a 90 millas de Florida. Además, el peronismo proscripto estaba encarnado por dirigentes sindicales que veían con malos ojos a la izquierda. No podía enemistarse con ellos, en el delicado equilibrio que proponía el vandorismo.


Entonces entró en escena Julio Gallego Soto, según el relato de García Lupo. Se trataba de un español afincado de pequeño en la Argentina, que se integró al círculo íntimo de Perón en su primera presidencia. Aparece en algunas fotos con Perón en Madrid y se lo ve también en Chile, detrás del General. mientras éste departía con su par Carlos Ibáñez del Campo. Perón lo utilizaba como agente para misiones especiales.


Al despuntar los 60, Gallego Soto operaba en Montevideo, y allí se habrían dado sus nexos con la inteligencia cubana. Philip Agee, agente de la CIA apostado en ese entonces en la capital uruguaya, desertó del espionaje norteamericano y publicó el revelador Inside The Company: CIA Diary a comienzos de los 70. El 21 de marzo de 1964, Agee anotó en su diario que las escuchas en el departamento de Gallego Soto habían verificado que tenía contacto con Earle Pérez Freeman, el jefe de la inteligencia cubana en Uruguay.


No está de más recordar que tres años antes, Punta del Este había sido el escenario de la reunión de la OEA en la que Cuba fue expulsada del sistema interamericano pese al rechazo de Arturo Frondizi. El Che había sido el delegado cubano en esa cumbre, y Cooke ya estaba en tratos con La Habana.

Para marzo de 1964 se produjo el golpe de Estado en Brasil, y Guevara, presionado por el fracaso del foco guerrillero de Masetti en Salta, era tentado por Leonel Brizola para armar una guerrilla brasileña en suelo uruguayo para luchar contra la dictadura de Castelo Branco. Brizola era cuñado del depuesto presidente Joao Goulart, y pasó buena parte de su exilio en Uruguay.

Fue en esos días cuando se concretó el encuentro en Puerta de Hierro, que García Lupo fecha entre mediados de marzo y mediados de abril. Es decir, mientras la CIA constataba que Gallego Soto andaba en tratos con los cubanos. Para esos días, el Che tuvo la certeza de que la guerrilla de Masetti había sido desarticulada por la Gendarmería. Surgía una duda: ¿se podría insistir en un foco con ayuda del peronismo? Por cierto que antes de Masetti, y en nombre de Perón, ya había habido una experiencia foquista, la de los Uturuncos. Guevara pasó por Praga y París en esos días de la primavera europea y en algún momento llegó de incógnito al bastión por excelencia del anticomunismo en Europa occidental: la España del Generalísimo Franco.

El encuentro se inscribía en la estrategia de Perón para su anhelado regreso a la Argentina. En Buenos Aires, la embajada norteamericana advertía de un giro a la izquierda, anticipando que ya estaba en marcha el “Operativo Retorno”. Faltaba saber si el General se atrevía a recostarse en ni más ni menos que la última y triunfante revolución plebeya, la bestia negra de Occidente.

Como se sabe, Perón quiso volver, pero jugando su destino con el sindicalismo de Vandor, que mucho no se movió por el regreso, y al que le causaba escozor cualquier cosa de tinte rosado.

Guevara estuvo fuera de Cuba en misión diplomática entre el 17 de marzo y el 17 de abril de 1964. En algún momento de ese mes se dio el encuentro con Perón. Alberto López, amigo y albacea de Gallego Soto, conservó el relato sobre la noche en que el agente fue llevado ante el General, y éste le dijo que era el hombre ideal para manejar “los fondos de la liberación”, una importante suma de dinero destinada a una acción del Che. En un texto de puño y letra de Gallego Soto, conservado por López y difundido por García Lupo, se lee que “para mi sorpresa, vi aparecer a un sacerdote capuchino que había estado presenciando la escena anterior y que, al alzar la pantalla de luz, mostró ser el mismísimo Che”.

García Lupo también cita las memorias de Jorge Serguera, el Comandante Papito, quien afirma que “el Che me ordenó pasar por Madrid y entrevistarme con Juan Domingo Perón”. Según Serguera, Guevara le dijo: “Dile que nosotros estamos dispuestos a ayudarle”. Embajador de Cuba en Argelia, Papito pasó por Madrid y se vio con el General. Anotó el cubano que “aunque no se lo pregunté, estaba seguro de que el Che nunca había hablado personalmente con Perón y, sin embargo, la circunstancia subrayaba un conocimiento”. En su encuentro, Serguera le ofreció instalarse en Argel como paso previo a mudarse a La Habana. Al parecer, circularon maletines con dinero para afianzar la “organización política interna” de Perón. Serguera era un hombre de máxima confianza del Che. “Los fondos para la liberación”, dinero cuyo intermediario debió haber sido Gallego Soto, siguieron girando mientras vivió Guevara. Para Papito, “el único que puede saber esto es Fidel”.

Gallego Soto pudo haber sido el agente de Perón, el hombre que manejara esos dineros en tránsito de Cuba a Madrid, pero en el escrito legado a López, afirma que no aceptó involucrarse en aquella noche madrileña donde coincidió con el General y el guerrillero.

A Gallego Soto lo secuestraron los militares argentinos en 1977 por sus vínculos con el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). No volvió a aparecer.

Enrique Pavón Pereyra, el historiador peronista, referiría en sus últimos años que estaba en la quinta madrileña con el General cuando llegó Guevara de incógnito en 1966, dos años después de aquella cita nocturna disfrazado de monje, para decirle que no había marcha atrás con la incursión en Bolivia, que ya estaba decidida. Pavón asegura que Perón trató de disuadirlo, que él conocía el terreno de sus tiempos jóvenes y que no era recomendable internarse allí. “No se suicide”, habría sido su consejo.

El 24 de octubre de 1967, dos semanas después de la muerte del Che en Bolivia, Perón dirigió una carta a la militancia de su movimiento. “Su muerte me desgarra el alma porque era uno de los nuestros, quizás el mejor: un ejemplo de conducta, desprendimiento, espíritu de sacrificio, renunciamiento. La profunda convicción en la justicia de la causa que abrazó, le dio la fuerza, el valor, el coraje que hoy lo eleva a la categoría de héroe y mártir”, escribió el General.

Pronto diría a Rodolfo Terragno que “yo pude haber sido el primer Fidel Castro de América, con sólo pedir la ayuda de Rusia. ¿O usted cree que no me la habría dado? Y Estados Unidos no iba a ir a una guerra por Argentina, como no fue por Cuba. Pero entonces hubiera habido una guerra civil y habría muerto un millón de argentinos”. Así justificaba su salida del poder en el 55, pero quedó para la Historia que pudo haber sido un precursor de Castro. Hacerle guiños a la izquierda ya no era tan mal visto, por necesidades políticas (aun campeaba el vadorismo), y pronto el Cordobazo le permitiría erigirse como un líder aclamado por jóvenes embelesados con la Revolución Cubana.

Se haya encontrado o no con el Che, queda claro que ese “era uno de los nuestros, quizás el mejor” constituía la primera de múltiples apropiaciones del mito recién nacido. Para el General, como en una canción en boga de Bob Dylan, los tiempos estaban cambiando.
Fuente: socompa.info