Juan Manuel de Rosas, creador de la Política Exterior Nacional

Por Luis Oscar Buján*
publicado el 29 de febrero de 2016

El período de la Confederación Argentina abarca los años que van desde 1835 hasta 1861 y comprende dos etapas bien diferenciadas que las podemos denominar como: a) Período de la Confederación por Pacto, cuyo marco jurídico tiene como base el Pacto Federal de 1831, el primero en ser ratificado por la totalidad de las provincias argentinas; la figura protagónica es la de don Juan Manuel de Rosas, y b) Confederación por Constitución, a partir de 1853, en el que el marco jurídico lo constituye la Constitución sancionada ese año, aceptada por todas las provincias excepto la de Buenos Aires y donde el protagonismo político es desempeñado por D. Justo José de Urquiza.

Durante la primera de estas etapas, se sientan los hitos fundacionales, se crea y comienza a desarrollarse la política internacional argentina.

Siguiendo al Dr. Mariano Amadeo, existen dos conceptos, dos formas de entender la política internacional; una de ellas se refiere a las relaciones existentes entre los estados, “que persiguen su interés nacional maximizando su cuota de poder a expensas de otros”. La otra, está referida a la acción que un Estado desarrolla respecto de los demás. Es así que la política exterior de un Estado, “no consiste en una mera yuxtaposición o sucesión de actitudes inconexas, lo que define la existencia de una política exterior es la coherencia y la continuidad que guardan esas actitudes entre sí. Un país que obrara en cada caso con total prescindencia de la conducta que ha seguido en otras situaciones podría tener Relaciones Internacionales, pero, en sentido estricto del término no tendría Política exterior”. Para que esta exista debe haber unidad de acción.

Julio Irazusta calificaba a la Política Exterior como la alta política; y sobre la diplomacia, decía: “...es la verdadera política, por que de ella depende, en última instancia la vida de las naciones. La paz interior, el buen orden público, la prosperidad económica, no son factores tan decisivos para la existencia misma de un país. Ellos por sí solos no dan ni la seguridad ni la grandeza. No basta tener fuerzas en potencia; hay que tener la voluntad y el arte de servirse de ellas”.

En este sentido, nuestro país hasta el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, había tenido relaciones diplomáticas con distintas naciones, pero careció de los fundamentos de una Política Internacional en sentido estricto. Se habían enviado misiones y Ministros Plenipotenciarios en diferentes ocasiones, pero sus decisiones y metas eran fijadas ad-hoc, sin existir objetivos coherentes ni permanentes. La prueba de ello sería la fragmentación del territorio ocurrida en los primeros dieciocho años de vida política autónoma. No obstante, comenzarían a esbozarse los primeros principios orientadores de la política exterior: reconocimiento de la Independencia; ayuda exterior para sostenerla (aunque algunas veces de ella resultara la enajenación de territorios). Pero en general podemos decir que entre 1810 y 1835 lo que había predominado en la política exterior fueron actitudes voluntaristas.  Básicamente se atendía el problema cuando este se presentaba, por lo que se adoptaban actitudes inconexas, contradictorias y a veces yuxtaponiendo medidas políticas. En descargo de esta politica debemos aclarar que los problemas del Estado Argentino, pasaban en esos momentos, por constitución de un gobierno que fuera capaz de organizar la Nación, pacificarla, establecer la unidad nacional y asegurar el patrimonio nacional ante las amenazas de otras naciones; es tos objetivos siempre pudieron ser logrados. La carencia de una política exterior llevó a la segregación de la Banda Oriental, al aislamiento del Paraguay, a la pérdida del Alto Perú, al aumento de la ingerencia del Brasil y de Inglaterra en el Río de la Plata y al olvido de los ideales de integración continental sostenidos por San Martín y Bolívar. Después del fracasado proyecto constitucional de 1826, el país quedaba al borde de su disolución. Con este marco llegamos a 1835.

II. Juan Manuel de Rosas, creador de la política exterior nacional

“La Confederación Argentina, en el período de 1831 a 1852, fue un intento originalísimo de organizar el país de otro modo que por una asamblea constituyente, apartándose del constitucionalismo formalista en boga por todas partes desde que la Revolución Francesa de 1789 sustituyó el derecho divino de los reyes por el derecho divino de las mayorías electorales”.

Cuando Rosas asume por segunda vez la gobernación de la Provincia de Buenos Aires en 1835. entre los objetivos a lograr por su gobierno se cuentan: la pacificación del país sumido en la anarquía después del fracaso del proyecto elaborado por los unitarios, que incluía entre otros planes la muerte de los caudillos federales; la restauración del orden interno, problematizado por la muertes de Dorrego y de Quiroga; la obtención de la unidad nacional, evitando que prosperaran los planteos separatistas de algunos de los gobernadores provinciales que anteponían el interés particular al interés común como era el caso del gobernador correntino Pedro Ferré; la formación de una economía de carácter nacional, colocando en el centro el desarrollo que había logrado en esa época la economía porteña, la sanción de una ley de aduana y aplicando una sana política financiera y monetaria; finalmente, la creación de la Política Internacional argentina.

Se ha señalado acertadamente que estos objetivos se basarían en: “la organización empírica del país, el arreglo equitativo de la economía nacional, la restauración de los valores tradicionales de la sociedad”

Para obtener la creación de la Política Exterior, uno de los aspectos de su política que no ha sido suficientemente analizado bajo este aspecto, Rosas utilizará los siguientes instrumentos:

-una magistratura de carácter nacional.

-un poder legal que la respalde.

-una Cancillería.

-un cuerpo diplomático.

-organismos de contralor.

Por medio de ellos, el estado rosista pondrá en ejecución los procedimientos y métodos que permitan el surgimiento y desarrollo de una política con personalidad y jerarquía como hasta ese momento no había existido en nuestra Nación.

Analizaremos a continuación los instrumentos a través de los cuales Juan Manuel de Rosas puso en ejecución esa política.

a) La Magistratura nacional.

Después de la caída del Directorio en 1820, que constituyó entre otras cosas la desaparición de un gobierno nacional, el gobierno de Buenos Aires había desempeñado por encargo, la dirección de la política exterior de las provincias Unidas del Río de la Plata. El ejercicio de esta delegación seria desempeñada con las características que señalamos en la introducción: en general, se careció de una acción coherente y con objetivos a largo plazo. Con Rosas, la situación va a cambiar de manera substancial. Uno de los factores decisivos en el cambio estaría en la Magistratura por él ejercida: “la creación de la magistratura suprema de la Confederación, por medio del encargo de las Relaciones Exteriores en el gobernador de Buenos Aires dotado de la suma del Poder, fue una verdadera obra maestra del arte político digno de los más grandes modelos de la historia”

Con ella, el gobernador porteño pudo desarrollar una acción eficaz destinada a conservar la unidad y la integridad territorial, a pesar de las poderosas amenazas y peligros que debió enfrentar, Pero el logro más importante estaría dado por que se reconociese en el plano internacional a una sola nación y no a un conjunto de estados, tal era el objetivo de alguno de las agresores. Gracias a esta magistratura se pondría en práctica una única política exterior, representativa de la Nación. Será nacional además, porque responderá al interés de la nación en su conjunto, por sobre los intereses regionales o sectoriales.

Podemos entonces afirmar que la nacionalidad, expresión del sentimiento colectivo, afincado en la tradición y con conciencia de su personalidad y destino particular en lo universal, se perfila claramente durante el periodo de la Confederación por Pacto, pero a pesar de este logro: “La Nación Argentina seguira siendo en 1835 una posibilidad por realizar, pero no una realidad hecha”. Así lo entendieron los otros gobiernos provinciales; ellos vieron con claridad que: “Con la Suma del Poder y el encargo de las relaciones exteriores logró extender la autoridad nacional a los últimos rincones del país. Pero su entrometimiento no sería consentido por los gobiernos provinciales sino como necesidad de la situación internacional, y como compensación de los beneficios que recibía de aquella autoridad en las leyes proteccionistas y en el cuidado de las fronteras de cada uno de ellos y de todos”.

b) Un Cuerpo legal que lo respalda.

El poder en virtud por el que el gobernador de Buenos Aires pudo ejercer una política nacional estará dado por el Pacto Federal del 4 de enero de 1831. Sería el primer documento jurídico al que adhieren todas las provincias a medida que se resuelvan las luchas contra el unitarismo. En sus artículos 2º y 13º afirma la existencia de la nación, consolidándose la obra realizada por el Congreso de 1816.

Por este Pacto, las provincias están en derecho de retirar la delegación ejercida por el gobernador de Buenos Aires, como ocurriría en los casos de Corrientes y de Entre Ríos, pero no podrían asumirlas sus gobernadores de manera legal, ya que estaba garantizada la única representación nacional ante el exterior.

c) Una Cancillería.

En el período comprendido entre 1835 y febrero de 1852, el ejecutor de la política exterior de la Confederación por mandato del gobernador sería el Dr. D. Felipe Arana, quien al decir de Ricardo Font Ezcurra sería: “una de las glorias civiles más puras de la República” .

Nacido en Buenos Aires el 23 de agosto de 1786, moriría en ella el 11 de julio de 1865; estudió leyes en Chile y se doctora en Derecho en 1810. Se lo verá desempeñando funciones públicas como redactor del estatuto de 1815, miembro de la Junta Protectora de Libertad de Imprenta, miembro de la primera Legislatura de Buenos Aires, de la que será su presidente en 1828, 1830, 1831 y 1832. Asistió al Cabildo Abierto del 22 de mayo y fue miembro de la Junta de Observación en 1815; se opondrá a la división de Buenos Aires en 1826, y desde 1833 es miembro de la Junta de Teólogos y Canonistas.

Hábil negociador, con la prudencia que caracteriza al diplomático de profesión, supo interpretar las necesidades y los intereses de la Nación ante las presiones diplomáticas y militares de las potencias extranjeras. Si bien gozó de un criterio personal de excepcional valor, su tarea es permanentemente supervisada y ordenada por el Gobernador, con el que mantenía conversaciones casi a diario; esto le permitiría convertirse en uno de los hombres de mayor confianza de Rosas, Juntos dotarán a la Política Exterior argentina de aquellas decisiones rápidas, enérgicas, pragmáticas y precisas que eran necesarias para el logro de los éxitos diplomáticos, contenidos, por ejemplo en los tratados con Francia y Gran Bretaña. Bien se pudo afirmar que: “La política exterior de la República Argentina, reflejo del pensamiento y de la acción de sus hombres de gobierno, conductora de las relaciones con las naciones amigas, ha asegurado a nuestra patria su independencia"

El resultado de las acciones concretas de la tarea desempeñada se advierte con claridad en las cuestiones con Francia y Gran Bretaña, con Brasil, con Chile, Bolivia y la Banda oriental: estos hechos: “...exaltaron el sentimiento patriótico en la Confederación Argentina, fortaleciendo al gobierno de Rosas aparecía ante la opinión serena e imparcial de América y de Europa como el sostenedor del principio republicano frente a la tentativa imperialista y a los ataques de las poderosas monarquías europeas”

c) Un Cuerpo Diplomático

Bajo esta denominación incluimos a los cuatro embajadores permanentes y a los diferentes enviados especiales ante determinados gobiernos.

Los embajadores fueran: Tomás Guido en Río de Janeiro; Manuel Moreno en Londres; Manuel de Sarratea en París y Carlos María de Alvear en Washington. Los cuatro contaron con una serie de condiciones que permitieron una labor eficaz en el desempeño de sus funciones: los conocimientos de la realidad en la que operaban, experiencia y patriotismo. Ejercieron sus cargos, en general bastante tiempo: Sarratea desde 1838 hasta su muerte en Limoges en 1848; Alvear desde 1838 hasta noviembre de 1852; Guido, entre 1849 y diciembre de 1850 en que se rompen relaciones con el Imperio; Moreno entre 1835 y 1852. La capacidad de todos estos hombres la expresan algunas de las características personales de Manuel Moreno: hombre con buenas relaciones en el Foreign Office, con firme conocimiento de la realidad y el espíritus de los británicos. Le tocó ser el primer embajador que debió reclamar por la usurpación de las Islas Malvinas, y sus argumentos de derecho Internacional, como sus fundamentaciones históricas y geográficas han servido de base para todas las argumentaciones posteriores.

Tuvieron indicaciones precisas para su acción, tanto por parte de Arana como por Rosas; debían informar detalladamente acerca de los acontecimientos en los países en los que estaban acreditados: la abundante documentación existente en los archivos, General de la Nación y del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, nos permite apreciar la manera en que el gobierno estuvo al tanto de las situaciones, para emitir instrucciones precisas que les permitieran actuar en consecuencia.

Si bien gozaron de la autonomía necesaria para su desempeño, sus actos tuvieron siempre el atento control del Canciller y del Gobernador, y no vacilaron cuando llegado el caso, se vieron obligados a desautorizar alguna de sus gestiones, que comprometían los objetivos finales de la Confederación. Un ejemplo de esto lo tendríamos cuando Rosas no acepta ratificar el tratado gestionado por Guido con el Imperio en 1849 ya que no contemplaba la posición de Oribe y los intereses de la República Oriental, al que se le fijaban límites sin la participación de los interesados. En carta a San Martín, Guido le decía que: “..había aceptado colaborar con Rosas, siempre que este lo dejara hacer la misma política que con Viamonte” . Esta cita prueba la independencia de criterio que gozaron los embajadores; pero ellos siempre se sabían simples representantes. En el tratado mencionado: “se firmó con la constancia expresa de Guido de que su firma no comprometía a su gobierno, pues no había sido especialmente autorizado por éste para hacerlo. El 13 de abril el ministro Arana comunicó a Guido que el Gobierno de la Confederación Argentina no podía aceptarlo tal como había sido redactado y acordado (...) sin la concurrencia del Gobierno oriental, aparecería humillada la suprema autoridad legal de aquella República y violada la soberanía e independencia” .

Moreno y Sarratea, quizás por tener que realizar sus misiones en gabinetes experimentados y llenos de intrigas y dobleces, demostraron su capacidad fenomenal para manejar situaciones harto comprometidas para la Nación. Baste como ejemplo la forma en que utilizaron la prensa local para forzar los levantamiento de los bloqueos al Río de la Plata.

Alvear, ya curado completamente de sus desviaciones de 1815, le tocó desempeñar la tarea en la delegación más tranquila aunque no menos importante dadas las características de la política exterior estadounidense, lanzada su política expansionista sobre los territorios de sus vecinos; La Guerra con México, las aspiraciones sobre Cuba, revelan la importancia de contar con un embajador permanente y atento en esa legación.

Estos nombres y los resultados de su política nos hacen coincidir en que “Rosas tuvo un ojo infalible para discernir el mérito ajeno. Su gobierno fue de todos los que el país tuvo en su siglo y medio de vida, el que empleó más proceres durante más tiempo” .

f) Cuerpos de Contralor

El organismo que controlaba y supervisaba el accionar del gobierno era la Legislatura de Buenos Aires, a la que Rosas informaba anualmente sobre las determinaciones tomadas, y sobre el estado de las cuestiones pendientes de solución; además, cuando la gravedad del asunto lo requería se dedicaban cuestiones especiales para analizarlas. No debemos creer que se trataba de un organismo superior de gobierno; como toda legislatura era más una caja de resonancia política que un órgano ejecutivo, pero allí encontraremos piezas magníficas de argumentaciones políticas y jurídicas en defensa de los intereses de la Nación.

Las legislaturas provinciales, eran informadas periódicamente de lo actuado en los asuntos internacionales, dando así cumplimiento con el encargo recibido. En varias ocasiones Rosas envió solicitudes que muestran el respeto hacia la opinión de las provincias, como por ejemplo la del 8 de mayo de 1837 : “Comunicación a los Gobernadores de las Provincias (...) aunque el infrascripto para expedirse en tales circunstancia le es suficiente la completa autorización con que se halla investido por todas las Provincias de la Confederación para dirigir sus Negocios exteriores tanto en tiempo de paz, como de guerra; deseando al mismo tiempo se haga ostensible la concentración de autoridad en el día presente el actual estado de la Confederación Argentina (....) Considera necesario V.E. autorice competentemente al gobierno de Buenos Aires para que pueda expedirse libremente como Encargado de las RREE de las Provincias de la Confederación Argentina, con toda la plenitud de facultades que es tan conveniente...”

Si bien en pocas oportunidades existieron diferencias, estaba dentro de las atribuciones de las legislaturas, desautorizar al gobierno y llegado el caso retirar la delegación, aunque no asumirlas ellas, como ocurrió con las legislaturas de Entre Ríos y de Corrientes. Por el contrario, son abundantes las muestras de reconocimiento, aprobación y felicitación de las provincias, acerca de la acción de gobierno de Rosas ante los éxitos diplomáticos obtenidos.

Sorprende sin embargo la actitud de oposición a la política seguida por el gobernador dentro de la legislatura porteña en 1838. En esa ocasión las acciones del ejecutivo serán duramente criticadas por un núcleo de diputados dirigidos por Wrigth y Pórtela. Este último informaría el 31 de mayo de ese año, que ante las pretensiones de los franceses. “¿No hubiera sido mejor y más procedente (...) haber hecho alguna concesión diplomática, de aquellas que muchas veces las gobiernos están en necesidad de hacer” .

No se comprendía en esos días los alcances de la política implementada por Rosas, y se anteponían los intereses de orden particular al bien general.

En esa misma legislatura porteña existieron hombres que supieron interpretar brillantemente la política del ejecutivo, como Baldomero García, Garrigós, Luis Sáenz Peña y Tomás de Anchorena que en la misma oportunidad citada dio una clara descripción del alcance del conflicto con Francia y del significado que hubiera tenido el hacer esas concesiones a que aludía Portela ya que: seria lo mismo que entregarles todo el territorio de la República, y entregarnos todos los argentinos a su disposición, para que cada uno de ellos, es decir de los estados extranjeros, hiciese de nosotros lo que quisiese y pudiese hacer” .

Los hombres de Rosas comprendían con claridad cuál era la gravedad de la situación y lo que la intervención extranjera verdaderamente amenazaba: la causa de la Independencia nacional. Así lo comprendia Anchorena, el consultor político del gobernador; así lo comprendió también el General José de San Martín, tal como quedó documentado en la correspondencia del Libertador en referencia a las intervenciones europeas y que ha sido abundantemente estudiada.

III. Objetivos y principios

El período de la Confederación por Pacto estuvo jalonado de éxitos en su política exterior obteniéndose resultados importantísimos que fueron reconocidos por las principales naciones del Mundo. Estos logros sólo pudieron obtenerse dado que en su desarrollo se contó con decisiones firmes por parte de los hombres actuantes, y porque existieron objetivos y principios cláramente formulados y sostenidos con decisión.

“Los objetivos de la política exterior son aquellas metas estables que los Estados se proponen alcanzar en el plano internacional y para cuyo logro emplean los procedimientos y usan los medios propios de esa política”. Los objetivos que animan la política exterior de todo estado. fundamentalmente tres:

a) La preservación de su integridad territorial, (elemento de la soberanía),

b) El mantenimiento de su independencia política (elemento de la seguridad nacional), y

c) La consecución de sus intereses .

Objetivos de la Política Exterior de la Confederación rosista

1. Mantenimiento de la integridad territorial. Seguridad de las fronteras.

Después de las pérdidas territoriales experimentados por el que fuera el territorio original del Virreinato del Río de la Plata, donde los desaciertos políticos de los ideólogos enervaron los sentimiento autonómicos, la política exterior de Rosas se orientará en la conservación de la integridad del territorio que recibiera al comenzar su mandato. Para ello, el gobierno encargado de las Relaciones Exteriores deberá desplegar una acción enérgica en el plano interno que abarcaria lo político, lo económico e incluso, llegado el caso, la militar. Los sentimientos de algunos de los dirigentes provinciales que llegaban a confundir autonomía con independencia, encontraron aliados poderosos en las naciones ultramarinas interesadas en el establecimiento de colonias, o bien de la balcanización que les aseguraría buenos negocios y mayores posibilidades de inversión financiera. También las naciones limítrofes vieron que la situación interna en la Confederación podría ofrecerles la posibilidad de ampliar sus territorios a expensas de la Argentina; palabras aparte merece la actitud del Brasil que veía en la figura de Rosas y su política un obstáculo en su pretendida hegemonía en la Cuenca del Plata. Serían emigrados argentinos en esos países quiénes alentarían la mayoría de las veces la segregación de territorios de la Confede­ración, mentes egoístas que con tal de obtener su metas políticas no repararon las promesas de enajenación territorial, olvidando que la misión primera de todo político es la conservación del patrimonio territorial.

Un caso distintivo de la política exterior lo constituiría la relación con el Paraguay, que gozaba de una total autonomia desde 1811 sin que se hubieran presentado problemas hasta el momento en que Carlos Antonio López declarará la independencia de la provincia argentina, La oportunidad el pronunciamiento paraguayo y las consecuencias que este acarreaba, dado que su reconocimiento llevaria a la apertura de la navegación del Río Paraná, objetivo que perseguía Gran Bretaña motivaría que Rosas mantuviera una actitud de intransigencia con la nación guaraní. A las dificultades que esta situación planteaba, Arana le escribía a Guido lo siguiente: "persuadido está de lo que importa a ambas países la incorporación del Paraguay a la Confederación el Gobierno de Buenos Aires jamás pretenderá obligar con armas a aquél país a que la confederacion y que sus relaciones siempre serán conducidas con amistosa benevolencia. Combinando los principios de neutralidad con el de conservación del territorio, dejó “Rosas carecía de fórmulas para resolver la gravísima cuestión planteada por la independencia del Paraguay, pero en su videncia de la realidad política, estaba convencido que el Paraguay autónomo era imposible”, confiaba en que los dirigentes paraguayos advirtieren que el enemigo del Paraguay no eran las provincias argentinas, sino el enemigo común el Imperio del Brasil como quedaría demostrado treinta años más tarde

2.Evitar la ingerencia de los extranjeros en los asuntos internos.

Así como Rosas evitó la intervención argentina en asuntos internos de los Estados vecinos, de la misma manera exigiría de otros estados la política correspondiente; ese derecho soberano sin embargo, no encontrará correspondencia, y tanto en la política desarrollada por la Banda Oriental cuando pasa a ser gobernada por Fructuoso Rivera, como el Brasil, pero fundamentalmente por Francia y por Gran Bretaña, obligarán a que el gobernador de Buenos Aires deba usar todos los métodos de la política para hacer respetar la soberanía nacional. En realidad, la participación de extranjeros en nuestros asuntos sería promovida por gobiernos provinciales, como los casos de Corrientes y de Cullen, en 1838, o por los emigrados que pretendieron conformar una gran coalición internacional contra Rosas, como fue el caso de la misión de Florencio Varela ante las cortes europeas. Este principio de autodeterminación sería sostenido con tesón en todo momento; son bastos conocidos las posiciones ante los reclamos franceses y británicos en 1838 y 1845, pero su actitud fue una constante del gobierno de Rosas lo explica Clemente Basile en ocasión de mediación inglesa ante la guerra con Bolivia: “...la aceptación de la mediación de Inglaterra, si Rosas exigiera tales garantías, habría significado una claudicación para el gobernador, una aprobación de las intromisiones de un país extraño para resolver asuntos que eran privativos soberanía argentina” . 

3.Defensa de los derechos argentinos

La defensa de los derechos de la Confederación Argentina como nación soberana sería otro de objetivos propuestos por el gobierno de Rosas. En el planteo de los reclamos ante Gran Bretaña por los derechos argentinos sobre las Malvinas; en la exigencia de revisar el tratado de 1825 para anular las cuestiones de la libertad de culto y las ventajas comerciales que se le habían otorgado a la nación europea; en los reclamos; las agresiones extranjeras buscando tratados leoninos; en fin, en la permanente exigencia al reconocimiento de los derechos nacionales, el gobierno de Rosas se caracterizaría como pocos en nuestra historia diplomática. Esta posición sería claramente precisada por el Gobernador cuando en la respuesta a la oferta de mediación propuesta por Inglaterra en el conflicto con el Mariscal Santa Cruz, dijo: “...un Estado no tiene derecho para entrometerse en los arreglos internos del Perú y Bolivia separados e independientes; que estas dos naciones tienen derecho a formarse en una Confederación de Estados si lo creen conveniente, es una doctrina que el gobierno argentino jamás ha negado (.. y cuando se trata de principios fundados sobre la justicia universal, no puede ser vituperable América lo que los gabinetes europeos admiten como texto de su diplomacia”. Ante la insistencia que se aceptara esa mediación, en carta al gobernador de Tucumán, Heredia en 6 de junio de ese mismo año, Rosas le dice: “ ...o habíamos de renunciar a nuestra dignidad y a nuestra independencia política, o necesariamente debíamos apelar a las armas” .

4. Respeto e igualdad jurídica entre las naciones.

De los objetivos anteriores se desprende este principio de reciprocidad. En ocasión de producirse el primer bloqueo francés al Río de la Plata, el objetivo oculto de la nación gala, era demostrar el principio de superioridad del derecho francés sobre el derecho argentino . Arana respondería al Cónsul francés en 8 de enero de 1839: “Cualquier concesión a las pretensiones exigidas por el Consulado (...) determinaría no solamente menoscabar su soberanía, su independencia y su dignidad, sino también reducir a los ciudadanos de la Confederación a una condición mucho más triste y más degradante que aquella en la cual vivían como colonos bajo la dominación española...”

La firma de tratados que garantiza la igualdad jurídica de los Estados sería una de las condiciones reclamadas e impuestas por el gobierno rosista, cuando se trate de resolver conflictos, sosteniendo que no se podía reclamar por la fuerza o los cañones, privilegios que solamente pueden concederse por tratados. El triunfo de esta posición quedaría concretado con la firma de los tratados de 1840 y 1849-1850. Consecuentemente con esta exigencia, y habiendo experimentado su gobierno los riesgos que producía el permitir que los gobiernos toman partido por alguna facción local, Rosas evitaría comprometer a su diplomacia en actitudes semejantes.

En este sentido, uno de los ejemplos más claros lo tendremos en las instrucciones dadas a los enviados ante Chile y Bolivia, en las que el propio Rosas recomendaba: “...presentarse siempre neutrales ante los partidos políticos del lugar” .

Los Principios

Es académicamente aceptado que los principios generales de la política Exterior deben ser siempre:

-Formular siempre una política realista, ya que no sólo importan los valores contenidos en ella, sino también el éxito final de la misma.

-Definir la política exterior en términos de Interés Nacional, que responda a los intereses permanentes del país, y no de grupos o de individuos .

Para esto el Estado dispone de tres instrumentos: la Diplomacia, la propaganda y los armamentos. De estos se desprenderá la capacidad real de negociación que pueda tener un estado, después de haber:

a) fijado prioridades;

b) guiado a la opinión pública;

c) aplicado una diplomacia eficiente y profesional;

d) haber obtenido una capacidad real de negociación.

Dos serían las prioridades de la política rosista, que estaban además en correspondencia con los objetivos que hemos analizado. El primero de ellos:

a) Neutralidad con los países vecinos.

Durante el período rosista los conflictos que la Confederación debió enfrentar fueron innumera­bles; destaquemos los conflictos con Francia y con Gran Bretaña por su carácter de potencias y por la acción desarrollada por los emigrados, que alentando los afanes expansionistas implicaban la posibilidad de un conflicto agregado con los vecinos. Es este sentido, Rosas trató siempre de no comprometer la acción política con situaciones que pudiesen desembocar en un conflicto bélico, prefiriendo la negociación diplomática al uso de la fuerza. Así en la cuestión de la Banda Oriental apelaría sólo a la guerra cuando Rivera, aliado a Francia y los unitarios, la declarara e inicie acciones sobre la Mesopotamia. Otro tanto ocurrirá con el Paraguay, que en actitud similar a la uruguaya, en 1847 invade las Misiones; aquí la prudencia aconsejaba no hacer uso de la fuerza, y esperar la oportunidad de negociar. Con Chile, a pesar de su proyección sobre el Estrecho de Magallanes y la Patagonia, sólo motivaron enérgicas protestas, pero ninguna acción armada. Un juicio sobre esta política la ofrece el “Annuarie des Deux Mondes”, al decir: “...en lo que concierne a las dificultades que pueden surgir entre los estados hispanoamericanos, ligados por una nacionalidad e intereses comunes, afecta no admitir en principio sino la vía de las negociaciones amistosas” En el caso de la cuestión planteada con la Confederación Peruano-Boliviana, la respuesta y los métodos utilizados serían diferentes ya que también era diferente la situación. Bolivia tenía pendiente de solución la cuestión de Tarija, anexada a ese país desde 1825, originándose una disputa territorial. En 1836, Santa Cruz entra en guerra con Chile y la Argentina. En esa ocasión Rosas escribe a Heredia en 28 de diciembre de 1836: “.. .la guerra que ésta República debe hacer no a Bolivia sino a la administración del Presidente Santa Cruz ..”. Pensaba sin duda en la posibilidad futura de arreglar la cuestión pendiente, y la prudencia aconsejaba no despertar odios irreductibles entre dos pueblos hermanados.

Esta misma actitud le llevó a evitar situaciones que pudieran comprometer la neutralidad futura, y en ese sentido escribía a Oribe en 12 de enero de 1842: “...respecto de Tarija, no es digno de la República Argentina reincorporarla por la fuerza, ni reclamar nuestros derechos en circunstancias que Bolivia se encuentra afligida y envuelta en anarquía. Que esto debe ser obra de la paz, por negociaciones pacíficas, dignas y honorables”. Se sentaba así uno de los principios rectores de la política exterior nacional: “no utilizar la fuerza ante un país hermano con dificultades no obstante que asiste la razón y el derecho”.

b) Desarrollo de una política americanista.

Escribía el Diputado Garrigós a Guido en 1839: “Los gobiernos de Europa nos tratan como sus subalternos con el más alto desprecio, considerándonos como salvajes o berberiscos; y es porque somos débiles. Deberíamos pues pensar en hacernos fuertes (...) y esto lo conseguiríamos haciendo causa común los americanos (..) deber nuestro es marcar a los gobiernos de América la línea de conducta que deben observar, si es que quieren realmente ser libres e independientes”. Las políticas desarrolladas por Rosas en este sentido, respondieron a su punto de vista americanista del que dio varias y repetidas muestras a lo largo del período en que le tocó gobernar y dirigir la política exterior argentina. En esta política no sólo estaba comprometido el gobernador, sino también a todos los hombres que compartían con él la responsabilidad del gobierno. Coincidiendo con Garrigós, Anchorena afirmaba que: “La causa que actualmente sostenemos es la de toda la Confederación, es la de todas las repúblicas americanas” . Vicente Sierra sostenía al respecto que: “No era esta una literatura que buscara trascendentalizar hechos por razones menguadas de política interna, sino expresión de un alto pensamiento americanista, tendiente a establecer que no habría problemas argentinos, chilenos, peruanos o bolivianos que no fueran problemas continentales, sobre todo si se trataba de fortalecer una unidad dispuesta a enfrentar presiones exteriores” .

Es también Guido quien vuelve a plantear el tema de la unidad continental y de los peligros esta representaba para las potencias europeas: “...preveo muy claramente cuál será la política del Gobierno Británico, que no omitirá medios cuando no para impedir la reunión del congreso(convocado por el Perú), al menos para debilitarlo y desacreditarlo (...) bien conocen los soberanos europeos cuanto les vale en el Nuevo Mundo la subdivisión de los estados y la influencia come que ejercen” .

La Cancillería brasilera, el gobierno de Montevideo y el grupo unitario emigrado le atribuía a Rosas la intención de reconstruir el Virreinato del Río de la Plata, con el afán de producir la radicalización de la posición británica contra éste. Fue en realidad un argumento utilizado por los franceses para colocarse a la cabeza de la coalición antirosista. Irazusta en cambio sostiene “Rosas no tenía el plan de reconstruir el virreinato de Buenos Aires; sino uno mucho más elevado que era el de la confraternidad americana a todo trance, sobre la base de la integridad territorial del país tal como se hallaba cuando él empezó a gobernarlo”.

Si siempre la consideró una provincia argentina, seguramente esperaba que el tiempo haría comprender a los orientales, como también a los paraguayos, la conveniencia de volver al se la Confederación Argentina, por propia decisión y no como resultado de una imposición militar o diplomática.

Hispanoamérica era la expresión de un Estado que había estallado por la acción de los local disolventes o las presiones extranjeras; esta entidad había quedado reducida a una veinte estados que luchaban por constituirse como tales al tiempo que constituir alguna forma de unidad les permitiese defenderse de las amenazas externas, Esto le permitió afirmar a Sierra que: “ al defender principios argentinos, defendió principios americanos. No sólo defendió a la Argentina o al Uruguay, sino a Hispanoamérica en su oposición a la agresividad de las potencias en los afanes expansivos de su comercio. Intuyó como necesaria la unidad de los Estados americanos comprendió que esa tarea no correspondía a su época. Sería obra del futuro”.

Conclusión

Creemos haber demostrado a lo largo del trabajo que Rosas ha sido el creador de la Política Exterior de la Argentina, al darle los atributos que conforman la misma: objetivos, principios, y los elementos fundamentales que la constituyen. Y fue en el Río de la Plata, el lugar donde la misma debió desarrollarse y ponerse de manifiesto.

La relación con el Paraguay para evitar su segregación, la especial relación con Uruguay incluía a Oribe. Hemos visto también que los principios se encarnaron en los hombres a los cupo protagonizar el drama político creado por argentinas, orientales, brasileños y europeos. Carlos Pereyra advertía que “Los hombres de 1810, los directoriales y los unitarios, no se dieron cuenta lo que significaba políticamente dejar al Paraguay en la órbita del Brasil, y alentar en el Uruguay propósitos de autonomía que fatalmente, debían convertirse en facilidades expansión del elemento portugués” .

La defensa de Rosas a Oribe y su política hacia el Paraguay, fueron pensadas para evitar que cayeran en la órbita del Brasil que era lo mismo que caer en la órbita de Europa; fueron pensados para que pudieran insertarse en una política americanista, ya que era la única posibilidad de conservar la Independencia. Independencia que comienza a perderse a partir de Caseros, continúa con Cerro Corá, y culmina con las presidencias liberales y el Ochenta.

*Profesor del Colegio Militar de la Nación 

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