Manuel Dorrego fue un apostol, vivio como héroe y murió como mártir

Por Roberto Bardini

 
Faltan 11 días para Navidad. A la orden de ¡fuego!, un pelotón de fusilamiento unitario acribilla de ocho tiros en el pecho al coronel federal Manuel Dorrego, ex gobernador de Buenos Aires. Había sido estudiante de leyes, militar indisciplinado en los cuarteles pero valiente en el campo de batalla, apasionado político y patriota hasta los huesos. Fue una víctima más del crónico desencuentro entre argentinos.
 
Dorrego nace el 11 de junio de 1787 en Buenos Aires. Es el menor de cinco hermanos, hijos del rico comerciante portugués José Antonio de Dorrego y la argentina María de la Ascensión Salas. En 1803, a los 15 años, ingresa en el Real Colegio de San Carlos y a inicios de 1810 comienza a estudiar Derecho en la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile. Pronto abandona las aulas y se une al movimiento independentista chileno. Exaltado, cambia el traje civil y los libros por el uniforme y las armas. En la milicia del país andino gana las tres estrellas de capitán al sofocar un movimiento contrarrevolucionario. Tiene 23 años.
 
Antes de concluir 1810, Dorrego regresa a Buenos Aires y con el grado de mayor se une a las fuerzas armadas encabezadas por Cornelio Saavedra rumbo al norte. En el combate de Cochabamba sufre dos heridas y gana el ascenso a teniente coronel. Más tarde, bajo las órdenes de Manuel Belgrano, lucha en Tucumán (24 de septiembre de 1812) y Salta (20 de febrero de 1813). El ejército de Belgrano marcha hacia Potosí sin Dorrego: se queda en la retaguardia, arrestado por indisciplina. Eso le evita las derrotas de Vilcapugio (1º de octubre de 1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813), y quizá la muerte en servicio.
 
El payador uruguayo José Curbelo lo recuerda así:
 
Argentino, Americano
En la idea y en los hechos
Impulsivo y corajudo
En los embates guerreros
Recibió sendas heridas
En Sansana y Nazareno
Y le pidió a sus soldados
Para seguir combatiendo
Lo alzaran sobre el caballo
Así fue Manuel Dorrego
 
A pesar de todo, ese mismo agitado año, Dorrego asciende a coronel y encabeza la creación de milicias gauchas. Apenas ha cumplido 26 años. Los momentos de inacción, sin embargo, lo descontrolan. El inflexible general José de San Martín ordena su confinamiento por nuevas actitudes de indisciplina y en mayo de 1814 es trasladado a Buenos Aires. Allí se pone a las órdenes del general Carlos María de Alvear.
 
Temperamental en todo
Bromista en los campamentos
Pudo hasta indisciplinarse
Pero puesto en el gobierno
Supo muy bien dónde iba
En defensa de su pueblo
Ni emperador del Brasil
Ni centralismo porteño
Entreveraron las huellas
Que marcó Manuel Dorrego
 
Alvear le propone al caudillo oriental, José Gervasio Artigas (1764-1850) la independencia de la Banda Oriental a cambio de que retire su influencia de las provincias del litoral. Artigas ha dirigido la insurrección de los orientales contra las autoridades españolas en el llamado Grito de Asencio y fue proclamado por sus compatriotas como Primer Jefe de los Orientales. El 20 de enero de 1814, abandonó el sitio de Montevideo -cuyo mando comenzó a monopolizar José Rondeau- y apoyó los pronunciamientos de los paisanos de Entre Ríos y Corrientes. El líder rioplatense rechaza el ofrecimiento de Alvear. Dorrego parte a enfrentarse con el rebelde, con quien -paradójicamente- tiene ideas bastante cercanas. El militar derrota al artiguista Fernando Otorgués en las cercanías del arroyo Marmarajá (6 de octubre de 1814), pero es vencido por Fructuoso Rivera en Guayabos (10 de enero de 1815).
 
Cada vez que algún retazo
Perteneciente a este suelo
De las Provincias Unidas
Anduvo corriendo un riesgo
Se alzó con su voz valiente
Reclamando ese derecho
Y por la soberanía
Él supo jugarse entero
Así cruzó por la vida
Luchando Manuel Dorrego
 
Joseph Conrad, autor de novelas marineras, escribe en el cuento La Laguna (1898): -Un hombre no debe hablar sino del amor o la guerra. Tú sabes qué es la guerra y en la hora del peligro me has visto lanzarme en busca de la muerte como tantos otros en busca de la vida. Amor y guerra, muerte y vida: estas palabras pueden aplicarse a la trayectoria de Dorrego, quien a su regreso a Buenos Aires, en 1815, se casa con Angela Baudrix. De la unión nacen dos hijas: Isabel en 1816 y Angelita en 1821.
 
El impetuoso Dorrego se lanza a la lucha política. Se declara partidario de un gobierno federativo y fomenta la autonomía de Buenos Aires. Con Manuel Moreno y otros patriotas se opone a Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Finalmente, para no participar en el enfrentamiento civil, solicita que su regimiento se una al ejército que San Martín prepara en Mendoza para la Campaña de los Andes. No alcanza a partir: el 15 de noviembre de 1816, Pueyrredón ordena su destierro. Lo embarcan y recién al tercer día de viaje se entera que su destino es el puerto de Baltimore, en Estados Unidos.
 
El 9 de julio de 1819, Pueyrredón renuncia y es reemplazado por el general José Rondeau. Dorrego regresa a Buenos Aires al año siguiente. Recupera su grado de coronel, obtiene el mando militar de Buenos Aires y es designado temporalmente gobernador interino.
 
Presenta su candidatura a gobernador en la provincia pero es derrotado por Martín Rodríguez. Con caballerosidad, hace reconocer por sus tropas el triunfo de su adversario. Pero el hecho de estar en la oposición hace que el gobierno lo destierre en Mendoza. Una mejor idea hubiera sido darle el mando de un regimiento y ordenarle combatir. La inactividad o el ostracismo no son buenos para Dorrego: huye a Montevideo.
 
[Nota al margen: además de los problemas políticos internos de las Provincias Unidas, desde septiembre de 1816 existe la amenaza militar externa de los portugueses en la Banda Oriental. Las autoridades nacionales no procedían con la energía necesaria para expulsarlos. Artigas, el principal perjudicado, culpaba con razón a las autoridades de Buenos Aires por la falta de respaldo. Algunos historiadores sostienen que se debería reconocer que el caudillo oriental procedió como un auténtico patriota argentino hasta su derrota en 1820.]
 
Por una América Unida
Compartía el alto sueño
Que tuvo Simón Bolívar
Desencontrado en el tiempo
Por intereses extraños
Ajenos al sentimiento
De los hombres que lucharon
Y que hasta su sangre dieron
A veces incomprendidos
Como fue Manuel Dorrego
 
Dorrego regresa a Buenos Aires -junto con exiliados como Carlos María de Alvear, Manuel de Sarratea y Miguel Estanislao Soler- gracias a la Ley del Olvido (noviembre de 1821). En 1823, es electo representante ante la Junta de Gobierno y desde su periódico El Argentino respalda las ideas federalistas, en oposición al gobierno de Bernardino Rivadavia, lo cual le hace ganar prestigio en las provincias. En 1825, se entrevista con Simón Bolívar, a quien considera el único capaz de contener los planes expansionistas del Imperio de Brasil.
 
El militar convertido en político resulta elegido representante por Santiago del Estero en el Congreso Nacional. Cuando se discute la Constitución de 1826 se destaca en los debates sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio. Desde el periódico El Tribuno continúa atacando la posición centralista de Rivadavia, lo que aumenta su popularidad en las provincias.
 
Al referirse a la constitución rivadaviana de ese año, Dorrego afirma: -Forja una aristocracia, la más terrible porque es la aristocracia del dinero. Échese la vista sobre nuestro país pobre, véase qué proporción hay entre domésticos asalariados y jornaleros y las demás clases del Estado (…).Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro con el Banco, y entonces sería el Banco el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación en todas las provincias.
 
Allá por el veintiséis
Diputado en el Congreso
Defendía el derecho cívico
De los empleados a sueldo
Excluidos de votar
Con el absurdo pretexto
Que el depender de un patrón
Ataría su pensamiento
En defensa del humilde
Se alzó el verbo de Dorrego
 
Acosado, Rivadavia renuncia a la presidencia. Vicente López es designado mandatario provisional. En agosto de 1827, Dorrego es electo gobernador de la provincia de Buenos Aires. Pero ante el tratado de paz firmado con Brasil, los unitarios ven la posibilidad de recuperar el poder aprovechando el descontento de los jefes militares de regreso. Ex compañeros de exilio, como Soler y Alvear, junto con los generales Martín Rodríguez, Juan Lavalle y José María Paz comienzan a conspirar para derrocar al gobierno federal.
 
El 1° de diciembre de 1828, Lavalle ocupa Buenos Aires con sus tropas. Dorrego se dirige al sur de la provincia y le pide apoyo a Juan Manuel de Rosas, entonces comandante de campaña. Rosas le aconseja que vaya a Santa Fe y le solicite respaldo a Estanislao López, pero Dorrego decide enfrentar a Lavalle. Las fuerzas de uno y otro se chocan en Navarro. El gobernador cae prisionero y el vencedor ordena, sin ninguna grandeza, que muera fusilado el 13 de diciembre. La decisión estremece a la capital y las provincias.
 
Del veintisiete al veintiocho
En su gestión de gobierno
Propulsó el federalismo
Que siempre fuera su credo
Y cayó buscando luz
Entre las sombras envuelto
No pudo montar de vuelta
Como lo hizo en Nazareno
Y en un trece de diciembre
Se apagó Manuel Dorrego
 
El valiente general unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid, un tucumano que peleó la guerra de independencia y en las luchas que siguieron en Vilcapugio, Ayohuma y Sipe Sipe, permanece junto a su ex camarada Dorrego hasta el abrazo final. A él le entrega el condenado cartas para su mujer y las dos hijas.
 
A la esposa le escribe: -Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir. Ignoro por qué; mas la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida: educa a esas amables criaturas. Sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego.
 
Tiene 41 años. Aráoz de Lamadrid es un oficial curtido que ha combatido en Tucumán, Córdoba, San Juan y Mendoza. También conoció el exilio en Bolivia y Chile. Dorrego le pide al compadre su chaqueta para morir y le solicita que le entregue a su esposa Ángela la que él lleva puesta. El duro Aráoz se quiebra ante la entereza de su amigo-adversario y llora frente a la tropa como un adolescente.
 
Allí en la Estancia de Almeida
Se ordenó el fusilamiento
Con un pañuelo amarillo
Sus ojos enceguecieron
Cuando el padre Juan José
Lo acompañaba en silencio
Sonaron ocho disparos
Y quedó escrito en un pliego
Besos para esposa e hija
Que Dios proteja mi suelo
Ahorren sangre de venganza
Firmao’ Manuel Dorrego
 
Ángela Baudrix, la viuda, queda en la miseria. Sus hijas tienen seis y doce años de edad. Tiempo después se ven obligadas a trabajar de costureras en el taller de Simón Pereyra, un proveedor de uniformes para el ejército y especulador en la compra-venta de tierras. [Nota al margen: en una de sus extensas propiedades, ubicada en El Palomar, en 1925 se inició la construcción del Colegio Militar de la Nación, del que egresarían varios discípulos de Lavalle. Un general Aramburu, por ejemplo, fusilador de un general Valle.]
 
Juan Lavalle nació en Buenos Aires el 17 de octubre de 1797. Desde los 14 años hasta su muerte, a los 44, su vida estuvo consagrada a las armas. Al mando de Dorrego, luchó contra Artigas y combatió en la batalla de Guayabos. El escritor Esteban Echeverría (1805-1851), autor de El Matadero y La Cautiva, que también era unitario, lo describe como una espada sin cabeza.
 
En cambio, el periodista e historiador José Manuel de Estrada (1842-1894), considerado uno de los más lúcidos intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX, escribió un homenaje a Manuel Dorrego que puede considerarse un conmovedor epitafio:
 
-Fue un apóstol y no de los que se alzan en medio de la prosperidad y de las garantías, sino apóstol de las tremendas crisis. Pisó la verde campiña convertida en cadalso, enseñando a sus conciudadanos la clemencia y la fraternidad, y dejando a sus sacrificadores el perdón, en un día de verano ardiente como su alma, y sobre el cual la noche comenzaba a echar su velo de tinieblas, como iba a arrojar sobre él la muerte su velo de misterio. Se dejó matar con la dulzura de un niño, él que había tenido dentro del pecho todos los volcanes de la pasión. Supo vivir como los héroes y morir como los mártires.
 
RB/
 


EN NAVARRO, A CIENTO OCHENTA Y TRES AÑOS DEL FUSILAMIENTO DE DORREGO

Por Daniel Brión 


El sábado -13 de diciembre-  un grupo de militantes, amigos y pensadores nacionales decidimos ir hasta Navarro, en la Provincia de Buenos Aires, para rendir homenaje y manifestar respeto en la recordación de los ciento ochenta años del asesinato por fusilamiento del Coronel Manuel Dorrego, uno de los padres del federalismo y de la patria grande sudamericana. 

EL 11 de diciembre, en las inmediaciones de Areco, Provincia de Buenos Aires, el Tte. Cnl. de húsares Don Bernardino Escibano lo había tomado prisionero, llevndolo detenido hasta una finca cercana a la localidad de Navarro. Horas mas tarde, con el parte general que se transcribe, el General Juan Lavalle comunicaba que acababa de asesinar por fusilamiento al Coronel Dorrego.  

Navarro, diciembre 13 de 1828 Sr. Ministro: Participo al Gobierno Delegado que el Coronel Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división. La historia, señor Ministro, juzgará imparcialmente si el Coronel Dorrego ha debido o no morir. Si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. Quiera persuadirse el pueblo de Buenos Aires que la muerte del coronel Dorrego es el sacrificio mayor que puedo hacer en su obsequio. Saludo al señor Ministro con toda atención. Juan Lavalle 



San Martín tenía un buen concepto militar sobre Lavalle, de quien dijo -igualarlo en coraje es muy difícil. Superarlo imposible.  Sin embargo su valentía no siempre sería bien utilizada, y embalado e incentivado por los dotores porteños, lo harían equivocarse en varias oportunidades, era una valiente espada, pero sin cabeza.  

Esteban Echeverría en su poema Avellaneda dirá:  Todo estaba en su mano y lo ha perdido.Lavalle es una espada sin cabeza.Sobre nosotros entre tanto pesasu prestigio fatal, y obrando inerteNos lleva a la derrota y a la muerte Lavalle, el precursor de las derrotas.Oh, Lavalle! Lavalle, muy chico erapara echar sobre sí cosas tan grandes.  
Atrás habían quedado los recuerdos de Dorrego y una vida dedicada al servicio de la Patria.  Largo sería rememorar toda su actuación, su compromiso, y su decisiva intervención en el proceso revolucionario de América y de nuestro país. 
Manuel Críspulo Bernabé Dorrego nació un 11 de junio de 1787, en Buenos Aires, fue el menor de cinco hermanos, hijos de un comerciante portugués: José Antonio de Dorrego y de una argentina: María de la Ascensión Salas. 
En 1803, a los 15 años, ingresó en el Real Colegio de San Carlos y a inicios de 1810 comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile. Pronto abandonó las aulas y se unió al movimiento independentista chileno. 

Exaltado por el entusiasmo, cambió el traje civil y los libros por el uniforme y las armas.  Tenía entonces 23 años y en la milicia del país andino ganó las tres estrellas de capitán al sofocar un movimiento contrarrevolucionario.  
Antes de finalizar el año 1810, regresa a Buenos Aires y con el grado de mayor se une a las fuerzas armadas encabezadas por Cornelio Saavedra rumbo al norte. 

En el combate de Cochabamba sufre dos heridas y gana el ascenso a teniente coronel. Más tarde, bajo las órdenes de Manuel Belgrano, lucha en Tucumán (24 de septiembre de 1812) y Salta (20 de febrero de 1813). El ejército de Belgrano marcha hacia Potosí sin Dorrego que se queda, herido, en la retaguardia, eso le evita las derrotas de Vilcapugio (1º de octubre de 1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813), y quizá la muerte en servicio.  
Ese año, apenas ha cumplido 26 años y asciende a coronel encabezando la creación de las milicias gauchas.  Los momentos de inacción, sin embargo, lo descontrolan.  
El inflexible general José de San Martín ordena su confinamiento por nuevas actitudes de indisciplina.  Cuenta Lamadrid que habiendo San Martín convocado a los oficiales para uniformar la voz de mando, en primer término lo hizo Belgrano.  Dorrego, que habló en segundo término, lo hizo imitando la voz finita de Belgrano, lo que provocó la risa de los demás oficiales reunidos. San Martín, golpeando fuertemente la mesa dijo secamente; -Señor comandante, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando, y no a reír.  
Según el general Paz, -motivó su separación del ejército y la expulsión de la provincia en el término de dos horas., fue asi que en mayo de 1814 es trasladado a Buenos Aires, donde se pone a las órdenes del general Carlos María de Alvear. 
Alvear le propone al caudillo oriental, José Gervasio Artigas la independencia de la Banda Oriental a cambio de que retire su influencia de las provincias del litoral.  Artigas había dirigido la insurrección de los orientales contra las autoridades españolas en el llamado Grito de Asencio y fue proclamado por sus compatriotas como Primer Jefe de los Orientales.  
El 20 de enero de 1814, abandonó el sitio de Montevideo -cuyo mando comenzó a monopolizar José Rondeau- y apoyó los pronunciamientos de los paisanos de Entre Ríos y Corrientes. 

El líder rioplatense rechaza el ofrecimiento de Alvear.  
Dorrego parte a enfrentarse con el rebelde, con quien -paradójicamente- tiene ideas bastante cercanas. El militar derrota al artiguista Fernando Otorgués en las cercanías del arroyo Marmarajá (6 de octubre de 1814), pero es vencido por Fructuoso Rivera en Guayabos (10 de enero de 1815). 
A los 28 años, el impetuoso Dorrego se lanza a la lucha política declarándose partidario de un gobierno federativo y fomentando la autonomía de Buenos Aires. 

Con Manuel Moreno y otros patriotas se opone a Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Finalmente, para no participar en el enfrentamiento civil, solicita que su regimiento se una al ejército que San Martín prepara en Mendoza para la Campaña de los Andes. 
No alcanza a partir: el 15 de noviembre de 1816, Pueyrredón ordena su destierro.  A los 29 años lo embarcan y recién al tercer día de viaje se entera que su destino es el puerto de Baltimore, en Estados Unidos.  
El 9 de julio de 1819, Pueyrredón renuncia y es reemplazado por el general José Rondeau. Dorrego regresa a Buenos Aires al año siguiente. Recupera su grado de coronel, obtiene el mando militar de Buenos Aires y es designado temporalmente gobernador interino. 

Presenta su candidatura a gobernador en la provincia pero es derrotado por Martín Rodríguez. Con caballerosidad, hace reconocer por sus tropas el triunfo de su adversario. Pero el hecho de estar en la oposición hace que el gobierno lo destierre en Mendoza. Una mejor idea hubiera sido darle el mando de un regimiento y ordenarle combatir. 

La inactividad o el ostracismo no son buenos para Dorrego: huye a Montevideo. 

Allí desde septiembre de 1816 existía la amenaza militar externa de los portugueses en la Banda Oriental y las autoridades nacionales no procedían con la energía necesaria para expulsarlos. Artigas, el principal perjudicado, culpaba con razón a las autoridades de Buenos Aires por la falta de respaldo. 
Algunos historiadores –con quienes humildemente adhiero- sostienen que se debería reconocer que el caudillo oriental procedió como "un auténtico patriota argentino" hasta su derrota en 1820. 
Ya con 36 años, Dorrego regresa a Buenos Aires -junto con exiliados como Carlos María de Alvear, Manuel de Sarratea y Miguel Estanislao Soler- gracias a la Ley del Olvido de noviembre de 1821. En 1823, fue electo representante ante la Junta de Gobierno y desde su periódico El Argentino respaldó las ideas federalistas, en oposición al gobierno de Bernardino Rivadavia, lo cual le hizo ganar prestigio en las provincias.

En 1825, se entrevistó con Simón Bolívar, a quien consideró el único capaz de contener los planes expansionistas del Imperio de Brasil. El militar convertido en político resulta elegido representante por Santiago del Estero en el Congreso Nacional. Cuando se discute la Constitución de 1826 se destaca en los debates sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio. Desde el periódico El Tribuno continúa atacando la posición centralista de Rivadavia, lo que aumenta su prestigio en las provincias.  

Al referirse a la constitución rivadaviana de ese año, Dorrego afirma: -Forja una aristocracia, la más terrible porque es la aristocracia del dinero. Échese la vista sobre nuestro país pobre, véase qué proporción hay entre domésticos asalariados y jornaleros y las demás clases del Estado (...). Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro con el Banco, y entonces sería el Banco el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación en todas las provincias.  

Dorrego, se opuso al proyecto constitucional rivadaviano de 1826, considerándolo nulo porque se desconocía en él la voluntad general de las provincias.  

En el debate sobre el artículo 6º del proyecto constitucional, se negaba el derecho de voto en las elecciones a los menores de veinte años, a los analfabetos, a los deudores fallidos, deudores del tesoro público, dementes, notoriamente vagos, criminales con pena corporal o infamante, pero también los riados a sueldo, peones jornaleros y soldadas de línea.  Se presumía que los domésticos y peones estaban bajo la influencia del patrón. Acosado, Rivadavia renuncia a la presidencia y Vicente López es designado mandatario provisional.  

A los 40 años, en agosto de 1827, Dorrego es electo gobernador de la provincia de Buenos Aires.  Ante el tratado de paz firmado con Brasil, los unitarios ven la posibilidad de recuperar el poder aprovechando el descontento de los jefes militares de regreso ex compañeros de exilio, como Soler y Alvear, junto con los generales Martín Rodríguez, Juan Lavalle y José María Paz comienzan a conspirar para derrocar al gobierno federal.  El 1° de diciembre de 1828, Lavalle ocupa Buenos Aires con sus tropas. Dorrego se dirige al sur de la provincia y le pide apoyo a Juan Manuel de Rosas, entonces comandante de campaña.  

Rosas le aconseja que vaya a Santa Fe y le solicite respaldo a Estanislao López, pero Dorrego decide enfrentar a Lavalle.  Las fuerzas de uno y otro se chocan en Navarro. Más tarde el gobernador cae prisionero y el vencedor ordena, sin ninguna grandeza, que muera fusilado. La decisión estremece a la capital y las provincias.

El valiente general unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid, un tucumano que peleó la guerra de independencia y en las luchas que siguieron en Vilcapugio, Ayohuma y Sipe Sipe, permanece junto a su ex camarada hasta el abrazo final. A él le entrega cartas para su mujer y sus dos hijas. 

A la esposa le escribe en un trozo de papel que  le alcanzan: -Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir. Ignoro por qué; mas la Providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida: educa a esas amables criaturas. Sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego.  

A los 41 años cae víctima de las balas asesinas del pelotón de fusilamiento, el 13 de diciembre de 1828. Aráoz de Lamadrid es un oficial curtido que combatió en Tucumán, Córdoba, San Juan y Mendoza. También conoció el exilio en Bolivia y Chile.  Dorrego le pide su chaqueta para morir y le solicita que le entregue a su esposa Ángela la que él lleva puesta, junto con una carta.  

El duro Aráoz se quiebra ante la entereza de su amigo-adversario y llora frente a la tropa como un adolescente. Mientras Lavalle escribía el parte, a 300 metros suyos el cuerpo de Manuel Dorrego yacía tirado en el campo. 

 Hay indicios ciertos que luego de la ejecución, hubo ensañamiento con el cadáver.  Así lo indica el testimonio de la Comisión Oficial, que por orden de Rosas, ni bien asumió el Gobierno se trasladó de Buenos Aires a Navarro con el fin de exhumar los restos de Dorrego, tarea que se llevó a cabo el 13 de diciembre de 1829, es decir al año justo de su muerte. El informe firmado por el camarista don Miguel de Villegas dice en parte: -Que encontraron el cadáver entero, a excepción de la cabeza que estaba separada del cuerpo en parte, y dividida en varios pedazos, con un golpe de fusil al parecer, en el costado izquierdo del pecho... Luego del fusilamiento (si así se lo puede llamar) el acongojado pariente de Manuel Dorrego, el clérigo Juan José Castañer, se hace cargo del cadáver, ya que ni siquiera se permitió a los más cercanos parientes llegarse hasta Navarro para ver los restos, no obstante los ruegos de los familiares que, al efecto,  hicieron llegar al Sr. Ministro Díaz Vélez.

Ángela Baudrix, la viuda, queda en la miseria. Sus hijas tienen seis y 12 años de edad. Tiempo después se ven obligadas a trabajar de costureras en el taller de Simón Pereyra, un proveedor de uniformes para el ejército y especulador en la compra-venta de tierras, en una de sus extensas propiedades, ubicada en El Palomar, en 1925 se inició la construcción del Colegio Militar de la Nación, del que egresarían varios discípulos de Lavalle, un Grl. Aramburu -por ejemplo-, fusilador y asesino, en junio de 1956 del General Juan José Valle y 31 patriotas que con él hicieron frente a la dictadura que encabezaban el propio Aramburu y Rojas, luego de un golpe de estado contra el Presidente Constitucional Tte. Grl. Juan Domingo Perón.  

También la hija, la nieta Soledad y los nueve bisnietos del Grl. Valle han quedado en la miseria bajo la indiferencia de quienes podrían solucionar su problema. Cuanta semejanza en la vida de estos hombres al Cnl. Dorrego y al Grl. Valle los une la misma pasion, la idea de una patria grande libre, justa y soberana, y los une tambien la misma muerte: condenados a morir –por un ilegal revanchismo asesino- fusilados; los dos escriben cartas casi similares a sus asesinos y a sus mujeres y a sus hijas; sus familias condenadas a la miseria; y su lucha aun vigente; y la Nación que no termina de reconocer como debe a estos heroes reivindicandolos en toda su grandeza.

Al pensar en libertad americana brota un nombre: San Martin, al hablar de federalismo: Don Juan Manuel, al recordad la justicia social el general Peron. En esa linea nos sentimos contenidos, en la de ellos y en la de todos los que la continuaron en cada tramo, a lo largo de la historia. A quienes sí lo hacemos nos suelen llamar nostalgicos, memoriosos de la historia, y les decimos con orgullo que si, que lo somos, porque los pueblos que no reconocen su historia no vislumbran su futuro.  

Tantos años han pasado, tanta sangre caída por nuestra libertad e independencia, por la justicia social, tantos compañeros inmolados, perseguidos, encarcelados, torturados, asesinados, desaparecidos; y la lucha continua, pareciera que recién comenzara; se alarga se estira, como una lucha sin fin, como de desgaste, como si no le bastase la sangre derramada, quiere ahora ahogar en la desmemoria, en la falta de conciencia nacional, en el desgano de actuar en política, en anunciar a gritos la muerte de las utopías y los ideales, una victoria final que no estamos dispuestos a darles. Por eso ni un solo paso atrás, ni para tomar carrera, la sangre de tantos héroes, de tantos caudillos, de tantos gauchos, de tantos criollos, de tantos patriotas, de tantos compañeros no nos permite siquiera la duda en continuar defendiendo el pensamiento nacional, y en seguir luchando por la patria grande que todos ellos y nosotros mismos soñamos.

Para generar una memoria, pero no una memoria pasiva que solo recuerde cantidades, y sí una memoria generadora de conciencia, esa es la memoria que nos lleva de la mano, esa la conciencia que nos dice, parafraseando a Milton Sechinca, en su Exhortación de los Jóvenes (que pretendemos extender también a todos los viejos militantes, y a quienes un vez tuvieron un sueño):  -Me dijeron que enrollaste la bandera, no como quien la guarda hasta el próximo acto sino casi como quien esta arriando una bandera… Ahora pensá en tu adolescencia, en lo que caminaste por dentro de ti mismo, en lo que camino el país junto contigo. ¡Cuidado! Porque estás en un filo difícil en que la palabra decepción con solo cambiarle un sonido se puede convertir en deserción. Que no te ocurra eso…

EL CORONEL DORREGO NO HA MUERTOVIVE EN EL RECUERDO PERMANENTE DE UN PATRIA AGRADECIDA

Daniel BriónIMEPUInstituto por la Memoria del Pueblo 



13 de Diciembre de 1828 Asesinan “oficialmente” a Manuel Dorrego.GOLPE MILITAR, INSTIGACIÓN CIVIL Y CRIMEN. Por Enrique MansonDiciembre de 2010 En diciembre de 1828 no existía estado nacional. Rivadavia –titulado presidente- había intentado imponerse contra la voluntad del pueblo porteño y los derechos de las provincias, pero había caído en medio de un escándalo financiero y de la derrota diplomática en que se había perdido la Banda Oriental. La guerra contra el Imperio esclavista se había ganado, pero el gobierno de los mercaderes del puerto de Buenos Aires había provocado una paz a cualquier precio para traer al ejército y para usarlo contra los enemigos internos. Los federales denunciaban la vinculación del centralismo político con los negocios del “presidente”.  En las pulperías se cantaba: Dicen que el móvil más grandeDe establecer la unidad Es que repare su quiebraDe minas la sociedad Haciendo referencia a la sociedad minera que Rivadavia presidía y que quería explotar los yacimientos de oro del Famatina, asociada al capital inglés. Manuel Dorrego, coronel de la Guerra de la Independencia, y gobernador de Buenos Aires por el voto popular encabezaba la denuncia de los negociados del padre de las luces.  Nunca lo perdonarían. Mientras el padrecito de los pobres, como lo llamaban irónicamente sus enemigos, y con amor los propios pobres, trataba de arreglar el zafarrancho dejado por los unitarios, estos seducían en el secreto de las logias a los jefes del ejército.  Culpaban a Dorrego de haber hecho una paz deshonrosa tras la guerra que los militares habían ganado al emperador brasileño. El general Juan Lavalle, la espada sin cabeza, como lo iba a llamar años después Echeverría, fue convencido fácilmente.  Había que derrotar al gobernador legal y establecer una dictadura militar que pusiera a la chusma de gauchos y orilleros en su lugar   Lavalle: Asesino “por mi orden” de Manuel Dorrego El 1º de diciembre, Lavalle, el héroe de Río Bamba y de Ituzaingó, se llevó por delante la voluntad popular.  Al día siguiente, los pocos que cabían en la pequeña capilla de San Roque, en el atrio de San Francisco, lo eligieron gobernador. El ejército que se había cubierto de gloria en la guerra de la Independencia y en la lucha contra el Brasil empezó a cubrirse de vergüenza derrocando al gobierno legítimo. No sería la última vez. CIELITO Y CIELO NUBLADO El 13 de diciembre de 1828 un pelotón de fusilamiento terminó con la vida de Dorrego.  El general Lavalle jefe de la primera división en la guerra victoriosa contra el Imperio del Brasil, hizo fusilar por mi orden al gobernador legítimo de la provincia de Buenos Aires. El coronel Dorrego se había destacado en el llamado Ejército del Perú, que operaba en el norte argentino y en el Alto Perú, actual Bolivia.  Lanzado a la política, y convencido de las ideas federales, se convirtió en el líder de los habitantes humildes de Buenos Aires, los orilleros de los suburbios y los gauchos de la campaña.  Para ellos, este señorito de familia patricia que los comprendía en sus necesidades, fue el padrecito de los pobres. Dorrego, tribuno de filosa pluma, denunció el negociado.  El pueblo se reveló contra la paz a cualquier precio que entregaba la Banda Oriental al Brasil esclavista, y Rivadavia tuvo que escapar del gobierno, claro que pronunciando una frase histórica: -He dado días de gloria a esta tierra. El coronel popular fue elegido gobernador de Buenos Aires por una fuerte mayoría, y asumió en medio del entusiasmo de lo que sus enemigos llamaban la chusma.  Pero la logia unitaria no lo perdonó. “Esperemos que vuelva el ejército”, dijo el sacerdote Julián Segundo de Agüero.  Y el ejército volvió. Lavalle, como habría de ocurrir con muchos otros generales, no era tan lúcido como corajudo.  Fue fácil convencerlo de que Dorrego era el culpable de todos los males.  El 1º de diciembre de 1828 se sublevó y se hizo del gobierno. El gobernador depuesto intentó reunir a la milicia gaucha que le era adicta, pero el 9 los granaderos de Lavalle la dispersaron sin perder un solo hombre.  Dorrego cayó en manos de oficiales que se fingían leales, y que lo entregaron al dictador en su campamento de Navarro. Salvador María del Carril, futuro vicepresidente de Urquiza: “prescindamos del corazón” Los familiares y amigos del gobernador caído, que tenían miedo por su vida, procuraron que se le permitiera salir al destierro.  La logia se les adelantó. Salvador María del Carril, en carta que no firmó, aconsejaba a Lavalle: “General: prescindamos del corazón.”…  “Hablo de la fusilación de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella”, agregaba Juan Cruz Varela para terminar diciendo: “cartas como ésta se rompen.” -Intímele que dentro de una hora será fusilado, hizo informar el general victorioso al cautivo.  Éste, sorprendido, exigió que su verdugo lo recibiera. - Dígale al general Lavalle si la provincia no tiene leyes, y agregó, -Dígale que el gobernador y capitán general de la provincia y encargado de los negocios generales de la República queda enterado de la orden del señor general.  Antes de recibir los auxilios religiosos, escribió a su mujer e hijas:  Mi querida Angelita: En este momento me intiman que debo morir; ignoro porque, más la Providencia divina, en la cual confío en este momento, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida: educa a esas amables criaturas, se feliz, ya que no lo has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego.  También a Estanislao López, jefe del partido federal:  -Cese usted, por mi parte, todo preparativo. Que mi muerte no sea causa de derramamiento de sangre. Lavalle no tuvo el coraje de presenciar el crimen.  Los consejeros civiles, que no confiaban en el juicio de la Historia, le sugirieron fraguar el acta de un falso juicio que habría sancionado la última pena.  Pero quiso para sí, en su barbarie, todo el mérito.  -El coronel Dorrego ha sido fusilado por mi orden, dice el parte militar.  Lamadrid informa a Dorrego. -Ignoro la causa de mi muerte, pero perdono a mis enemigos. Los cantores de las pulperías del suburbio y de la campaña hicieron su emotivo homenaje: Cielito y cielo nubladoPor la muerte de DorregoEnlútense las provinciasLloren cantando este cielo. En el año 40 –aquel que nombra la canción de la Pulpera de Santa Lucía- cuando el asesino de Navarro estuvo cerca de ocupar Buenos Aires como cipayo de los invasores franceses, los serenos que cantaban el tiempo y la hora, agregándole vivas y mueras cargados de política, no dejaban de desear: Muera el salvaje unitarioAsesino “por mi orden”Juan Lavalle. Pero eso es otra historia. EM
 
 Bibliografía:"Fue apóstol, vivió como héroe y murió como mártir" - Por Roberto Bardini"Corajiada"  de Dorrego en Salta - El Tribuno, domingo 21 de octubre de 2001"El destierro de Dorrego" - Bonifacio del Carril"Entrevista del coronel Dorrego con el director supremo general Pueyrredón. Versión de Vicente López, ministro de Pueyrredón" - Publicado por Vicente Fidel López. Revista Río de La Plata N 23. t. VI. Bs. As., 1873."Historia y memoria nacional en Argentina" -  Alberto Buela
"Guitarra Negra" – Alfredo Zitarrosa