Cien años desde que Zapata y Villa tomaron Ciudad de México

Eric London 
(Worlk Socialist Web Site) 

Parte I
19 de diciembre 2014

Hace cien años, el 4 de diciembre de 1914, Francisco "Pancho" Villa y Emiliano Zapata se reunieron en el suburbio de la ciudad de México de Xochimilco a la cabeza de los ejércitos campesinos que habían conquistado la capital y parecía a punto de tomar el control de todo el país.

Dos días después, los comandantes de cada ejército se sentaron en la silla presidencial en el Palacio Nacional, después de haber presidido desde el balcón del palacio un victorioso desfile de decenas de miles de soldados que formaban los dos ejércitos campesinos de la Revolución Mexicana.
La revolución mexicana había alcanzado su cumbre. Sin embargo, en cuestión de meses, estos ejércitos campesinos se encontrarían en plena retirada, luego de haber entregado la capital a los ejércitos de la burguesía liberal. Seis años después, Zapata sería acribillado a balazos mientras que Villa se retiraría de la política, sólo para ser asesinado por orden del Estado mexicano en 1923.
Los masivos levantamientos revolucionarios en que se sumió México hace un siglo siguen profundamente arraigados en la textura social del país. Los trabajadores, los jóvenes y la población oprimida de México recuerdan la revolución como un levantamiento de masas contra de un régimen brutal que presidía a una sociedad ampliamente desigual, uno que repetidamente pisoteaba los derechos sociales y democráticos del pueblo.
Las mismas querellas que se plantearon hace 100 años contra el régimen despótico de Porfirio Díaz siguen vigentes en la actualidad. En 2014, al igual que en 1914, todos los aspectos de la vida cultural y política de México están dominados por la existencia de una pobreza generalizada, creciente desigualdad social y continua violencia estatal.
La desaparición de los 43 estudiantes normalistas en el estado sureño de Guerrero a manos de la policía actuando en acuerdo con una banda de narcotraficantes y por orden del gobierno, ha puesto de manifiesto el carácter de toda la clase política mexicana y la brutal desigualdad social sobre la que preside.
Protesta de 1 diciembre sobre la desaparición de los 43 estudiantes
Todos los partidos burgueses de México son vistos como partícipes de la masacre de los normalistas ante la población: el partido del presidente Enrique Peña Nieto, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la oposición derechista del Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que a pesar de ser un partido nominalmente de "izquierda" está implicado directamente en ordenar los secuestros. Tampoco se libra de las acusaciones el nuevo Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) del ex candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador. De hecho, evidencia fotográfica sugiere que López Obrador tiene conexiones personales con el alcalde perredista de Iguala directamente envuelto en las desapariciones.
La enorme indignación en torno a la masacre de los normalistas entre los trabajadores mexicanos y la juventud es prueba de que las condiciones objetivas han madurado para una nueva explosión social. Todo parece indicar que otra revolución mexicana rápidamente se aproxima.
La cuestión de la herencia de la Revolución Mexicana impregna todos los aspectos de la vida política mexicana. Por esta razón, no se pueden ganar las luchas de los trabajadores mexicanos por la igualdad social y los derechos democráticos sin una comprensión de las fuerzas sociales cuya política y enfrentamientos militares dieron lugar a los éxitos y fracasos de la revolución.
La reciente cancelación las conmemoraciones oficiales del gobierno el 20 de noviembre, el día que marcó el inicio oficialmente de la Revolución en 1910, enfatiza la importancia de clarificar las lecciones políticas de la Revolución Mexicana.
En lugar de la fiesta oficial, miles de trabajadores y jóvenes se reunieron en el Zócalo (plaza mayor de Ciudad de México) para celebrar la Revolución denunciando a la clase política por la masacre de los 43 normalistas. El padre de un estudiante desaparecido dijo a la multitud: "Hoy en día, el 20 de noviembre, se celebra el 104º aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Si estamos aquí, es porque la clase gobernante ha mutilado nuestra constitución para su beneficio y para justificar sus actos”.
Para la burguesía mexicana, que hoy preside una de las sociedades más desiguales y pobres del mundo, el legado de la revolución es una molestia y su memoria una herida abierta. Las concesiones hechas por la burguesía luego de más de una década de luchas revolucionarias ya han sido sometidas a décadas de erosión, comenzando con particular intensidad bajo la presidencia de Miguel de la Madrid en la década de 1980. Los logros alcanzados durante la revolución están siendo eviscerados aún más: la educación pública ha sido objeto de reformas derechistas, y la compañía petrolera estatal, PEMEX, está programada para la privatización.
A pesar de las concesiones ganadas por las masas mexicanas durante más de una década de guerra civil, las aspiraciones de los trabajadores y campesinos para la igualdad y la distribución de la tierra nunca fueron satisfechas por los constitucionalistas burgueses quiénes lograron mantener el poder del Estado a través del curso de la revolución. A pesar de su carácter de masas, la Revolución Mexicana fue una revolución burguesa y las relaciones de propiedad capitalista se mantuvieron intactas después de la guerra civil.
Las derrotas sufridas por los ejércitos de Pancho Villa y Emiliano Zapata después de la reunión en Xochimilco en diciembre de 1914 y la incapacidad de la clase obrera para establecerse como una fuerza política independiente durante el curso de la revolución debe ser consideradas con seriedad y sin idolatrar individuos, por más valientes que pueden haber sido.
El imperialismo y la caída del Porfiriato
El año 1914 marcó un punto de inflexión en la historia del mundo. A mediados de año, las tensiones que se habían acumulado durante décadas de rápido desarrollo capitalista ya no podían ser contenidas por la forma política del estado nacional.
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria el 28 de junio de 1914 puso en marcha una cadena de acontecimientos que dieron lugar a cuatro años de guerra imperialista. Cuando Zapata y Villa se reunieron en Xochimilco, las víctimas de la guerra mundial ya sumaban millones e iban aumentando.
Mientras la guerra era librada al otro lado del Atlántico, las mismas contradicciones de la economía mundial que dieron origen al conflicto de las potencias imperialistas estaban presentes en México, presionando las tensiones sociales en México hasta el punto de explosión.
El desarrollo de la amplia oposición en México al régimen prerrevolucionario del autócrata Porfirio Díaz estaba ligado indisolublemente a la hostilidad popular del papel desempeñado en aquel entonces por los imperialistas estadounidenses, británicos y franceses en la explotación de la economía mexicana y en el dictado de los asuntos de su gobierno.
Porfirio Díaz
El reinado del "porfiriato"—como se conocía el gobierno de Porfirio Díaz—se caracterizaba principalmente por la explotación de los recursos del país por los capitalistas extranjeros y por el clima político antidemocrático que acompañaba a esta repartija. El desarrollo económico limitado que tuvo lugar durante este periodo, junto con los cambios en la estructura de la economía agrícola, trajo como consecuencia un crecimiento de la clase obrera.
Los Estados Unidos—que se apoderó de la mitad del territorio de México en la guerra de 1848—dominaba la industria minera y de ferrocarriles del país. El comercio entre los dos países aumentó de US$ 7 millones en 1860 a US$ 246 millones en 1910.
Con la ayuda de fuertes subsidios del gobierno porfirista, los magnates estadounidenses del ferrocarril, las industrias y las finanzas construyeron una red de ferrocarriles en todo el país. La expansión total de líneas ferroviarias fue de 1,500 kilómetros en 1880 a 23,000 kilómetros en 1908. Las líneas de ferrocarril construidas por los estadounidenses conectaban las minas y zonas de cultivos de exportación tropicales con grandes centros comerciales. Pero no eran adecuadas para el transporte de alimentos desde las zonas agrícolas a los mercados internos.
Trabajadores mexicanos construyen el ferrocarril
Los capitalistas estadounidenses también dominaban la industria minera mexicana, controlando el 81 por ciento del capital minero en 1904. El gobierno de Porfirio Díaz trabajó en conjunto con los capitalistas extranjeros para asegurar una legislación favorable y que ofrezca a los propietarios "título incuestionable a los depósitos del subsuelo debajo de la superficie".
En las finanzas, el 80 por ciento del capital mexicano era controlado por los intereses extranjeros en 1908. Francia, que había invadido y ocupado México de 1861 a 1867 después de que el presidente liberal Benito Juárez cancelara los pagos de intereses exteriores, dominaba las finanzas mexicanas. Poco después del cambio de siglo, los capitalistas franceses ejercían control sobre los tres bancos más grandes y afirmaban poseer el 45.7 por ciento del capital en las 52 mayores instituciones financieras.
La floreciente industria del petróleo era un campo de feroz competencia entre los intereses estadounidenses y británicos. Al inicio del Siglo XX, habían 290 empresas activas en la extracción de petróleo crudo mexicano para ser refinado en el extranjero. La exportación petrolera británica llevada a cabo principalmente por la Mexican Eagle Petroleum Company de Weetman Pearson comenzó a eclipsar a los intereses de Estados Unidos, dominada por la Standard Oil de Rockefeller, Compañía Mexicana de Petróleo de Edward Doheney, y la Texas Oil Company .
El desarrollo de la industria en manos de la inversión extranjera significaba que pocos de los avances logrados a través de la modernización de la economía mexicana desembocaban en progreso social para la amplia mayoría de la población. La mayor parte de la infraestructura y la producción industrial ocurría para la exportación. La transición a la exportación de cultivos condujo a tasas de producción de alimentos básicos que eran en realidad más bajas en 1910 que en 1877. En 1910, la expectativa de vida era de unos míseros 30 años de edad. Mientras el capital financiero cavaba sus garras profundas en México, más se desangraba el pueblo.
Trabajadores agrícolas en una hacienda
El desarrollo tardío del capitalismo en México fue un proceso contradictorio. Si bien la inversión extranjera sangraba al país de sus recursos, la modernización económica provocaba un proceso de proletarización que elevaba a la clase obrera a una posición principal en la vida política y económica de México. Aunque sólo 82,000 nuevos puestos de trabajo fueron creados directamente por la inversión industrial extranjera entre 1895 y 1910, el flujo de capital aumentó considerablemente el número de puestos de trabajo en fábricas y grandes almacenes, dando lugar al surgimiento de la clase obrera mexicana.
Los cientos de miles de campesinos que fueron obligados a abandonar sus tierras debido a que eran cercadas y con precios altísimos posteriormente se vieron obligados a trabajar en las minas, fábricas textiles y campos petrolíferos –industrias, que se estaban desarrollando principalmente para la exportación. En 1910, la clase obrera representaba el 16 por ciento de los 15 millones de habitantes de México, incluyendo a más de 100 mil mineros, 34 mil trabajadores del sector textil, 44 mil zapateros, 23 mil tejedores, 18 mil fabricantes de sombrero, y decenas de miles de trabajadores ferroviarios.
Trabajadores de fábrica en 1900
Los mineros y trabajadores del ferrocarril, en particular, comenzaron a jugar un papel importante en la política mexicana. La huelga del 1906 de los mineros de cobre en Cananea involucró a más de 5,000 trabajadores, mientras que tres grandes huelgas ferroviarias estallaron en 1903, 1906, y 1908, centrada en la ciudad de San Luis Potosí. En total, se registraron 250 huelgas entre 1876 y 1911.
Además, muchos de los campesinos que se habían quedado en el campo, donde el 87 por ciento de la población vivía en el cambio de siglo, se convirtieron en trabajadores agrícolas. En un cambio drástico con respecto a décadas anteriores, el 62 por ciento de los campesinos ya eran clasificados como trabajadores agrícolas, y no como pequeños terratenientes. Estos cambios crearon las condiciones sociales de los levantamientos revolucionarios que estallaron en una escala nacional en 1910.

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Parte II


Los ejércitos campesinos de la Revolución
La repartición entre extranjeros de los recursos de México y los acontecimientos económicos que acompañaron la expansión del transporte y la industria sacudió los cimientos del feudalismo de las grandes haciendas que dominaban el campo y drásticamente intensificó las tensiones sociales en la sociedad mexicana pre-revolucionaria.

Aunque la expansión ferroviaria sirvió principalmente para facilitar la exportación de bienes y recursos naturales a los Estados Unidos y Europa, la integración de la economía nacional se tradujo en un alza en los precios de la tierra. Esto obligó a cientos de miles de campesinos a abandonar sus tierras. Pocas fueron las comunidades rurales que se salvaron de los cambios en las relaciones de propiedad que siguieron y, para 1910, el 90 por ciento de la población campesina no tenía tierras.
El alza en los precios de la tierra desembocó en dos formas. Por un lado, los campesinos sin tierra recién se vieron obligados a ir a los centros industriales y unirse a la creciente clase obrera o a trabajar en las comunidades agrícolas comerciales orientadas a la exportación rural.
Por otra parte, inversores extranjeros compraron la gran mayoría de la tierra de la que habían sido despojados los campesinos. Como resultado del proceso de desalojo en las décadas de 1870 y 1880, más de 53 millones de hectáreas (27 por ciento de la superficie total de México) pasaron a ser propiedad de los inversionistas estadounidenses. Los datos del censo de 1910 revelan que mientras que el campesinado constituía el 80 por ciento de la población, tan solo 834 propietarios poseían más de 40 millones de hectáreas de tierra rural.
Los cambios en la propiedad de la tierra agravaron el ya rápido deterioro de las condiciones de vida cuando los nuevos propietarios dejaron de cultivar alimentos. Entre 1907 y 1910, la producción per cápita de casi todos los cultivos básicos se redujo entre un 1.5 y un 3 por ciento. El hambre y la inanición crecieron rampantemente.
Este proceso intensificó la lucha centenaria del campesinado sobre la cuestión agraria. Aunque grandes campañas de incautación de tierras lideradas por campesinos habían tenido lugar en todo el territorio mexicano desde principios del siglo 18, las tomas de tierras que comenzaron a llevarse a cabo con mayor frecuencia y coordinación en 1910 eran de un carácter cualitativamente diferente.
En 1910, Francisco Madero, un aristócrata terrateniente del estado nororiental de Coahuila, se postuló para la presidencia de México, desafiando la candidatura de Porfirio Díaz para un séptimo mandato en el cargo, después de gobernar el país durante casi tres décadas. Díaz lo hizo arrestar antes de las elecciones y aseguró su reelección a través de un fraude electoral masivo. Luego de escapar, Madero huyó a los Estados Unidos, donde dio a conocer su Plan de San Luis Potosí. El plan hacía un llamado para que un levantamiento armado se iniciara el 20 de noviembre y la sustitución del régimen de Díaz con un gobierno burgués-liberal reformista.
Francisco Madero se dirige a partidarios durante los primeros años de la revolución
El Plan de San Luis Potosí de Madero fue diseñado para la creación de una base de masas para un movimiento que dominado desde el principio por las secciones de ricos terratenientes y los industriales. Una sección del documento otorgaba a los trabajadores el derecho a la sindicalización, mientras otra sección se comprometió a devolver las tierras campesinas: "los que adquirieron [la tierra] de un modo tan inmoral... estarán obligados a devolverlas a sus dueños originales."
El plan obtuvo un amplio apoyo entre la clase obrera y el campesinado, que comenzó a movilizar a miles contra el Porfiriato. Madero fue recibido por la población con entusiasmo, de una manera similar a la ayuda inicial que existió en Rusia para Alexander Kerensky después de la Revolución de Febrero de 1917. En la primavera de 1911, Madero comenzó una gira de discursos a través de la parte norte del país y fue recibido por grandes multitudes eufóricas en cada parada.
Organizaciones de masas y comités de defensa surgieron en todo el país, con bandas de campesinos dedicados a la confiscación de tierras. Se pusieron en el blanco, en particular, a propiedades estadounidenses; minas y haciendas fueron reducidas a cenizas.
En el sur del estado de Morelos, Emiliano Zapata movilizó una gran fuerza campesina y se declaró a favor de que una revolución campesina sea vinculada vagamente al levantamiento de Madero. En el norte, Francisco Villa prometió su apoyo a Madero y acumuló un ejército compuesto principalmente de campesinos, pero también incluyó contingentes de trabajadores, especialmente los mineros.
En mayo de 1911, se desarrollaron enfrentamientos abiertos entre Madero y los ejércitos campesinos.
El 13 de mayo de ese año, Madero nombró un gabinete de terratenientes y figuras del régimen de Díaz. El gobierno provisional rechazó las demandas campesinas por la redistribución de la tierra y por la inclusión de representantes de campesinos y trabajadores en el nuevo gobierno.
Las fuerzas de Villa capturaron Ciudad Juárez, en oposición a las órdenes de Madero, mientras que 4,000 campesinos bajo la dirección de Zapata capturaron Cuautla en la parte oriental de Morelos. El 25 de mayo, Porfirio Díaz renunció a la presidencia. El depuesto presidente, comentó: "¡Madero ha liberado a un tigre! ¡Vamos a ver si es capaz de controlarlo!"
Los ejércitos campesinos crecieron en tamaño a medida que se apoderaron de nuevos territorios y sumaban voluntarios. A mediados de 1912, las huelgas de los trabajadores agrícolas habían paralizado las plantaciones de caucho y de henequén de propiedad estadounidense. En Puebla, Ciudad de México y en otras partes, los trabajadores cada vez más se movilizaban contra el gobierno de Madero. Las huelgas se extendieron entre los trabajadores ferroviarios, mineros, obreros textiles y artesanos en las ciudades de Coahuila, Cananea, Orizaba, Guadalajara, Querétaro, Torreón, Tepic, Monterrey, Zacatecas y Oaxaca. Miles de trabajadores lucharon batallas campales callejeras contra la policía de Madero en la Ciudad de México. El encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos criticó la incapacidad de Madero de encargarse de "las demandas no inteligentes del proletariado."
El general Victoriano Huerta, conocido popularmente como "El Chacal", en uniforme militar
En febrero de 1913, el gobierno estadounidense intervino y obligó al derrocamiento de Madero. El embajador Henry Lane Wilson, vituperando sobre los "mexicanos inmaduros" y la "raza emocional latinoamericana", apoyó un golpe de estado encabezado por el general Victoriano Huerta, que había sido contratado por el gobierno para aplastar las revueltas anti Madero. Sus fuerzas, sin motivo alguno, bombardearon Ciudad de México durante diez días antes de poner a Madero bajo arresto y luego asesinarlo. El embajador Wilson explicó que la decisión de derrocar a Madero se hizo con el fin de "proteger los intereses estadounidenses".
Ese mismo año, los ejércitos de Villa en Chihuahua se declararon en rebelión abierta, mientras que los zapatistas rechazaron los esfuerzos de Huerta de sobornar al Ejército Libertador del Sur para que entre en su coalición. Con el apoyo de la embajada de Estados Unidos, Huerta concentró sus fuerzas para eliminar a las fuerzas zapatistas en Morelos.
El episodio marca uno de los más brutales en el período revolucionario. Hablando en una reunión de terratenientes en abril de 1913, Huerta anunció una campaña genocida para "restablecer el orden" en Morelos.
Huerta pidió que los terratenientes apoyen una invasión militar "sin reservas" y dijo que tomaría "medidas extremas, para que el gobierno, por así decirlo, elimine a los habitantes del estado", porque la gente de Morelos eran "todos zapatistas," y "es necesario limpiara todas estas [personas], y usted no debe sorprenderse si acaso algo anormal ocurre, porque la situación exige procedimientos que no son sancionados por la ley pero que son indispensables para el bienestar nacional."
El gobierno comenzó una feroz campaña de reasentamiento en Morelos, desalojando pueblos leales a Zapata y arrasarlos hasta al suelo. Cientos de hombres fueron despojados de sus campos y deportados a Ciudad de México, donde fueron reclutados y enviados a luchar contra las fuerzas constitucionalistas en el Norte. El general de Huerta, Juvencio Robles, dijo: "¡Qué bonito lugar será [Morelos] una vez que nos deshagamos de los morelistas! Si se resisten, los voy a colgar de los árboles como pendientes”.
Muchos fueron ejecutados como parte del complot contrarrevolucionario huertistas
La feroz oposición librada por los campesinos a las fuerzas de Robles galvanizó el apoyo a Zapata dentro y fuera de Morelos. Luego Zapata cambió el centro de mando de su ejército de Morelos al estado de Guerrero, y comenzó a consolidar sus fuerzas armadas dispares en un ejército centralizado y profesional.
La amplia base de apoyo que disfrutaban las fuerzas de Zapata fue el producto de las tomas de tierras realizadas por el ejército contra los "enemigos de la revolución" en el marco del Plan de Ayala.
Emitido tres semanas después de la ascensión de Madero al poder en 1911, el plan era un simple documento que exigía que "los campos, montes y aguas" usurpado por los "terratenientes, científicos o caciques" sean devueltos a los campesinos y que se nacionalice la propiedad de cualquiera de estos últimos que se opusieran a la revolución. El plan hizo un llamado para oponerse a Madero -y luego a Huerta- pero no emitió ningún llamado por la creación de una forma diferente de gobierno o dominación de clase, insistiendo en que sólo una junta de líderes revolucionarios designara a un presidente interino que luego organizaría nuevas elecciones.
A pesar de que galvanizó el apoyo popular para la revolución entre el campesinado, el plan era limitado y de carácter pequeño-burgués a causa de su incapacidad de incluir cualquier propuesta para la reorganización de la sociedad más allá de la reforma agraria.
El campesinado y los constitucionalistas
La División del Norte, bajo el mando de Villa, se desarrolló a lo largo de 1913 en una fuerza militar cada vez más independiente. Después de haber apoyado el Plan de San Luis Potosí de Madero a comienzos de la revolución, Villa rompió con Madero y se alineó tras el derrocamiento de este último con las fuerzas constitucionalistas que apoyaban al hacendado de Coahuila y nacionalista Venustiano Carranza. El llamado de Villa para apoyar el Plan de Guadalupe de Carranza en la primavera de 1913 lo puso bajo el mando de Carranza, cuyo Ejército Constitucionalista se organizó bajo dicho plan.
A diferencia de Zapata, cuyo Plan de Ayala lo colocaba en oposición a los constitucionalistas desde 1911, no fue sino hasta después de la Convención de Aguascalientes del otoño de 1914 que Villa finalmente rompió con la burguesía liberal. La complicada relación de Villa con los constitucionalistas en general y, en particular, con el futuro presidente el General Álvaro Obregón es una expresión del carácter limitado del enfoque político de Villa.
A lo largo de 1913 y 1914, Obregón trató de mediar buscando una conciliación entre las fuerzas de Villa y los principales ejércitos constitucionalistas bajo el control de Carranza en el centro del país.
Una nueva huelga en Cananea y crecientes desacuerdos sobre la cuestión de la distribución de la tierra separaron cada vez más a Carranza y Villa. Durante los meses siguientes al derrocamiento de Huerta en julio de 1914, los soldados de la División del Norte se volvían cada vez más impacientes por los fracasos del gobierno de Carranza de entregar la redistribución de la tierra prometida. Carranza, por su parte, se iba alineado más a los funcionarios del Porfiriato y nombró a varias figuras del antiguo régimen a posiciones de poder del Estado.
A pesar de los esfuerzos de Obregón de mantener una alianza entre Villa y Carranza, la lógica de los acontecimientos estaba separando a ambos líderes. La burguesía liberal se opuso a las demandas planteadas por los campesinos de la División del Norte, y el acuerdo se hizo imposible.
La llegada de los representantes zapatistas a la Convención de Aguascalientes en octubre de 1914 fue recibida con un bullicioso entusiasmo por parte de la delegación de Villa. Por primera vez la convención reunió los ejércitos campesinos del norte y el sur en una plataforma común. La delegación de Villa votó a favor de la propuesta de la delegación de Zapata por el cumplimiento estricto de la redistribución de la tierra del Plan de Ayala.
La muestra de unidad fue recibida con desdén por los constitucionalistas carrancistas, que buscaban proteger a la aristocracia terrateniente y aplastar abiertamente las huelgas obreras que se desarrollaban. Por tanto, los carrancistas rechazaron el resultado de la convención y poco después se dio la ruptura abierta entre la División del Norte y los constitucionalistas.
A pesar de la ruptura final de Villa con los constitucionalistas, sus repetidas alianzas con la burguesía eran una expresión de la incapacidad de los campesinos para librar una lucha independiente por el poder. Aunque los trabajadores formaban un sector minoritario, el ejército de Villa retuvo un carácter políticamente incoherente que no llegó incluso al limitado Plan de Ayala de Zapata.
La determinación de los soldados campesinos para llevar a cabo la toma de tierras y asignar la propiedad del campo mexicano entre los campesinos le dio a los ejércitos una base de apoyo de masas que impulsó su rápido avance militar hacia la Ciudad de México.
Pero a pesar del heroísmo militar de sus combatientes, ningún ejército representaba un vehículo para la transformación socialista de la sociedad. En una entrevista con el periodista socialista estadounidense John Reed en 1913, Villa, que acaba de aprender a leer no hacía poco, dijo: "El socialismo, ¿es una cosa? Yo sólo lo veo en los libros, y yo no leo mucho".
Como los acontecimientos de diciembre de 1914 mostraron, en ausencia de una dirección revolucionaria de la clase obrera, los anhelos progresistas de los campesinos por la tierra y la igualdad fueron superados por trivialidades y el programa anti-socialista de los partidos de la burguesía. Los acontecimientos en México resultaron no ser una excepción a esta ley histórica.
El camino a Xochimilco
En diciembre de 1914, los ejércitos de Emiliano Zapata y Pancho Villa en conjunto controlaban la mayor parte del país. Desde el Norte, la División del Norte de Villa había conseguido importantes victorias en el eje ferroviario de Torreón (2 de octubre 1913), la norteña ciudad fronteriza de Juárez (15 de noviembre), la ciudad de Chihuahua (8 de diciembre), y finalmente en Zacatecas (23 de junio 1914 ), en donde la aplastante derrota del ejército de Huerta lo obligó a dejar el poder.
La División del Norte utiliza transporte tren magistralmente para pivotar sus ejércitos hacia la Ciudad de México
Cuando la División del Norte entró en Ciudad de México el 3 de diciembre, sus fuerzas se encontraron con el Ejército Libertador del Sur de Zapata, que había perseguido a los constitucionalistas en retirada hasta expulsarlos de la ciudad el 24 de noviembre.
El Ejército Libertador del Sur había librado una campaña de insurgencia exitosa en 1913 en contra de los esfuerzos genocidas de Huerta para acabar con la confiscación de tierras de campesinos en el estado de Morelos en el centro-sur de México. A principios de 1914, soldados campesinos bajo el mando de Zapata habían luchado contra las tropas del gobierno y expandido la guerra de guerrillas por el sur hasta el Istmo de Tehuantepec y tan al norte como Michoacán e Hidalgo. En la primavera de 1914, las fuerzas zapatistas tomaron Jojutla (principios de mayo) y Cuernavaca (principios de junio), este último situado a menos de cincuenta kilómetros de la Ciudad de México.
Después de la caída de la Ciudad de México, las fuerzas constitucionalistas, bajo la dirección del presidente Venustiano Carranza y el general liberal Álvaro Obregón, se aislaron y huyeron hacia la periferia del país. El liderazgo militar y político se vio obligado a huir a la ciudad atlántica de Veracruz, que había sido ocupada por las fuerzas militares estadounidenses hasta inmediatamente antes que los constitucionalistas llegaran.
El centralizado sistema de trenes permaneció casi totalmente bajo el control de Villa y Zapata, al igual que rutas comerciales de armas con los Estados Unidos. Continuaron las tomas forzadas de tierras en aquellas partes del país liberado recientemente por los ejércitos campesinos. Para los ejércitos de Villa y Zapata, las últimas semanas de 1914 parecían traer a la vista el fin de la guerra.
Sin embargo, a mediados de 1915, los ejércitos de Villa habían sido derrotados y la División del Norte se dirigió hacia el norte, sufriendo derrotas en la primera y segunda batalla de Celaya (abril 6-7 y 13, respectivamente), luego Trinidad (29 abril-5 junio) y Aguascalientes (junio 20-julio 10), retrocediendo a Zacatecas y San Luis Potosí. Después de que Ciudad de México cambiara de manos durante la mitad del año, el ejército de Zapata entregó la ciudad a los constitucionalistas el 11 de julio. Los ejércitos de la burguesía mexicana nunca más cedieron la ciudad a los ejércitos campesinos en el curso de la revolución.

Aparte de la lucha de guerrillas desatada en el norte y el sur, ni el ejército de Villa ni de Zapata volvería a jugar un papel político importante en la revolución. Cuando la clase obrera entró en conflicto abierto con los constitucionalistas en 1915 y 1916, los ejércitos campesinos de masas ya no eran un factor importante en la revolución.

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Parte III


La icónica reunión de Zapata y Villa en Xochimilco en diciembre de 1914 personificó la Revolución Mexicana en su apogeo. Pero los dos comandantes militares y los ejércitos campesinos que llevaron eran incapaces de proporcionar al campesinado o a la clase obrera un programa político viable para la revolución social.
El pico de la Revolución Mexicana antecedió al estallido de la Revolución Rusa de 1917 por menos de tres años. Aunque las condiciones históricas divergentes en los dos países no permiten establecer una igualdad entre las dos revoluciones, existen importantes paralelismos.
En ambos países, el tardío desarrollo económico impulsado en gran medida por el capital extranjero había producido una clase obrera que era superada numéricamente por el campesinado rural. Tanto en México y Rusia, a raíz de la caída del antiguo régimen, la burguesía liberal tomó el poder del Estado, pero se hundió en una crisis cuando entró en conflicto con las aspiraciones igualitarias de las masas. Fortalecidos por la crisis, un sector de la clase dominante con estrechas relaciones con el antiguo régimen trató de establecer una dictadura contrarrevolucionaria, que inflamó aún más los antagonismos sociales entre los trabajadores y los campesinos, por una parte, y la burguesía por el otro.
Trabajadores de fabrica en Orizaba, Mexico
Aunque las condiciones objetivas estaban maduras a nivel mundial para la revolución social en la década de la revolución mexicana y rusa, hay una diferencia definitiva entre ambas, que explica el hecho de que la primera dio lugar a la continuidad de la dominación burguesa, mientras que la segunda produjo el primer estado proletario del mundo.
La existencia de un partido marxista revolucionario en Rusia, armado con el socialismo científico, le dio a la clase obrera rusa la brújula política necesaria para hacer valer su independencia de la burguesía, ganar la dirección de las masas campesinas y luchar por la toma del poder del estado. Los bolcheviques (y Lenin y Trotsky en particular) entraron en los grandes acontecimientos de 1917 con una comprensión de las implicaciones revolucionarias del estallido de la Primera Guerra Mundial. Su lucha irreconciliable por la independencia política de la clase obrera y sus constantes advertencias de las consecuencias desastrosas de prestar confianza a la burguesía liberal o sus partidarios pequeñoburgueses, crearon las condiciones para octubre.
En México, no existía tal partido. Aunque las razones de esto, tanto en términos del desarrollo objetivo de la clase obrera y del carácter subjetivo de su liderazgo, son complejas y merecen una evaluación detallada, las consecuencias para las masas mexicanas tienen un largo alcance.
La Revolución Mexicana, a pesar de la valentía y la determinación revolucionaria desplegada por los obreros y campesinos, es una reivindicación trágica en forma negativa de la Teoría de la Revolución Permanente de León Trotsky.
Dirección oportunista de la clase obrera
El ala más radical de las fuerzas constitucionalistas han sido incorrectamente etiquetados "jacobinos" por los historiadores de la Revolución Mexicana, entre ellos el ex pablista Adolfo Gilly.
Según esta teoría, la pequeña burguesía nacionalista que proporcionó a los constitucionalistas con el grueso de sus oficiales representaba una fuerza progresiva durante los años de la revolución. Como la teoría explica, esta capa "fusiona la ideología nacionalista-revolucionaria con la influencia general del campesinado insurgente, con la esperanza de sacar adelante sus ideas con el desarrollo de la lucha." De acuerdo con Gilly, la facción "jacobina" luchó por "un cambio en la base del Estado mexicano" que "ampliaría las conquistas de la clase trabajadora" y allanaría el camino para tomar un "curso socialista", que Gilly critica de simplemente ser "más bien mal definida".
Trabajadores mexicanos demuestran durante la revolución
Tal concepción es paralela a la perspectiva de los dirigentes anarquistas del Partido Liberal Mexicano y de la Casa del Obrero Mundial (COM), con ambos pretendiendo vincular a la clase obrera urbana con las fuerzas "jacobinas" en el movimiento constitucionalista durante los años de la revolución.
Esta concepción oscurece peligrosamente la principal lección que se debe extraer de la Revolución Mexicana: en ausencia de un partido marxista revolucionario, la clase obrera es incapaz de desarrollar espontáneamente la conciencia socialista y declarar su independencia de las fuerzas de la burguesía.
Los meses anteriores a la convergencia de la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur en la Ciudad de México fueron marcados por renovados conflictos entre la clase obrera y los constitucionalistas gobernantes. Las huelgas estallaron en la ciudad de México con trabajadores paralizando el tránsito ferroviario, la comunicación telefónica y telegráfica, las plantas textiles y la industria de la energía eléctrica.
En un intento de contener la oposición social, estas huelgas fueron traicionadas por los constitucionalistas en alianza con el liderazgo de la COM. Una gran huelga fue traicionada cuando el líder de la COM Luis Morones se le concedióun puesto administrativo en una empresa de electricidad contra la cual los trabajadores se habían ido a la huelga a finales de 1914. Morones era un amigo cercano de Samuel Gompers de la Federación Estadounidense del Trabajo y había sido entrenado en Estados Unidos por la AFL y el propio gobierno norteamericano.
COM burócrata Luis Morones jugó un papel destacado en traicionar a las luchas de los trabajadores de la Ciudad de México durante la revolución
La dirección oportunista de la COM ayudó a fomentar ilusiones entre la clase obrera y la llamada ala "jacobina" de la burguesía mexicana. La COM se enfocó sólo en huelgas contra empresas de propiedad extranjera, e insistió en que los trabajadores pongan su fe en los constitucionalistas.
Perniciosamente ante todo, la mayoría de líderes de la COM presentó un programa de alianza con la burguesía sobre la base de una oposición directa a los ejércitos campesinos. Cuando Villa y las fuerzas de Zapata entraron en la Ciudad de México en diciembre de 1914, los líderes de la COM denunciaron a Villa como "individualista" y aprovecharon las fuertes tradiciones anticlericales de la clase obrera mexicana para retratar al campesinado del sur como "católico" y reaccionario.
De esta manera se creó una cobertura política para una traición masiva. En febrero de 1915, con Carranza y los constitucionalistas a la defensiva, una delegación de líderes de la COM viajó al este para reunirse con los constitucionalistas en Veracruz, donde acordaron que los miembros de la COM servirían de carne de cañón en la guerra contra el campesinado.
La decisión de alinear a la membresía de la COM con la burguesía y contra la revuelta del campesino fue opuesta en acaloradas reuniones masivas de los trabajadores que tuvieron lugar en enero y febrero de 1915. En una reunión secreta en las primeras horas del 11 de febrero, el liderazgo de la COM votó para apoyar a los constitucionalistas y suspender el trabajo de organización hasta que fueran derrotados los ejércitos campesinos.
Venustiano Carranza, jefe del Ejército Constitucionalista y más tarde presidente de México
Como resultado, miles de trabajadores fueron canalizados por el liderazgo de la COM a los campos de entrenamiento constitucionalistas, donde fueron entrenados por asesores estadounidenses y armados con armamento estadounidense. Estos llamados "batallones rojos" fueron enviados a hacer retroceder a los ejércitos campesinos de Zapata y Villa.
En cuestión de meses, la clase obrera estaba entrando una vez más en conflicto con los constitucionalistas, pero en una escala mucho más amplia. La ola de huelgas de finales de 1915 y las huelgas generales de 1916 dejaron claro que los constitucionalistas y los dirigentes de la COM eran incapaces de contener las tensiones de clase por medios pacíficos.
Pero la clase obrera quedó expuesta a las traiciones porque carecía de un partido propio para advertirle de las trampas que ponían la COM y los constitucionalistas.
Como demostraron los acontecimientos de 1915-1916, la revolución socialista no era imposible con la marea revolucionaria que siguió a la reunión de Zapata y Villa en Xochimilco. Pero durante la cima del poder de los ejércitos campesinos, las traiciones de fines de 1914 y principios de 1915 fueron catastróficas. Sin plan o perspectiva y sin dirección de la clase obrera, los campesinos entregaron el poder a la burguesía, y comenzaron un largo retiro de la Ciudad de México y de regreso al campo.
El campesinado entrega el poder
Cuando Villa se reunió con Zapata en Xochimilco en medio de las convulsiones de los campesinos en la capital, Zapata denunció al ala de los constitucionalistas llamada “jacobinos” como "hombres que siempre han dormido sobre almohadas suaves."
Zapata añadió: "Siempre han sido el azote del pueblo. Esos bastardos tan pronto como ven una oportunidad, bueno, quieren aprovecharse de ella y llenarse los bolsillos", una evaluación que estaba por confirmar, de maneraprecisa toda la historia política posterior de México.
A pesar de estas declaraciones, Villa y Zapata le entregaron el control de la ciudad de México a esas mismas fuerzas: "Nosotros los hombres ignorantes hacemos la guerra. Las personas cultas tienen que hacer uso de ella", dijo Villa.
En los días siguientes a la entrada de la División del Norte y del Ejército de Liberación del Sur a la Ciudad de México, los dos líderes campesinos devolvieron rápidamente el poder a una camarilla de figuras burguesas que compuso un nuevo gobierno y cuyos lazos estaban con los constitucionalistas. El 7 de enero, cuatro de los principales ministros del nuevo gobierno, le escribieron a un líder constitucionalista dando su apoyo a cualquier movimiento de los constitucionalistas con el fin de deponer a Villa y Zapata. Una semana más tarde, los ministros emitieron un decreto formal contra los líderes campesinos y estos huyeron hacia Veracruz.
Los ejércitos constitucionalistas bajo el control de Álvaro Obregón obtuvieron una resonante victoria en Puebla el 5 de enero. Sus intenciones eran dividir las fuerzas campesinas y enfocar sus ataques contra Villa y la División del Norte, ya que temían de las consecuencias políticas de un ataque directo sobre fuerzas zapatistas, las cuales estaban dispuestos a librar una guerra de guerrillas defensiva en Morelos y que podía contar con el apoyo popular de los campesinos. Poco después de la derrota en Puebla, gran parte de la fuerza de Zapata abandonó la ciudad de México para defender el sur. Fue tomada por Obregón a principios de 1915.
Las limitaciones de la lucha campesina de Villa y Zapata se hicieron más evidentes en el transcurso de las campañas militares de 1915. Ni Villa ni Zapata fueron capaces de crear un liderazgo político o una estrategia militar para derrotar a las fuerzas constitucionalistas en la palestra nacional.
Soldados zapatistas del Ejército de Liberación del Sur
A pesar de que las perspectivas de derrotar a los constitucionalistas habrían mejorado con un ataque militar concentrado en Veracruz, la División del Norte se repartió en el centro de México y realizó maniobras de manera aislada. Con la retirada de Zapata a Morelos, el centro de la producción nacional -Ciudad de México- fue entregado sin una pelea, en gran parte porque los zapatistas no vieron su relevancia para un programa limitado a la reforma agraria local.
La cadena de derrotas sufridas por los ejércitos campesinos permitió a la burguesía consolidar el control y concentrarse en la represión de la clase obrera en Ciudad de México y en otras partes. Las fuerzas campesinas pasaron el resto de la revolución luchando una guerra defensiva en la periferia del país. Aunque los ejércitos lucharon valientemente por un año después de la reunión de diciembre de 1914, nunca más volverían a amenazar la dominación burguesa en la Ciudad de México.
Conclusión
México se encuentra hoy en día en un estado de intensificación de crisis política y social.
Cuando los funcionarios finalmente comenzaron la búsqueda de los cuerpos de los 43 normalistas desaparecidos, alegaron no saber la ubicación de los estudiantesdesaparecidos. Sin embargo, se toparon con varias fosas comunes con los restos calcinados de un número desconocido de víctimas adicionales de la crisis de la sociedad mexicana.
Esta crisis tiene su origen en las condiciones creadas por el capitalismo mundial, sobre todo la pobreza generalizada y la creciente desigualdad social. Por conteos oficiales, el 45 por ciento de la población mexicana vive por debajo del umbral de pobreza de $180 por mes, con un 40 por ciento más en un riesgo inmediato de caer en la pobreza. En los estados más afectados por los efectos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), las tasas de pobreza de los niños están por encima del 75 por ciento. En total, más de la mitad de los niños en México viven en la pobreza.
Aproximadamente el 10 por ciento de la población total se ha visto obligado por la catástrofe económica a huir a Estados Unidos en busca de su sustento. Miles de personas han muerto en el intento de hacer este viaje lleno de peligros, mientras que las que logran cruzar viven en su mayor parte en la pobreza bajo el temor constante de ser deportados.
El presidente Barack Obama ha deportado a más de 2 millones de inmigrantes indocumentados, la gran mayoría de ellos mexicanos. Bajo la reforma migratoria propuesta por Obama, la frontera será más militarizada con un "aumento de los recursos "para "acabar con la inmigración ilegal", y esos pocos inmigrantes que se les permitirá permanecer temporalmente se le negará el acceso a servicios de salud y otros programas sociales.
Mientras tanto, 145,000 millonarios mexicanos poseen una fortuna combinada de US$ 736 mil millones de dólares, o 43 por ciento de la riqueza total de México. 16 multimillonarios de México poseen un total de US$ 142.9 mil millones de dólares.
Se espera que la privatización de PEMEX, la empresa petrolera estatal, produzca un auge para los mercados financieros nacionales e internacionales. Ouliana Vlasova, una analista financiera de wealthinsight.com, señaló que, en parte debido a la privatización del petróleo, "México ofrece oportunidades para los inversionistas tanto nacionales como extranjeros y se prevé un fuerte crecimiento en el número de individuos de alto patrimonio neto y su riqueza"en los próximos años.
En vista de la creciente desigualdad y la pobreza, la oposición social se enfrentó a la represión policial masiva. El Secretario de Seguridad Nacional, el general Salvador Cienfuegos emitió fuertes amenazas de represión militar contra los manifestantes en noviembre.
Tales amenazas son serias cuando viene de los militares mexicanos. Como demuestra la reciente masacre de Ayotzinapa, el Estado trabaja en estrecha connivencia con cárteles de la droga, a pesar de que se ha llevado a cabo operaciones militares contra la población bajo el manto de la llamada "guerra contra las drogas". Esta campaña, que se inició en el 2006, ha cobrado más de 100,000 vidas y el desplazamiento de otros 1.5 millones.
Solo la revolución social puede reparar el daño hecho por la burguesía mexicana durante el siglo pasado. Ninguna sección del establecimiento, incluyendo el movimiento política MORENA de Andrés Manuel López Obrador -del cual existe evidencia de lazos íntimos con los responsables de ordenar la masacre de Ayotzinapa- pueden confiar en los trabajadores y los jóvenes para llevar a cabo la lucha revolucionaria por la igualdad social.

La clase obrera mexicana debe aprender de las luchas y traiciones de 1910-1920. Debe establecer su independencia política de la burguesía y, en estrecha coordinación con sus aliados de clase del Norte, Centro y Sur de América, llevar a cabo la toma del poder y la expropiación de la riqueza del país a través de la lucha para establecer los Estados Unidos Socialista de las Américas. Para lograr esta tarea, se debe ser construir una sección mexicana del Comité Internacional de la Cuarta Internacional

Fuentes:

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