José María Gatica. De lustrabotas a ídolo

Por Carlos Irusta
para Revista El Grafico

El 12 de noviembre de 1963, José María Gatica murió tras caer sobre las ruedas de un colectivo. Te mostramos aquí un artículo publicado por El Gráfico en 1988, cuando se cumplieron 25 años de la muerte de un ícono del boxeo argentino.

Es cierto: como profesional nunca llegó a ser campeón argentino. Y ni siquiera combatió por el título mundial, aunque así lo haya decretado la mitología popular luego de su derrota categórica ante Ike Williams. Sin embargo, lució uno de los más prestigiosos e inaccesibles cinturones y encontró que era justo a su medida: el de ídolo.

Nació en Villa Mercedes, San Luis, el 25 de mayo de 1925. La historia -y los que aún es más fuerte, la leyenda- cuenta que siendo pibe dejaba su cajón de lustrabotas para subir al ring de La Misión Inglesa. Era así: subía, se agarraba a piñas con los marineros y después recogía el premio, las moneditas que los espectadores tiraban al ring. Ahí lo descubrió un peluquero albanés y se lo llevó con él. Se llamaba Lázaro Koci y unos años más tardes conduciría a Pascual Pérez al título del mundial.

Aunque sobre el ring se lo asocie con el peleador callejero, no lo era. En cambio se trataba de un destructor astuto y osado, que aprovechaba los yerros y los huecos dejados por sus adversarios para descargar sus golpes. Capaz de ensañarse -a veces le permitía recuperarse a su rival para luego volver a castigarlo-, no en balde lo llamaban “El Tigre”, apodo que él prefería por sobre el que sería más utilizado: “El Mono”.

José María Gatica fue campeón argentino amateur en categoría pluma (1944), latinoamericano en Lima (1944) y “Guantes de Oro” (1945). Pero incluso antes de ganar esos torneos ya se había metido en el corazón tormentoso de la popularidad. Fue el 29 de septiembre de 1942, en la Federación Argentina de Box. Gatica ganó por descalificación en el ring, pero en los vestuarios cambiaron el resultado. Se encendió una hoguera. Empezaría una rivalidad inolvidable, increíble, como decir agua-aceite o hielo-fuego, con Alfredo Prada. Pelearon -pelearon porque eran peleas salvajes, crudas, cargadas de odio- seis veces en total. Dos como amateurs –ganó una cada uno- y cuatro como profesionales –vencieron en dos cada uno-: empate perfecto.

Desde su debut como rentado a los 20 años de la categoría liviano (7 de diciembre de 1945, noqueó en el 1er. Round a Leopoldo Mayorano) hasta su último encuentro (6 de julio de 1956, triunfó por abandono en el 4° sobre Jesús Andreoli) realizó 95 peleas. Ganó 85 (72 antes del límite), empató 2, perdió 7 y realizó una sin decisión. Tenía 38 años cuando falleció, el 12 de noviembre de 1963 a las 18.30, en el hospital Rawson. No tenía un peso, a pesar de que se calcula que en total ganó más de cuatro millones, que traslados a dólares serían 500.000… aunque en su época, según decían, nadie había visto un dólar.