Hipólito Barreiro, ahijado de Yrigoyen, amigo de Perón y filantropo

Médico, aventurero y ex embajador, juntó 600 piezas que asombran

Redacción de La Nación
publicado el 19 de julio de 2008

Hipólito Yrigoyen fue su padrino de bautismo, y Juan Domingo Perón, su amigo y paciente durante cuatro años, entre 1965 y 1969. Hipólito Barreiro fue amigo íntimo de los dos políticos argentinos que marcaron el siglo XX, y si hay algo que no se puede decir de este médico es que tuvo una vida rutinaria y poco interesante. Entre otras aventuras, recorrió el mundo en auto y se radicó en Liberia, Africa, donde instaló una clínica y vivió 17 años. Allí fue embajador argentino, entre 1973 y 1976, por decisión de Perón. En su estada en el continente verde y negro, su afición pasaba por coleccionar reliquias de tribus africanas. Así reunió más de 600 piezas, entre las que se destacan máscaras y pequeñas estatuas que en mayo último expuso en el Centro Cultural Borges.

Se instaló en Liberia por iniciativa de su mujer, Sara: ella vio un artículo en una revista que decía que en ese país había un médico cada 100.000 habitantes, mientras que en Buenos Aires, uno cada 2000. Se le ocurrió que debían hacer algo y por eso fueron, construyeron una clínica y se quedaron muchos años. En agradecimiento por su trabajo, comenzó a recibir algunas máscaras y las guardó. "Empezó como un divertimiento", dice Barreiro.

La selva era su segunda casa. El médico curó en muchos rincones del país, en distintas tribus. "En la selva hay secreto. Y allí se forman las sociedades secretas. Estas producen y usan las máscaras", explica el coleccionista. Entre las máscaras que recibió, la mayoría son de madera, como las que se ven a la izquierda. La más grande, cubierta de pelo de mono, tiene influencias de tres tribus del límite entre Congo y Camerún: los baluba, bapende y bamileke.

"Cuando usan las máscaras, no hay un hombre detrás de ellas. Está el espíritu que se apodera de la persona. Ese cuerpo se encuentra despersonalizado", expresa Barreiro. Algunas son antropomórficas, ya que mezclan características humanas y animales, como el cocodrilo o el mono. También utilizan partes de los animales como detalle para decorar las máscaras: dientes, pelos, huesos.

Pero no sólo de máscaras está hecha esta colección, que abarca 52 etnias y 10 países de Africa occidental. También posee una gran cantidad de estatuillas. Se destaca un fetiche hecho en madera, de la tribu Baluba, de Congo, que se utiliza para atenuar los poderes del enemigo. Para eso clavan en la espalda del fetiche estacas de madera.

Según el especialista, se utilizan sobre todo en fiestas religiosas y ceremonias ancestrales. "Sirven para meter miedo, como control social", explica. En algunas tribus, había máscaras exclusivas para las mujeres, como una forma de marcar exclusividad. No podían mostrar su belleza a otros hombres si ya estaban comprometidas. La máscara que muestra Barreiro, que utilizaban las mujeres, cubría por completo la cara y la cabeza, hasta el cuello.

Casi 20 cajones tuvo que transportar Barreiro cuando dejó Liberia, en 1977. Después de vivir en Estados Unidos, en 1983 se instaló definitivamente en la Argentina. Hoy guarda las piezas en su taller, donde también las restaura. Algunas se exhiben en la clínica y en la fundación médica que lleva su nombre. Pero busca un lugar fijo para exponerlas y que todos los argentinos puedan admirarlas.

"Extraño mucho Africa. Es algo que atrapa. Cuesta llegar, y cuesta mucho dejarlo", dice, emocionado, el médico. Cuenta que es un continente con climas, colores y gente muy especial... Tan especial y enigmático como su historia de vida.

Fuente: lanacion.com.ar