Napoleón Bonaparte.“No lamentéis mi destino” [1]

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[20 de Abril de 1814]

Soldados de mi Vieja guardia: me despido de todos vosotros. Durante los veinte años os he acompañado sin cesar en el camino del honor y la gloria.



Todas las potencias de Europa se han combinado en armas contra mí.



Algunos de mis generales han demostrado ser infieles a su deber y a Francia. En estos últimos tiempos, del mismo modo que en los días de prosperidad, vosotros habéis sido modelos de coraje y fidelidad. Con hombres así nuestra causa no puede estar perdida; pero la guerra hubiera sido interminable; hubiera sido una guerra civil, y eso hubiera acarreado desgracias más tremendas para Francia.


He sacrificado todos mis intereses personales por aquellos del país.

Me voy, pero vosotros mis amigos, continuaréis sirviendo a Francia. Su felicitad era mi único pensamiento. Y continuará siendo el objeto de mis deseos. No lamentéis mi destino; si he consentido en sobrevivir es para honrar vuestra gloria. Tengo intenciones de escribir la historia de los grandes logros que hemos conseguido juntos. 

Adieu, mis amigos. No puedo abrazaros a todos, pero me abrazo a vuestro general. Vamos, General Petit, que puede presionar a mi corazón! Tráeme el águila, que quiero abrazarla también! ¡Ah! Estimada águila, que con este beso que te doy encuentre un eco a la posteridad! ¡Adiós, mis hijos, los mejores deseos de mi corazón estarán siempre con vosotros, no me olvidéis! 

Fontainebleau, 20 de abril de 1814.
NAPOLEON BONAPARTE



Notas:


[1] Napoleón llegó a conformar un ejército de 500.000 hombres, perfectamente entrenados. A partir de la decisión de invadir Rusia en 1812, el número de hombres comenzó a menguar, así como su esplendor. Finalmente el 20 de Mayo de 1814, París cayo en poder de los aliados y Napoleón se vio obligado a abdicar y a partir preso a la Isla de Elba.

En el castillo de Fontainebleau, se despide de su Vieja guardia, mientras sus hombres acongojados lloran, pretendiendo acompañarlo en su destino. El estilo de su discurso usa un cuidado lenguaje semejante al usado en sus proclamas, boletines y órdenes del día, y no se parece al de los antiguos ni a los que vinieron después. En este sentido, no hay que olvidar que Napoleón se vanagloriaba de poseer tres dones: la virtud militar, el arte del orador y la intuición política.