A 150 años de la Primera Internacional

Por Octavio Rodríguez Araujo
para La Jornada (México)
Publicado el 7 de julio de 2014

Samir Amin publicó recientemente en Monthly Review (volumen 66, número 2, junio de 2014) un extenso artículo con un título muy sugerente: Popular movements toward socialism: their unity and diversity (Movimientos populares hacia el socialismo: su unidad y diversidad). El artículo, en sí mismo, es interesante y casi se empata con un emblemático aniversario de la Primera Internacional o Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT).
En dicho artículo escribió que Marx, en la resolución (sic) de fundación de la AIT, señaló que la tarea de la Internacional es generalizar y unificar los movimientos espontáneos de la clase obrera, pero no prescribir a favor o imponerles cualquier sistema doctrinal. Y más adelante el autor añadió que Marx propuso un principio fundamental al que se adhiere: aceptar y reconocer la diversidad, actuar para reforzar la unidad en la lucha. De la cita de Marx, Amin no da fuentes, pero quiero pensar que al decir resolución en realidad se refería al Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores, redactado por Marx y expuesto el 28 de septiembre de 1864. Sin embargo, según mis fuentes, Marx nunca habló expresamente de movimientos espontáneos de la clase obrera sino de movimientos aislados y con frecuencia sin dirección, razón por la cual solían ser derrotados.

Lo que Marx dijo en el Manifiesto inaugural fue: “ La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera. Así parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia y en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han hecho esfuerzos simultáneos para reorganizar políticamente el partido de los obreros. La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados” (las cursivas son mías).

Marx aceptaba que la Internacional estuviera compuesta por diferentes tipos de organizaciones. De hecho participaron tradeunionistas, lassalleanos, proudhonianos y anarquistas, pero siempre insistió en que, si bien debían actuar en cada lugar y circunstancia de acuerdo con sus posibilidades, la idea de la Internacional era coordinar sus acciones en una lógica de unidad y coherencia. Más bien fue Bakunin el que insistía, en 1868, en que todos los movimientos en cada país debían tener libertad absoluta sin recibir orientación alguna de un grupo central, en clara alusión al Consejo General de la Internacional, en el que Marx tenía una gran influencia. De ahí una de las grandes diferencias entre Marx y Bakunin, diferencias tan grandes que el primero prefirió la desaparición de la Internacional antes que dejarla en manos de los anarquistas. Sobra decir, por obvio, que Bakunin estaba en contra de la conquista del poder político de los trabajadores, que para Marx, Engels y varios de sus seguidores era y sigue siendo fundamental.

En tanto Bakunin, como también los proudhonianos, estaba en contra de los partidos, para Marx y Engels el partido era muy importante. En el Congreso de La Haya de 1872, encabezado por estos últimos, y en el que se dio una fuerte lucha contra el anarquismo, se introdujo un añadido a los Estatutos de la AIT:

Artículo 7. a. En su lucha contra el poder colectivo de las clases poseedoras, el proletariado no puede actuar como clase sino constituyéndose él mismo en partido político propio y opuesto a todos los antiguos partidos formados por las clases poseedoras. Esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y el logro de su fin supremo: la abolición de las clases. Con estos acuerdos en el congreso de La Haya se establecieron las bases para la creación de partidos políticos de la clase obrera en contra de sus enemigos de clase.

En sus pocos años de vida la Primera Internacional evolucionó de una difusa coordinación de los movimientos aislados de los trabajadores a la propuesta directa de constituir partidos políticos para luchar por el poder de manera no sólo unida sino organizada. Es decir, partidos de clase como sinónimo de unidad y una dirección que los guíe (la que Lenin, años después, llamaría la dirección de los más capaces y experimentados en las luchas de los trabajadores).

Aunque la orientación de Amin en su artículo va en un sentido distinto al que yo sostendría, podría estar de acuerdo con él, sobre todo en estos tiempos del siglo XXI, en que los partidos políticos autodenominados de izquierda deben “aceptar y reconocer la diversidad [y] actuar para reforzar la unidad en la lucha…” por el socialismo, añado.