Los BRICS y la guerra financiera de Estados Unidos

Los BRICS plantan cara a la guerra financiera de Estados Unidos

Ariel Noyola Rodríguez
(RT)

El 15 y 16 de octubre se llevó a cabo en el estado de Goa (India) la octava cumbre de los BRICS, acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Hay que reconocer que el encuentro se desarrolló en medio de una situación profundamente crítica para la economía mundial. Sin embargo, los BRICS pusieron de manifiesto, una vez más, su extraordinaria capacidad para transformar un mal momento en una oportunidad para profundizar los vínculos entre ellos desde una perspectiva estratégica.

Después de que las economías de los BRICS gozaran de una 'época dorada', en los últimos años sus tasas de crecimiento han sufrido una drástica desaceleración. Frente a esta difícil coyuntura, hoy más que nunca los BRICS necesitan echar mano de las instituciones financieras que presentaron ante el mundo hace un par de años en Fortaleza (Brasil) durante su sexta cumbre.

En abril pasado, su nuevo banco de desarrollo realizó sus primeros préstamos por más de 800 millones de dólares y para 2017 se calcula que los créditos otorgados podrían alcanzar los 2.500 millones de dólares. Asimismo, esta entidad financiera llevó a cabo en julio de este año una histórica emisión de 'bonos verdes' ('green bonds') en yuanes por un monto equivalente a 450 millones de dólares. Estos títulos financieros, a la vez que incrementan la influencia de la moneda china a escala mundial, sirven para el financiamiento de grandes proyectos de inversión.

Por su parte, el Acuerdo Contingente de Reservas (CRA, por sus siglas en inglés), dotado de 100.000 millones de dólares, ya está listo para otorgar sus primeras líneas de crédito con el objetivo de estabilizar las balanzas de pagos de los BRICS, según anunció el ministro de Finanzas de la India, Arun Jaitley. Toda vez que la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos amaga permanentemente con subir la tasa de interés de los fondos federales ('federal funds rate') y, con ello, detonar una nueva turbulencia financiera mundial, urge que los BRICS incrementen cuanto antes los recursos monetarios de su fondo de estabilización pues, de lo contrario, corren el riesgo de padecer serios estragos por las apuestas especulativas de los grandes bancos de inversiones.

De forma simultánea, los BRICS necesitan abrir nuevos frentes de batalla que desafíen de modo abierto la hegemonía de Estados Unidos y el dólar en el sistema financiero mundial, no solamente a través de los intercambios comerciales en monedas locales sino, por ejemplo, a través de la acumulación de reservas en yuanes entre sus bancos centrales, más todavía luego de que 'la moneda del pueblo' ('renminbi', en chino) ingresó oficialmente el pasado 1º de octubre en los Derechos Especiales de Giro ('Special Drawing Rights'), la canasta de divisas de élite creada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a finales de la década de los 60.

Por añadidura, los BRICS tienen la capacidad de articular una gran alianza financiera con poderosos eslabonamientos geopolíticos entre América Latina, Asia, África y el Medio Oriente. Los bancos regionales de desarrollo, que están conformados en su mayoría por los países periféricos, bien pueden servir a este objetivo: el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), el banco del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) e incluso el Banco del Sur que, finalmente, arrancará antes de que termine este año.

Asimismo, se ha vuelto una imperiosa exigencia para los BRICS la puesta en marcha de una agencia de calificación propia que rompa con el predominio aplastante que Estados Unidos mantiene a través de Fitch, Moody's y Standard & Poor's. Estas tres agencias de calificación, más que realizar evaluaciones que se guíen por criterios de tipo técnico, actúan fundamentalmente bajo impulsos de carácter político; esto es, como auténticas máquinas de guerra: degradan las notas de los bonos de deuda soberana y, con ello, elevan dramáticamente los costos de financiamiento de países como Grecia, Rusia o Venezuela.

La cohesión económica es otro de los grandes retos, si bien es indudable que se ha venido intensificando de forma sustantiva durante los años recientes: entre 2001 y 2015, el comercio entre los BRICS como proporción de sus intercambios totales se duplicó del 6 al 12 %. China es, por mucho, la economía que está más integrada con los demás BRICS. En contraste, los vínculos entre países como la India y Sudáfrica son marginales. Lo mismo sucede entre Brasil y Rusia. Por eso es muy pertinente la próxima implementación de un área de libre comercio entre los BRICS. Sin embargo, además de echar abajo las barreras arancelarias entre ellos, los BRICS necesitan promover la construcción de cadenas de valor de forma conjunta; esto es, integrar sus aparatos productivos para incentivar la industrialización de las economías menos aventajadas.

En conclusión, son muchos los desafíos en el horizonte para estas cinco potencias emergentes. Estoy convencido de que, en lo sucesivo, el éxito de los BRICS dependerá de la capacidad que tengan para reinventarse, de su creatividad para articular nuevas dimensiones de cooperación con vistas a cumplir metas de más largo alcance. Frente a la nueva guerra financiera que prepara Estados Unidos, es momento de que los BRICS vuelvan a la carga…

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Rusia, China y Arabia Saudita ponen en jaque la hegemonía del dólar

Ariel Noyola Rodríguez
(RT)

La supremacía de Washington en el sistema financiero mundial recibió un golpe tremendo el pasado mes de agosto: Rusia, China y Arabia Saudita vendieron bonos del Tesoro de Estados Unidos por la suma de 37,900 millones de dólares, de acuerdo con la última actualización de datos oficiales publicada hace unos días. Desde una perspectiva general, las inversiones globales en la deuda del Gobierno estadounidense se desplomaron a su nivel más bajo desde julio de 2012. Es evidente, el papel del dólar como moneda de reserva mundial nuevamente se ha puesto en cuestión.

Ya en 2010, el almirante Michael Mullen, presidente de los Jefes del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, lanzó la advertencia de que la deuda representaba la principal amenaza para la seguridad nacional. A mi juicio, no es tanto que un alto nivel de endeudamiento público (actualmente por encima de los 19 billones de dólares) sea una piedra en el zapato para la economía estadounidense, sino que más bien para Washington es decisivo garantizar diariamente un enorme flujo de recursos desde el exterior a fin de cubrir sus déficit gemelos (comercial y presupuestario); es decir, para el Departamento del Tesoro es un asunto de vida o muerte vender títulos de deuda a todo el mundo para de esta manera poder financiar los gastos del Estado norteamericano.

Hay que recordar que tras la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, el Banco Popular de China se vio fuertemente presionado por Ben Bernanke, en aquel entonces presidente del Sistema de la Reserva Federal (FED), para que no vendiera sus títulos de deuda estadounidense. En un primer momento, los chinos aceptaron sostener el dólar. Sin embargo, ya en un segundo momento, el Banco Popular de China se resistió a comprar más bonos del Tesoro de Estados Unidos y, en simultáneo, puso en marcha un plan de diversificación de sus reservas monetarias.

Pekín ha venido comprando oro de forma masiva en los años recientes, y lo mismo ha estado haciendo el banco central de Rusia. En el segundo trimestre de 2016, las reservas de oro del Banco Popular de China alcanzaron las 1,823 toneladas frente a las 1,762 toneladas registradas el último trimestre de 2015. La Federación rusa por su parte, incrementó sus reservas de oro en alrededor de 290 toneladas entre diciembre de 2014 y junio de 2016, con lo cual, cerró el segundo trimestre de este año con un acumulado de 1,500 toneladas.

Frente a los brutales bandazos del dólar, es crucial comprar activos más seguros como el oro que, en momentos de gran inestabilidad financiera, actúa como un valor refugio. Por eso la estrategia de Moscú y Pekín de vender bonos del Tesoro de Estados Unidos para luego comprar oro ha sido seguida por muchos países: según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), las reservas de oro de los bancos centrales del mundo alcanzan ya el nivel más alto de los últimos 15 años luego de registrar a principios de octubre un volumen total de casi 33,000 toneladas.

La geopolítica también está jugando su parte en la configuración de un nuevo orden financiero mundial. Tras la imposición de sanciones económicas en contra del Kremlin, a partir de 2014, la relación con China tomó gran relevancia para los rusos. Desde entonces, ambas potencias han profundizado sus vínculos en todos los ámbitos, desde la economía y las finanzas, hasta la cooperación militar. Además de comprometer el suministro de gas a China para las próximas tres décadas, el presidente Vladímir Putin construyó junto con su homólogo Xi Jinping una poderosa alianza financiera que busca terminar de una vez por todas con la dominación de la divisa estadounidense.

Actualmente, los hidrocarburos que Moscú vende a Pekín se pagan en yuanes, ya no en dólares. De este modo, la “moneda del pueblo” (‘renminbi’, en chino) se está abriendo paso poco a poco en el mercado mundial de hidrocarburos a través de los intercambios comerciales entre Rusia y China, los países que, a mi modo de ver, encabezan la construcción de un sistema monetario multipolar.

La gran novedad es que a la carrera por la desdolarización de la economía global se ha sumado Arabia Saudita, país que desde hace varias décadas se había mantenido como un aliado incondicional de la política exterior de Washington. Sorpresivamente, durante los últimos 12 meses Riad se deshizo de más de 19,000 millones de dólares invertidos en bonos del Tesoro de Estados Unidos, convirtiéndose junto con China, en uno de los principales vendedores de deuda norteamericana. Para colmo de males, la furia del Reino Saudita contra la Casa Blanca viene incrementando su intensidad.

Sucede que a finales de septiembre, el Congreso norteamericano aprobó la eliminación del veto del presidente Barack Obama a una ley que impedía a los estadounidenses denunciar a Arabia Saudita ante tribunales por su presunta participación en los ataques del 11 de septiembre de 2001. En respuesta, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) llegó a un acuerdo histórico con Rusia para disminuir el nivel de producción de crudo y, con ello, promover un incremento de precios.

Es llamativo también que, justo por esos días, Pekín haya abierto la negociación directa entre el yuan y el riyal de Arabia Saudita a través del Sistema de Comercio de Divisas Extranjeras de China (CFETS, por sus siglas en inglés) a fin de realizar transacciones entre ambas monedas sin necesidad de pasar antes por el dólar. En consecuencia, es altamente probable que, más temprano que tarde, la empresa petrolera Saudi Aramco acepte pagos en yuanes en lugar de dólares. De concretarse, la Casa de la Saud estaría apostando de lleno por el petroyuan. Ante nuestros ojos, el mundo está cambiando.

*Economista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).