¿Y a vos quién te banca?

Nicolás Tereschuk* 
Artepolítica [x]

La Alianza fue un desastre. No porque los radicales no sepan gobernar, como dicen algunos, porque los peronistas tampoco saben gobernar. A mi juicio, el problema básico que tuvo la Alianza es que no logró articulaciones con grupos de interés real que dieran sustento a esa expresión que era de centro. Algo que, además, considero imposible en la Argentina. Porque aquí, para que las alianzas de centro tengan sustentabilidad real: o se hacen con los sectores propietarios o se hacen con los sectores populares. No hay condiciones para una alianza de centro que se asiente exclusivamente en un sector de las clases medias -por más amplio que sea- y en los intelectuales. (…) Sin embargo, sólo con la ideología y los votos no se gobierna. Para gobernar se hace necesario contar con el apoyo de alguno de los grupos de interés real de la sociedad que son, por ejemplo, los grandes empresarios, la clase media, la clase obrera, los marginales, los sindicatos, los grupos intelectuales, la universidad, la iglesia, etc. Si uno no tiene el apoyo de eso, un gobierno es inviable”.


La afirmación es de Torcuato Di Tella, de hace algunos años ya. Cada dos años me vuelve a la mente como una señal de alarma. Y las preguntas en torno al gobierno de Mauricio Macri, surgen con rapidez.

¿Cuál va a ser el sustento político de la gestión de Macri? ¿Quién defiende al gobierno de Macri? ¿Son los grandes empresarios que firmaron una declaración en la que se comprometen a mantener su planta de personal por 90 días? ¿Es “el campo” que mejoró su desempeño exportador luego de que el Gobierno levantó las retenciones y devaluó? ¿Es la opinión pública, que en sus “focus” retoma sus pesadillas históricas con el PRO y sostiene  que este es un gobierno de ricos para ricos?

¿Y qué pasará con la intensidad de esos apoyos? Porque lo que dice Di Tella de que “con la ideología y los votos no se gobierna” a mí me suena que va por ahí. Lo que da “viabilidad” a un gobierno son esos sectores que “sostienen”, que “bancan”, que “apuntalan”. Porque -¿no lo dije aún?-. Ser oficialismo es muy duro. Ser oficialismo en el país de los compatriotas de Intratables no es fácil.

Hemos afirmado aquí que puede haber un gobierno de derecha exitoso, estable, con un presidente que mantenga niveles de apoyo social, sea electo y reelecto. Pero para eso tiene que “funcionar”. “Deliver”, le dicen los yankis. O sea cumplir, entregar, embocar, resolver.

Las dificultades generadas a partir de abril pasado, cuando, por un lado, se aceleraron la inflación y los despidos, se generó un cierto clima de malhumor por el impacto de la suba de tarifas y además el Gobierno se vio envuelto en un escándalo internacional como el de los Panamá Papers no fueron estridentes ni definitorias. Pero generaron cambios en el juego político. El Senado votó una ley en contra de la opinión del Ejecutivo, las cinco centrales sindicales generaron una movilización conjunta muy fuerte, el PJ dio a conocer a sus nuevas autoridades sin grandes desgajamientos y, para colmo, hubo contactos entre las distintas “tribus peronistas” que empezaron a tocar una canción similar. ¿Quién te defiende entonces cuando se te suman una serie de hechos desafortunados?

En la Argentina, el que marca el ritmo del partido es el Presidente. Si pone el balón contra el piso, se da un juego; pero si elige el pelotazo, todos a correr y entonces es otra la dinámica. El anuncio del veto presidencial, en el actual contexto, fue como un pelotazo. Y ahora se trata entonces de una pelota dividida.

Es entonces el Presidente el que “une” o “desune” a la oposición. La dinámica es Presidente vs. Oposición. Así, desnuda.

En ese contexto, fluyen las analogías. Con el 22 por ciento de los votos, Néstor Kirchner hacía cosas que no estaban en su libreto de gobernador justicialista. Se abrazaba con los organismos de Derechos Humanos. Abjuraba de la marcha peronista y del “ritualismo”. Abría. Otro estilo: Carlos Menem, en otro contexto, “quemaba las naves”. En ese 89-90 tremendo, enfundado en un traje que hubiera relucido aún en el lado oscuro de la Luna, hablaba de “cirugía mayor sin anestesia”, “ramal que para, ramal que cierra”, acusaba a los que se “quedaron en el 45” y eran “la máquina de impedir”. Juego, huevos, carisma, sexo, rock. ¿Dónde va a hacer palanca Macri? ¿Parece entrar en esa línea de juego brusco cuando promete un veto de la ley antidespidos? ¿Y después?


Allí lo vemos al Presidente en un salón Blanco lleno de hombres blancos y ricos. Firma un compromiso con los empresarios. Un empresario firma compromiso con los empresarios. El padre del ministro de Transporte firma el compromiso del gobierno del ministro de Transporte. Tiende a ser endogámico. Tampoco dice que dará pelea, ni se ata al mástil. Navega, por ahora ¿Cómo “romperá” para salir a jugar? ¿Por dónde? ¿Con quiénes?

A favor del jefe de Estado y su futuro: ¿parece “jugársela” sin “plan B”? Como especulamos muchas veces aquí -y algo de esto parece decirnos Di Tella-, No hay gobiernos “de centro” o “moderados” en la Argentina. A un costado del Gobierno suele haber una pared.Y en ese contexto, cada uno elige su propia aventura.

* Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).