La encíclica anticapitalista del Papa Francisco

Alvaro Ramis
Revista “Punto Final” (Chile)
Edición Nº 831, 26 de junio, 2015

Se la esperaba con ansiedad y ha cumplido con las expectativas. Laudato Si’, la primera encíclica del Papa Francisco, refleja a cabalidad el giro de Jorge Bergoglio. Por algo la derecha política, los antros eclesiales más conservadores y los centros del poder financiero no han tardado en reaccionar, atolondrados, entre la frialdad del desprecio y el bochorno de la incomodidad. Desde la ultraderecha norteamericana se han oído las voces más atronadoras. El Heartland Institute, un think tank del Tea Party dedicado exclusivamente a negar la evidencia del cambio climático, reaccionó a las pocas horas: “La postura del Papa sobre el calentamiento global es parte de una conspiración comunista de izquierda(1)”. Steve Milloy, de otro centro similar llamado Free Enterprise Action Fund, dedicó una gran cantidad de tweets a Francisco, llamándole “Papa Rojo” y comparando su llamado con la “revolución cultural” en la China de Mao. Y el candidato presidencial republicano de Estados Unidos, Jef Bush, que se ha presentado como católico ferviente en diversas ocasiones, comentó: “Espero no ser castigado por mi sacerdote por decir esto de vuelta a casa, pero yo no cambiaré mi política económica por causa de mis obispos o cardenales o de mi Papa”.

Al interior de la Iglesia Católica la oposición ha sido palpable, aunque no se exprese abiertamente. El ejemplo más claro fue la filtración del texto, tres días antes de su presentación oficial. La mayoría de los analistas coincidió en ver allí un ataque directo al Papa y un intento de sabotear el lanzamiento de su encíclica “verde”. Ello resultó evidente porque el autor de la filtración fue Sandro Magister, un veterano periodista de L’Expresso de Milán, que actúa habitualmente como voz de los sectores conservadores de la Curia Romana y es un abierto crítico del Papa argentino. 

En Polonia, tierra de Juan Pablo II, el periódico Rzeczpospolita, de Varsovia, afirmó que la encíclica se ocupa de problemas que para la Iglesia son marginales, y que por desincentivar la producción de carbón, era una encíclica anti-polaca. En Inglaterra la organización integrista Voice of the Family arremetió contra Francisco por su “omisión en la carta encíclica Laudato Si’ de una reafirmación de la doctrina de la Iglesia en contra de la anticoncepción y sobre la procreación como el principal fin del acto sexual”. Por ese motivo esta organización alertó que “la falta de una clara enseñanza sobre estos peligros en la encíclica nos ponen en guardia. Los padres católicos deben resistir todos los ataques sobre nuestros hijos, incluso cuando emanan del interior del Vaticano(2)”.

En el Acton Institute para el Estudio de la Religión y la Libertad, un centro de estudios norteamericano creado para vincular la ideología neoliberal y el catolicismo, se apresuraron a publicar una “anti-encíclica”(3) que desesperadamente trata de descalificar, sin aparecer desertando de la Iglesia Católica. En cambio un columnista del Wall Street Journal se lo tomó con más calma al reconocer: “Vamos al grano: gran parte de lo que está en la encíclica sobre la administración ambiental, plantea un reto importante para los defensores del libre mercado, aquellos de nosotros que creen que el capitalismo es una fuerza poderosa para el cuidado de la Tierra y sacar a la gente de la pobreza”(4). Efectivamente, el Wall Street Journal apunta al núcleo. Laudato Si’ es un manifiesto anticapitalista de enorme impacto cultural y contrahegemónico. Y no se cuida para nada de ocultar ese objetivo.

UNA SERENA RADICALIDAD 

Desde el punto de vista académico, Laudato Si’ recoge las innovaciones más actuales y avanzadas. Por ejemplo, la noción del clima como un bien común enunciada por Elinor Ostrom, Premio Nobel de Economía en 2009, famosa por su enfoque sobre el gobierno de los bienes comunes, como el agua y los recursos naturales. Asume el aporte de la ciencia, pero sin caer en un falso empirismo ni en los límites epistemológicos de la tecnocracia. 

Y en lo teológico da un giro mayor. Como ha comentado Leonardo Boff, el texto papal usa abiertamente el método de la Teología de la Liberación: “El texto y el tono de la encíclica son típicos del Papa Francisco y de la cultura ecológica que ha acumulado, pero me doy cuenta de que también muchas expresiones y modos de hablar remiten a lo que viene siendo pensado y escrito principalmente en América Latina. Los temas de la ‘casa común’, de la ‘madre Tierra’, del ‘grito de la Tierra y del grito de los pobres’, del ‘cuidado’, de la ‘interdependencia entre todos los seres’, de los ‘pobres y vulnerables’, del ‘cambio de paradigma’, del ‘ser humano como Tierra’ que siente, piensa, ama y venera, de la ‘ecología integral’ entre otros, son recurrentes entre nosotros. La estructura de la encíclica obedece al ritual metodológico usado por nuestras iglesias y por la reflexión teológica ligada a la práctica de liberación, ahora asumida y consagrada por el Papa: ver, juzgar, actuar y celebrar”(5).

UN MENSAJE AL CHILE DE HOY

La encíclica debería leerse con atención en nuestro país. Especialmente cuando denuncia que “mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”. 

Se denuncia que “muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático. Pero muchos síntomas indican que esos efectos podrán ser cada vez peores si continuamos con los actuales modelos de producción y de consumo”.

En tiempos de reforma laboral cabe oír que “la orientación de la economía ha propiciado un tipo de avance tecnológico para reducir costos de producción en razón de la disminución de los puestos de trabajo, que se reemplazan por máquinas. Es un modo más de cómo la acción del ser humano puede volverse en contra de él mismo”. 

Y en medio de los debates sobre la nueva Constitución y los temores empresariales a una redefinición del derecho a la propiedad privada, vale la pena leer que “la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”.

Francisco también desecha el espejismo de un “capitalismo verde” cuando afirma que “la estrategia de compraventa de ‘bonos de carbono’ puede dar lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes” ya que a su juicio “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la Tierra como el clamor de los pobres”. 

Frente al “capitalismo verde” la encíclica afirma: “Este sistema parece ser una solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el medioambiente, pero que de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias. Más bien puede convertirse en un recurso diversivo que permita sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores”. Por eso, “para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos cambiar el modelo de desarrollo global”.

Y en tiempos de corrupción generalizada, concluye: “La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”.

Notas: