Lo que la regulación le debe a la teoría

Jean Tirole*
Le Monde
PRIMER NIVEL El flamante Nobel habla del aporte de sus investigaciones para mejorar la competencia en áreas como el transporte, la electricidad o las telecomunicaciones. La utilización en economía de la teoría de juegos que representa y predice las estrategias de actores interdependientes pero que persiguen objetivos propios y de la teoría de la información que da cuenta de la utilización de información privilegiada por esos mismos actores pueden sugerir a las empresas cómo “desempeñarse del mejor modo posible”, y también les proporciona a los reguladores un marco analítico.
Como en todo juego, el de la competencia necesita reglas y árbitros para incentivar a las empresas a desarrollar los bienes y servicios socialmente deseables y a proponerles mejores condiciones. Estas reglas incluyen, en primer lugar, el derecho de la competencia, cuyo objetivo es regular los acuerdos interempresariales o los abusos de posición dominante: este derecho es aplicado por reguladores como la Autoridad de la Competencia en Francia o la Comisión Europea.

También incluyen medidas para sectores específicos, tales como la regulación prudencial y las normas de transparencia en el sector financiero, o las regulaciones para las industrias de red (electricidad, telecomunicaciones, transporte). Estas disposiciones sectoriales son implementadas por agencias como la Autoridad de Correos y Comunicaciones Electrónicas, la Comisión reguladora de la Energía o la Autoridad reguladora de Actividades Ferroviarias.

La utilización en economía de la teoría de juegos que representa y predice las estrategias de actores interdependientes pero que persiguen objetivos propios y de la teoría de la información que da cuenta de la utilización de información privilegiada por esos mismos actores pueden sugerir a las compañías cómo “desempeñarse lo mejor posible”, pero eso también les da a los reguladores un marco analítico. Veamos algunos ejemplos.

Los acuerdos entre un proveedor (de un bien, servicio, tecnología) y su cliente (comprador o distribuidor de un bien, servicio o licencia) incluyen a menudo “restricciones verticales”, como la atribución de territorios exclusivos o la fijación del precio de reventa. Patrick Rey, investigador de la Escuela de Economía de Tolouse, y yo publicamos en 1986 trabajos que mostraban cómo esas prácticas podían afectar la coordinación entre productores y distribuidores.

Esos trabajos le permitieron a la Comisión Europea pasar, en ese ámbito, de un enfoque formal (notificación previa de los acuerdos, reglamentación de ciertas categorías de acuerdos) a un enfoque basado en directrices y en un examen a posteriori.

Con Oliver Hart (Harvard) y luego Patrick Rey, mostramos posteriormente que una empresa dominante en un mercado intermediario puede querer limitar la competencia posterior para evitar la erosión de su ganancia, por ejemplo privilegiando a su propia filial luego, firmando un contrato de exclusividad con uno de los rivales o confiriéndole condiciones de privilegio.

Estos trabajos permitieron enunciar los principios para decidir si una exclusión como esa está justificada o no: es normal, por ejemplo, que la empresa recoja, al menos temporariamente, los frutos de una innovación o inversión que tengan un valor social importante; si, por el contrario, la posición de monopolio es fortuita o constituye un privilegio concedido por el Estado (la gestión de un aeropuerto o de un puerto, por caso), no hay razón para que la compañía obtenga rentas de monopolio excluyendo a sus competidores posteriores.

Estos trabajos inspiraron notablemente la evolución del derecho de la competencia en materia de infraestructura ferroviaria, portuaria y aeroportuaria, como también de sistemas de reservas por computadora, sistemas operativos informáticos o de propiedad intelectual.

Las industrias de red se apoyan en infraestructuras que les confieren a sus operadores una situación de “monopolio natural”: su costo elevado hace que, en efecto, su duplicación sea indeseable y evita, así, una verdadera competencia, al menos en ese segmento de la actividad. Por ejemplo, si se quiere competencia en la producción de electricidad, no es razonable tener más de una red de transmisión de alta y baja tensión.

La investigación que hice con Jean-Jacques Laffont, resumida en el libro Théorie des incitations et réglementation (Economica, 2012) (Teoría de los incentivos y la regulación), propone un marco conceptual para una regulación moderna de esos operadores.

Esa investigación permitió, además, identificar las formas de regulación más estimulantes (basadas, por ejemplo, en precios preestablecidos y no en el reembolso de los gastos, para incentivar la optimización de estos últimos), todo esto sopesando el costo de esos incentivos (que pueden crear, en virtud de las asimetrías de información, rentas para el operador) y la necesidad de un control de la calidad de los servicios prestados.

Nuestra investigación también identificó la importancia de la continuidad de la regulación (para incentivar la inversión) y los riesgos de “captura” de reguladores por los operadores.

Asimismo, tuve la oportunidad de trabajar en los procesos de liberalización que articulan segmentos en monopolio natural y segmentos competitivos. Por ejemplo, las investigaciones sobre los mercados de la electricidad realizadas con Paul Joskow, entonces en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, alertaron a los reguladores respecto de los proyectos de reforma de gestión de la red de transporte, identificaron los obstáculos creados por la competencia a escala minorista (hogares y pymes) y propusieron soluciones para limitar la capacidad de los productores de aumentar sus precios.

Por último, en el sector de las telecomunicaciones, los trabajos en coautoría con Jacques Laffont y Patrick Rey sobre el papel de las tarifas de interconexión entre operadores mostraron cómo conciliar la introducción de la competencia en los segmentos complementarios (por ejemplo, Internet) con las infraestructuras (por ejemplo, la red local) y los incentivos para invertir en esas infraestructuras; los trabajos también revelaron que las tarifas de interconexión entre operadores de telefonía móvil podían ciertamente aumentar el precio de las comunicaciones y llevar a subvencionar las terminales de llamada.

*Premio nobel de Economía 2014

Traducción: Ieco-Clarín