La reconversión de Turquía y su reconciliación con Irán

Alfredo Jalife-Rahme[x]


     Las placas tectónicas de la geopolítica del gran Medio Oriente se han desplazado por efecto del magno sismo metafórico del nuevo orden tripolar geoestratégico (el codominio global de Estados Unidos/Rusia/China) que se manifiesta en el extenso epicentro que va de Siria hasta Irán (Ver) y cuyas reverberaciones telúricas han alcanzado a países ribereños del Mar Negro, como Ucrania y Turquía: dos países pivotes de primer orden, que vacilan en su acercamiento a la Unión Europea.

Mientras se define el relevante cuan enigmático rumbo de Egipto, otro país pivote en la costa africana del mar Mediterráneo, Turquía –una potencia sunita que sufrió dos fuertes reveses en sus alianzas con la Hermandad Musulmana, tanto del país de los faraones como de Siria– se reconcilia en forma dramática con la teocracia chiíta de Irán.
En realidad, nunca existió ruptura entre la sunita Turquía y la chiíta Irán, pese a la colisión de sus intereses antagónicos en Siria, lo cual ridiculiza el simplismooccidentaloide de corte propagandístico sobre la guerra civil teológica entre sunitas y chiítas en el universo islámico.
Más aún: el acuerdo histórico del contencioso nuclear iraní con el sexteto del P5 más 1 (los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU con la adición de Alemania) despegó con la propuesta creativa de Turquía y Brasil, primero, inducida, y luego, renegada por el mismo presidente Obama.
El reciente acuerdo interino por seis meses entre Irán y el P5 más 1 no dista mucho del andamiaje arquitectónico de la anterior propuesta de Turquía y Brasil de hace tres años.
Una de las características del nuevo orden tripolar geoestratégico radica en su hipercomplejidad no lineal y sus estratificaciones con traslapes y redes horizontales y verticales, así como de haber roto con el maniqueísmo simplón de las etapas de la bipolaridad (Estados Unidos capitalista vs. la URSS comunista) y la unipolaridad (losbuenos Estados Unidos e Israel frente a los malos islámicos y sus aliados).
Por lo pronto, según la agencia británica Reu­ters (30/11/13), el acuerdo nuclear interino puede resultar en una mejoría de los lazos económicos entre la República Islámica y Turquía.
El canciller turco Ahmet Davutoglu comentó la voluntad de expandir el intercambio comercial con Irán a 30 mil millones de dólares en 2015 y a 100 mil millones de dólares en 2020.
El israelí Zvi Barel, del rotativo Haaretz (29/11/13), reporta que empezaron ya las largas colas para acudir a Teherán a preparar los suculentos negocios del futuro.
El acuerdo interino nuclear entre Irán y el P5 más 1 permite transacciones hasta por mil 500 millones de dólares en oro y metales preciosos, así como la suspensión de sanciones del sector automotriz iraní y de sus exportaciones petroquímicas.
Según Zvi Barel, varios países esperan en línea para asegurar su lugar en la era de las post sanciones, que incluyen Turquía, Pakistán, India, Azerbayán, Sudáfrica y países sudamericanos, así como representantes de empresas occidentales.
Pakistán, potencia sunita dotada de bombas nucleares y aliada de Arabia Saudita, realiza intensas negociaciones para completar el gasoducto que conecta su capital (Islamabad) con Irán. A Zvi Barel se le escapa aparentemente que no haya citado en el proyecto a India como parte del estratégico gasoducto entre Irán y Pakistán, cuyo costo se calcula en 7 mil millones de dólares.
Las trasnacionales petroleras occidentales se frotan las manos para participar en la explotación de los pletóricos yacimientos gaseros de Irán: desde la francesa Total (en el inmenso campo de Fardo) hasta las anglosajonas (en el extenso campo del sur de Pars). Existe suficiente gas iraní para invitar a empresas petroleras foráneas como la italiana ENI y la noruega Statoil.
La teocracia chiíta contempla construir plantas eléctricas para las que hacen cola las empresas alemanas y sudcoreanas.
Agrega Zvi Barel que también Arabia Saudita desea irrumpir en los magnos negocios con Irán y concluye metafóricamente que minas perversas sembradas en el camino pueden descarrilar los grandes negocios por venir.
Llama la atención que el reportero israelí tampoco cite a China ni a Rusia, dos grandes actores del acuerdo nuclear interino, en las tratativas comerciales por venir.
En India valió la pena realizar una sesión estratégica (sic) bajo el mando del consejero de seguridad nacional Shivshankar Menon para acelerar la construcción del puerto iraní de Chabahar ( The Times of India, 28/11/13).
Según Reuters (29/11/13), el puerto de Chabahar, en el sureste de Irán, parcialmente financiado por India, rodea Pakistán y abre la ruta a Afganistán, que carece de salida al mar, además de que propicia una puerta relevante al comercio entre India e Irán (Yahoo! News, 29/11/13). El puerto iraní de Chahabar es la puerta de entrada de India a Afganistán y a Asia central.
¿Dejarán las centrífugas fuerzas perdedoras (del acuerdo interino nuclear, que tampoco se debe subestimar su capacidad letal de daño) que prosperen tantos miríficos proyectos?
Sea lo que fuere, algunos de los países pivotes en el gran Medio Oriente se adaptan con pasmosa celeridad a la nueva dinámica geoestratégica tripolar (Estados Unidos/Rusia/China).
Más allá del asombroso proyecto de venta de misiles chinos a Turquía, que cimbró en sus entrañas a la OTAN y que nos sorprendió a los participantes al Seminario Internacional de Shanghai, convocado a finales de septiembre por la Universidad de Finanzas y Economía de Shanghai y la Academia China de Ciencias Sociales, ahora el primer ministro turco Erdogan, considerado gran perdedor en Egipto y Siria, no cesa de asombrarnos, y durante una visita a Rusia (con China, el gran triunfador del nuevo orden tripolar geoestratégico) reafirmó su anhelo de pertenecer al Grupo de Shanghai (Organización de Cooperación de Shanghai), supuesto rival de la OTAN.
El centro de pensamiento estratégico europeo DeDefensa.org (29/11/13) recuerda que el anhelo del premier Erdogan (30/7/12, 2/2/13 y 2/5/13) había sido tomado abroma.
Sucede que Rusia no lo toma para nada en broma después de tanta insistencia de Erdogan (tres veces en público), esta vez durante la conferencia conjunta de prensa con el presidente Vladimir Putin, lo cual obligó a DeDefensa.org a reconsiderar subroma, que está resultando más seria de lo esperado.
Aquí importa mucho el padrinazgo de Rusia para insertar a Turquía en el Grupo de Shanghai, que de facto pondría en tela de juicio su membresía en la OTAN.
A mi juicio, Turquía no desea quedar aislada al estilo de Israel y su mesiánico primer ministro paleobíblico Bibi Netanyahu: el gran perdedor del nuevo orden tripolar geoestratégico.
Como de costumbre, el zar ruso Vlady Putin optará por su gran jugada en el gran tablero de ajedrez mundial en el momento propicio –al estilo Snowden, que desestabilizó toda la estructura de espionaje de Estados Unidos y las relaciones con sus aliados– y no optará por ninguna decisión precipitada ni en Ucrania –la línea roja frente a la Unión Europea– ni en Turquía, la línea roja del Grupo de Shanghai. Los tiempos y los vientos juegan a favor de Vlady