De las Carreras a la justicia: Vacaciones hepáticas
Julio Rudman
APAS
Se los vio en el Hotel Biltmore, el mismo que frecuentaban dos prohombres dela Historia. Uno de
acá, Carlos Menem; el otro de allá, Al Capone. La cuestión es que de las
Carreras está habilitado para decidir en la medida cautelar que el Grupo
interpuso contra el artículo 161 de la
Ley 26.522. O sea, yo te pago las vacaciones en USA y vos me
das una mano. La contraprestación que le dicen. Por supuesto, el gobierno
nacional está buscando eyectarlo del cargo, por caminos legales, como
corresponde.
Parece que el modus operandi está naturalizado también en otros ámbitos. Por ejemplo, un médico viaja a un congreso de su especialidad en Cancún. Los gastos corren por cuenta de un laboratorio de productos medicinales, el doctor se inscribe, dice buenas tardes, está quince minutos y se va a la playa. Al regreso, comienza a garabatear en su talonario de recetas los productos de su mecenas turístico. Otra vez la contraprestación. Y todos chochos.
Y aquí viene mi recuerdo. Ya se sabe, la memoria es caprichosa. En una esquina de Mendoza, Coronel Plaza y Perú, hay una farmacia. En la puerta del negocio montaba guardia, hace tiempo, un perro espléndido, un pastor inglés con sus mechones grises y su cabellera blanca, sus patas cruzadas y la estampa de señorío aristocrático. Los dueños le pusieron un nombre apropiado con el rubro en cuestión. Se llamaba Sertal. Manso y muy compuesto, era un personaje amable para quienes iban a buscar un bálsamo para sus dolencias.
No sé si el perro vive, pero cada vez que me paso de rosca con el morfi y debo recurrir a la ilustre pastillita que nos ocupa, me pregunto si el pastor inglés habrá mutado en Ana Recondo o si, subvencionado por un grupo monopólico, pasará su vejez con gorrito, baldecito y palita en las arenas de algún paraíso fiscal, acompañando a un señor que se recibió de abogado enla Facultad de Derecha -no me corrijas Emilio, no
hay error tipográfico-. Una pesadilla recurrente, por culpa de la cazuela de
mariscos, las porciones generosas de selva negra (made in Graciela, por
supuesto) y la lectura cotidiana de la prensa hegemónica.
En ocasiones un cambio de letra puede darnos una sorpresa. Me metí en la página oficial del Centro de Estudios (www.certal.org) y encuentro varias veces la palabra "mercado" -no confundir con Roberto Mercado, cantautor e insigne embajador de la cultura popular del Este mendocino- y no es casual. Esa es la preocupación central de CERTAL. Impedir que el acceso a la información y la generación de contenidos sea plural. Impedir que el hígado de la sociedad funcione límpido y sin mecenas monopólicos. Cuidar el mercado, esa entelequia que tiene movilizados a los organizadores de caceroleos de teflón.
APAS
Hay gente que tiene apellido rapidito.
Quiero decir que le viene marcado su itinerario vital. Por ejemplo, el juez
Francisco Horacio de las Carreras, conalgunas ganadas, pero ésta me parece que
no.
Se fue a Miami con su cónyuge
el 29 de abril del año que está feneciendo y regresó al terruño quince días
después. Participó de la
III Cumbre del Centro de Estudios para el Desarrollo de las
Telecomunicaciones, cuyas siglas son CERTAL.
La reunión duró tres días y se supone que hubo disertaciones muy interesantes, destacándose la del abogado argentino Ricardo Recondo, también juez él, dedicada a denostarla Ley de Medios nacional,
sancionada hace tres años por amplia mayoría parlamentaria. La Coordinadora General
del organismo es Ana, la hija de Ricardo. Don Francisco y la señora viajaron
con los pasajes y el alojamiento solventados por el Grupo Clarín.
La reunión duró tres días y se supone que hubo disertaciones muy interesantes, destacándose la del abogado argentino Ricardo Recondo, también juez él, dedicada a denostar
Se los vio en el Hotel Biltmore, el mismo que frecuentaban dos prohombres de
Parece que el modus operandi está naturalizado también en otros ámbitos. Por ejemplo, un médico viaja a un congreso de su especialidad en Cancún. Los gastos corren por cuenta de un laboratorio de productos medicinales, el doctor se inscribe, dice buenas tardes, está quince minutos y se va a la playa. Al regreso, comienza a garabatear en su talonario de recetas los productos de su mecenas turístico. Otra vez la contraprestación. Y todos chochos.
Y aquí viene mi recuerdo. Ya se sabe, la memoria es caprichosa. En una esquina de Mendoza, Coronel Plaza y Perú, hay una farmacia. En la puerta del negocio montaba guardia, hace tiempo, un perro espléndido, un pastor inglés con sus mechones grises y su cabellera blanca, sus patas cruzadas y la estampa de señorío aristocrático. Los dueños le pusieron un nombre apropiado con el rubro en cuestión. Se llamaba Sertal. Manso y muy compuesto, era un personaje amable para quienes iban a buscar un bálsamo para sus dolencias.
No sé si el perro vive, pero cada vez que me paso de rosca con el morfi y debo recurrir a la ilustre pastillita que nos ocupa, me pregunto si el pastor inglés habrá mutado en Ana Recondo o si, subvencionado por un grupo monopólico, pasará su vejez con gorrito, baldecito y palita en las arenas de algún paraíso fiscal, acompañando a un señor que se recibió de abogado en
En ocasiones un cambio de letra puede darnos una sorpresa. Me metí en la página oficial del Centro de Estudios (www.certal.org) y encuentro varias veces la palabra "mercado" -no confundir con Roberto Mercado, cantautor e insigne embajador de la cultura popular del Este mendocino- y no es casual. Esa es la preocupación central de CERTAL. Impedir que el acceso a la información y la generación de contenidos sea plural. Impedir que el hígado de la sociedad funcione límpido y sin mecenas monopólicos. Cuidar el mercado, esa entelequia que tiene movilizados a los organizadores de caceroleos de teflón.