Los fuegos de Vesta En un oscuro rincón de la pequeña iglesia de Santa Marina, en Amalfi (Salerno, Italia), se conserva una inscripción fragmentaria, tan sólo la esquina superior derecha (38 x 28 x 5 cm) de lo que debió ser, en el s. II d.C., una hermosa lápida de mármol blanco. Hoy hablamos de CIL X 659, dedicada a Patrice, muerto con 15 años. Podríamos creer que, como la pequeña niña Junia Prócula -ver al píe el artículo anterior " La maldición tras el epitafio" -, Patrice murió muy joven, demasiado joven, pero, en realidad, era ya bastante viejo y había sin duda tenido una vida feliz y plena... porque Patrice no era un ser humano. Era simplemente un perro, "un buen perro", como lo califica su amo en la inscripción funeraria que le dedicara. Como nos recuerdan, entre otros, los coloridos mosaicos localizados en el umbral de entrada de las mansiones de Pompeya, con el conocido Cave Canem- "cuidado con el perro"-, la presencia de estos animales